El cambio de Luisa
Luisa se convierte en juguete sexual.
Luisa siempre había sido una buena chica, obediente y atenta a los deseos de sus padres. En la seguridad de su hogar, había crecido creyendo en las reglas que ellos habían establecido, y nunca las había cuestionado realmente. Pero al cumplir dieciocho años, algo cambió en su interior. Sentía una curiosidad insaciable, ganas de explorar, de traspasar los límites de lo permitido y lo prohibido.
Un día tomó una decisión. Tomaría el autobús para ir a un barrio de la ciudad en el que nunca había estado. Había oído hablar de la gente que vivía allí, de las actividades que realizaban y de las cosas que hacían. Nunca había hecho nada parecido, pero había algo en la idea que la emocionaba y la ponía nerviosa a la vez.
La gente que encontraba por las calles de la ciudad era muy diferente de la que conocía en su país. Vestían ropas extrañas y hablaban en un idioma que ella no entendía. Pero sus ojos parecían brillar con algo que ella reconocía, una especie de electricidad, un desenfreno que parecía reclamar su atención.
Se adentró cada vez más en la ciudad y, cuanto más caminaba, más le atraían las cosas que veía. Había discotecas con música a todo volumen y gente bailando, bares con gente bebiendo y riendo, y tiendas llenas de tentadores artículos cuya existencia desconocía.
Finalmente se topó con un club del que había oído hablar, pero al que nunca pensó que llegaría a ir. Era un lugar donde la gente iba a explorar los límites del placer, donde lo prohibido parecía casi habitual. Sintió un escalofrío de placer al pensar en entrar en un lugar así.
Entró, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Dentro, las luces estaban bajas y la música, alta. La gente se movía a su alrededor, algunos bailando y otros conversando en voz baja. Se dio cuenta de que algunos la miraban con curiosidad y sintió que le entraba calor.
Se fijó en un grupo de hombres mayores sentados a una mesa. Todas las conversaciones parecían versar sobre un mismo tema: el sexo. No pudo evitar sentirse intrigada y se sintió atraída hacia ellos.
Uno de los hombres se fijó en ella y sonrió. Ella se sonrojó y apartó la mirada, pero él siguió hablándole. Se sintió cautivada por sus palabras. Era guapo y mayor que ella, y parecía comprender su curiosidad.
La invitó a unirse a ellos y ella dijo que sí. No sabía qué esperar, pero estaba deseando descubrirlo.
Las conversaciones se prolongaron durante toda la noche. Hablaron de todo, desde fetiches a fantasías, pasando por posturas y técnicas. Luisa estaba fascinada y se quedó con ganas de más.
En un momento dado, uno de los hombres le preguntó si quería experimentar algo más físico. Ella no sabía qué decir, pero su curiosidad iba en aumento y, sin darse cuenta, aceptó.
El hombre la condujo a una habitación privada, y lo que siguió no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Sintió que la inundaba una oleada de placer y se quedó con ganas de más.
Así fue hasta que los siete viejos la utilizaron como juguete sexual. La experiencia le pareció emocionante y aterradora al mismo tiempo. Había pasado de no haber explorado nunca su propia sexualidad a entregarse al placer cada noche, y aunque una parte de ella tenía miedo, seguía volviendo a por más.
Pero no sabía que esos siete hombres pronto se convertirían en sus captores. Se obsesionaron con ella y la amenazaron con hacerle daño si se atrevía a marcharse. Estaba aterrorizada, pero algo en su interior la empujaba a quedarse con ellos.
Finalmente, hicieron planes para llevársela con ellos a otra ciudad. Luisa sabía que era una mala idea, pero se sentía impotente para detenerlos. Estaba atrapada en un mundo en el que sólo podía hacer lo que ellos le permitieran.
Las semanas pasaron volando y, al poco tiempo, llegaron a su ciudad de destino. Luisa sentía que ya no era la misma.
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