Una experiencia diferente III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por cantonazo.
La experiencia con Julio, el botones del hotel, me había dejado confuso. Sentí cosas que nunca había sentido. Me gustó como Julio me sometió y trató, con dureza y virilidad, descubrí que me gustaba ser dominado y sometido, pero no por una mujer sino por un hombre.
Y ese hombre estaba ahí, era mi superior, mi jefe y dueño de la empresa donde yo trabajo. Es un hombre de unos 55 años, alto y fuerte, algo de barriga y con una personalidad arrolladora, en definitiva es un triunfador en la vida y que encima se siente atraido por mi esposa. Se llama Carlos, Don Carlos.
Hace seis meses aproximadamente nos invitó a una comida de la empresa. Mi esposa, Ana, se vistió con sus mjores galas para la ocasión. Enseguida me percaté que Don Carlos no la quitaba los ojos de encima, literalmente la desnudaba con la vista.
Mi jefe la sacó a bailar y ví como se le pegaba literlamente e incluso como sus manos, con cierto disimulo acariciaron en alguna ocasión el culo de mi esposa. Yo no dije nada, no era cuestión de montar un escándalo y menos a mi jefe, y a mi esposa tampoco pareció molestarle en exceso.
Tras esa comida de empresa, Don Carlos empezó a contar más conmigo. Me introdujo en su círculo mas cercano de colaboradores y con el tiempo me convirtió prácticamente en su segundo de a bordo.
Todo ello conllevó que pasase mucho tiempo con mi jefe, no sólo en la empresa, sino también fuera de ella (reuniones, comidas, viajes, padel en su selecto club,…).
Mi sueldo y posición ascendió pero como todo en la vida lleva una contrapartida, Don Carlos se había obsesionado con mi mujer, quería follársela como fuese, y a la mínima ocasión sacaba a colación a mi esposa. Primero de forma tímida, lo atractiva que es, el buen gusto que tiene, la suerte que tengo, etc.
Pasado un tiempo sus comentarios y preguntas ya eran de un tono más subido, que culo tiene, si usa tangas, o como follamos en nuestra cama. Yo al principio era reacio y contestaba con evasivas, pero poco a poco y ante su insistencia, le fui dando detalles y contestando todas las preguntas que me hacía sobre mi mujer. Llegó un momento en que realmente sus interrrogatorios me excitaban y me ponían muy caliente.
Un miércoles Don Carlos me invitó a jugar al padel en su selecto club. Tras dejarle ganar y en los vestuarios privados, Don Carlos sugirió la posibilidad de tomar una sauna. Sólo tapados con unas toallas entramos y nos sentamos dispuestos a relajarnos después de una complicada jornada laboral.
Pasado un rato la temperatura era muy elevada. Don Carlos se quitó la toalla quedándose totalmente desnudo. No puede evitar de soslayo mirar el cuerpo de mi jefe, y en especial su miembro. Estaba flácido pero aún así era de unas buenas dimensiones, gordo y venoso. Sus testículos eran enormes y bastante peludos.
Don Carlos me invitó a desnudarme y me desabroché la toalla quedando mi intimidad a su vista.
Tal y como me temía Don Carlos empezó a interrogarme sobre mi esposa, y yo obedientemente contesté a todas sus preguntas, pero en esta ocasión fue diferente. El echo de estar con mi jefe a solas desnudos en una sauna, las preguntas de tono subido, el calor y sobre todo el recordar mi experiencia con Julio, el mozo del hotel hizo que mi polla empezase a reaccionar, gotitas de líquido preseminal empezaon a gotear por mi glande y tuve una enorme erección.
Don Carlos evidentemente se percató de ello y comento:
-Veo que las preguntas que hago sobre tu esposa te excitan.
-Si, asentí tímidamente con la cabeza.
-¿Estas húmedo?.
-Si, debilmente contesté.
-¿Te gustaría masturbarte?, dijo mi jefe.
-Lo necesito señor, contesté.
-Don Carlos puso mi mano sobre la pierna y me pregunto:
-¿Te ha follado alguna vez un hombre?.
-Si Don Carlos, una vez me follaron dos hombre y me gustó.
-Serás cabrón dijo mi jefe. Con la mujercita que tienes y follas con hombres.
La mano de Don Carlos subió por mi muslo, me separó las piernas y comenzó a magrear mis testículos. Un suspiro y fuerte gemido salieron de mi boca. Su otra mano agarró mi rabo, bajó mi glande y con la yema de sus dedos empezó a acariciarme el frenillo.
Mis gemidos y jadeos aumentaron.
-¿Te gusta marica de mierda? dijo Don Carlos.
-Me gusta señor, contesté entre jadeo y jadeo.
Mi jefe agarró mi verga y comenzó a masturbarme mientras me decía:
-Sabes que tu esposa me gusta, quiero follármela, me la pone muy dura, me la follaré y te la dejaré preñada. Y tú vas a ayudarme, ¿verdad? puta de mierda.
-Si señor, Ud. se follará a mi esposa y yo conseguiré que lo haga en nuestra cama de matrimonio.
Don Carlos aumentó el ritmo de la paja a la que me estaba sometiendo, mi placer era extremo mientras mi jefe me contaba todo lo que iba a hacer con mi esposa en mi presencia.
Me corrí como un cerdo, grandes trallazos de leche mancaron las manos de mi jefe. Don Carlos me ofreció sus manos y me dijo:
-Cómete tu propia corrida puta barata, nunca me imaginé que a parte de follarme a Ana me iba a follar también a su maridito.
Obedientemente, lamí la manos de mi jefe hastas dejarlas relucientes. Don Carlos dijo:
-Bien zorrita, muy bien, has limpiado mis manos y te has comido tu propia corrida. Ahora ponte de rodillas y empieza a comer el dulce que tengo para tí.
Me arrodillé ante mi jefe, sin darme cuenta su verga estaba totalmente empalmada a escasos centímetros de mi rostro. Debía medir no menos de veinte centímetros, era gruesa, muy gruesa y chorreaba líquido precoital.
-Traga perra, ordenó mientras golpeaba mi cara a pollazos.
Con una de mis manos agarré el falo de Don Carlos, mientras que abriendo mi boca y sacando la lengua procedía a lamer el glande de aquel macho, lamiendo todo su líquido preseminal.
Lamí todo el tronco hasta sus huevos, los cuales me metí alternativamente en la boca para succionarlos con deseo.
-Que bien la comes perra, ahora a la boca dijo Don Carlos, y agarrando con fuerza mi cabeza empezó a follarme la boca.
La escena tenía que ser a la fuerza excitante. Mi jefe sentado totalmente abierto, su subordinado de rodillas comiéndole la verga, mientras Don Carlos ponía una de sus piernas encima de mis hombros en señal de victoria y total dominio hacia mí.
-Para perrra no quiero correrme todavía, quiero tenerla así de dura para follarte como la puta que eres. Ahora quiero que me comas el culo.
Mi boca abandonó el pene de Don Carlos, lamí sus testículos y entrepierna hasta finalmente llegar a la raja de su culo. Lo abrí e introduje mi lengua a lo largo del mismo. Abrí sus poderosas nalgas e introduje mi lengua dentro del ano de Don Carlos.
-Que bien lo haces cabrón que gusto me das, continúa puta.
Transcurridos unos minutos, mi jefe al borde del extasis me agarró y poniendo en pompa ordenó:
-Abrete el culo para mí,cerda.
Con mis dos manos separé mis nalgas quedando el agujero de mi intimidad a disposición de mi señor. Uno de sus dedos entró sin miramientos en mi cueva y empezó a moverse muy rápidamente, al instante otro dedo poderoso volvió a perforarme.
-Tienes el culo dilatado pedazo de puta, te han dado bien por detrás zorra.
-Si Don Carlos, acerté a decir entre jadeo y jadeo.
Pasados unos instantes, Don Carlos se sentó con su enorme miembro totlamente empalmado y ordenó:
-Siéntate encima de mi verga perra, tu mismo vas a ser quien te folles.
Me puse encima de la verga de mi jefe, abrí mis nalgas y lentamente me fui dejando caer. El glande de Don Carlos se introdujo en mi esfinter mientras yo daba un alarido de placer. La verga entraba poco a poco en mi culo, me hacía un poco de daño, hasta que Don Carlos agarrando de mis hombros tiró hacia abajo de mí y de un fuerte empujón me la metió hasta el fondo.
Las manos de mi jefe cogieron mis testículos y mi polla comenzándo una paja brutal, mientras yo por mi parte con golpes de cadera me ensartaba cada vez más y más, hasta lo mas íntimo y profundo de mí, el enorme pollón de Don Carlos.
Me corrí por segunda vez como un animal entre jadeos y gemidos de placer, por su parte Don Carlos continuó bombeando cada vez con más fuerza. Finalmente, se arqueó y borbotones de leche inundaron mi intimidad, mientras me gritaba obscenidades:
-Toma leche puta barata, eres una zorra de primera, te he follado bien follado y luego follaré a tu mujercita y te la dejaré preñada.
Pasado un rato, Don Carlos me dió un fuerte empujón saliendo su verga de mi culo. Quedé acurrucado en el suelo mientras la lefa de mi jefe salía por mi orificio pringando mis huevos, la entrepierna y mis muslos.
Don Carlos con desperecio me dijo: dúchate y vístete puto, tengo grandes planes para tí y tu mujercita.
Pero eso es parte de otra historia.
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