EL MECANICO
Francisca busca ayuda con un problema en su auto..
Iba Francisca en su automóvil, camino a la oficina, con su mente divagando en las cosas que ya había realizado, y las que le faltaban por hacer. De fondo, sonaba esa canción del momento, que no tiene mayor contenido en sus palabras, pero el ritmo es pegajoso.
Claramente Francisca no se la sabía, pero era un buen complemento en este trayecto, entre el colegio de sus hijos, y el trabajo.
La ruta era bastante simple, si se ceñía a la autopista, pero hoy no fue así. Un accidente de un camión, hizo que sus planes se vieran afectados, y tuviera que tomar la caletera, en una de esas comunas, que, si no fueran por las noticias, ella jamás la habría conocido.
Así que, algo nerviosa, y algo de prisa, puso el GPS, y confío en que su navegador permitiera que ella cruzara este bypass de la mejor forma. Entre el nervio y el apuro, Francisca pasa por alto un lomo de toro, que continuaba junto a un bache. El ruido fue fuerte, e imposible de que pasara por desapercibido.
En eso, se le ocurre una idea, no muy tradicional, pero efectiva. Primero, miro a todos los lados que no hubiera si quiera un alma por ahí. Luego, lentamente, y alternando sus piernas, se retiró su ropa interior, su ligera pantaleta de encaje blanco, y la uso como paño para limpiarse.
Ella no se sentía muy cómoda con esto, pero al menos, ya podía ponerse en ruta.
El camino que había tomado de pronto se volvió complejo. El GPS dejo de funcionar, y el auto empezó a sonar.
Se dio cuenta que salía humo del capó, pero más que detenerse nuevamente, deseaba encontrar un lugar que le ayudaran.
En ese momento desesperado en que no sabía que hacer, ella se da cuenta que, en la última imagen del GPS, se veía un punto que decía electromecánico. Se le abrieron los ojos, solo era llegar hasta ese punto.
La llegada a la dirección que mostraba el GPS fue rápida. No se perdió, y pudo contener el nervio por el humo que emanaba.
El espacio estaba sucio, lleno de autos sin reparar. Se veía adentro, dos hombres en overol, mirando bajo el capó de un auto, mientras hablaban y movían sus manos. Por otro lado, uno más joven, en un overol sucio, lleno de manchas de aceite, sentado sobre una montaña de cosas, mientras se limpiaba las manos con un paño que era mucho más sucio de lo que se podía pensar.
El mirarlo detenidamente, se había vuelto algo refrescante para ella. En eso, sus miradas se cruzaron. Ella, sintió vergüenza, y escalofríos al mismo tiempo. Él solo sonrió. En eso, ella se incorpora, y recuerda él porque estaba ahí.
Se acerca al hombre, que denota jefatura en el grupo, y le explica lo sucedido. Francisca, no sabe mayormente de mecánica, ni tampoco que sucedió con el auto, pero trata de explicarlo de la mejor forma.
Los dos hombres con overol que se encontraban juntos, se acercaron al auto, y miraron bajo el capó; mientras que lentamente el tercero más joven, se acercaba a ella.
Francisca no podía dejar de mirar de reojo, como se acercaba mirándola, fijamente, limpiándose esas manos sucias…
En eso, él llega, mira bajo el capó, y con una mirada, tan ardiente como sentía la entrepierna Francisca, dice: “Yo lo veo todo bastante bien”.
Francisca sabía que él estaba hablando de la situación del auto, pero no dejaba de pensar, de forma fantasiosa, que él podría tener interés en ella.
En un golpe de realidad, el mecánico a cargo, le indica que debe mover el auto hacia donde está el pozo, dentro del taller en sí. Le indican que no es algo muy complejo, pero que deben revisar bajo el motor y el estanque del aceite. Tratando de volver en sí, Francisca le entrega las llaves del auto, mencionando que ella en realidad no ace este tipo de cosas, y que no quiere hacerlo mal, mientras con sus manos, se estira y arregla la blusa y falda tipo tubo que llevaba, sin dejar de pensar, que ya no llevaba ropa interior puesta.
Ingresan el auto al taller, y los dos mecánicos bajan al pozo a mirar y arreglar el desperfecto del auto. Francisca mira alrededor del local, tratando de encontrar con su mirada, donde estaba este jovencito, con mirada de fuego que no dejaba de dar vueltas en su cabeza.
Al darse cuenta que no estaba ya en el lugar, se relajó y trato de olvidarse de toda la situación. Debía enfocarse en lo que estaba pasando, arreglar su auto e irse.
De forma mucho más suelta y natural, se acerca al auto, a ver que sucedía en él. Se apoya en la ventana del copiloto, que estaba abierta, con los codos de ambos brazos en el canto de la ventana. Sus manos, algo frías, sujetan su cabeza, y su mente, pensando que no tenía sentido haber encontrado al otro mecánico, porque en realidad, que creía que podría pasar (?). Nada. Absolutamente nada.
Su boca, esbozo una leve sonrisa, con una silenciosa carcajada. Claramente, su cabeza divagaba más de lo que creía. Sus piernas entrecruzadas, se movieron al son de sus caderas. Recordaba que andaba sin nada más que la falda, y se volvía a sonreír. Era toda una aventura la vivencia de hoy.
Cuando iba darse vuelta, mientras soltaba una risa, de esas ingenuas, mirando al piso, algo la toma de las caderas y la vuelve a su lugar, mirando hacia dentro del auto.
Francisca, abre los ojos de forma sorpresiva, no sabía que estaba pasando. En eso, una voz ronca y tenía le dice al oído: “Ahora, gozaras como puta”, al mismo tiempo en que le separan las piernas, con ayuda del pie del extraño.
Ella podría haber girado, gritado, esquivado o simplemente, haberse negado; pero no. Algo había ahí que la dejaban quedarse quieta, a la espera de lo que venía.
No alcanzó siquiera a suspirar, cuando sintió una mano que recorría su pierna derecha, por el interior del muslo, llegando a su parte más femenina. La sorpresa para ella, no fue esto, mas sino, que sus partes más íntimas no solo se encontraban húmedas, sino que estaba completamente mojada.
Francisca no podía creer lo que le pasaba, nunca antes había visto o sentido que su vagina podía generar tanto… líquido… Su cabeza divagaba en eso cuando una mano, la toca completamente, humedeciéndose entera, completamente; y sube hasta a lado de su cara. Ella, al mirar hacia el lado, ve la cara de ese joven mecánico con el que cruzaron miradas, y ve como pasa su lengua, a lo largo de esa mojada mano con la que fue tocada.
Los ojos de Francisca brillaron. Nunca había visto algo así. Él, luego de lamer la mano, se la mete completamente en la boca. Ella, fascinada con lo que estaba sucediendo, escasamente podía respirar.
Sus miradas se volvieron a cruzar, y mientras ella pensaba en cerrar sus labios, que se encontraban entreabiertos, él le dice suavemente: “De-li-cio-so”.
Ella no sentía las piernas, al menos, eso pensaba. La mano volvió a sus partes íntimas, y mientras ella esperaba que la volvieran a tocar en lo más húmedo, que la hicieran sentir, como nunca antes, que la hicieran respirar de la forma más agitada posible, eso no sucedió… La mano pasó por su entrepierna, subiendo hacia su cola, y levemente, haciéndola recostarse sobre su abdomen, abriéndole las piernas, y haciendo que ingrese parte de su tronco superior hacia dentro del auto.
Ni se dio cuenta de que estaba con la falta en la cintura, en un lugar público, con un desconocido a sus espaldas. Que bajo su auto había dos mecánicos arreglándolo. Pero no, ella no cabía a lugar con lo que sentía y el calor que emanaba.
Mientras pensaba en eso, de la nada, un miembro duro y viril entra en su húmeda y abierta vagina, que sin mediar nada, la empuja hacia el fondo, moviendo sus caderas. Francisca ni lo pensó, y el movimiento que este extraño le generaba era tal, que sus caderas al chocar con el auto, lo hacían moverlo.
Tanto así, que en algún momento pensó que podía hacer que los mecánicos que estaban abajo pudieran darse cuenta de lo que estaba pasando, pero esos vagos pensamientos se esfumaban, en cada movimiento que se la metían, más y más adentro.
No quería gemir, se mordía los labios para evitar decir un solo sonido. No quería que se dieran cuenta.
Él, de forma rápida y salvaje tomo su pelo, y tirando de él, le pregunta al oído: “Así? Así te gusta, puta?” Ella no daba más de excitación. Nunca la habían llamado así, y ciertamente le gustaba.
Se sentía caliente, sentía un miembro grande, que le llegaba al fondo, sentía como sus bolas chocaban contra su clítoris, sentía como él la disfrutaba, sentía como era ser una puta, su puta.
Él, por su parte, no solo disfrutaba estar dentro de ella, su humedad, su calor, sino que pasaba sus manos por sus caderas, su cintura, jalaba de su falda toda arropada en su cintura; tiraba de su pelo, escupía sobre su culo, la tocaba sin mediar nada. A él, simplemente no le importaba que el auto se moviera, que alguien más se diera cuenta, o de si gemía o no; él simplemente estaba disfrutando.
En eso, a ella se le escama un gemido, grande, autentico, real, fuerte, que venía desde su parte más íntima.
Él solo sonríe al escucharla… Sabía que había que ir un paso más adelante, así que mediar consentimiento alguno, saca su miembro, lo roza por toda su humedad, abre con sus manos su trasero, y lentamente, pero de forma dura y concisa, le va metiendo, 18 cm de puro y salvaje sexo.
El grito de placer que Francisca dio, fue más que real. Nunca le habían metido siquiera un dedo en su ano, menos aún, tremendo miembro. Él al escucharla gritar, le pregunta: “Así te gusta putita?”, y ella sin pensarlo, le responde, fuerte y firme, “Sí!”
El vaivén de ir y venir en ese punto era tal, que ninguno de los dos se había percatado que los mecánicos no estaban más en el pozo. Tampoco estaban arreglando el auto. Es más, ni siquiera estaban atentos a lo que le pasaba el auto.
Como Francisca tenía medio cuerpo dentro del auto, y de la cintura para abajo, hacia fuera, no veía nada; pero ciertamente pudo sentir, cuando un par de manos le abrían su blusa, y le tocaban sus pezones, lamiéndolos, succionándolos.
Ella ya no sabía si abrir los ojos y tener conciencia de lo que pasaba, o solo dejarlos cerrados y disfrutar.
Sentía, los pezones tan duros y grandes, que no creía que eran los suyos. Quien los estaba usando claramente sabía lo que estaba haciendo. Quiso abrir los ojos, pero solo pudo entreabrir un poco. Sorpresa suya fue ver al jefe mecánico, al mayor de los tres, tocándola, besándola, lamiéndola, mordiéndole los pezones, mientras se tocaba. Ahí estaba, acostado perpendicularmente al auto, con la cabeza bajo sus tetas, pantalones a medio bajar, miembro duro y parado, tocándose.
Sorpresa fue para ella ver que una persona como él, a su juicio por lo que había visto en primera instancia, podía tener un falo de esa enormidad. Era grande, cabezón y venoso. Caía sobre él, mientras su mano lo acariciaba, un fluido espeso. Ella al verlo, solo supo lamerse el labio, saborearse, pensar que sería estar chupando esa cabeza, rosada y dura.
Su mente estaba totalmente ida en ver como poder concretar ese deseo, cuando a la par del vaivén que tenían en su culo, llega una mojada y larga lengua a su clítoris.
“Pero ¿cómo?”, Francisca no entendía que estaba pasando… Trato de hacer un recuento rápido en su cabeza, tratar de pensar con claridad, pero no, no podía. En ese momento escucho un grito: “Y? Como está esta putita?”. Casi al unísono se escuchó: “Ricaaaaa!” “Dulce!” “ Para hacerla mierda!”
Ella al escuchar esto, pensó en parar, que ya era suficiente. Qué más podía pasar? Porque le gustaba tanto? Qué la hacía disfrutar de todo esto? Abrió sus ojos, y se encontró con ese tremendo miembro venoso, rosado, de frente. Cuando el viejo mecánico le agarra el pelo, la hace mirarlo y le pregunta: “Bien puta nos saliste, disfrútalo”, mientras le metía 24 cm duros y jugosos en su boca.
Las arcadas no demoraron en llegar, no tenía como succionar, llegaba muy al fondo. Se sentía rígida, no sabía cómo poder con tanto que estaba pasando. Con sus ojos buscaba la mirada del viejo mecánico, tratando de que él entendiera y parara todo esto, pero no.
Quizás el joven mecánico se dio cuenta de su desesperación, o simplemente se cansó de la misma postura, pero de una forma tierna y sutil, saco su pene de ella, la sostuvo de los hombros, y la hizo hacia él, dejando al descubierto al viejo mecánico con su miembro al aire, y al otro mecánico arrodillado en el piso, con la lengua afuera.
“Ya poh cabros, ¿Qué tipo de paso por el taller le están dando a la putita?” Francisca no se atrevía a decir nada, es que simplemente no comprendía que iba a suceder, ni a que refería él. Trato de acomodarse la blusa y la falda, pero una mano la sujeto diciendo: “No mijita, aquí esto se pone bueno”
Ella abrió los ojos, ¿Qué es lo quería decir?
Sin mediar previo aviso, el joven mecánico, la toma, le levanta bien la falta, y la hace sentarse sobre él, mientras él se recostaba en un asiento de auto viejo que había cerca.
Francisca no sabía porque seguirían, ¿Acaso no habían acabado ya?, nunca había estado tanto rato en un acto sexual. Mientras pasaba esto por su cabeza, el mecánico joven la sentaba sobre él, mirándola de frente. Ella no se rehusó, de cierta forma confiaba en él, así que tranquilamente se sentó sobre su miembro, llegando al fondo y tocando la base de él. Él la movía al ritmo de sus caderas, una mano en cada lado, forzándola a que entrará hasta el fondo, y sus jugos chorrearan sobre sus bolas. Apenas ella comenzó a sentir placer, vino por atrás, el mecánico viejo, mintiéndole a fondo por el culo, su rosado y venoso miembro. Jamás, ni en sus fantasías más ocultas habría soñado en una doble penetración. No solo era delicioso, sino que se sentía plena y deseada. El movimiento comenzó a hacerse más y más rápido, claramente ella en cualquier momento iba a explotar.
En eso, se escucha de fondo: “Ah, no, ¡aquí voy!” Y Francisca, no lo vio venir, cuando el tercer mecánico, le agarro el pelo, y acabo de frente a su boca. En el momento en que ella gira la cabeza, él le metió a la fuerza su glande a la boca, acabado con todo en su boca. “Succiónalo perra” le gritaba, y ella no sabía cómo más hacerlo.
“Listo!, Voy a abrir el boliche. Terminen y limpien” grito el mecánico mientras se retiraba. Francisca no entendía nada, ¿A qué se estaba refiriendo? En eso, el mecánico viejo grita: “Oye, querís que te chorree hasta abajo? Cuando Francisca siente en su ano, como le corre un líquido caliente. El grito del viejo le anunciaba a que él también estaba listo.
Algo desconcertada y sin dar más de placer, mira al mecánico joven que está bajo ella… Él la miraba fijamente. “Estai lista guachita?” Ella, asintió de forma mecánica con su cabeza.
De forma uniforme, dura y de golpe, la toma y la hace galopear rápidamente. Ella pensó que iba a explotar. En eso, él le grita: “Grita como putaaa!!” Ella sin más acabo con un grito tan fuerte, y tan real, que era imposible que pasara desapercibido.
Estaba totalmente arqueada, con la ropa por cualquier lado. Falda a la cintura, blusa abierta, piernas abiertas, sentada sobre alguien totalmente desconocido, que, al mirarlo, estaba acabando en pleno.
En el momento que Francisca empieza a tomar razón de lo sucedido, se topa con la mirada de aquel joven. “Si quiere mijita, le presto el pañito para que se seque”, mientras él mismo se limpiaba las manos con un estropajo de tela. “No le diré que no estuvo rico, pero para la próxima, no te las llevai pelah”
Al escuchar esto, Francisca se puso de pie, rápidamente. Se bajo la falda y trato de cubrirse con lo que le quedaba de blusa. Busco su auto con la mirada, y se subió a él lo más rápido posible.
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