Humo
Pasajes de mis escasas relaciones lésbicas y mis frecuentes relaciones sexuales estando pasada de mariguana..
Hace unos días, a raíz de que dos de mis amigas de este foro escribieron relatos con prácticas lésbicas, por el grupo de WhatsApp ellas me inquirieron si yo tuve o no alguna experiencia semejante. Debo aclarar que ya me lo han preguntado varias veces desde que empecé a escribir sobre mi ninfomanía. He contestado comentarios y correos de lectores, desde hace casi 20 años precisando cuándo, qué y cómo.
En este relato haré un breve recuento de esto, en realidad sólo han sido cuatro y sin trascendencia, pero extenderé dos de las experiencias hacia el consumo de la mariguana, pues fue lo que produjo una situación cuasi lésbica, y como sí me gusta fumarla y lo hago desde hace más de 40 años, lo titulé “Humo”
Cuando yo tenía unos 15 años, en una noche de invierno dormía en la casa de mi tía, en la recámara de mi prima, ella en otra cama, debido a que habíamos tenido una fiesta de posada navideña. Mi prima es mayor que yo por unos meses. Esa noche, durante el baile, unos muchachos nos pusieron una calentadota, no sólo bailando con roces, sino también escapándonos hacia lo oscurito para besarnos y morrearnos. Todo estuvo bien, hasta que la fiesta concluyó y nos tuvimos que meter a la casa. Estábamos tan excitadas que si la fiesta hubiese durado una hora más, a partir de ese día ya no seríamos vírgenes.
Nos acostamos y comentamos entre nosotras lo que habíamos hecho y las caricias atrevidas que nos dejamos hacer. Pronto nos venció el sueño y, supongo que mi prima soñó algo parecido como lo que soñé yo: que me desfloraban amorosamente. El asunto es que también hizo mucho frío esa noche y me pasé a la cama de mi prima. El calor de los pensamientos siguió y dormidas nos abrazamos y manoseamos hasta que, en un beso despertamos sorprendidas. Mi prima se quedó inmóvil, yo también, pero me gritó “¡Vete a tu cama!” y yo me fui muy asustada. Nunca volvimos a hablar de eso, ni a dormir en la misma cama.
Dos años después, en una fiesta a la que acudió Saúl, mi esposo, pero entonces ni mi novio era, ambas nos propusimos conquistarlo, o al menos excitarlo para acariciarle el pene por encima de la ropa. Aunque nuestra mejor arma de conquista era el frondoso pecho, ella era un poco obesa y también tenía buenas nalgas; en cambio, yo tenía muy pocas (a la fecha sigo flaca de ahí). ¡Chin!, creo que ya me desvié. Mejor concluyo esta parte diciendo que ninguna logró conquistarlo, pero a ella Saúl sí le repegó el pito en las nalgas mientras la tomaba de las chiches, desde atrás, dándose un beso de lengua; bueno, eso me platicó ella, porque yo bailaba en el interior de la casa donde era la fiesta y ellos estaban en el jardín, al lado de la alberca. Ya me enojé porque me acordé que ella, aún estando casada, le dio “consuelo” a mi marido cuando nos íbamos a divorciar.
La última experiencia lésbica que tuve ya la conté en la segunda parte del relato “Quiero hacer un gato”. En un momento del intercambio donde describo “Ella me acarició las tetas y yo le hice lo mismo en reciprocidad”. En realidad, Adriana, la esposa de mi amante Eduardo, además de acariciarme, me chupó los pezones y me lamió una de las tetas recorriéndola completamente. Lo disfruté, no lo niego, pero yo no le chupé nada, sólo la acaricié. Supongo que lo hizo por caliente, así como pasó inicialmente con “La vaquita” y Mar en sus respectivos intercambios.
Las otras dos ocasiones fueron con unas amigas, las cuales acostumbrábamos reunirnos una vez al mes a platicar, jugar cartas y tomar hasta empedarnos. Alguna vez, para festejar un cumpleaños de una de ellas, contratamos un par de estripers muy guapos, jóvenes y bien dotados, quienes nos atendieron muy bien a todas, a algunas les dieron amor ambos al mismo tiempo. Yo sí probé a los dos, pero por separado. Debo aclarar, que entre mis amigas había varias bisexuales que lo mostraron mientras les daban verga los chicos. Sí me calentó verlas, pero no pasó a más pues yo sólo usaba la manera tradicional de sexo.
Pues sucedió que una ocasión, entre trago y trago, una de las muchachas sacó un porro de mariguana cuando otra le pidió un cigarro. “Ya no tengo cigarros, sólo me queda yerba verde”. “Ése no nos va a alcanzar para todas”, dijo otra. “Traigo más”, contestó la primera sacando una bolsa de plástico con otros carrujos más. Se pusieron a fumar. Yo comencé a aspirar el humo y me retiré hacia la ventana, la cual abrí para que se ventilara. Me sentí levemente embriagada, pero supuse que se debía a los tragos que había tomado. Al voltear a ver hacia el grupo, vi que varias se estaban manoseando y quitando la ropa mientras las otras las animaban con las palmas de las manos y les gritaban “Dale con la lengua”, “métele la chiche” y cosas similares. Resumen, cinco de las chicas quedaron encueradas y revolviéndose entre ellas; eso sí, se terminaron su carrujo de mariguana cada una.
Mientras estaba la orgía, se me acercó una amiga y me ofreció su bacha. “Fuma un poco”, se siente bien”, dijo poniéndomela en los labios y aspiré fuerte. De inmediato sentí un levantón y apuré otra fumada más antes de regresarle el carrujo. Me sentí en las nubes y muy alegre. Fui hacia donde estaban las mujeres desnudas u me saqué un seno para ofrecérselo a una de mis amigas, quien me desnudó de arriba y poniéndose a mamar apretándome las chiches dijo “Qué rica estás para ser mi mamacita…”. Yo me dejé hacer y le acaricié el pelo y la cara diciéndole “Mama, mi bebé” y lloré al tiempo que reía. ¡Con dos fumadas me puse bien pacheca! No recuerdo más precisión, pero yo terminé desnuda. Entre nieblas recuerdo que una, no sé quién, se puso de cuclillas en mi cara y le lamí la pepa y terminamos haciendo un 69 en la alfombra. En la madrugada me desperté acostada en el sofá, usando las nalgas de otra como almohada y me vestí porque hacía frío.
Al siguiente mes, después de alcoholizarnos, se me acercó mi amiga Martha y me ofreció un cigarro, el cual al prenderlo supe que era mota. Me recargué en la pared, extendiendo mis piernas para fumar plácidamente. Martha, levantándome por completo la falda dijo “Seguramente se te antojaría tener un macho aquí” y, metiendo su mano bajo la panti, me acarició el pubis dándome un masaje en el clítoris. Yo fumaba y me reía, gozaba del masaje. “Te recomiendo que, cuando te cojas a tu macho, te fumes un poco de Mary, es delicioso hacer el amor así…”. Llegó otra amiga con un consolador y me bajó los calzones; di la última fumada, puse la colilla en el cenicero y abrí las piernas por completo después de darle un beso. Martha se puso a mover el consolador y la otra me fue quitando la ropa. Entre las dos me cogieron de lo lindo, yo solo me dejaba, en tanto que las demás, en coro y aplaudiendo, las animaban. Mi conclusión fue ya no ir a esas reuniones, pues yo no quería volverme lesbiana, aunque sólo fuera de manera pasiva. Pero sí me quedé con el gusto por fumar de vez en cuando un porro de mariguana.
A los pocos días, cuando fui a coger con Othón, ya estábamos encuerados y prendí el porro que traía. Le di una fumada y se lo ofrecí a mi macho, quien al percatarse de lo que yo estaba fumando, me lo quitó y lo fue a tirar al retrete. Me enojé, pero supo contentarme “Fúmate éste, está más rico, puta”, dijo acercándome su pene a la boca.
Semanas después, Saúl me llevó a un hotel, por la salida a Cuernavaca, y volví a intentar coger estando mariguana. Esto lo narro en la parte 10 de «La ninfomanía puede acabar en infidelidad«, de donde saqué lo siguiente.
—Sigues estando tan bella como hace quince años —aseguró Saúl, siguiendo con sus ojos las sortijas de mi negro vello púbico.
—No te importa que fume, ¿verdad? —pregunté abriendo mi bolso, del cual extraje una caja de cerillos y un cigarro.
De inmediato me tendí en la cama, boca abajo. Seductora, me estiré para alcanzar el cenicero que estaba en el buró opuesto y de su lado dejé caer mis zapatillas cafés en el piso. Miró cómo se presionaban mis chiches sobresaliendo de las axilas. Bajó la mirada cuando escuchó caer mi calzado en la alfombra. Volvió a subir la mirada sobre mis piernas que estaban ligeramente abiertas y se deleitó con lo poco que sobresalía de la mata azabache que oculta la fuente de mi perfume, enloquecedor para los hombres que me atraen. Cuando me apoyé en los codos para prender el cerillo se entretuvo con el resorteo de mis tetas. ¡Quería seducirlo para mostrarle cómo despliego mis encantos! ¡Que me comparara con alguna de sus amantes para que se convenciera que soy mejor!
Se sentó en la cama, pero después de que exhalé el humo se dio cuenta que no era tabaco lo que yo fumaba. Su cara manifestaba asombro.
—¿Qué, te vas a poner de puritano? ¿Tú nunca la has fumado? —pregunté poniéndome de costado y alzando una pierna dejándole ver bien todo mi cuerpo—. Es lo mismo que el alcohol, ambos te emborrachan igual. ¿Quieres? —pregunté extendiéndole el carrujo.
—No, gracias —contestó, volteando hacia la ventana para cerciorarse de que seguía abierta.
Debo aclarar que casi no recordaba nada de lo que contaré enseguida. Es una transcripción de lo que me contó Saúl que le dije; y debió ser así porque nunca antes le había platicado lo que dije y todo es cierto, ¿de qué otra manera hubiera sabido tantos detalles? Me preguntó desde cuando fumaba marihuana.
—Hace poco, tiene menos de un año. Sólo lo he hecho con algunas de mis amigas que me la dieron a probar y me gustó. Pero una de ellas me dijo que hacer el amor así era la experiencia más hermosa que ella había tenido, y quise hacerlo —dije con palabras que ya salían cada vez más lentas.
—Pero, ¿por qué hoy y conmigo? —me preguntó molesto.
—Porque tú me vas a coger —dije de manera necia—. Hace un mes lo quise hacer con Othón y el marica me apagó el cigarro —dije en tono de enojo refiriéndome al amante que tenía en ese momento—. ¡Ya lo mande al carajo! —aclaré y reí con el rostro sombrío.
—Pinche güey, le di lo que a nadie le había dado nunca: mi culo.
Volví a reír, poniendo el cigarro en el cenicero. Volteé a verlo, mostrando desinterés por su desnudez.
—Ahora que me acuerdo, a ti te lo ofrecí antes y no quisiste.
—Pero…
—¡Cállate! porque todavía no ter…termino —dije arrastrando las palabras—. Fue hace diez años. ¡No!, Fue hace cinco, ¿o tres? ¿Tú te acuerdas?
Me contestó afirmativamente con la cabeza.
—Sí, una amiga… Otra, de las que me dieron a probar esto —aclaré, volviendo a tomar mi cigarro—. Mi amiga Martha me dijo que por atrás se sentía muy rico. Le dije a Eduardo que me lo metiera por allí, pero no quiso el muy pendejo. Seguramente te acuerdas de ese día.
Hasta ahí es suficiente. Si quieren leer el desenlace vayan al texto original que publicó SST en su primera versión. Actualmente, Saúl sí me hace el amor estando pacheca, eso también lo he contado. Por ejemplo, una vez que me puse a escribir en un relato los detalles que me pidió una amiga. Como hace mucho que no me fumaba un porro de mariguana, frente a la computadora, me desnudé, prendí la bacha, me senté con las piernas abiertas y disfruté unas fumadas atrayendo a mis memorias. Justo cuando termine de escribir, llegó Saúl y viéndome desnuda dijo “Ahorita se me antoja una chichona mariguana que tiene los ojos inyectados” y me tiró a la cama, con la boca abierta se fue sobre mi pecho.
Otros machos también me han permitido que fume cuando me cogen, pero ellos no lo hacen. Ya estando desnudos con uno de ellos, saqué un porro de mi bolsa y lo encendí, le di un par de profundas fumadas y se lo quiso pasar “Ten, date las tres”, le dije. “No, gracias, no fumo eso”, contestó. “¡Eres igual de puto y mamón que Saúl! “No, yo no fumo eso”, le recriminé haciendo la voz de nena. Le di otra fumada, dejé la bacha en el cenicero y le apreté la nariz para que abriera la boca; cuando lo hizo, le solté la bocanada de humo con un beso. Tosió y tardó tiempo en reponerse. Así que no siempre he logrado coger así.
Con quien sí me di gusto haciéndolo fue con Roberto, muchas de las veces que pasaba a verme cuando venía al DF, hoy CDMX, por asuntos de negocios. Sí, hacíamos el amor muy rico, pero cuando fumábamos era casi igual. Me explico. Él siempre me pedía el carrujo, pues no portaba mariguana ya que seguramente se la detectarían en los aeropuertos. Nos poníamos eufóricos. Recuerdo que una vez, en un hotel del Paseo de la Reforma, salimos desnudos a la terraza de cuarto a fumar. No nos importaba si alguien nos veía pues eran hoteles muy altos y la gente no anda mirando hacia arriba. Pero casi siempre terminábamos en catarsis, pasando de las carcajadas al llanto con unos cuantos comentarios. La felicidad de fornicar cuando quisiéramos, pues Saúl me lo permitía, hasta nos burlábamos de sus cuernos, pero Roberto se entristecía por no haber sido yo su esposa. Yo lo acompañaba hasta el llanto, más cuando recordaba que tenía una hija de él y Roberto no lo sabría nunca. Al paso del tiempo, evalúo que no estuvo nada mal lo que vivimos Roberto y yo haciendo el amor, pero que quizá debimos fumar menos veces cuando nos veíamos. Lo bueno es que al llegar a casa, dormía “la mona” y Saúl, al verme con los ojos irritados por el llanto y la mariguana, sabía que Roberto estuvo conmigo. Me limpiaba la pucha y las piernas con amor y delicadeza; luego me penetraba mientras me mamaba las tetas. ¡Yo me sentía feliz con mi cornudo!
Ya he contado que en alguna de las reuniones de mis amigos, donde circulaba el alcohol, la mariguana y las pastas (las que yo no consumo) seguramente también me gozaron dos o tres más sin mi consentimiento, pues, por borracha y pasada de yerba, sólo me enteré debido a los estragos cuando desperté al día siguiente: cubierta de semen por todas partes, adolorida en boca vagina y ano, además de lo asquerosa, mojada y llena de pelos que estaba la cama como constancia de que hubo otros más en el banquete donde me violaron “Al fin que no se da cuenta por lo borracha”. (Esas fiestecitas a las que te escapas a la recámara del galán y sólo sientes las primeras eyaculaciones, pero te quedas dormida en sus brazos, y así, con él, amaneces toda vapuleada.)
A mí sí me gusta la yerba, pero a Saúl no, y evito fumarla cuando cogemos, ¡pero sí me goza cuando estoy muy fumada…! Mis demás machos si la han probado, pero no les gusta. Aunque también, algunos me han hecho el amor así cuando salimos de alguna reunión donde la he fumado, ambos gozamos mucho pues me dejo que hagan lo que quieran…
Yo pensaba que no te gustaba estar con mujeres, pero resulta que se trata del «qué dirán». Yo sólo con una, y estoy feliz con ella.
Me gusta mi chichona.
No fumo, menos mariguana, pero creo que con las amigas te ponías a reír porque te gustaban las chicas, y a llorar, porque al decirte «mamacita» te acordabas del aborto que tuviste.
¡Qué mal te ves, Mar! El hecho de que sepas algo de psicología, no te da derecho para soltar palabras que pueden herir. Ya te mandé un correo donde expongo con detalle lo que pienso. (Después de escribirlo, lo leí y le quité las malas palabras, aunque te las merecías.)
Pues posiblemente. En realidad, no me acuerdo de gran cosa.
Pues yo con mis primas nos manoseamos cuando éramos niñas, pero nos gustaba más cuando también le entraban al juego los primos. Casi la mitad perdieron la virginidad antes de los trece años. Ya he contado que también hubo embarazos no deseados y que terminaron en aborto (sobre todo los de hermanos o padres). Pero nunca me llamó hacer una relación lésbica, aunque fuera eventual por emborracharme. Tampoco fumo.Con razón les parezco aburrida.
Eres muy mojigata. Tu problema con el marido se arregla chupándosela mientras le pones la pepa en la boca. Si se enoja, ahí mismo, frente a él, le hablas a uno de tus machos y le pides cita para hacer un 69.
Respecto a Mar, puedee ser hiriente, pero es franca y lo hace sin querer dañar. Las quiero a las dos.
Disfrutas fumar la yerba, pero, al parecer, no se ve que goces as{i al hacer el amor. Sin embargo, en lo que todos tus machos coinciden es que es muy rico cogerte cuando has fumado mariguana..
Pues enonces será por viciosa: me fascina coger y fumar mota, por eso quiero juntar mis vicios, así como junté a mis machos para que me hicieran juntos el amor.
No fumo mariguana, ni me ha llamado la atención probarla. Sí se me ha subido cuando alguna de mis amiguitas cogelonas lo hacen y yo espero mi turno para darles el líquido que me pidieron. Me las he cogido riquísimo, pues ellas, riéndose de nada, se dejan hacer lo que yo quiero. Son más impertinentes cuando están borrachas las putitas.
Tú, disfrútalas.
No fumo mota, pero usualmente tabaco tampoco. Sin embargo sí he fumado en compañía de algunos hombres, pues me hace sentirme muy puta, es decir, lo hago cuando quiero seducirlos (no he ido más allá, sólo con Mario), pero el tabaco me hace ser más atrevida.
Lo que me pasó con Laura fue, creo, un flechazo, como a mi marido con ella.
Los flechazos se dan, la putez se desarrolla. Hay que esforzarse
¡Zaz!, esta respuesta de Tita no la había leído. ¡Cuánta verdad la de la maestra!
No sé si sea ninfomanía o putez, o ambas cosas, pero sí sé que cada vez cojo mejor…