Bañando a la pequeña Matilde
Continuación de la historia «Conociendo a la pequeña Matilde».
Aquí está el link de la primera parte: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/conociendo-a-la-pequena-matilde
Desde el día que cuidé a la dulce de Matilde y mi flaca vio lo contenta que su hija quedó conmigo, en varias ocasiones salimos juntos los tres y también pasó a invitarme más seguido a pasar fines de semana en su casa; por lo que yo tenía que inventarle excusas a mi esposa, diciendo que eran viajes de trabajo, que tenía que estar supervisando varios proyectos. Y en cuanto a la pequeña, ésta todo el tiempo quería pasar pegada a mí, como si yo fuera su padre. Ella siempre quería sentarse en mis piernas y me pedía que la cargara en brazos a cualquier oportunidad, y lo mejor era que igual que hacía con su mamá, la nena se acostumbró a darme besitos en la boca; por lo que todas estas cosas hacían que yo pasara constantemente con notorias erecciones, las que son muy difícil de disimular para que mi puta no se dé cuenta del efecto que tiene su preciosa niña de 6 años en mí.
Yo siempre fui un macho morboso y en mis 47 años he hecho todo tipo de cosas en cuanto al sexo; sin embargo, nunca antes había contemplado la perversión con una criaturita como Matilde, pero lo cierto es que esta pequeña despierta una lujuria depravada en mí y en mi enorme verga, una que no puedo controlar. Siempre que ella está sentadita en mi regazo, yo aprovecho a acariciarle las piernitas de tez blanca, le paso mis callosas manos por sus tersos muslitos desde las rodillas hasta debajo de sus falditas, o le meto la mano bajo sus blusitas y le rozo los pechitos, jugando con sus tetillas rosadas y apretándoselas suavecito. Y cuando la cargo en brazos, siempre manoseo las redondas y duritas nalgas que ella tiene, hurgándole por encimita el anito o le froto también un par de mis nudosos dedos por la rajita vaginal.
La adorable nena nunca protesta, simplemente se deja de mí con una sonrisa, abrazándome y diciéndome: “te quiero mucho, papito”. Mi pecho peludo se infla cada vez que la pequeña Matilde me dice esto, y mi miembro masculino se pone tan inmenso y firme que creo que tendré que comprarme de esos suspensores deportivos para lograr contenerlo.
Uno de esos sábados que me quedé en casa de mi flaca, después de haberla cogido duro todo el viernes por la noche y haberle dejado preñado el culo y coño con varias cargas de mi semen, me desperté con una grata sensación en mi verga. Giré al costado y vi que mi puta no estaba en la cama y cuando miré debajo de las sábanas, me llevé una gran sorpresa; pues Matilde estaba en pijamita ya con mi carne viril, venosa y erecta, en su cálida boquita y ella la chupaba y mamaba como había aprendido hacía poco.
— ¡¡MATILDE!! ¡¿Qué haces?! ¡Tu mamá te puede ver!
Le grite alarmado, volteándome a ver la puerta del baño y luego a la que daba al pasillo.
— Mami no está (me respondió sacándose mi jugoso glande de la boca), salió al mercadito a comprar cosas para comer, pero yo tengo hambre y quiero me des tu lechita, papito.
Al instante me calmé y mi excitación se acrecentó, manteniendo así mi erección matutina en las dos manitos de la nena. A la adorable niña en verdad que le fascinaba comerme la verga y que yo le diera toda mi leche de macho. Ahí estaba Matilde, sonriéndome luego de confesarme eso, con la boquita embarrada de mis jugos y con varios hilos viscosos que conectaban sus rosados labios en forma de corazón y la punta de mi mazo.
Yo por supuesto le dije que continuara; simplemente quité las sábanas para poder verla hincadita sobre la cama, esforzándose por ordeñarme bien con sus jaladas con ambas manitos y con sus lamidas y deliciosas succiones, que me recosté nuevamente y llevé mis brazos detrás de la nuca, relajándome y disfrutando de cómo esa pequeña de 6 añitos me hacía un buen oral.
— ¿Te gusta mucho mamar la verga de tu papito, no es así bebé?
— Mmmm… ¡Sí, me encanta! Mmmm…
Con eso pronto la sometí a mis folladas bucales, metiéndosela más hasta la garganta, que la pobrecita tenía tremendas arcadas y le lagrimeaban sus bonitos ojitos miel; pero no pasaba nada, pues yo sabía muy bien que la pequeña podía soportarlas y de hecho sé que le gustaba mucho que jugara rudo así con ella. No quise prolongar el placer por si su madre regresaba pronto; así que, empujando su cabecita hacia abajo con mis pesadas manos, hice que se atragantara más con mi verga, y me corrí de una forma espectacular, soltándole dentro toda mi espesa esperma de semental para que la nena la devorara completa.
— ¡Eso es, mi amor! Uff… ¡Tómate toda mi leche, así!
Yo oía el ruido de su gargantita al tragar uno a uno los borbotones de mi semen caliente. Y en lo que la liberé, ella tomó aire y continuó comiéndose el resto de mi esperma que me escurría del ojete y me chorreaba por todo el tronco. Matilde pasaba su lengüita y sorbía toda mi leche viril, limpiándome incluso la que había caído en mis enormes bolas y mis tupidos pelos púbicos.
— ¡Qué buena niña eres, bebé! Así me gusta, que te la tomes toda; así crecerás sana y hermosa como tu mami (y le sonreí con malicia, a lo que ella me contestó con una inocente sonrisita)
Cuando Matilde terminó, trepó por mi torso velludo y todo sudado, y alcanzado mi boca me dio un besito bajo el bigote; sólo que esta vez yo la retuve del cuello y la hice que me besara con lujuria, no como lo hace una niñita, sino como toda una puta; que yo hasta le metí mi lengua para saborear la de ella y así fue como le di su primer beso pasional, mientras con mis dos manos le acariciaba y manoseaba todo su lindo cuerpecito.
Este tipo de cosas no pasan muy seguido que se diga, ya que la mayoría de las veces su madre está presente. Yo con ella para este entonces ya tenía medio año de andar; concentrándome es esta relación y dejando de coger con otras mujeres (aparte de mi esposa), pues prefería invertir el tiempo con mi flaca y en especial con su hija, mi nueva adoración, la pequeña Matilde.
Otra oportunidad se dio uno de esos viernes en los que me quedé con ellas. Yo acababa de taladrarle salvajemente el culo a mi puta, tanto que la dejé tan cansada y al borde del desmayo que ella no pudo más y se desplomó dormida después de mi tercera corrida. Entonces yo salí a la cocina por un vaso de agua helada y en lo que regresaba al cuarto, me metí al baño de invitados, pues me habían dado unas grandes ganas de mear. Y en lo que yo soltaba mi poderoso chorro amarillo de orina, entró la preciosa pequeña. En su mano izquierda sostenía su osito de peluche favorito y con el puñito derecho se restregaba los ojitos somnolientos.
— ¿Qué pasó, bebé? (le dije en lo que terminaba de sacudirme la verga y luego la dejaba colgando pesada entre mis peludos y gruesos muslos) ¿No puedes dormir?
— Es qué escuché unos ruidos raros y… gritos…
— No pasa nada, seguramente fue sólo un mal sueño (le mentí, pues estaba claro que la niña me había oído coger a su madre, tan fuerte que ésta no puedo evitar gritar a todo pulmón)
Ella alzó los bracitos para que yo la cargara; así que eso hice y la llevé chineada a su habitación, la cual quedaba a la par.
Su cuarto era todo rosa, su color preferido, y por supuesto estaba lleno de juguetes y cosas de una niña a la que le gustan las princesas y los unicornios. Yo entonces la acomodó en su camita y le dejé encendida la lámpara de su mesita de noche.
— Papi, ¿me das lechita?
— Hmmm… me encantaría bebé, pero no creo que se pueda. Tu mami está al final del pasillo.
Y yo me giré a ver afuera de la puerta y el oscuro corredor, tratando de escuchar ruidos provenir de la habitación de su madre; pero la casa estaba en total silencio.
— Es que no voy a poder dormirme… ¿y si oigo esos ruidos otra vez?
— ¿Sabes, papito puede hacerte algo que te va a gustar y con eso te podrás dormir, quieres?
— ¡Sí! (y Matilde alzó un poco la voz)
— Ssshhh… Pero tienes que prometerme quedarte bien calladita para que mami no nos oiga, ¿te acuerdas bebé que estas cosas son nuestro secreto?
— Sí, papi. Te prometo no hacer ruido.
Entonces yo le bajé el pantaloncito del pijama junto con su calzoncito, dejando expuestas sus tiernas e infantiles partecitas femeninas. De ahí yo me acomodé sobre su camita y la abrí bien de piernitas a la nena, quedando todo ese lampiño y terso coñito frente a mi lascivo rostro. De una le di un primer lengüetazo, sintiendo el dulce aroma de su pálida piel y el riquísimo sabor de su vagina de niña. Matilde soltó un leve suspiro, por lo que yo proseguí y le di más lamidas, y pronto estas se trasformaron en intensas chupadas directas a sus carnositos labios vaginales, los cuales estaban aún cerraditos, haciéndolo todo más morboso.
El comerme esa inocente vulvita hizo que mi verga se alargara y ensanchara en cuestión de segundos, alcanzando toda su magnitud de 20cm de sólida carne, y botando ya gran cantidad de mi ligoso líquido seminal directo en el cobertor de arcoíris de Matilde. De ahí aproveché a deleitarme con el menudito y lindo cuerpecito de la pequeña, pasándole mi rugosa lengua por su plano vientre y luego metérsela en el ombliguito; también le chupé sus tetillas, ahora del todo paraditas por su excitación, y de ahí me dirigí hacia su carita sonrosada y le comí la boca a besos. Mi niña aún casi sin aliento me devolvió el beso, que hasta me abrazó de la nuca para aferrarse a mí mientras nos besábamos y cuando le saqué mi lengua de la boquita, Matilde se puso a chupármela, comiéndose mi saliva. Estaba volviéndose una pequeña ninfómana.
Yo entonces descendí de nuevo a su entrepierna virgen y continué comiéndole el coñito con gusto.
— ¿Te gusta que papito te haga todo esto, bebé?
— Mmmm… Ah…sí, siento rico… Mmmm… como cosquillitas… Ah…
Noté como la pequeña lo disfrutaba, respondiéndome entre leves gemidos, pues me di cuenta de que ella quería cumplir con su promesa de no hacer ruido y que su mamá no nos escuchara.
Después le abrí un poco más los labios vaginales y le metí mi lengua todo lo que pude, ensalivando muy bien su coñito, de tal manera que mi espeso bigote se frotaba contra su clítoris, haciendo que Matilde gimiera más fuerte entre dientes. Ya sus partecitas estaban tan húmedas, que mi saliva le escurría hasta el anito; el cual era rosadito, como un botoncito de rosa. También le pasé mi lengua y se lo hurgué con ella, pero luego me decidí y empecé a meterle uno de mis dedos por ese tibio y estrecho esfínter.
— ¡Ay! Eso me duele, papito…
— Ssshhh… No pasa nada, bebé. Primero te dolerá un poquito, pero después verás que sentirás bien rico como todo. Tienes que confiar en tu papito.
Ella afirmó con un movimiento de su cabecita sobre la almohada; por lo que yo proseguí con lo que le hacía a la dulce y adorable pequeña.
Con mi mano izquierda le pellizcaba las tetillas, al mismo tiempo que con mi boca y lengua seguía manándole la vagina a la ingenua nenita, en lo que con la derecha ya le había metido todo mi grueso dedo índice dentro del culito y se lo sacaba despacio para luego metérselo de un solo, al ritmo en que yo le comía el coñito. Matilde ya no se podía controlar y gemía mucho, se estremecía completamente en medio de aquella cama. Y cuando yo subí la mirada para ver su carita, ahora toda ruborizada y llena de gotitas de sudor, me quedó claro que la niña estaba teniendo su primer orgasmo con apenas 6 años de edad. Un chorrito de su orina me llenó la boca, mismo que me tragué con gusto, y hasta me salpicó el bigote.
— ¿Te gustó, amor? ¿Verdad que sí?
— ¡Sí! Sentí rico, papi… (me contestó en lo que la pobrecilla se recuperaba)
A su corta edad era seguro que la niña no entendiera nada de lo que su cuerpecito había experimentado; pero si le quedó claro que le había gustado, tanto que hasta quedó cansadita y bostezando, por lo que la dejé que se durmiera. Yo regresé al cuarto de mi flaca y como traía mi verga tan erguida e hinchada, con las venas brotadas a reventar, desperté a mi puta y se la clavé durísimo por el coño, haciéndola gritar nuevamente; mientras yo me imaginaba que no estaba penetrando a la madre, si no a la pequeña hija.
Pero lo mejor ocurrió en la siguiente ocasión que yo pasé el fin de semana con mi par de putas. Ese domingo nos despertó Matilde, en lo que se subía a la cama con nosotros y se metió acurrucada bajo las sábanas pegada a mí. Yo estaba completamente desnudo, que pensé mi flaca diría algo por su niña; pero no pareció molestarle o verle nada de malo, de hecho, sólo se levantó y se dirigió al baño para alistarse diciendo que tenían un compromiso con el grupo de la iglesia. En el tiempo que ella se bañaba, la nena y yo nos quedamos abrazados en la cama.
Encendí la TV para ponerle las caricaturas; aunque la pequeña estaba más interesada en acariciarme los pelos del pecho y panza, mientras frotaba con entusiasmo su vulvita contra mi macizo muslo, a la altura de mi cadera. Yo aproveché para meterle mano y tocarla. Le acaricié la espalda por debajo del camisoncito que llevaba, descendiendo con mi ruda manota hasta estrujarle las redondas nalguitas. Deslicé mis dedos debajo de su blumercito y comencé a jugar con su suave anito, metiéndole la punta de mi dedo índice. Mi niña por supuesto se dejaba sin decir nada, contenta de que yo, su macho papito, le hiciera todo eso. En un momento le saqué el dedo y se lo hice chupar, para que me lo ensalivara bien, y luego ese mismo se lo metí entero dentro del culito; en lo que Matilde gemía por lo bajo con la carita sonrojada y se frotaba más contra mí, mojándose un poquito.
Creo que mi nenita hasta tuvo un orgasmo; sólo que no pudimos seguir puesto que al cabo de un rato salió su madre del cuarto de baño. Yo me tuve que girar en la cama para que mi gigantesca erección no se notara; pero por suerte mi flaca estaba enfocada en su hija y en hacerla salir de entre las sábanas para que se bañara, pues ella la tenía que acompañar; sólo que Matilde se negaba en una rabieta, diciendo que no quería ir y prefería quedarse conmigo. Entonces yo le propuse a mi puta que ella se adelantara, que yo me encargaría de bañar a la niña, que la alistaría y después de desayunar la llevaría más tarde al evento. Mi flaca aceptó y simplemente se acercó a mí para darme un fuerte beso de lengua y de ahí se marchó.
Yo no perdí tiempo, pues cada segundo a solas con Matilde es preciado para mí; así que me la llevé al baño, le quité toda la ropita y la metí a la bañera conmigo. La pequeña estaba muy emocionada, ya que esa era la primera vez que se bañaba con alguien distinto a su mamá y la verdad es que yo creo que también porque de cierta manera la niña sabía que su papito iba a jugar bien rico con ella.
Abrí la regadera para dejar que el agua tibia mojara todos nuestros cuerpos y luego dejé que la bañera se llenara un poco. Entonces me arrodillé para estar más a la altura de la pequeña de 6 años y empecé a enjabonarle todo su menudo cuerpecito, sintiendo lo terso de su blanquita piel y viendo lo rosadito de sus tiernas tetillas. Con mi mano izquierda le enjabonaba las respingadas nalgas, pasándole mis dedos por la rajita y volviendo a meterle uno en su caliente y estrecho culito; en lo que con la derecha le masajeaba el lindo y lampiño coñito infantil.
Pero en eso Matilde me dijo que ella también quería ayudar a bañarme; así que le di el jabón y la dejé que me lo pasara por todo mi velludo cuerpo masculino.
— Eres bien fuertote, papi… (me dijo en lo que con sus dos manitos me llenaba de jabón uno de mis protuberantes bíceps)
— ¿Te gusta el cuerpo de tu papi, bebé? (y levanté mis dos brazos para flexionar mis músculos y marcar más para ella mis fornidos bíceps)
— ¡Sí, mucho! Eres como un gran osote…ji, ji, ji…
Y me sonrió de oreja a oreja, al tiempo que llevaba sus manitos a uno de mis sobacos peludos y lo comenzó a enjabonar, haciendo espuma entre mis negros y rizados pelos.
Yo tuve una inmediata erección, que mi gruesa y venosa verga se sacudía enérgica, botando espesos hilos seminales en el agua de la tina. Matilde se dio cuenta en seguida que la carne viril de su macho papito estaba ya bien dura y enorme, esperando sus atenciones; las cuales ella ya había aprendido muy bien en todo ese tiempo conmigo. Entonces la inocente niña se puso a llenarme de jabón todo el leño carnoso; desde el jugoso glande, bajando por todo el recio y sólido tronco, hasta la gorda base llena de vellos; para luego pasar a enjabonarme también mis cargados huevos peludos. En ese momento llegué a mi límite de autocontrol, puesto que en mi cabeza en lo único que yo podía pensar era en las incontenibles ganas de tenía de penetrar a esa hermosa criatura, sin importarme su corta edad; aunque sabía muy bien que si trataba de meterle mi enorme verga por la vaginita no lo conseguiría, es más, lo único que conseguiría sería lastimarla al extremo.
Le dije que ahora su papi quería jugar algo nuevo con ella, algo que a su mamá le gusta mucho; pero a la vez le dije que quizás ella no era todavía lo suficientemente grande para eso.
— ¡No, papi! ¡Yo soy una niña grande ya! ¡Yo quiero jugar como lo haces con mami! ¡Vaya…!
— ¿Segura? ¡¿No quiero que después me digas que ya no quieres y protestes?!
— ¡Sí! Te prometo que me voy a portar bien (y me lo dijo casi en tono suplicante)
El engaño había funcionado. Así que tal y como estábamos, cubiertos de jabón y escurriendo espuma al fondo de la bañera, yo tomé a Matilde y la hinqué en un bordillo bastante ancho en el que está empotrada la tina; de manera que la niña se apoyaba con ambas manitos contra una de las paredes del baño y su hermoso traserito quedaba a la altura de mi lascivo rostro. Me relamí el bigote y, abriéndole bien las nalgas, comencé a comerle el culo a la pequeña.
La nena empezó a gemir, diciendo que sentía cosquillitas ricas; en lo que yo le besaba y chupaba el carnosito esfínter, y le clavaba mi lengua lo más adentro que podía. Cuando probé en meterle dos dedos, me sorprendí muchísimo de lo rápido y bien dilatado que estaba ese anito de 6 años.
Luego me incorporé, que mi pelvis quedó nivelada con el culo de Matilde, y ahí con la izquierda la hice que se separara bien de piernas, para que su agujerito virgen quedara libre, y con mi mano derecha me agarré la vergota por la base y se la emboqué en ese diminuto hoyito anal.
De lleno se la empujé con fuerza, tratando de meterle de una vez mi glande completo.
— ¡¡AY!! ¡¡ESO DUELE, PAPI!!
— Recuerda que le prometiste a papi ser niña buena.
Con eso la dulce nena no siguió quejándose abiertamente, pero si soltó otro gritito en lo que la gran cabeza de mi macizo mazo ya le atravesaba el ano y entraba toda en su cálido culito. Ese culo de niña se sentía exquisito, tan ardiente y estrecho, que empecé a menearle la verga despacito de adelante atrás, empujándosela suavecito hacia adentro cada vez más.
La pobrecita de Matilde trataba de no gritar. Yo la veía con la carita arrugada del dolor, apretando los dientecitos, y como algunas lagrimitas ya le recorrían las mejillas coloradas; pero aun así yo no me detenía, al contrario, seguía empujándosela todavía más. No sólo se sentía delicioso ese culito infantil apretando por dentro mi hinchada verga, sino el hecho de estar abusando de esa niña de 6 añitos me ponía más perverso y excitado que nunca. Entonces empecé a aumentar el ritmo e intensidad de mis bombeos, sintiendo como poco a poco lograba introducirle más de mi carne viril a esa pequeñita; la cual ya temblaba y lloraba entre gritos.
— Mi amor no llores, quédate tranquilita y verás que te gustará (le decía entre mis jadeos y resoplidos) ¡No sabes lo feliz que haces a tu papito, más de lo que lo hace tu mami…!
Esas palabras hicieron que mi nena se contuviera, pues yo ya había descubierto que Matilde lo que más quería era tener este vínculo “padre e hija” conmigo; de lo que yo me aprovechaba y así fue como logré penetrarla con la mitad de mi inmenso instrumento viril.
Yo la agarré con ambas manos por su angosta cinturita y, sin sacarle la tranca, tomé a la pequeña y la cargué en el aire. Ahí la sujeté por debajo de los muslitos y empecé a cogérmela de pie en medio de la bañera, subiéndola y bajándola por mi verga de 20cm; como si la nena fuera una muñequita o un simple juguetito sexual con el que yo estaba gozando a tope.
El follarme a la pequeña Matilde era algo que había estado deseando desde el día en que la engañé para que me la mamara y se comiera toda mi leche de macho, y finalmente lo estaba haciendo; cada vez más rápido y duro, sin importarme sus gimoteos.
Quise clavársela entera, pero por más que yo trataba de bajar más a la niña por mi enorme verga, ya no lograba que le entrara más; anatómicamente la criatura no podía albergar más de mi carne de semental dentro de sus riquísimas entrañas; así que, con la mitad de mi mazo ensartado en Matilde, me puse a embestirla con más ganas y justo en ese momento ella, gimiendo y sollozando, se comenzó a orinar ahí mismo. Los chorritos de orina amarilla de la niña salían de forma intermitente, entre cada una de las toscas estocadas que yo le daba, cayendo dentro de la bañera y entibiando el agua a la altura de mis tobillos.
Todo eso fue tan degenerado y caliente, que no pude más y me corrí dentro del culo de la pequeña, llenándole todo el colon hasta más no poder; que gran parte de mi espesa esperma chorreaba por su estirado anito y escurría por todo mi miembro masculino hasta mis peludas bolas; mismas que continuaban cargadas, pero entonces me logré controlar. Y cuando se la saqué del todo, bajé a la adolorida de Matilde y la revisé.
Abrí el agua de la ducha para quitarnos el resto de jabón seco, mezclado ahora con sudor, y poder limpiarle bien el culito a la nena y lavar mi vergota, que había quedado toda embarrada con su caquita. Me volví a llevar una grata sorpresa al ver que no la había lastimado y que su anito no sangraba, solamente estaba sumamente abierto y rojo, botando más de mi leche.
— Mi amor estuviste muy bien. ¡Papito está muy orgulloso de ti!
Le dije arrodillándome nuevamente en la bañera y quedando cara a cara con ella. Matilde aún tenía lagrimitas entre sus largas y encrespadas pestañas, haciendo que sus ojitos claros se vieran más cautivadores.
— Eso que hiciste me dolió mucho papi… Ese juego no me gusta…
— Pero a tu papi le gustó muchísimo. Eres mejor que tu mami, ¿sabes? (Y le sonreí) Además, con esto ahora yo te quiero mucho más. ¿No quieres que tu papito te siga amando así?
— ¡Sí, sí quiero papi!
— ¿Entonces me dejaras volvértelo a hacer? Cada vez que lo hagamos te dolerá menos, te lo prometo. (Ella respondió que sí moviendo la cabecita) Bien, ahora ven y dame un besito.
La linda niña me abrazó bajo el agua de la regadera, me rodeó el cuello con sus bracitos y llevó sus rosados labios bajo mi bigote y me dio un apasionado beso en la boca.
Fin.
Habrá tercera parte…
Uff Super excitante
Gracias y saludos…