KIRA (Amante 6yo). Capítulo 4: El primer an*l.
Esta es la cuarta parte del inusual romance entre Gerardo, un viudo de 37 años, y Kira, su hermosa hijastra de 6 años, de cómo se conocieron, cómo se hicieron amantes, y sus primeros encuentros sexuales..
KIRA (Amante 6yo). Capítulo 4: El primer an*l.
A unos 30 minutos de la ciudad, hay una casa de campo similar a las demás de la zona. Tiene dos pisos, una piscina, y un gran espacio verde donde corren animalitos y crecen árboles y plantas. En una de las habitaciones descansa una bella rubia de apenas 6 años sobre el pecho de un hombre de 37. Han hecho el amor durante la última hora y media (ver capítulos 1, 2 y 3). El hombre le acaricia el cabello dorado protectoramente mientras ella sube y baja lentamente su manita a lo largo de su miembro semi erguido. Gerardo piensa en lo lejos que ha llegado su relación con la pequeña rubia y recuerda uno de los momentos más bellos que han vivido.
Gerardo piensa en la primera vez que hicieron sexo anal. Fue en el carro, de camino a casa después de una clase de natación. Al menos tres cosas sucedieron en esa clase que lo empujaron a tomar la decisión de no esperar más y dar el siguiente paso. En primer lugar, Kira se veía simplemente espectacular en su vestido de baño. Si bien Kira era delgada y todavía pequeña, desde ya se podía ver que sería una mujer que derrocharía belleza y sensualidad. Dueña de un rostro precioso con rasgos finos y simétricos, cabellos claros levemente ondulados, grandes y hermosos ojos color miel chispeantes de picardía, y una sonrisa contagiosa y seductora, Kira era una flor, pero en su vestido de baño amarillo, con uno de esos tutus que están de moda entre las niñas, la hacía ver no solo preciosa sino también provocativa. Encima de todo, al salir de la piscina, la tela delgada del vestido de baño húmeda se pegaba a su cuerpo de tal manera que el coñito se le marcaba impúdicamente. Gerardo no podía despegar la mirada de la niña. A pesar de haberla tenido desnuda para él solo tantas veces, de haberla hecho gozar sin desvirgarla y de plantarle su semilla en la garganta todos los días, Gerardo no se había tomado el tiempo de verla de lejos, con calma, y apreciar todos sus encantos. Ver a su chica desde donde estaba, linda y sexy, y no poder acariciarla como acostumbraba fue la primera causa de sus fuertes deseos aquel día. Otro ingrediente que desencadenó aquella reacción fueron las otras niñas de la clase. Aunque no eran tan bellas como Kira, tenían formas encantadoras. Algunas, un poco mayores, ya lucían curvas más pronunciadas y formas más llamativas. Varias de la chicas, al igual que Kira, salían del agua con el trajecito metido entre sus labios sonriendo traviesas. Lucían inocentemente sus curvas nacientes, sus caderas estrechas, sus traseritos redondos… todo añadió combustible a la lívido del hombre que luchaba sentado en su silla por controlarse. Gerardo se sorprendió al darse cuenta lo impaciente que estaba. Se puso unas gafas oscuras y fingió que veía su celular para disimular que miraba a las niñas perfectamente delineados por sus diminutos trajecitos de baño húmedos. Él nunca antes habría sentido ninguna atracción por chicas tan jóvenes, pero ese parecía ser un efecto secundario de su relación con Kira. O tal con deseos eróticos. Pero con todo y lo provocativas que se veían las niñas y sobre todo lo sabrosa que se veía vulva hinchadita de Kira, apenas cubierta por esa tela que el agua volvía casi transparente, faltaba el último de tonante de lo que sucedió. Pues mucho tuvo que ver Tommy, el instructor de natación. Pero no pensemos ni por un segundo que Gerardo tuviera alguna atracción por los hombres, claro que no. Lo que pasó fue que Gerardo sintió celos del instructor de natación y un poco de envidia o a lo mejor mucha. El instructor estaba todo el tiempo corrigiendo la postura y la técnica de las niñas y ellas se reían mucho, mucho para un clase de natación que no tendría por qué resultar tan divertida. Gerardo hubiera jurado que las niñas estaban demasiado encantadas con el instructor y que algo extraño había en eso. Aunque el instructor actuaba con aparente profesionalismo, a Gerardo le parecían sospechosas ciertas risas de algunas niñas. Pero sobre todo, a Gerardo le molestaba el instructor le dedicara más atención a Kira que a las demás chicas del curso. Como resultado de todo esto, al terminar la clase, Gerardo estaba poseído por una abrumadora mezcla de excitación sexual y celos, hubiera querido tener a todas la niñas para él y desaparecer al tipo, y esos fuertes sentimientos lo llevaron a decidirse a conquistar su territorio antes de que otro tipo se atreviera a quitarle lo suyo. Además, Gerardo ya llevaba un buen tiempo preparando la niña para el sexo anal y, según sus cálculos, ya podía penetrarla sin ningún efecto negativo emocional o físico. Aparte de querer tener un culito disponible para follarlo a su antojo, Gerardo quería que Kira desarrollara, más que gusto, adicción por el sexo anal. A su manera de verlo, muchas mujeres empezaban haciéndolo por delante, sin ninguna preparación y, si a duras penas lograban disfrutar del sexo vaginal, muy pocas llegaban a desarrollar el gusto por el sexo anal, y terminaba perdiendo gran parte de sus posibilidades de obtener placer sexual. Su teoría era que, si una mujer empezaba por atrás, tendría más posibilidades de aprender a disfrutarlo. Por eso, Gerardo había planeado desvirgarla a Kira por atrás primero. A modo general, Gerardo se proponía hacer que todas las facetas del sexo fueran para Kira algo tan natural como caminar y eso lo lograría con la iniciación temprana, la práctica diaria, y una combinación de placer físico y mental.
Con la cabeza llena de coñitos diminutos, pezones brotando y curvas incipientes y con un poco de celos, tan pronto terminó la clase, Gerardo metió a la niña en el auto dispuesto a ejecutar inmediatamente el siguiente paso en su plan. Sin salir del parqueadero de la escuela de natación, aprovechando la intimidad que proporcionaban los vidrios oscuros del auto, Gerardo desnudó rápidamente a la niña mientras le decía —Hoy haremos el amor muy rico, por la colita. Te va a gustar mucho y, después de eso, nos vamos a amar mucho más—. Por alguna razón, Kira estaba ya muy excitada. Gerardo se sorprendió de encontrarla tan mojada, con la vulva hinchada, casi lista para ser penetrada. Kira se estremeció al sentir cómo el hombre le lubricaba el anito. —Mmmmff… tss…— gemía la hermosa niña mientras él le metía lo dedos por el recto y le masajeaba el clítoris. —Al comienzo será un poco extraño, pero en segundos te empezará a gustar— le decía apasionadamente al oído. Gerardo se bajó su short, se sacó el pene y puso a la niña a chupar. —Mmmm… tschhk… jummm— eran los tiernos sonidos que salían de la boca de la niña mientras chupaba. —Te va a doler un poquito— le dijo metiéndole un tercer dedo por el ano —Ahh— dijo la nena sobresaltándose. —Pero pronto todo se convertirá en placer— añadió el hombre. —Qué rico lo chupas, amor. Cada día eres mejor— le dijo Gerardo sacándole los dedos del ano y sentándose en el puesto del conductor. —Llegó la hora. Métetelo por atrás— Kira se acuclilló y lentamente se introdujo el miembro. Con sorprendente facilidad gracias a preparación para este momento, la niña se metió todo el pene por en el recto con apenas unos leves jadeos que tenían poco de dolor y mucho de placer. Institntivamente, Kira empezó a menear la cadera. Mientras la niña disfrutaba esa nueva sensación de tener todo un empacado por detrás, Gerardo le daba besitos, le masajeaba el clítoris y los pezones, y le decía cosas bonitas como —Qué rica tu colita amor. Todo lo tuyo es tan rico. Te amo, mi vida. Ta amo tanto— La niña no decía nada, solo gemía y gozaba, su cuerpo decía todo lo había que decir: que ese nuevo placer la enloquecía. —Vamos a hacer algo loco. Vamos a manejar haciendo el amor— le dijo él, pero ella no escucha, solo memeaba la cadera gozando esa polla que le daba un placer indescriptible. Gerardo arranco el auto se alejaron de la escuela de natación.
En otro auto en el parqueadero, el instructor se sobaba las manos maliciosamente. Aunque no había nada de lo que pasó dentro del carro debido a los vidrios oscuros, se enteró de buena parte lo que habían dicho y, sobre todo, escuchó los gemidos de la niña. Tommy ahora sabía que también podría sacar provecho.
— ¿Serás capaz de sacarme la leche sólo con tu colita?— la retó el padrastro mientras manejaba rumbo a casa. Kira se daba unos exquisitos sentones en la verga de su padrastro. —Mmmm… ahhhh… mmmm— gemía de puro goce. El hombre manejaba por la vía solitaria hacia la casa de campo mientras la bella rubia de seis años se enculaba ella misma hasta los huevos, subía y volvía a enterrarse dejando salir griticos apasionados: —Jaaa… ummmm… aaay… que riicoo—. —¿Te gusta mi verga?— —Me encanta, Gera, que rica la tienes—.
Lejos de ahí, en un edificio de vigilancia privada hay una importante conversación. —Martínez, mira la cámara 42—. —Uy, López. Jaja. Quiénes son esos dos—. —Pues el tipo de la casa 153 con una nena muy joven—. Decían dos vigilantes sentados frente a las 30 cámaras que monitoreaban todo el tiempo. La cámara del auto de Gerardo estaba conectada a la red de vigilancia que cuidaba las casas de campo de la zona. Aunque en blanco y negro y bastante borroso, los vigilantes vieron en primer plano la apasionada manera como la niña comía verga por el culo,. —Ay, colega. Esa es la niñita… Esa es la hija de la mujer del tipo—. —Está pequeñita, pero se ve que tira con ganas—. — Uy, no, qué suerte la de ese tipo. ¿No, Martínez? Se imagina lo rico que debe ser follarse esa niñita tan linda—. —Debe ser así, López. Debe ser así— respondió el vigilante pensativo.
Sin dejar de disfrutar ni un segundo, los amantes llegaron a la casa. No entraron a la caso, no se bajaron del auto, ni siquiera entraron al garaje, sino que siguieron la faena en la calle frente a la casa. Gerardo, a punto de venirse, alzó las pantorrillas y le puso las rodillas cada lado de la cabeza. En esa posición, Kira recibió una ráfaga de vergazos que la hicieron jadear, llorar y estremecerse de placer. La posición parecía más una llave de artes marciales, pero permitía una penetración profunda. Kira se sentía completamente poseída, totalmente dominada, y eso le encantó. El anito le quemaba pero a la vez le daba unas sensaciones que la hacían retorcer de gusto y muy pronto tuvo un orgasmo y empezó a retorcerse más, casi convulsionando. Pero Gerardo, acercándose a su propio clímax, no paró de follarle el ojete. No le importaba nada más que su propio placer. Estaba loco disfrutando de ese manjar. La taladró sin pensar en nada, arrastrado por un instinto salvaje. Gerardo quería marcarla como su propiedad y dejar claro quién había conquistado ese ano virgen. Ningún profesorcito se le iba a adelantar. No. Ese anito era todo suyo. Ese esfínter solo apretaría su verga y nada más que su verga. Esa mierdita solo se la iba a comprimir él a vergazos.
—Aaaaahhhh— empezó a rugir el hombre con cada chorro de esperma que le depositaba a la niña en el recto. Si alguien solo oyera, pensaría que se trataba de un hombre herido y no de una pareja en pleno climax. La niña sudaba y algunas lágrimas le bajaban por las mejillas cuando finalmente el hombre terminó de vaciarse en ese lugar sagrado, creado por los dioses. Gerardo la besó en las mejillas y le dijo que la amaba. Kira bajó del auto y entróa la casa envuelta tan solo en la toalla de natación.
Entre los arbustos, el jardinero presenció todo. Cuando escuchó a un hombre quejarse dentro del carro pensó que alguien se había lastimado y se acercó al auto, pero cuando oyó una voz femenina gimiendo, comprendió de qué se trataba. Para no interrumpir, se ocultó entre los arbustos. El hombre vio bajar a la niña y no lo podía creer. Kira no podía caminar bien. Las piernas le temblaban un poco y la cabeza le daba algunas vueltas, fruto de su reciente orgasmo y de la severidad de la clavada, sobre todo al final. Gracias a su trabajo como jardinero, el hombre ya sabía muchas cosas de esa singular familia, pero esto era otra cosa. Siendo un hombre discreto, lo guardó como un secreto, pero siendo un hombre al fin y al cabo, sospechó que se podría acercar algún día a la niña y hacerla gemir como gemía en el carro y dejarla también con la piernas temblando.
Mientras Kira caminaba lentamente, una enorme cantidad semen le escurría desde el ano y le bajaba por las piernas, mezclándose con sus fluidos vaginales. Kira apenas se reponía de su orgasmo anal, pero yo moría de ganas de descubir qué otros placeres le daría su puerta trasera. Aunque Gerardo acababa de eyacular, tampoco veía la hora de volver a tomarla por atrás. Ese había sido el mejor culito que jamás había probado.
Lejos, Los dos vigilantes seguían sorprendidos por lo que vieron por al cámara de se seguridad del auto. —Qué le pareció, Martínez— —Como dijo antes, amigo López, deber muy rico hacerlo con una niña así— respondió Martínez, pensando cómo podría él hacerlo con una niña así.
El juego empezó de nuevo. Gerardo la sedujo con sus juegos y retos y en pocos minutos ya estaba Kira boca abajo en su cama, con un almohadón bajo su cadera y el hombre de 37 años encima suyo fallándole por segunda vez el ojete recién desvirgado.
Si se disfruta leyendo, cómo será hacer eso en la vida real?
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