Atole para mi negro
Sigo disfrutando a mi amante de color y sus virtudes….
Hace dos días, Moisés me invitó al hotel. Se me hizo agua la boca y la pepa al recordar su tremendo pene y los testículos enormes que me agrada lamer al final del recorrido que le pido me haga con su aparato, resbalándolo desde mis pies hasta la cabeza. Recordé que Moisés nunca había probado el atole que yo hacía con mis machos, particularmente el de Saúl, mi marido, quien ya se había zampado el que me dejó el negro más de una vez. Por eso, en la mañana del día de la cita, seduje a mi esposo para exprimirle toda la carga que había acumulado, pues ya llevaba dos días sin que me penetrara. “Hoy no te me escapas”, le dije al ensartarme para cabalgar en él. “A lo mejor vas a quedar mal con alguna de tus amiguitas, pero tu semen es para mi uso”, dije al exprimirlo con el perrito. “Puta…”, balbuceó en el final del éxtasis. Se metió a bañar y yo me puse una bata para levantarme a prepararle el desayuno. En cuanto él salió, me vestí y le hablé al negro para que me esperara en el estacionamiento del centro comercial aledaño al hotel, después de haber solicitado la habitación.
Al entrar al hotel, nos fuimos directo al elevador, donde lo besé y le acaricié el bulto que traía por haberme metido la mano en las tetas. Se abrió la puerta y una recamarera nos sorprendió en el clinch. Reímos y salimos hacia el cuarto que nos habían asignado. Ya adentro continuamos el morreo quitándonos la ropa.
Calentísimos, lo primero que hice fue acomodarnos en posición de 69 y empezamos a lamer y chupar…
–Te acaban de dar los buenos días –dijo el negro al sacar su atareada lengua para continuar ahora lamiéndome las verijas que tenían el escurrimiento natural que ocurrió cuando sin calzones, preparaba el desayuno para mi marido.
–Sí, y por lo visto te encanta el sabor… –señalé antes de tratar de meterme uno de sus hermosos huevotes kínder en la boca.
Seguimos con las caricias orales. Moisés comenzó a sorber mis labios interiores y el clítoris provocándome varios intensos orgasmos repetidos y, en retribución, me puse a darle el mismo placer en su glande: al tiempo que con una mano le jalaba el escroto y, con la otra, le movía el pellejo del tronco haciéndole una vigorosa chaqueta. Y pasó lo que tenía que pasar… Moisés soltó el relleno de la rica barra de chocolate, y me atraganté con el semen.
Descansamos en silencio, manteniendo nuestra posición, sólo se escuchaban nuestros resuellos. Al rato, me lamió el ano, intentando meter su lengua en mi orificio. Sabía lo que el negro quería hacer, pero aún no se reponía con la turgencia necesaria para culearme. Me volteé para besarnos, y también para que me chupara las tetas, eso les fascina a los putos cuando me tienen frente a ellos. Mis manos fueron otra vez hacia su preciosísimo aparato, caricias para testículos y tronco fueron templándolo poco a poco…
Ya repuesto, sobre un par de almohadas colocó mi vientre dejándome con la popa en alto, lamió mi culo, me metió la verga en la pepa para mojarla con mis flujos y su lefa, recorriéndome con ella entre mis nalgas, tres veces me punteó, antes de ayudarse con los dedos para dilatarme. No lo niego, disfruté todas esas caricias que lograron, a pesar de mis temores, desear la expectativa de ser empalada en tremenda picota. Después de haber tenido tres dedos acariciando el interior de mi orto se lanzó a clavarme su palote que palpitaba conforme entraba, o quizá era mi ano el que estaba palpitante…
–Despacio, negrito, no me vayas a lastimar… –insistí, encaminando su tranca con mi mano.
–Oui, Tita putita –dijo acompañando sus palabras con besos en mi cuello y en mi nuca, prendiéndome más y yo sola me la clavé completa.
–¡Sí…! –grité al volver a sentir ese gusanote dentro de mí una vez más.
Yo sentía delicioso cómo me taladraba, gozaba el vaivén de entrada salida, que cada vez era más rápido. “¡Así, puto, así…!”, gritaba gozosa sintiendo mis orgasmos, y Moisés respondía a mis deseos esforzándose más. Sentí más grueso el taladro seguido por un calor en mis tripas y el puto gritó de satisfacción, dejando caer todo su peso sobre mi cuerpo. Vinieron mis contracciones y las de él para extraer el líquido de vida que aún quedaba en el pene. Yo lloraba de felicidad y Moisés resoplaba en mi pelo y la oreja derecha. Me tomó de las tetas, apretándome del tórax y, sin extraer su mástil de mi culo, se acostó boca arriba llevándome en su viaje. Quedé despatarrada sintiendo cómo se debilitaba el tapón que el negro me había puesto y comenzaba a escurrir su semen desde mi ano.
Me bajé al colchón para reposar calmadamente. Dormimos casi una hora y desperté al volverlo a sentir sobre mí, penetrándome de misionero estrechando mis tetas para apalancarse en el movimiento. Sí, se pudo venir una vez más…
Al levantarme, fui al bidet para limpiarme el culo y las nalgas, procurando que el chorro no me entrara en la vagina pues el atole se lo daría a mi marido… Sí, Moisés se tomó el que hice con Saúl, y a éste le daría el que hice con el negro.
¡Esa es Tita! Me gusta cómo usas a los machos y, aunque no tenga unas super tetas, sí aprendo la seducción que despliegas para tirártelos a tu gusto.
Sí, ya veo que lo haces bien…
¡Qué rico chocolate! Déjame probarlo, Tita. Se me antojó el relleno cremosito…
Consíguete tu chocolate, o un paquete de doce. No te arrepentirás.
Supongo que ya te lo has tirado varias veces en estos dos años, desde el reencuentro en abril de 2022. ¿Cada cuánto tomas tu chocolatito?
¡Claro que lo he usado varias veces! Una vez al mes, o mes y medio.
¿Creerás que aún no me encontrado a un negro para saber cómo cogen? Oye, con todo respeto: ¿Me prestarías al tuyo para satisfacer mi curiosidad? Según lo que has contado de él, me satisfará más que la curiosidad…
Estás como Ishtar, quieren usar al mío. Este negro sí da satisfacciones y sabe hacerlo muy bien. Misma recomendación que a la amiga Ishtar: Consíguete tu chocolate, o un paquete de doce.
Y pensar que las primeras veces te negaste a que él te diera por atrás, lo veías demasiado grande… ¡Ahora lo gozas!
Sip, pero ya vi que sí lo disfruto sin dolor.