Placeres de la realeza
El niño de 8 años no pidio permiso y hundió su rostro en culo peludo de su padre de 35 años mientras este follaba la vagina de su hija de cinco años con su pene de ocho pulgadas como una bestia en celo..
Era invierno en la dinastía Ivanov. Los sirvientes del palacio encendían las candelabros y cerraban las puertas para refugiarse del frio.
El palacio del gran emperador era inmenso, protegido por cadenas montañosas, la estructura de piedra se alzaba como un bastión. Decorado con torres y jardines exuberantes, el lugar era digno de un rey.
Mientras los soldados hacían guardia y aguantaban el frio del exterior, en la camara real del emperador se podían escuchar gemidos y gruñidos.
En el interior de la habitación, cinco hombres morenos y musculosos se erguian como machos sementales mientras un hombre rubio de ojos trigueños los observaba desde un costado.
Todos estaban desnudos, y en el medio de la sala, un pequeño de ocho años estaba arrodillado y rodeado de los penes erectos de los cinco hombres.
El niño era pecoso, de cabello color cobrizo, hoyuelos en las mejillas y ojos rasgados. Su tono de piel era de un blanco huevo y su cuerpo infantil exudaba un encanto femenino. Si ignorabas su pequeño miembro entre las piernas, cualquiera podría confundirlo con una pequeña niña de cabello corto.
Sus nalgas tiernas, sus piernas suaves, pezones rosaditos y su ano pequeño, rojo e hinchado. Todo en él era delicioso de disfrutar para los hombres en aquella habitación.
El pequeño de ojos miel miraba los penes masculinos de sus hombres con amor.
El deseo en su iris infantil invitaba a los adultos a pecar.
El niño babeaba ante la idea de tener a esos hombres fornidos, soldados razos del ejercito de su padre, follandolo contra el piso con sus penes grandes como si de un juguete sexual se tratara.
El ano rojo del menor se abrió ante la idea de ser follado, él niño sabía lo que pasaría y miró a su padre pidiendo permiso.
El hombre corpulento de cabello rubio sonrió mostrando sus dientes blancos, su belleza varonil hizo estremecer a los presentes mientras se paraba como un rey. Hizo un ademán con su mano ara proceder con el sexo prohibido.
Lo siguiente que ocurrio fue que el pequeño pecoso lo sometieron contra los penes de los hombres, cada uno de los penes más sucio y de más olor rancio que el anterior, pero todos tan apetitosos de comer. Cada pene tenía lo suyo, desde ser cabezones, venudos, gruesos del tronco, lisos para entrar facil y algunos con un perineo tan ancho que parecía un taladro dispuesto a enterrarse y sacar todo lo que encontrara en su camino.
Los cuerpos musculosos de esos cinco hombres variaba en tamaño, dos eran de baja estatura, pero tenían nalgas y pectorales grandes. Los dos más altos tenían brazos y piernas formidables como troncos de arbol, y el ultimo de los hombres tenía entre sus piernas un pene de nueve pulgadas que supuraba liquido presiminal en abundancia.
Ante la vista y hedor de esos penes adultos, el pequeño abrió la boca y sacó la lengua.
El sabor que llegó a su boca hizo al menor ronronear como un gatito.
El primer pene era salada y con una textura pastosa, el niño la metió en su boca hasta atragantarse y llenó de saliva todo el tronco viril antes de sacarlo.
El segunda miembro viril era amargo, con una textura seca y casi arenosa, pero las venas en cada centímetro de piel hizo que el pequeño chupara con muchas ganas, tanto que sus labios se hincharon al terminar.
El tercer pene era dulce con una textura esponjosa, casi daban ganas de morderlo, el menor se atoró con aquel miembro viril hasta echar saliva por la comisura de su boca. No podía parar de amasar la carne de macho del hombre en su boca por su textura
Tuvo que dejarlo a su pesar para ir al siguiente pene.
El cuarto miembro viril era salado y agrio, lagrimas se alojaron en los párpados del niño al sentir su hedor, parecia el más sucio, pero al mismo tiempo, era el más calido de tocar. El calor que desprendía era como un bálsamo ante el frio de la temporada de invierno. El menor calentaba sus labios en el tronco de aquel palo masculino mientras sentía el bombeo de las venas transportando la sangre para hincharlo todavía más.
El quinto y ultimo pene era el más grande todos, el menor lo tenía arriba de su rostro, casi rozando su nariz repingona. El tronco largo del pene tenía marcas y mordidas, como si alguien jugara brusco con él, sin embargo, el color y textura lo hacían ver apetitoso. Era como una carne recién cocinada sazonada con salsa negra y expeliendo un aroma dificil de ignorar.
Notando la mirada del menor en su pene, el quinto soldado se echó a reir.
—Esas mordidas son de mi hija de dos años, todavía no controla sus dientes al chuparle la polla a su papi cuando él llega a casa del trabajo.
Los demás hombres se rieron en un ambiente de camadería y el emperador hizo un comentario.
—Tu hija tiene una buena vagina. Deslecharse en ella es una delicia cuando mi esposa tiene su periodo y mi hija está con amigas. Traela después de cenar, asi le ayudamos a que deje de morder.
El soldado hizo un gesto con la mano aceptando la orden, los demás chiflaron exitados por las palabras de su rey.
Pronto, el niño que tenían de rodillas se puso impaciente.
El menor acercó su nariz al pene del quinto soldado y olió su hedor con una respiración profunda.
Sintiendo el aire soplar en su miembro viril, el soldado sonrió y tomó la cara del niño apegandola a sus testículos.
—Come con confianza, pequeño principe —dijo el adulto con voz grave. Excitado.
Sus testículos era una bolsa con dos huevos grandes cubiertos de pelo, estaban mojados y sucios, el menor pegó su rostro a la zona manchando su piel de la suciedad de la pelvis del hombre y oliendo su aroma a transpiración masculina.
El pequeño abrió su boca y chupó con gula los testículos del adulto, el soldado restregó su pene de nueve pulgadas en la cara del niño, haciendo que el menor cerrara los ojos y sintiera las manchas de presemen caerle en la cara.
Se escuchó ruido afuera y una mujer entró en ese momento.
Vestida con ropajes rojos de lana, con un vestido hasta los pies y portando horquillas lujosas, la reina accedió al interior de la habitación llevando en sus brazos a una niña de cinco años que no dejaba de llorar.
La mujer saludó a su hijo mientras era sometido por la pelvis de uno de sus soldados y se acercó a su esposo, el emperador.
—Mili no deja de llorar. Es momento de su comida especial. Debo irme. Quedé con mis amigas de salir. Volveré en la noche.
El emperador tomó a la niña en sus brazos y despidió a su mujer con un beso profundo.
De fondo se escuchaba el sonido ahogado de un niño atragantándose con un pene adulto en su garganta.
La cabeza de hongo del miembro viril del quinto soldado se marcaba en la piel del menor mientras le follaba la boca.
Los demás soldados se masturbaban y acariciaban el culo rojo del niño, listos para romperselo.
—Cuidate.
El emperador despidió a su mujer con esa palabra y la vio irse, cuando estuvieron solos de nuevo, el adulto le sonrió a su hija que no paraba de llorar. Acercó sus labios a los de la niña y los beso tiernamente, rápidamente la niña correspondió y dejó de llorar. Se le veía feliz de tener ese contacto con su progenitor.
—Papi. Leche.
El emperador sonrió con cariño desnudando a su hija y tirando su ropita en el suelo.
—Losé, pequeña. Sostente bien de mis caderas con tus piernitas. Papá te dará tu lechita.
Los dedos del adulto se metieron en la vagina abierta de su hija para comprobar que tan estirada tenía sus paredes internas, su vaginita era más grande de lo normal y parecía hacer sido usada con frecuencia por miembros de gran tamaño.
El adulto sacó sus dedos callosos y alineó su pene de ocho pulgadas en los labios vaginales de su hija, luego, miró con amor a su pequeña.
La niña se carcajeó al ver a su padre sonreirle, después la menor sintió como su vagina de niña se abría para recibir a su padre.
Los párpados de la menor se cubrieron de una bruma de placer mientras su padre la penetraba con naturalidad. Como si el pene del adulto y la vaginita de la niña ya estuvieran acostumbrados a estar juntos.
Mientras tanto, el otro niño estaba siendo follado por delante y por detrás por los soldados.
Una polla morena y cabezona entraba y salia del ano rojo del menor creando una poderosa succión.
La carne se estiraba y contraía como un tunel de carne mientras el pene hacía su trabajo de penetrarlo. Mientras tanto, su boquita juvenil tenía el miembro viril del quinto soldado hasta lo más hondo de su garganta.
Los testículos del hombre golpeaban su carita angelical mientras todo su miembro entraba y salía en fuertes embestidas.
Los demás soldados seguían masturbándose, pero una sonrisa cómplice les hizo formar un plan.
Apuntaron sus penes a la cara del niño y empezaron a orinar encima de él.
Mientras era follado por dos miembros viriles morenos por la boca y el ano, el cuerpo del infante era mojado por la lluvia amarilla de sus demás hombres. Olía fuertemente a fósforo, se sentía muy caliente e incluso parecía estar pegajosa al contacto.
El niño hizo un sonido de satisfacción con su boca llena de pene mientras era bañado de orina de macho.
Mientras tanto, la niña de cinco años subía y bajaba de la pelvis de su padre, el emperador, como una muñequita sexual.
Su vaginita se abría y cerraba ante la intrusión del miembro viril de su padre. Blanco, lechoso, venudo, gordo y cabezón. Era tan largo como para hacer gemir a una puta y tan grueso para hacer delirar hasta la más experimentada mujer.
La niña pegó su rostro infantil al pecho musculoso de su padre mientras lloraba de placer.
—Papi. Más fuerte. Me gusta. Quiero más.
El rey tenía una sonrisa perfida en sus labios mientras miraba con satisfacción a su hija e hijo. Ambos llenos de penes adultos.
—Así es, mi niña, te daré lo que quieras. Papá está aquí. Más fuerte para ti. Siempre.
Con esas palabras, el adulto aumentó las embestidas, golpeando sus testículos contra las nalgitas redondas de su hija. El pelo en su pelvis hacía cosquillas mientras penetraba sin clemencia la vaginita de su hija de cinco años.
Desde atrás se podía ver la fuerza y cadencia con la que el hombre se movía. No tenía reparos ni compasión, no había duda a la hora de follar a su hija de la misma forma que follaría con una mujer adulta.
Su espalda musculosa se encorvaba como lo haría un semental montando a su yegua y sus nalgas peludas se apretaban en cada embestida poderosa.
—Papi. Quiero más. Más.
El adulto sonrió al escuchar los sollozos de su pequeña. Siempre tan deseosa.
El emperador detuvo sus penetraciones y besó los labios de su pequeña. El sabor de su boquita le hizo gruñir mientras la obligaba a tragarse su saliva de hombre.
La niña tragaba con dificultad el liquido espeso de la saliva de su padre mientras sentía el pene adulto apretar las paredes de su vaginita.
El adulto pasó por la zona donde su hijo era sodomizado por los soldados mirando por un momento lo que le hacían.
Estaba boca arriba, con dos penes entrando en su culo y otros dos más en su boca, intercalandose para ser chupados. El cuarto soldado se turnaba con los demás para follarse al niño.
El quinto soldado, con su polla de nueve pulgadas, hundía cada pulgada en el agujero del niño mientras estaba acostado en el suelo y lo tenía subido a su cuerpo musculoso.
La orina se había secado dejando la piel del menor pegajosa y con un olor apestoso, sin embargo, el sudor que perlaba su cuerpo iba limpiando la suciedad que tenía.
El iris del niño era acuoso mientras sentía todos aquellos penes adultos follarlo sin clemencia.
Rodeado de cinco hombres musculosos de piel morena, el niño tenía una expresión dichosa.
El rey asintió encantado de ver a su hijo feliz y se acostó en la cama matrimonial del cuarto con su hija todavía ensartada en su pene.
La puso boca arriba con sus piernitas colgando de los lados de su cadera, su vaginita se veía roja e hinchada mientras aguantaba su pene de ocho pulgadas en su totalidad.
Un bulto extraño se veía en la pancita de la niña mientras sus tetillas estaban rosadas y erectas.
El emperador volvió con sus embestidas feroces viendo como el bulto en la pancita de su hija se movía cada vez que la penetraba. Se hinchaba si metía su pene y se desinflaba cuando lo sacaba, a veces se podía ver la cabeza de su glande golpear contra la tierna piel interna de la niña, causándole cosquillas a la menor.
Mientras se follaba a su hija como lo haría un semental a su yegua, el emperador acercó sus labios a las tetillas de la niña.
Inclinó su cuerpo hacía abajo, levantando la pelvis de la niña y hundiendo con mejor precisión su pene adulto en el agujero infantil.
Sus labios chuparon y jugaron con los pezones de la niña mientras le escuchaba llorar de gusto.
—Papi. Papi.
El adulto se deleitaba por la vocecita que hacía su hija. Tan suplicante solo para él. De solo pensar que estaba asi por su pene follandola como una mujer, no podia evitar excitarse y aumentar las embestidas como un animal en celo.
—Aquí estoy, bebé. Papá está contigo.
—Ah, papi.
Los gemidos de la niña y los sonidos de pieles chocando resonaron en la habitación.
El emperador estiró sus brazos hacía atrás exponiendo sus axilas rubias peludas, todas sucias y sudorosas.
El rey se volvió a inclinar y puso sus axilas a los costados de la cara de su hija, el hedor a macho hizo estornudar a la menor antes de entender lo que quería su padre.
Sacando su lenguita y abriendo su boquita, la niña metió su carita de ángel en las axilas peludas de su padre degustando de su sabor de hombre.
Tan salado, amargo y agrio. Tan perfecto para ella.
El adulto miró con ternura a su hija mientras la follaba y dejaba que chupara sus sobacos sucios.
Mientras tanto, el hijo del emperador había sido llenado de semen varías veces, su culo y boca estaban chorreando leche de macho mientras los soldados se ponían sus uniformes entre risas.
El quinto soldado besó los labios del niño saboreando el semen en su boca.
La garganta del menor y la del adulto tragaron al mismo tiempo, sintiendo el semen bajar a sus estómagos.
Ambos se separaron con varios hilos de saliva y semen uniendo sus labios.
El adulto se fué con una sonrisa satisfecha, dejando al emperador con sus hijos.
El rey continuo follando a su hija sosteniendo sus piernas con sus manos y alejando sus axilas de la carita de la niña.
El rostro de la menor estaba mojado y sucio por las axilas de su padre, pero su mirada perdida y sonrisa satisfecha le daban un encanto infantil pecaminoso.
Desde abajo, se podía ver como la pelvis y el abdomen del adulto se movían de arriba abajo, como una serpiente, cada embestida era certera y la respiración del adulto era pesada.
El iris en sus ojos era delgado como un gato, mientras vapor salía de su boca.
La piel del hombre y de la niña estaban rojas por la sangre que bombeaba de sus cuerpos calientes.
Los pectorales del adulto se hinchaban en cada respiración y su espalda se encorvaba y erguía en cada penetración.
La experiencia del hombre se vislumbró en cada arremetida y su cabello rubio se mantenía pegado a su piel debido al sudor.
La cama estaba mojada por la transpiración tanto de la niña como la del adulto y el hedor a hombre se hacía más intenso.
—Papi. Quiero tu leche.
—Aquí viene, hija mia.
Con un gemido alto y grave, el emperador levantó su rostro y dejó caer la cabeza hacía atrás mientras daba dos ultimas embestidas. Cada una más fuerte que la anterior.
Desde su pene, chorros tras chorros de semen salían a borbotones llenando la vagina de la niña de cinco años.
La menor podía sentir como la leche caliente de su papi inundaba su zona genital haciéndole gemir dichosa.
—Finalmente papá me ha dado su lechita. Estoy feliz. Papi es el mejor.
El emperador sonrió ante las palabras de su hija e inclinó su cuerpo para besarla en los labios.
La inclinación de su cuerpo adulto sobre la menor hizo que su pene se hundiera y apretara más en la vaginita de la niña.
Puso sus brazos arriba de la cabeza de la menor exponiendo sus axilas sucias cerca de la cara del infante.
El hedor a transpiración masculina lleno sus fosas nasales dejando un sabor picante e intoxicante en sus paladares.
La menor se sentía presionada con el cuerpo musculoso y grande de su padre inclinándose para besarla.
La niña pudo sentir el sudor chorreando del físico prominente de su progenitor mientras la besaba, bañándola con su transpiración de macho alfa.
El sabor amargo, picante y ácido de la saliva de su padre le hizo gemir mientras sentía como la lengua del adulto profanaba su boquita.
El calor de sus cuerpos era sofocante mientras se sentía febril.
Gemidos y gruñidos se escucharon mientras ambos, padre e hija, se unían en un beso carnal.
Los labios adultos forzaban los de la niña mientras la lengua experimentada guíaba a la infantil hacía un juego de extasis y morbo.
La saliva se escurría de sus labios mientras sus cuerpos se presionaban el uno contra el otro.
El pene del adulto todavía erecto y goteando semen restante.
El hijo aplaudió al ver a sus familiares divertirse y se fue corriendo al baño. Tenía ganas de hacer pipi.
El emperador dejó de besar a su hija en los labios y repartió besos en la carita de la menor.
La niña se río al sentir la barba rasposa de su padre y luego notó como algo en su vagina se movía de nuevo.
El bulto en su estomago se hinchó al sentir la primera penetración.
—Papá todavia tiene leche para dar.
Esas palabras hicieron sonreir a la niña con alegria.
El hijo de 8 años volvió del baño y se subio a la cama con su padre y hermana todavía unidos sexualmente.
El menor no pidió permiso y hundió su rostro en culo peludo de su padre mientras este follaba a su hermana como una bestia en celo.
—Te amo papi.
—Te quiero papá
—Y yo a ustedes, tesoros.
Los tres se fundieron en otro beso mientras las embestidas empezaban a tornarse feroces.
Como las de un animal follando con sus hembras.
Gracias por leer, espero les haya gustado leer el relato tanto como a mi al escribirlo.
Si quieren hablar conmigo pueden hacerlo por telegram.
Telegram: @AlexanderTL28.
El siguiente relato será la continuación de ejercicios para culos hambrientos.
Nos leemos luego.
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