Las aventuras con mi hijastra: El inicio de una relación Por mi trabajo tuve que cambiar de ciudad.
Tengo sexo con madre e hija por separado después de llevarlas a cenar .
Las aventuras con mi hijastra:
El inicio de una relación.
Por mi trabajo tuve que cambiar de ciudad. Allí conocí a mi pareja quien se llama Wendy, una chica de 26 años. Su piel morena clara contrastaba, sus intensos ojos cafés De figura esbelta con uno s senos discretos y firmes, también posee una belleza natural y movimientos gráciles. Se veía increíble tanto en unos jeans ajustados que resaltaban sus curva como en una minifalda que resaltaban unas piernas torneadas.
Al poco tiempo de conocernos, empezamos a salir. descubriendo que compartíamos los mismos gustos por la música, el cine y los viajes. Pero fue en la intimidad donde nuestra conexión se hizo más profunda. Hacíamos el amor en cualquier lugar y momento. Wendy me sorprendió con su habilidad para despertar en mí deseos que desconocía. Sus labios, suaves y cálidos, explorando cada rincón de mi cuerpo. Con una maestría que me dejaba sin aliento, me guiaba a un mundo de sensaciones que nunca antes había experimentado donde descubrí su pasión por el sexo oral. Wendy aprovechaba cualquier oportunidad para expresarme su deseo y deleitarme con sus atenciones. Me contó que era madre soltera de una niña.
Una noche, la invité a cenar y me preguntó si podía llevar a su hija. Acepté encantado. A las nueve de la noche, la esperé frente al pequeño departamento que rentaban. Wendy descendió las escaleras, envuelta en un vestido negro que acentuaba sus piernas bronceadas. Detrás de ella, Astrid, su hija. Con una falda blanca que resaltaba sus piernas esbeltas y un top negro que apenas cubría sus hombros, la joven, en la preadolescencia, irradiaba una energía juvenil y una incipiente feminidad. Su cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos, del mismo color que los de su madre, brillaban con una luz traviesa. “Astrid, mi hija”, me dijo Wendy con una sonrisa. “As”, como le llamaba su mamá de cariño me dirigió una mirada tímida cuando nuestros ojos se encontraron por un instante, sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. Astrid apartó la mirada, pero una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios. Al abrir la puerta del coche para que subieran roce los dedos de Astrid brevemente. Un escalofrío me recorrió la espalda. Wendy se sentó en el asiento del copiloto y Astrid en la parte trasera, jugueteando con un mechón de cabello. “Las dos están guapísimas”, exclamé, Wendy le guiñó un ojo a Astrid y le dijo: “Cuídate de él, es todo un galán”. Astrid se sonrojó y me lanzó una mirada divertida.
Durante la cena, Astrid no dejaba de mirarme con sus ojos grandes y oscuros con una intensidad que me ponía nervioso. Wendy pidió unas cervezas para los mayores y para su hija refresco sabor naranja, continuamos conversando sobre la comida, su trabajo, y yo pregunté a Astrid sobre la escuela. Sentía una corriente eléctrica correr por mi cuerpo cada vez que nuestros ojos se encontraban durante la velada. Wendy pidió otra ronda de bebidas durante la cena. Mientras saboreabamos el postre, propuse ver una película para pasar la noche. Astrid se iluminó al instante. «¡Me encantan las películas de terror!», exclamó, y pregunta emocionada a dónde podemos ir verla. Wendy sugirió ir a su casa para continuar con la velada y comprar películas, golosinas y hacer palomitas caseras.
De camino a su departamento, Pasamos por un minisúper. Mientras los tres caminábamos los por el pasillo de dulces Astrid emocionada elegía un surtido rico de golosinas. Después, nos dirigimos al pasillo de bebidas alcolholicas: Wendy seleccionó las cervezas, yo una botella de tequila y Astrid, un refresco de sabor naranja.
Ya en la sala, ofrecí bebidas: cerveza para los adultos y refresco para Astrid. Mientras ellas debatían la película sobre que película ver, fui a la cocina a preparar las palomitas. En la sala, nos acomodamos: Astrid en un sillón individual y Wendy y yo en el sofá, para obsevar la película de terror que había elegido As. Mientras veíamos la película, me acerqué a Wendy. Sentí la suavidad de su cabello al acariciarlo Su aroma me envolvió y besé suavemente en el cuello. Luego, posé mi mano en su pierna. Intenté ser discreto, pero sentí la mirada intensa de As sobre nosotros. Wendy sonrió y se acercó más, pidiendo más besos en el cuello mientras apartaba su cabello e intensificaba mis caricias en sus piernas.
As, aunque aparentemente concentrada en la televisión, no podía ignorar los susurros y las risitas. Permaneció en silencio, viendo la película. Su aparente indiferencia ocultaba quizás una incipiente comprensión de la situación. Continuamos con besos y caricias más íntimas bajo la falda de Wendy. Siguiendo en lo nuestro con solo, hacíamos una que otra pausa para beber y mirar de reojo la tv y Astrid, que continúa observando la película. Al término de la proyección mi pareja y yo ya recostados en el sofá abrazados y con más cercanía, As nos pide que ponga la siguiente película que era de temática romántica, paramos un momento para atender la solicitud, pongo a reproducir la nueva película la mujeres piden más palomitas y bebida, As, refresco y Wendy, un tequila.
Me levanto y me dirijo a la cocina. De vuelta en la sala, observo que la niña no está. Su mamá dice que fue cambiarse de ropa para estar más cómoda. Al salir de su habitación, observo que tiene puesto una blusa blanca de tirantes, tanta ajustada que parecía pintada sobre ella, revelando un abdomen plano y tonificado. Abajo, shorts azul pastel, diminutos y ceñidos, resaltaban sus largas y delgadas piernas, Yo la observaba fijamente, sin perder ni un solo detalle de su belleza juvenil. Su cabello castaño, suelto sobre los hombros, enmarcaba un rostro angelical, y sus ojos, grandes y brillantes como dos esmeraldas, brillaban con una luz interior. Una sonrisa juguetona y provocativa se dibujó en sus labios al sentir que yo la obserbaba con tanta admiración. Wendy se dio cuenta del atuendo de su hija y le llama la atención, pero sus palabras se perdían en el aire. Astrid se encogió de hombros y siguió en lo suyo desafiando la mirada de desaprobación de su madre. Se sienta en el sillón sube el volumen de la televisión.
Al ver qué es ignorada por la preadolescente toma su tequila, lo bebe de un trago y pide mas. Yo, atendiendo su solicitud, sirvo con una sonrisa. Wendy, más relajada tomo mi lugar junto a ella para ver la película y, desde luego, continuar con nuestra intimidad. Al principio me rechazó brevemente, pero por mi insistencia, acepto mis besos. Tomé su mano y nos acomodamos para continuar nuestro acercamiento, esta vez con mayor intensidad. Pidiendo que olvidara el momento anterior con Astrid.
Recostados en el sofá y ella se acomodó encima de mí. Nuestros cuerpos se amoldaron el uno al otro. Con un movimiento lento y sensual, comenzó a besar mi cuello; el calor de nuestros cuerpos se fundió en uno solo. Sus ojos, brillantes por la excitación y el alcohol, se clavaron en los míos. El tequila había bajado nuestras inhibiciones, y ahora solo queríamos disfrutar del momento.
Mis dedos trazaron un camino sobre su clavícula hasta el borde de su sostén, despertando un deseo un deseo ardiente en ella. Wendy, se relajo con mis caricias. La exitación subió entre los dos. Desabroché suavemente los primeros botones de su vestido hasta su pecho, dejando al descubierto la delicada curva de sus senos, cubiertos por una fina tela transparente. Un leve suspiro escapó de sus labios al enterrar mi rostro en el cálido valle de sus senos, sintiendo el aroma de su piel. Con mis dedos, deslicé suavemente a un lado la tela de su sostén liberando su busto. Con un movimiento lento y sensual, llevé uno de sus pezones a mi boca y lo succioné suavemente. Mis labios se deslizaron por la curva de su seno izquierdo, luego por el derecho. Mis manos se deslizaron por encima de su vestido, explorando la curva de sus caderas. Ella notó mi creciente excitación y sus manos buscaron mi cinturón, desabrochándolo y abriendo mi pantalón. Sus dedos buscaron mi pene por debajo la tela de mis bóxers, con las yema de sus dedos roza muy suave el glande. Entonces con mis manos bajo su falda, masajeando sus nalgas, deslizó a un lado la tira fina de su tanga, revelando la entrada cálida y húmeda de su vulva. Con un movimiento suave y decidido, introduje un dedo, sintiendo su calor interior. Con mi dedo exploro cada rincón. Sus ojos se abrieron de par en par, y un grito ahogado escapó.
Después del momento en el sofá, Wendy me tomó de la mano con una sonrisa pícara y decidió que pasáramos a su habitación para tener intimidad. Astrid nos siguió con la vista un momento, su expresión una mezcla de curiosidad y desdén, antes de volver a concentrarse en la televisión, como si no le importara lo que estuviéramos haciendo.
La habitación en una luz tenue. Con dedos temblorosos, comencé a desabrochar los botones de su vestido, cada uno un paso más cerca de este momento que anhelaba. Su atuendo se deslizó por su piel, revelando las curvas de su hermoso cuerpo con una piel de porcelana. Ella, con una sonrisa atrevida, correspondió, deslizando mis pantalones por mis piernas. Sentándose en el borde de la cama, me miró a los ojos con una intensidad que me dejó sin aliento. Con una delicadeza infinita, tomó mi pene semi erecto entre sus cálidos labios. Engullendolo por completo, sus labios envolvieron mi miembro como una serpiente, deslizándose arriba hacia abajo con una habilidad llevandome a un mundo de placer desconocido mientras exploraba cada centímetro con su lengua. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, y supe que esta noche sería inolvidable. Mordiendo suavemente la punta, provocándome un gemido incontrolable. Antes de que pudiera reaccionar, ella se apartó y me miró fijamente. Con una sonrisa traviesa…
Se acuesta sobre la cama y abre las piernas, revelando un bello panorama de su monte de Venus. Meto mi rostro entre sus muslos, hundiendo mi nariz en la cálida y húmeda vagina. Inhalo profundamente, embriagándome con el dulce aroma de su intimidad, mientras mis dedos exploran la suave curvatura de sus labios vulvares. Con mi lengua, acaricio su clítoris y juego con él, formando círculos a su alrededor. Un gemido escapa de sus labios. Mientras mis dedos exploran la humedad de su rendija, se que está apunto de llegar al climax. Moviendo mis dedos se adentran mas explorando su interior, y lo mismo que mi lengua intencifica el ritmo en su clítoris. Introduzco un dedo en su ano lubricando. Wendy explota en un fuerte orgasmo lo cual saboreé con gusto.
Sus uñas se clavaron en la sábana, dejando marcas de la intensidad del momento. Sus ojos se cerraron con fuerza, y un susurro ronco escapó de sus labios: «Más”. Con movimientos seguros, recorrí con la punta de mi lengua cada pliegues de los labios de su vulva, hasta llegar a su cavidad, introduciendo mi lengua en su interior y aún con mi dedo en su esfinter anal. Aumenté la profundidad de ambas penetraciones. Hasta que dijo que parara, que no podía con tanto placer. Pidiendo un momento de tranquilidad.
Wendy se pone en cuatro, levantando su trasero con gracia. Me posicioné detrás de ella, separando sus glúteos con una mano mientras acariciaba su espalda con la otra exploré su entrada anal con un dedo, penetrándola lentamente. Con mi falo erecto apuntando hacia su húmeda cueva vaginal. Embestí con fuerza hasta el fondo, variando el ritmo y profundidad de la penetración. Sintiendo que su cuerpo estremecerse bajo mi control, la combinación de sensaciones la llevó hasta al límite del orgasmo. Decidí cambiar mi pene de cavidad, sustituyendo mi dedo por mi miembro penetrándola lentamente hasta enterrar mi verga en su recto. Con cada centímetro que avanzaba, ruega pidiendo que pare pero ignoro sus súplicas me aferró a sus caderas con fuerza acelerado el ritmo de las folladas. Wendy comienza a gozar y pide más y más. aumento las embestidas está vez con más intensidad. 🥳Quedamos tendidos en la cama, la respiración entrecortada. Le ofrecí un tequila, y al beberlo juntos, sentí una conexión más profunda. Nos acomodamos para descansar, nuestros cuerpos rozándose suavemente. Observé cómo sus párpados se cerraban lentamente, y una sonrisa se dibujó en mis labios.Nos quedamos inmóviles por un momento, disfrutando de la calma posterior al clímax. Luego, Wendy se aparta y me mira a los ojos. “Eso fue increíble”, susurra, una sonrisa jugando en sus labios.
Mientras mi amada dormía plácidamente, el agotamiento me llevó a la cocina. Necesitaba una cerveza y un cigarro para recomponerme. Al pasar por la sala, extrañé la presencia de Astrid. Supuse que se había retirado a su habitación. Tomé una cerveza del refrigerador y con mi cigarro me dirigí hacia una pequeña terraza a fumar.
Pero al volver me encontré con una escena inesperada. As estaba en la sala preguntando por su madre: “¿Y mi mamá dónde está?”, preguntó. Le respondí que dormía. Ella se sentó en el sofá y dijo: “Tengo sed. ¿Me invitas una cerveza?”. Dudé un momento y contesté: “¿Qué dirá si tu madre se entera?”. Ella sonrió pícaramente y me aseguró: “Será nuestro pequeño secreto”.
Accedí y fui por la bebida. Se la ofrecí y ella dio un trago, comentando: “Está amarga, pero me gusta su sabor”. Continuó bebiendo y me miró fijamente. Se llevó la botella a su boca, dio otro trago más y dijo: “Tú también bebe”. Tomo mi cerveza y la bebo de un trago toda la botella Astrid me imita haciendo lo mismo. Me miró y sonrió. “¿Tienes más?”, preguntó con una chispa en los ojos. Asentí y fui por otra ronda. Al volver, Astrid me invita a sentarme a su lado en el sofá. Me toma las manos y dice: “Tengo que confesarte algo”: “Desde que te conocí, me gustaste… Y cuando se rozaron nuestros dedos en el auto, sintió un cosquilleo en el estómago”. Entonces toma la cerveza y la bebió de un un solo trago. Mi corazón dio un vuelco. No podía creer lo que acababa de escuchar. Astrid me miraba fijamente, esperando mi respuesta. Astrid me quitó la cerveza de la mano y la colocó sobre la mesa. Tomo mi rostro entre sus manos y mirándome fijamente dice “Bésame” con voz temblorosa. Sin dudarlo, la besé. Al principio, fue un beso tímido, casi infantil. Pero pronto se intensificó, volviéndose más apasionado y lleno de deseo.
Nos fundimos en un beso profundo, explorando cada rincón de la boca del otro. La tomé entre mis brazos y la senté en mis piernas. Susurró: “Me das más cerveza”. Acerqué la botella a sus labios y la ayudé a beber. Después, yo también di un trago y la besé, mezclando el sabor de la cerveza con el suyo. Nos separamos un momento y me dice que tiene algo más que contarme. Al escuchar ruidos en la habitación de su mamá, sintió curiosidad. Entreabrió sigilosamente la puerta y observo, sin perder detalle lo que pasaba entre Wendy y Yo. Astrid, con sus ojos llenos de una intensidad que me sorprendió, dijo: «Quiero hacer eso contigo». Una chispa de diversión iluminó su mirada. “Tú y yo, explorando juntos.» Sus ojos, antes llenos de inocencia, ahora ardían con deseo.
Deslicé mis manos por su espalda, sintiendo la suavidad de su piel bajo la fina tela de su blusa. Mis dedos trazaron un camino desde su cintura hasta la curva de sus caderas. Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir mi toque. Sus piernas se entreabrieron levemente, invitándome a explorar su delicada piel, erizada bajo mi tacto. Ella comenzó a temblar al sentir mis dedos deslizarse por el borde de su diminuto shorts, explorando en el interior el secreto que guardaba bajo la tela. Su respiración se aceleró y cerró los ojos con fuerza. Nuestros ojos se encontraron, los suyos llenos de una incertidumbre. “¿Estás segura?”, susurré. Asintió, su mirada fija en la mía. Tomó un largo trago de mi cerveza, como si quisiera aplacar la sed que nos consumía a ambos. Al terminar, se acercó y nuestros labios se encontraron en un beso lento y exploratorio. Su sabor a cerveza me embriagó. Besé su cuello, siguiendo la curva hasta sus hombros, mientras deslizaba los tirantes de su blusa por sus brazos, quedando expuestos sus montículos perfectos que se ofrecían a mi mirada, como dos promesas de placer. Sus pezones se erizaron bajo mi tacto y su respiración se entrecortó, invitándome a seguir.
Le pedí que se pusiera de pie frente a mí. Sus ojos de color marrón, llenos de deseo, se clavaron en los míos… Incliné la cabeza y tomé uno de sus nacientes senos entre mis manos, pellizcando sus pezones erizados. Metí su pezón derecho en mi boca y lo succioné suavemente, saboreando su dulzura. La sentí estremecerse y un gemido escapó de sus labios. Sus dedos se aferraron a mi cabello, tirando suavemente, invitándome a seguir. Comencé a hacer círculos con la lengua alrededor de su pezón, luego cambié al otro seno. Después de explorar ambos senos, mi palma recorrió su abdomen plano, acariciando suavemente su vientre, hasta llegar a la cintura de sus shorts, mis dedos se detuvieron y con una sonrisa, le pregunté: “¿Esas son las únicas prendas que llevas puestas?” Ella respondió con una carcajada y un guiño.
Cerró los ojos con fuerza, y un suspiro escapó de sus labios comprimidos. Con movimientos suaves, le bajé el shorts hasta las rodillas, revelando la delicadeza de su vagina virgen, aún lampiña y cálida al tacto. Con la yema de los dedos, acaricié su clítoris formando círculos, sintiendo su cuerpo estremecerse bajo mi caricia. Su piel, suave como el terciopelo, respondió a mi toque.
La giré suavemente para dejar sus firmes glúteos a la altura de mi rostro. Me acerco. Sus redondeces, suaves y cálidas, me reciben con una invitación irresistible. Comienzo a besarlos con delicadeza, mordiendo muy suavemente sus mejillas. Astrid adivina mi intención antes incluso de que pueda moverme. Con una sonrisa pícara, separa ligeramente sus nalgas, invitándome a explorar. Sumerjo mi rostro en la cálida hendidura, mi lengua trazando círculos lentos y seguros alrededor de su ano. Con una ternura infinita, introduzco un dedo lubricado, pequeño orificio notando cómo se tensa ligeramente. A medida que avanzo cada centímetro, sus respiraciones se vuelven más profundas y rítmicas. Mi dedo encontró su camino, deslizándose hábil a través de su aterciopelado recto. Con la mano libre, estimulo su clítoris dibujando círculos al rededor de él hasta que alcanza el orgasmo.
Me posicioné detrás de ella. Con un movimiento decidido, liberé mi miembro de la tela del pantalón; su longitud presionando contra su trasero, como una promesa de placer. Al sentir que la cabeza de mi pene presionando en su recto contra ella… se sobresaltó. Sus ojos se agrandaron por la sorpresa… y su respiración se aceleró. Se giró lentamente, encontrando mi mirada fija en la suya. “No estoy preparada aún”, susurró. Su mirada reflejaba un miedo mezclado con curiosidad.
Con los ojos encendidos de deseo, me habla al oído, su voz sensual y tímida. Me confesó: ‘Mientras nos observaba a escondidas, su madre había tomado tu miembro entre sus labios, saboreándolo y engullendo con tanta habilidad y ansiedad incontrolable’. Ahora, ella deseaba aprender y practicar lo que había visto.
Con los ojos encendidos de deseo, me habla al oído. Me confesó: “Deseo probarlo”. La tomo de la mano, la acerco a mí y tomo su rostro entre mis manos. La beso suavemente con un beso prolongado. Al acercarla, la tomo entre mis brazos acariciando su espalda. Suspiró al sentir mi erección presionando contra su vientre. “Está tan caliente y duro…”, murmuró. La invité a sentarse en el sofá. Con el miembro fuera del pantalón, me posicioné frente a ella, dejando mi pene a la altura de su juvenil rostro. Me despojo de mi prenda, dejando al descubierto todo mi falo erecto y palpitante. Sus ojos se agrandaron y su boca se entreabrió. Dijo: “Es enorme. ¿Puedo… puedo tocarte?“ Asintió. Lo toma con una mano, su expresión es una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Se sorprende al sentir la suavidad de mi piel. “No esperaba que fuera tan suave”, dice, con su voz llena de asombro.
Astrid quiere tomar la iniciativa intentando imitar hacer lo que vio ejecutar a su madre en la habitación pero lo hace torpemente. Toma mi pene erecto entre sus manos y comienza con movimientos bruscos. Lo haces con mucha fuerza. “Déjame mostrarte cómo… ¿Qué te parece si yo te guío un poco?”. Astrid me mira fijamente, sus ojos llenos de deseo y confusión retira sus manos de mi pene y dice: “Enséñame” susurra ansiosa.
Tomando su mano, la guié hacia mi miembro y comencé a moverla, mostrándole el ritmo y la presión adecuados. «¿Puedo usar las dos manos?», preguntó. Asentí con la cabeza. Astrid rodeó con ambas manos mi miembro y, con una sonrisa coqueta, comenzó a explorar cada centímetro. Con una mezcla de ternura y picardía, amasó mis testículos mientras, con la otra mano, continuaba masturbando. Quiero que ahora uses tu lengua, As. Sé obediente y comienza a deslizarla por todo mi miembro. Al llegar a mi escroto, exijo que lamas mis bolas y las beses. Luego, quiero que metas uno de mis testículos en tu boca y lo succiones lentamente, alternando con el otro.
Obediente, Astrid realiza todas las instrucciones. Posteriormente, la invito a que abra lo más grande que pueda su boca y meta ambas bolas. Siento cómo sus labios cálidos se cierran alrededor de mi escroto; su lengua explora cada centímetro, succionando a la vez. Retira su boca para preguntar: “¿Lo estoy haciendo bien?”. Respondo que sí, «Dime, ¿qué más quieres que haga?». “Abre tu boca.» Astrid sonríe y, sin dudarlo, abre la de par en par. Te invita a que la guíes. Deslizo mi miembro dentro de ella y siento cómo su lengua caliente y húmeda se envuelve alrededor de mi glande. Con movimientos lentos y precisos, comienza a succionar.
As sigue todas las instrucciones como buena alumna. Le digo: “Muy bien, ahora quiero que vayas más rápido”. Ella obedece sin dudar, aumentando la velocidad y la intensidad del ritmo. Me encanta tenerla bajo mi control.
Acariciando suavemente su mejilla. Sus ojos, brillantes de deseo, y sus labios se curvan en una sonrisa cansada. “Eres increíble”, le digo, mi voz suave. “Aprendes rápido”. Me mira a los ojos, y en ellos veo una mezcla de excitación y cansancio. “Quiero continuar”, dice, su voz apenas un susurro. “Pero necesito un momento”.
Con mi mano en su barbilla apunto nuevamente mi pene a su boca. Ya no es necesario indicar que que debe hacer, sólo engulle. Le digo que ella no se mueva por yo lo haré y que voy empujar más adentro. Asiente con la cabeza. Con un movimiento lento, la penetro profundamente, adentrando toda la longitud de mi falo hasta tocar con la cabeza su garganta.
La tomo del cabello y comienzo a embestir su garganta cada vez más rápido mientras sus labios se aferran a mi pene succionando con fuerza. Astrid se aparta un poco para tomar un poco de aire. “Más rápido”, suplica. Aceleró el ritmo. Con los ojos llenos de lujuria, le pregunto si está lista para recibir mi leche. Empujo mi miembro hasta el fondo de su boca, liberando una gran cantidad de esperma que la inunda. Astrid traga con dificultad, saboreando el líquido seminal. Con la punta de la lengua recoge las últimas gotas de la eyaculación que resbalan de sus labios, me invita a sentarme. Se acomoda en mis piernas y, sus ojos chispeando con diversión, y con un beso juguetón me dice: “Me encantó. ¿Qué tal si repetimos?” Y antes de que pueda responder, me atrae hacia ella en otro beso apasionado.
Abrazados durante un momento, le digo: “¿Te apetece una cerveza para relajarnos?”. Asintió con una sonrisa, y juntos desnudos nos dirigimos a la cocina. Tomo un par de cervezas y los cigarros, y nos dirigimos a la terraza donde hay un pequeño sillón y una mesa. Destapó las cervezas, prendí mi cigarro y me senté en el sillón. Astrid se sentó en mis piernas, bebemos cerveza. Astrid me dice: “Enséñame a fumar, ¿sí? Pero no le digas a tu mamá”. Yo le respondo: “Bueno, si quieres aprender, te enseñaré. Pero recuerda, esto es solo entre nosotros”. Astrid, con una sonrisa pícara, toma el cigarrillo; yo le muestro cómo inhalar. Mientras fuma, se acerca a mi oído y susurra: “Me encanta tener secretos contigo”. Terminamos nuestras cervezas y el cigarro. Nos damos un beso y le digo: “Vamos a nuestras habitaciones antes de que despierte tu mamá y nos encuentre aquí”. Nos levantamos; mi pequeña amada camina delante de mí. Observo su linda figura aún infantil. Le digo que no olvide su ropa. La sigo hasta su habitación y la abrazo una última vez. “Buenas noches, mi amor”, me da un último beso. Ella sonríe; salgo de su habitación y me dirijo a la habitación de Wendy.
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