Un padre primerizo en el sexo con su hijo adoptivo I
Mi hijo adoptivo, el chico de 12 años, pelirrojo de piel blanca y ojos almendras con pecas en las mejillas estaba chupandome el pene mientras estaba dormido..
Como señor de 40 años podía discernir como la vida me había tratado, a veces con mucha amabilidad, otras veces con mano dura, pero en ningún caso tuve queja alguna.
Siempre he creído en los designios del destino y gracias a eso he llegado a donde estoy ahora.
Sin embargo, no significa que no lamente mi vida con pesar.
Cuando mis hijos nacieron fui el padre más dichoso del mundo, los vi crecer y pude maravillarme de su inocencia junto a mi esposa.
Al volverse adultos, la alegria menguó reemplazada por un orgullo paternal viendo como tomaban cada quien su camino en la vida.
Mi esposa me apoyó en todo y nunca se quejó de las veces que tenia que dejarla sola por trabajo en la empresa.
Ahora al pensarlo, había sido una buena mujer y debido a eso, después de su muerte, no me había atrevido a casarme con nadie más.
Había pasado más de dos años y me sentía disgustado de la vida.
Llegaba cansado del trabajo a encerrarme en mi gran casa con mis sirvientes y guardaespaldas mientras me sumergia en mis recuerdos.
Tuve que desistir de mis pensamientos al darme cuenta que no me estaban haciendo bien.
No podía estar solo en esa casa y sin poder casarme, solo mis hijos podían complacer mis exigencias de compañía.
Algo que intente varias veces lograr invitandoles a quedarse conmigo a vivir.
Ninguno estaba dispuesto a estar conmigo y vivir en la gran casa.
Cada uno estaba cómodo en donde estaban con sus familias, amigos y trabajos.
Debido a eso, me vi forzado a pedir ayuda a un viejo amigo del servicio militar.
Tomé el teléfono de la casa y me senté resignado en la silla de madera pulida y almohadas rojas de algodón.
Márque el número de teléfono oficial de mi compañero escuchando el timbre de la llamada.
Observé los cuadros de pintura en la sala de estar mientras esperaba pacientemente que contestara.
Al sexto timbre de llamada, escuché la voz jadeante y ronca de un hombre.
—Constantine al habla.
Sonreí al recordar su voz, seguía siendo tan profunda como un abismo y grave como un tenor.
—Amigo mio, habla Frankling.
Escuche varios jadeos de la otra linea antes de contestarme.
—Finalmente me llamas, hombre ¿Cómo estas?
La voz de Constantine era clara, revocando el sentimiento de estar ante un rey, se sentía fuerte, como el de un general experimentado.
—Todo bien. Al menos a lo que respecta de salud ¿Tienes tiempo para hablar?
Los jadeos en la otra línea se hacían más fuertes y parecía escucharse el golpe de pieles.
—Claro que sí ¿Qué necesitas?
Apreté los labios dubitativo.
Gemidos en la otra línea confirmaron que Constantine estaba ocupado con alguien, pero la vergüenza de cortar era mayor a continuar la conversación.
Lo mejor era ignorarlo.
—Me encuentro solo en casa y mis pensamientos no me dejan dormir. He querido traer a mis hijos a vivir conmigo, pero ninguno está dispuesto. Sin querer deshonrar el amor de mi difunta esposa, no sé que hacer para lidiar con mi soledad sin recurrir a placeres deshonestos.
Los gemidos en la otra línea eran más altos, pero no se podía distinguir el tono de voz.
Los golpes de piel y los jadeos de Constantine evitaban que pudiera escuchar con precisión quien le hacia compañía.
—Tengo una idea, pero no sé si te interese.
Curioso por lo que quería decir, me levanté de la silla.
—Habla ¿Qué tienes en mente?
Constantine farfullo un «Estate quieto» al otro lado de la línea mientras el golpe de pieles dejaba de sonar con tanta frecuencia.
Sus jadeos eran más pausados mientras soltaba un resoplido antes de contestar.
—Mi padre tiene un casa para refugiar a niños huérfanos y de la calle. Negros de buen corazón es el nombre del lugar. Si quieres compañía de un hijo, pero los tuyos están muy grandes ¿Porqué no adoptar? Si te preocupa el papeleo puedo hacerme cargo de eso, solo debes pedírmelo y con gusto hablaré con mi padre.
Medité su respuesta con seriedad.
Mis cejas se fruncieron y mi bigote se sacudió ante el cierre de mis labios gruesos.
«Cuidar de un nuevo hijo suena como una locura. Ya estoy viejo para eso. Pero no es mentira que esta casa esta muy sola y mis negocios van tan bien que tengo mucho tiempo libre. Talvez si adopto un niño un poco mayor, sea más fácil cuidarlo», pensé con aprehensión.
Los jadeos de Constantine habían terminado y se escuchaba su suave respiración al otro lado mientras esperaba mi respuesta.
—Lo haré.
Mi voz se escuchó alta y clara y me pareció oír una suave risa de Constantine.
—No te arrepentirás.
Al día siguiente, recibí en mi correo electrónico una invitación y una dirección a visitar.
Tomé los datos y fui con mi chófer para conducir hasta la casa de niños «Negros de buen corazón».
Durante el recorrido, no pude evitar sentirme nervioso.
Jamás imaginé que buscaría adoptar a un niño para librarme de mi soledad en casa, sin embargo, en la noche había estado pensando al respecto y los recuerdos de mis hijos siendo cuidados por mí me dio la resolución final.
«Seré un buen padre. Puede ser un deseo egoísta el adoptarlo, pero confío que mi experiencia sirva para quererlo como un hijo propio», pensé decidido.
Recobré el sentido cuando vislumbré la entrada a un recinto lujoso.
Extensos jardines estaban rodeados por muros altos de piedra blanca.
Un porton negro abierto me daba la bienvenida a un camino pavimentado que cruzaba por extensos campos de hierba bien recortada, arbustos de rosas blancas y arboles frutales.
En la cercanía, una gran casa de tres pisos se vislumbraba majestuosamente.
Curioso por el lugar, esperé hasta que el auto estacionara para bajar.
Un hombre mayor de piel negra, vestido formalmente con un traje negro que acentuaba su musculatura prolija me esperaba en la entrada de la gran casa.
—Usted debe ser el señor Frankling, amigo de mi hijo Constantine. Soy el jefe de esta humilde casa. Por favor pase.
Con las atenciones del hombre negro, entré al interior de la gran casa admirando las decoraciones del lugar.
Los tonos de color pastel en las paredes evocaban suavidad, mientras que los muebles estaban bien dispuestos en los alrededores.
Había desde estantes, grandes cajones, un reloj de cuerda y un espejo de cuerpo completo.
Una escalera estaba dispuesta en una parte del pasillo hacia el segundo piso.
Todo era espacioso, seguro para ser habitado por muchas personas.
Detuve mi curiosidad cuando vi a niños correr por la estancia con alegría.
La voz de los infantes me hizo sonreír por inercia.
El jefe de la casa observó mia acciones y me invitó a seguirlo hacía el segundo piso.
Del segundo piso llegamos a una oficina bien cuidada con un estante de libros, una alfombra roja, una mesa de trabajo y una silla cómoda negra, un ventanal hacia el exterior frontal de la casa y dos sillones dispuestos entre sí con una mesita de vidrio como separador, encima de la mesita descansaba un álbum de fotos.
Ambos nos sentamos cada quien en uno de los sillones.
—Para empezar. Debo agradecer que nos haya elegido para adoptar a un niño a su nombre. Todos aquí son jóvenes que han perdido a sus familias o la vida los ha tratado injustamente. Nuestra causa es traerles a un lugar estable donde se sientan queridos por una figura paternal.
Asentí a sus palabras entendiendo de lo que hablaba.
El jefe sonrió mostrando sus dientes y tomó el álbum de fotos abriendolo en la primera página.
—Dicho eso. Por favor revise las fotos y elija al niño que le interese.
Fruncí el ceño y mis cejas se juntaron al escuchar sus palabras.
«¿Ahora se elige a un niño viendo fotos? Pensaba que se debía ver personalmente. Esto se siente como una mercancía», pensé dubitativo.
Ignoré el motivo de mis sospechas y revisé las fotos.
Habían niños y niñas de todas las edades. Desde bebes, pasando por infantes, hasta llegar a los jóvenes rebeldes.
Aunque algunos rostros me parecían adorables para cuidar, mi interés pasó a los jóvenes rebeldes entre los 12 y 14 años.
El jefe pareció curioso por mi elección y espero pacientemente.
Después de observar el rostro de varios chicos, señale a tres.
—Me gustaría conocerles.
El hombre negro observó quienes eran y asintió enérgicamente.
—Vamos de inmediato. Sé donde puedes encontrarlos.
Siguiendo sus pasos bajamos al primer piso y entramos a la cocina.
En ella habían varios hombres de piel negra de un físico corpulento trabajando.
Enarqué una ceja al ver que todos eran hombres y de igual color.
Un chico albino de ojos azules y cabello negro estaba entre ellos aprendiendo a cocinar.
Su actitud era muy descarada, bromeando y golpeando a los hombres mayores sin problemas.
Nadie lo detenía, pero parecían vigilarle con mucha atención.
Como la de depredadores observando a su presa.
Negué con la cabeza ante mis pensamientos.
El jefe pareció notar mi gesto.
—Si no le gusta, podemos ir al siguiente.
Hice caso dándome la vuelta.
Escuché un gruñido bajo y un jadeo, pero me límite a irme sin importar lo que estuvieran haciendo.
El siguiente objetivo fue el patio.
Un chico bronceado y atlético jugaba fútbol con sus demás amigos mientras actuaba engreído.
Cuando logró meter un gol, no dudo en burlarse de sus enemigos y hacer señales obscenas con sus manos.
Los hombres de piel negra cercanos se rieron a carcajada limpia y se acercaron para felicitarlo.
Vi como lo abrazaban y tocaban con confianza, burlándose de el.
Negué con lo cabeza también.
El jefe parecía nervioso mientras me llevaba a otro lado.
Cuando me di la vuelta para irme noté por el rabillo del ojo como el chico rebelde era rodeado por los hombres negros y le obligaron a arrodillarse.
Desinteresado en lo que hacían me fui hacia el interior de la casa.
Por último, caminamos hasta el fondo de un pasillo saludando a varios trabajadores más que llevaban niños, niñas o bebés en sus manos mientras reían.
Curioso, no pude evitar preguntar.
—Percibo que está casa es administrada solo por varones de piel negra ¿Puedo preguntar la razón?
El jefe se detuvo un momento y se dio la vuelta para sonreírme.
—Todos estos hombres son hijos que cuide hace tiempo, me guardan amor filial y decidieron trabajar conmigo para cuidar de otros niños. Es debido a ellos que funde esta casa. Me hicieron entender que debía extender mi amor como padre a más niños.
Asentí a su respuesta sin indagar más.
Entramos a una habitación espaciosa que servía de biblioteca.
Habia varios niños y hombres sentados alrededor de diversas mesas rectangulares leyendo un libro.
Algunas veces estaban acompañadas, otras veces solos.
El jefe me señaló con el dedo el último niño por conocer.
Era un joven pelirrojo de 12 años, de piel blanca y pecas en el rostro. Su cuerpo era languido y pequeño pese a su edad. Se le veía concentrado sentado en la pelvis de uno de los hombres negros y musculosos del área.
Ambos lean un libro muy apegados.
El joven se inclinaba hacia el mayor buscando su calor y sonreía cuando podía sentirlo.
Parecía dócil y amable, diferente al resto de chicos que había notado.
—Me gustaría hablar con el —dije al jefe.
El hombre me hizo una seña para que esperara afuera.
Hice caso y espere mientras escuchaba al chico ser llamado.
Un quejido infantil y un gruñido bajo se escuchó, pero mi mente estaba distraída.
Cuando el niño salió llevaba un short de mezclilla desabotonado y caminaba con incomodidad.
Parecía como si le doliera el trasero al caminar.
El jefe me lo presentó con un ademan.
—Tobias. El es el señor Frankling. Desea hablar contigo algunas cosas.
El jefe se retiró un momento dejándome con el menor.
Era un chico tímido al parecer, pero sus ojos almendras me observaron con curiosidad.
—Dime ¿Cómo te sientes aquí?
—Me gusta este lugar. Todos me quieren mucho —Dijo el chico con voz aguda.
Llevé mi mano a mi menton, rascando mi barba recién cortada.
—¿Que piensas de ser adoptado y tener una familia?
El chico bajó la cabeza antes de levantarla y sonreír.
—Me gustaría tener un papá.
Enarqué una ceja por su respuesta.
—¿No extrañaras a los demás de aquí?
El joven lo pensó un momento antes de asentir.
—Los extrañaré, pero deseo tener a alguien a quien llamar papá. Es mi mayor deseo.
Algo se removió en mi corazón al escuchar su sinceridad y sonrei.
El menor pareció gustarle mi expresión.
—Me gusta su sonrisa, señor Frankling. Se ve guapo.
Entorné los ojos por el cumplido de un chico. Estaba claro que se estaba burlando de mí.
«Nisiquiera lo he adoptado y ya toma esas libertades. Me agrada», pensé.
El jefe de la casa volvió y me miró curioso.
—Lo quiero a él ¿Es posible llevármelo hoy?
El hombre de piel negra sonrió encantado y asintió.
—Claro que sí. Tobias, ve por tus cosas. Dile a uno de los cuidadores que te ayude. No se tarden.
Ante las palabras del adulto, el menor me miró esperanzado antes de correr hacia un lugar de la mansión.
—Esperaré en mi auto si no es molestia. Gracias por su ayuda —dije.
El jefe negó estrechando mi mano con la suya.
—No es nada. Gracias a usted por elegir ser padre de uno de nuestros niños. Confío lo cuide bien.
—Así será.
Me retiré rumbo a la salida y mientras salía noté a un hombre negro musculoso caminar en boxers hacía un lugar.
Me llamó la atención su falta de vestir y lo vi llevando a uno de los niños a las habitaciones de al fondo.
Fruncí el ceño extrañado, pero no indague más.
Pasé media hora esperando en mi auto hasta que Tobias llegó con su maleta de viaje.
Mi chófer le ayudó a guardar sus cosas y subió conmigo al auto.
El vehículo arrancó y me decidí a hablar con el niño en el camino.
Le pregunté por su pasado, sus gustos y demás.
Sus respuestas las iba memorizando para usar más adelante.
Llegamos a mi gran casa rápidamente y mis sirvientes llevaron al menor con su maleta al interior.
—Déjenlo en la habitación al lado de la mía.
Luego, miré a mi nuevo hijo.
Este me observaba con una sonrisa y un cariño indescriptible.
—Esta es tu nueva casa ahora. Estaré en el estudio si me necesitas. Si hay algo que quieras pídelo a los sirvientes.
El menor aceptó sin objeciones y se fue.
Le mire irse y me retiré a mi estudio para hacer algunas cuentas.
Pasada unas horas quise ver lo que hacía mi hijo y fui a buscarle.
Le encontré saliendo del cuarto del conserje de la casa con una sonrisa.
—¿Qué hacías molestando al señor Morrison?
Mi cuestionamiento le hizo sentir culpable.
—Lamento si te hice enojar, padre. Estaba aburrido y como estaba cerca decidí entrar a jugar con él.
Curioso, vi al conserje salir de su habitación.
Era un hombre rubio a finales de sus treinta, debido a su experiencia trabajando en construcciones y como cargador de muebles tenía un físico musculoso destacado, su piel bronceada por el sol tenía tonos tostados haciendo relucir sus músculos, principalmente los de su espalda, brazos y pectorales.
Tenía el pelo cortado al estilo militar y portaba un oberol de mezclilla sin camisa, mostrando la parte superior de su cuerpo con dos tirantes colgando de sus hombros.
Su rostro varonil era de felicidad mientras me saludaba.
—Señor, es un placer verlo. No se moleste con su hijo, ha sido muy entretenido jugar con él. Cuando este en mi tiempo libre, siempre estaré dispuesto a recibirlo con cariño.
Asentí a sus palabras observando las acciones de ambos.
Se veían cómplices y Tobias se había cercado al cuerpo del conserje con confianza, casi rozando su cabeza con la pelvis del hombre.
Fruncí el ceño al ver tal confianza entre ellos.
«Espero pronto pueda actuar así conmigo», pensé molesto.
Me di la vuelta volviendo a mi estudio.
Pasaron las horas hasta que se hizo de noche.
Me reuní con mi hijo para cenar y se le veía muy motivado.
Me habló sobre su estadia en la casa y lo bien que lo habían tratado el conserje, el cochero y el portero de la casa.
Puse atención a sus palabras debido a que quería asegurarme de que realmente estuviera bien.
Después de charlar con mi hijo adoptivo, me fui a mi cuarto para descansar.
El chico me miró irse y me siguió.
—Padre. Quería pedirte algo.
Me di la vuelta para observarle.
—¿Qué deseas?
—¿Puedo dormir con padre?
Enarqué una ceja y entorné los ojos.
—Sígueme.
El chico sonrió y se puso a mi lado conversando de las cosas que había visto en el jardín.
Hice oídos sordos a su platica y lo llevé a mi habitación.
Mientras cerraba la puerta, le vi correr hacia mi cama matrimonial y saltar.
Sonreí por su emoción mientras caminaba hacía el armario.
Abrí las puertas exponiendo decenas de conjuntos de ropa y zapatos.
Desabotoné mi camisa blanca y corbata exponiendo mi espalda ancha.
Tobias se quedo callado mirándome.
Ignoré su curiosidad mientras exponía mi desnudes ante él.
Me quité los pantalones mostrando mis piernas fuertes y el bóxer bien ajustado en mis glúteos y pubis.
Me di la vuelta para ver que hacía mi hijo adoptivo, parecía perdido admirando mi figura.
Entrecerré la mirada divertido por su expresión.
—¿Qué ocurre Tobias?
El chico se avergonzo tosiendo un poco.
—Padre es muy guapo. Me gusta ver a padre.
Ignoré su comentario burlesco.
Tomé una toalla de vestir de cuerpo completo y me la puse.
Mi cuerpo quedó cubierto y amarré los dos pliegues de la toalla con los cinturones que tenía a los lados.
Tobias dejó de mirarme cuando me había cubierto.
—Deberías quitarte la ropa.
—Me cuesta hacerlo, padre.
Enarqué una ceja por su mentira y me acerqué.
Por alguna razón, mis acciones lo hicieron poner nervioso.
—Déjame te ayudo.
Antes de que pudiera protestar, lo tomé de la pierna y lo traje hacia mí.
Lo arrastré por la cama hasta tenerlo debajo de mis piernas.
Tomé sus pantalones y empecé a desvestirlo.
El chico se limitó a quedarse quieto observando mis gestos.
Lo dejé en calzoncillos mientras quitaba su pantalón con todo y zapatos.
Luego tomé la parte baja de su camiseta y le obligué a levantar los brazos para sacarsela.
Rojo de la vergüenza, Tobias quedó solo en calzoncillos debajo mio.
Le sonreí mirando su cuerpo lampiño.
—Padre —susurró.
—¿Qué ocurre? —pregunté con el ceño fruncido.
Tobias pareció recobrar el sentido y negó con la cabeza.
Enarqué una ceja, pero lo deje estar.
—Acuestate. Voy a apagar la luz.
Tobias hizo caso y cuando estuvo cómodo en mi cama, toqué el interruptor.
La oscuridad cubrió la habitación y con la suave luz de la luna proveniente de mi balcón caminé hasta la cama.
La figura de mi hijo adoptivo estaba a un lado de donde yo dormiría.
Me acomodé en la cama y cerré los ojos para dormir.
Sentí a Tobias acercarse a mi cuerpo, pero ya me había dormido antes de saber que quería.
Mientras soñaba sentía la humedad extenderse por mi cuerpo, el aliento caliente de alguien soplaba por mi pelvis acariciando el vello púbico del lugar y besando con ternura mi polla.
Entre dormido y despierto, vislumbré una figura en la parte baja de mi cuerpo.
Mi toalla de vestir había sido suelta y mi polla estaba libre.
Una mano juvenil acariciaba mi bolsa de testículos mientras una suave y húmeda boca cubría con gula gran parte de mi hombría.
Solté un suspiro sin entender si era un sueño o no, hasta que recobré el sentido.
«Estoy en la cama, con mi hijo adoptivo», pensé.
Me mantuve quieto tratando de analizar lo que ocurría, mis párpados estaban casi cerrados apenas mirando lo que ocurría debajo mio.
Mi hijo adoptivo, el chico de 12 años, pelirrojo de piel blanca y ojos almendras con pecas en las mejillas estaba chupandome el pene mientras estaba dormido.
Ignoré el hecho de que mi miembro viril media nueve pulgadas y su grosor era envidiable, incluso me abstuve de pensar cuanto tiempo llevaba chupandome el miembro viril.
Mis dudas iban a porqué habíamos llegado a eso.
Pensé en todas las pistas y pronto supe la respuesta.
«Así que mi hijo le gustan los hombres a tan temprana edad. Puedo suponer quien provocó eso. Mañana llamaré a Constantine y al jefe de esa casa. Me deben muchas explicaciones», medité molesto.
Sentí como mi hombría seguía siendo chupada y admiré el esfuerzo de mi hijo adoptivo de querer tragarse toda mi polla con hambre.
Sus ojos se fijaban en mi rostro de vez en cuando con un brillo esperanzado.
Talvez deseaba que despertará y lo encontrará en esa situación.
«¿Qué debería hacer? Jamás tuve este problema con mis hijos. Es la primera vez que experimento algo así y nisiquiera estoy seguro de poder arreglar algo», me dije mentalmente.
Tobias soltaba breves suspiros tomando aliento entre cada chupada.
Sus movimientos eran suaves y candentes, siempre buscando disfrutar cada parte de mi hombría. Desde la cabeza del glande, pasando por el pliegue de piel sin circunzidar, el tronco lleno de venas y mis testículos cubiertos de pelo gris.
Podía imaginar la escena. Un chico de 12 años le estaba chupando el pene a un hombre de 45 años de gran tamaño, alto, fornido gracias a su juventud, con pectorales duros, pero caídos, bíceps grandes con venas, una espalda ancha, piernas fuertes y un rostro varonil cubierto de algunas arrugas. Mi cabello originalmente era castaño claro, pero fue tornandose gris debido a la edad, mi vello facial consistía en una barba y bigote de color castaño con algunos rastros de gris.
Mi apariencia era madura con mis cejas profundas y pobladas, una frente amplia llena de arrugas, ojos hundidos con una expresión afilada, nariz aguileña y labios grandes.
Jamás dude de mi belleza y me daba risa los cumplidos de mi hijo adoptivo por eso.
Ahora, al imaginar lo que estaba pasando, mi atractivo me estaba jugando en contra.
Volví a mirar a Tobias mientras seguía succionando mi hombría.
Admiré cada acción de mi hijo tratando de entender lo que hacía.
Desde su satisfacción al tocar mi pene, sus manos jóvenes temblando de emoción, sus ojos anhelantes y llenos de un extraño cariño sexual.
Cada gesto llegó a mi y pude vislumbrar una idea.
«No puedo juzgarlo. Tampoco deseo asustarlo despertando ahorita y obligandole a explicar lo que hace. Es mejor esperar hasta mañana y charlar con él con calma», me dije.
El problema era si podría dormir mientras seguía ocupado chupandome el miembro viril.
La carne de mi hombría estaba húmeda y caliente, un olor a semen parecía brotar de la punta de mi pene mientras el aroma púbico de un hombre impregnaba el aire.
Viendo el interés de mi hijo adoptivo por seguir chupando, no pude evitar pensar en algo.
«Debe querer que libere mi semen, pero no logrará su cometido. Siempre he tenido un control sobre mi libido, al punto que he podido tener sexo con mujeres sin condon gracias a que yo podía decidir cuando soltar mi semilla. Me pregunto ¿Cuánto tiempo estará intentando causarme un orgasmo? «, medité curioso.
Dejé de entrecerrar los ojos y volví a cerrar los párpados.
Sumergido en la oscuridad pude sentir con mayor atención las caricias de mi hijo adoptivo en mi pene, pero nada cambio.
Era imposible causar un orgasmo en mí y estuvo intentándolo un buen tiempo.
Cada minuto que pasaba fui analizando a través de mi sentido del tacto su experiencia chupando mi polla.
«Le falta técnica. Solo sabe meterla y sacarla, su lengua es muy tosca al tocar mi pene y sus labios casi nunca moldean mi glande. Esta claro que no es bueno en chupar pollas», me dije mentalmente.
En cierto modo, me alegraba eso. Estaría preocupado si tuviera la habilidad de una mujer mayor en lo correspondiente al sexo.
Incluso si tenía inclinaciones sexuales bien marcadas al punto de chupar mi polla, no dejaba de ser un chico.
Un joven inexperto que todavía debía aprender mucho de los demás.
Pronto, sentí como Tobias dejaba mi polla y se bajaba de la cama.
Espere hasta que salió y cerró la puerta para abrir los ojos.
Observé como la luz de la madrugada brillaba por el balcón de mi cuarto.
El cielo seguía estando oscuro, pero ciertos rastros anunciaban que pronto amaneceria.
Al parecer, Tobias estuvo más de una hora chupando mi hombría hasta rendirse.
Contemplé mi pene despierto y altivo. Estaba húmedo con saliva goteando de la punta.
Frunci el ceño al notar que no tenía mis bóxers, los busqué en la cama estando tirados en el suelo.
Me los puse sintiendo la humedad impregnar la tela. Una mancha grande marcó la forma de mi hombría erecta dándole una apariencia erotica. La tela negra hacia ver mi pene como un trozo de carne apetecible al gusto por su tamaño, grosor y las venas que se marcaban junto al gran glande.
Cubrí mi cuerpo con la tolla de cuerpo completo amarrando los cinturones.
Me puse unas pantuflas que tenía debajo de la cama y salí del cuarto sin hacer ruido.
La oscuridad de la madrugada hacia que el silencio en la casa fuera palpable.
Los guardias de seguridad estaban afuera y ningún sirviente estaba despierto.
Observé el pasillo hacía las escaleras al primer piso y noté una luz provenir de una de las puertas que había.
Era la del conserje y por la experiencia que había tenido antes, podía sospechar algunas cosas.
Me acerqué a la rendíja de la puerta casi cerrada para observar lo que sucedía en el interior de la habitación.
Mis ojos captaron la sombra del cuerpo musculoso del conserje mientras se acercaba al cuerpo diminuto de mi hijo adoptivo.
Se veía imponente mientras su espalda se estiraba y mostraba su desnudes ante el chico de 12 años.
Enarqué una ceja al ver la cara del chico.
Se veía excitado, distinto de cuando estaba conmigo, que parecía muy reservado y hasta cariñoso.
Con el conserje se limitó a caminar hacia él y arrodillarse para tomar su polla larga.
Su boca metió parte de la hombría de aquel rubio musculoso mientras escuchaba sus palabras.
Estaban un poco lejos de donde estaba y como hablaban en susurros, no podía entender lo que decia, sin embargo, si pude ver lo que hacía.
Morrison dejó que mi hijo le chupara su polla larga hasta tenerla toda dentro.
El conserje se deleitaba con penetrarle la boca a Tobias mientras hacía un vaivén con sus caderas.
El menor tenía su mirada centrada en el hombre rubio incapaz de mirar en donde estaba yo.
Contemplé lo que hacían con total tranquilidad analizando sus gestos.
Desde como tomaba las piernas musculosas de aquel hombre como apoyo y hundia más de su cara en la pelvis del conserje hasta cuando sacaba aquel pene llenandolo de su saliva soltando gemidos fuertes.
«No parece estar siendo obligado. Es su decisión el querer chupar el pene de un hombre», pensé.
Mientras sopesaba lo que hacían, vi como el conserje se daba la vuelta para sentarse en la cama, teniendo mayor comodidad, dejando que Tobias se metiera entre sus piernas de rodillas y siguiera chupandosela.
Morrison tenía una sonrisa lasiva mientras miraba hacia adelante.
Cuando sus ojos se toparon con los míos, le vi palidecer de miedo.
Le hice un gesto para que guardará silencio y continuará.
El conserje se encontraba nervioso incapaz de disfrutar del sexo oral que le estaban dando.
Tobias notó rápido el cambio de ambiente y miró al hombre rubio.
Morrison se disculpo diciendo que estaba cansado.
Me fui devuelta a mi cuarto sabiendo que mi hijo saldría pronto.
Entré y desabroché los cinturones de la toalla que llevaba. Me quité el bóxer tirándolo donde había estado antes y me acosté en la misma posición de antes.
Pronto, escuché a Tobias entrar y cerrar la puerta.
Al verme en el mismo lugar, se subió a la cama y tomó con su mano juvenil mi hombría dormida.
Empezó a masturbarla mientras acercaba su rostro a mi axila derecha.
Le escuche oler con fuerza hundiendo su nariz entre los pelos de mi axila sintiendo un cosquilleo extraño.
—Padre.
El susurro que escuché me hizo sentir un escalofrío en el cuerpo.
Estaba lleno de tanta necesidad que algo en mi se removió.
Como si mi instinto paternal deseara responder con urgencia.
Era diferente a querer cuidarlo y velar por él. Se sentía como un cariño distinto, casi animal.
Un deseo primitivo que hasta hace poco experimentaba.
Me sentía como un padre sexual primerizo.
Algo que hasta ahora sabía que existía.
Tobias se quedó dormido agarrando mi hombría con una de sus manos y descansado su rostro en mi axila derecha.
Abrí los párpados admirando el cuerpo lampiño y pequeño de mi hijo.
«Deberé hablar con el y enseñarle tanto. No sé como tomará mis palabras, pero ahora sé que no puedo solo regañarlo. Esto que he sentido es nuevo para mí y fue gracias él que lo experimenté. Debo averiguarlo sin dañar mi relación con Tobias. Quiero ser un buen padre para él», medité.
Con los rayos del sol brillando en la habitación, me dormí con una sonrisa.
Continuará…
Gracias por haber leído. Lamento la demora de publicaciones. Espero les haya gustado este relato como a mi al escribirlo.
Si quieren charlar, pueden hablar conmigo por Telegram.
@AlexanderTL28
Nos leemos luego.
Como sigue?
Excelente relato.. como sigue?
como sigue?
Menudo calentón me has provocado… Me encanta como inicia esta historia.
Lo mejor es iniciar uno mismo a los hijos entre más pronto mejor