Secretos Familiares (II)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La Marciana (1)
Después de lo sucedido durante la mañana, me sentía como flotando en una nube. Había tenido sexo con el primo de mi padre. Había aceptado pasar el fin de semana juntos. Él me dijo que yo le gustaba, que hacía tiempo me deseaba.
Cuando salimos del motel era un poco más del medio día. Lin me dijo que iríamos a comer algo para reponer fuerzas y seguir ganando confianza. Era cierto, nos conocíamos, éramos familia, pero nunca habíamos tenido mayor trato. No tuvo que esforzarse mucho para que yo me relajara y entrara en confianza, ya no sentía vergüenza por mirarlo a la cara ni reír disfrutando sus comentarios e insinuaciones morbosas.
-Si gustas, nos olvidamos de la familia. Esto es un asunto entre amigos. Pero la verdad me encanta que seamos FAMILIA. Familia, lo dijo con lujuria, disfrutándolo.
-¡Incesto!
-No arruines el momento…
Mientras almorzábamos me preguntó si me gustaba La Marciana (una propiedad familiar). Respondí que no la visitaba hacía por lo menos 10 años. No la vas a reconocer. Me dijo que allí pasaríamos el fin de semana. Había prometido realizar algunos trabajos y necesitaba ayuda. Accedí. Para cuando el reloj marcó las seis de la tarde ya estábamos allí. Desde la entrada misma, quedé sorprendido. Realmente la habían transformado muchísimo, no se parecía en nada al sitio que de niño visité. Cerrado el portón y avanzando no dejaba de admirarme. ¡Te lo dije!
La casita de mis recuerdos continuaba en la misma elevación, sólo que ya no era una casita. Definitivamente la familia se había esmerado en el lugar. A penas entramos, Lin caminó hacia la casa del cuidador que también continuaba en el mismo sitio que yo recordaba. Era un hombre entre 40 y 45 años, robusto y gentil. Saludó a Lin, quien le dijo que se quedaría hasta el domingo arreglando los pendientes en la casa y atendiéndome. La cara del hombre adquirió una nueva expresión, no sabría describirla, pero fue muy excitante sentir su mirada recorriéndome.
-Este es Andy, el hijo de Raúl. -me presentó mientras me abrazaba.
-Un placer. Carlos, para servirte.
-Para servirle, por supuesto -comentó Lin con una sonrisa descarada-. Primero vamos a ver qué tal nos va estos días, él todavía no conoce como funciona esto.
-¿No? -preguntó Carlos con sorpresa.
-¡No! Recién empezó hoy conmigo, pero si es un Alba como espero no habrá problemas.
Aunque podía asumir de qué hablaban, no entendía nada. Regresando a la casa pregunté qué había sido ese diálogo entre ambos. No comas ansias, bebé. Entramos a la casa y de inmediato volví a recibir uno de sus apasionados besos, como en una escena de película nos fuimos desnudando rumbo a la cama y sin dejar de besarnos. No reparé en detalles, sólo me interesaba volver a ser suyo. Volví a caer de espalda en la cama y él sobre mí. Su lengua exploraba todos mis rincones, su boca bastaba para hacerme sentir poseído. Tal cual había hecho en la mañana se deslizó por todo mi torso, volví a sentir esa sensación como de una descarga eléctrica cuando besaba mi ombligo y luego continuaba bajando. Mis muslos, mis piernas, mis pies. Todo suyo de pies a cabeza. Subió ágilmente y llegó nuevamente a mi boca que lo recibió con otro de esos besos monumentales. Me abrazó y giró, me sentí extraño; estaba sobre un hombre, el más viril y apasionada de todos los que habían tenido alguna aventura conmigo. La señal estaba clara: Era mi turno.
Con un suave movimiento me deslicé por su cuello, él dejó de abrazarme y adoptó la más seductora pose, entregado y seguro de ser el macho dominante sobre esa cama. Acomodó la almohada y cruzó los brazos por detrás de su cabeza. Era hermoso, era ardiente, era mío… Besé su cuello, su tórax, sus pectorales y los pezones que al igual que los míos estaban endurecidos de tanto morbo. Sus axilas, esa zona íntima que muchos ignoran, pero que para mí es un cáliz del cual sorber un embriagador néctar; negrísimo y largos pelos me invitaban. Creo que él no esperaba que lo hiciera, casi brincó por reflejo cuando mi nariz, mis labios y mi lengua empezaron a juguetear y apoderarse de aquel rincón de su cuerpo. Pronto, volvió a relajarse y yo me dediqué a saborearlo sin prisa, pero llegó el momento de continuar mi exploración. Seguí el camino que marcan sus pelos bajando desde su pecho. Pasé de largo su ombligo y descansé sobre su pubis. Me enloquecía más cada segundo al sentir sus vellos, gruesos y oscuros.
Aspiré tratando de absorber todo su aroma, al hacerlo sentí que algo golpeaba mi barbilla. Su verga parecía montada sobre un resorte. Por primera vez estaba ante su verga erguida. No era demasiado larga, pero sí impresionantemente gruesa. La tomé con mi mano y prácticamente no podía rodearla. Abrí mi boca y empecé a buscar el modo de recibirlo en mi interior por completo. Me sorprendió a mi mismo que pronto pude relajarme y tragarla entera. Lo masturbaba, mi saliva la hacía brillar tentadoramente, la piel que cubre su cabeza podía retroceder hasta dejarla completamente al descubierto, eso me gustó mucho (los que había conocido antes eran circuncisos o les molestaba que descubriera por completo su glande). Sus manos volvieron a jugar con mi cabello y a hacer ese masajito que tanto disfruto. ¡Las bolas! Me pidió casi como un gemido. Grata sorpresa fue encontrarme con dos enormes bolas dentro de su saco perfectamente afeitado. Aquel cuerpo repleto de viriles vellos, escondía aquel lampiño tesoro.
Casi no podía meter ambos en mi boca, pero también lo logré. Cada minuto que pasaba, mi deseo de sobrepasar todo límite con Lin se hacía más fuerte. Me atrajo a su lado y nuevamente me depositó sobre la cama. Me encantas, eres muy sensual. Su voz me derrite, pero no tengo demasiado tiempo para disfrutar sus palabras porque me da media vuelta y quedo boca abajo. Siento sus mordidas en mi cuello y en mis hombros. Cuando empieza a bajar por mi espalda, hundo la cara en la almohada y suspiro como nunca. Este tipo es el mejor amante que jamás he tenido. El suspiro se convierte en un sonido gutural cuando siento sus dientes aferrarse a mis nalgas y recibir luego un fuerte manotazo. Tranquilo, te voy a enseñar a disfrutarlo. Otro par de mordidas y manotazos me hacen inquietar e intento moverme, logrando únicamente que se pose por completo sobre mí y me apriete. Quédate tranquilo, por favor, confía en mí. Ha sido doloroso y es incómodo, casi no puedo respirar bajo su peso, pero sin pensarlo siquiera afirmo con un movimiento de mi cabeza un gemido dócil. Él deja de aprisionarme, pero de inmediato regresa a mis nalgas, siento sus manos abriéndome y su boca devorándome.
Aunque duele la fuerza con la que me mantiene abierto, la sensación en mi ano es placentera, voy relajándome, noto que empiezo a dilatarme; su lengua entra y sale de mí con total facilidad, me abandono sobre la almohada nuevamente y es cuando creo que me ha destrozado. Grité sin pensar en que podría pasar. Había mordido mi ano, el dolor fue demasiado intenso e inesperado. Volví a tratar de moverme, pero otra vez me sometió, sencillamente me mantuvo boca abajo a la fuerza y me clavó con su verga. No sé cuánto tiempo pasó, pero me pareció una eternidad. Casi salía por completo de mi cuerpo y volvía a hundirse sin detenerse. Los dos sudábamos, sentía sus pelos restregarse contra mi espalda empapada. Yo gemía, respiraba profundo, ahogaba mis gritos contra la almohada. Lin no dejaba de besarme y morder mi cuello y mis hombros, pero no decía ni una sola palabra.
Me sentía agotado, ya no sentía dolor, pero experimentaba una extraña sensación, estaba siendo plenamente sometido. Una violación de no ser porque yo mismo acepté ir a este sitio y porque aunque experimentaba todas esas extrañas sensaciones, algo me mantenía voluntariamente allí a merced de aquel hombre, el primo de mi padre. La fuerza con la que su verga golpeaba mi próstata me hizo correrme, pero él ni se enteró, continuaba penetrándome con fuerza y pasión. Pasó sus manos por debajo de mi cuerpo y empezó a apretar mis pezones. Ese dolor que soy incapaz de rechazar porque simultáneamente me hace delirar de placer. Fue increíble, su verga en mi culo dilatado y mordido, sus manos en mis pezones. Volví a correrme sobre las sábanas. Mi gemido fue sonoro, creo que lo hizo percatarse de lo que estaba sucediendo porque se apresuró a abandonar uno de mis pezones y girar mi cara hacia la suya. Empezó a besarme y moverse con mayor furia, si acaso eso es posible. De pronto se detuvo y se quedó sobre mí. Su peso me asfixiaba, tuve que moverme. Se puso a un lado. Sentí un enorme vacío cuando me sacó la verga y se acostó a mi lado. No sabría decir cómo me sentía. Lin me atrajo hacia su pecho. Estaba empapado, parecía recién bañado.
-¿Estás bien?
-Creo que sí. -le respondí acercándome más y abrazándolo en un gesto de confianza y entrega que nunca había tenido con nadie. Nos quedamos un rato en la cama y luego me llevó al baño, nos duchamos y salimos. Cuando estábamos a medio vestir me abrazó por la espalda y dijo:
-Confía en mí, por favor. -di media vuelta y lo miré. En su mirada encontré lujuria y pasión, pero también una ternura inmensa. No tenía ni la más mínima idea del terreno en el que me estaba adentrando, pero creo que al besarlo le hice ver que confiaba en él.
Terminamos de sacar las cosas del carro, preparamos la comida y mientras cenábamos me contó los arreglos que tenía que hacer al día siguiente. Me voy a levantar temprano y antes de medio día soy todo tuyo. Quiero enseñarte todo porque estoy seguro que esto no se parece en nada a lo que era cuando venías. Tenía razón. Además, dijo con tono pícaro y clavando sobre mí aquella mirada que ya estaba enamorándome, tengo que confesarte algo.
-Puedes hacerlo ahora.
-No, no arruines el momento…
-Pero por qué no puedes decírmelo ya.
-Cómo explicarte. Hay cosas que es mejor no decir así de un solo golpe. Es mejor ir descubriéndolas poco a poco. Confía en mí. ¿Cuántas veces te lo he dicho hoy?
-Sí yo sé, pero soy demasiado curioso. -comenté sonriendo.
-Ya veo, pero también eres muy bueno en otras cosas.
Terminamos de cenar en silencio y nos sentamos a reposar sentados en las hamacas de la terraza. La llegada de Carlos marcó el inicio de una nueva etapa en mi vida.
(Continuará)
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