Lo que me faltaba…
Esta es otro relato nostálgico, al menos para mí. Es la aventura que tuve con el hermano de mi amante a mis 34 años. El título se debe a algo chusco, pero también cuando tuve noticia de que mi cuñada deseaba a su hermano, mi esposo..
Eduardo, mi amante, me presentó a Jorge, su hermano menor, de la edad de mi esposo: hermano fotógrafo, de buen porte, gran personalidad y más cualidades.
–Te presento a Jorge, mi hermano menor, ten cuidado, porque es un ladrón de corazones –señaló en tono jocoso.
–Mucho gusto –dijo Jorge mostrando una seductora sonrisa, miró mi escote y se agachó para besarme la mano, seguramente para ver el lunar de mi teta más de cerca–. No le haga caso, yo soy muy educado, nunca arrebato ni tomo prenda sin consentimiento, aunque esté deliciosa –me sonrió al reestablecer su verticalidad, pero su vista volvió a mi pecho al pronunciar la palabra “deliciosa”.
–Cierto, no es abusivo, pero no sabe decir “no”, trátese de quien se trate –insistió Eduardo, entre molesto y sonriente.
Pasamos un rato alegre los tres, departiendo en una cafetería. Me enteré de su trayectoria artística y de su trabajo en el Instituto de Antropología y otras relaciones con personalidades de la intelectualidad cultural.
–Ya me contaste del tipo de fotografías que haces para tu trabajo y de las que te gustaría exponer. ¿Haces también fotografías de desnudos? –pregunté, y de golpe su rostro se puso serio, también el de Eduardo.
–A veces, pero eso no forma parte del arte que me interesa exponer, esas fotos son parte de mí vida personal –dijo, viendo de reojo a su hermano.
–¿Las podré ver? –pregunté interesada genuinamente.
–No. Perdona la negativa, pero como ya te dije, son personales –contestó con cierta molestia y comenzó a despedirse.
Al poco tiempo, le hablé a los padres de Eduardo, a quienes ya conocía yo y ellos sabían de nuestra relación, preguntando por Jorge. Aunque ellos nunca opinaron sobre su desaprobación, que la tenían, pero sabían que ya me estaba separando de Saúl, mi marido. Lo que era cierto cuando los conocí, pero ignoraban que hacía tiempo que ya había regresado yo con mi esposo. (Esos enredos están contados en “La ninfomanía puede acabar en infidelidad”, publicados aquí.) Yo ya sabía que Jorge no vivía con ellos, pero hablé para pedirles el teléfono de su hijo, el cual me dieron. Sí, Jorge me movió el piso y activó mis hormonas para quedar en mi mira.
Platiqué telefónicamente varias veces con el hermano de Eduardo. Obviamente caíamos en comentarios calientes donde soltaba algún suspiro y yo preguntaba a qué se debía y él contestaba “Me acordé de ti”. “Pero si estamos hablando en presente, ¿qué cosa puede traerte recuerdo?”. “Son dos hermosuras tuyas, una con un lunar”, decía volviendo a suspirar y yo reía como toda respuesta, pero me regresaba a comentar sobre lo que veía en las fotografías que ocasionalmente publicaba algún suplemento cultural de un diario nacional o alguna revista y lo instaba a que me dejara ver su obra. Por fin, un día cedió.
–Mañana en la mañana tengo libre un tiempo, si vienes a mi casa te mostraré algunas –sugirió.
–Mhh, déjame ver si puedo arreglar quién recoja a mis hijos de la escuela, te hablo al rato para decirte qué pasó –respondí
Aunque ese tipo de asuntos ya los había solucionado con mi hermana otras ocasiones, requería saber si ella estaba disponible. A mi hermana Paca le conté que iría a ver a una amiga que me necesitaba. Ella vio en mis ojos la mentira, pero lo único que me pidió fue que regresara antes de que Saúl llegara a comer. “Sí, claro”, contesté y llamé a Jorge.
–Hola. Te cuento que sí podré ir. Estaré ahí como a las ocho y media, después de dejar a mis hijos –le expliqué.
–¡Perfecto! Te esperaré –dijo antes de despedirse para concluir la llamada.
Mi hermana ya había salido a sus tareas y mi esposo también, aunque con frecuencia él trabajaba en su estudio. La sirvienta no tardaría en llegar. No tenía idea si podría haber pronto otra oportunidad de verme con Jorge, así que, mientras mis hijos tomaban el desayuno, preparé mi vestuario, ocultando con un chal el amplio escote que dejaba ver el lunar que tanto comentaba que le gustaba.
Dejé a mis hijos en la escuela y tomé un taxi Para llegar a la casa de Jorge. Sentía cierta emoción de tener la oportunidad para tirarme a Jorge, era el único signo del zodiaco que me faltaba. Toda la Vía Láctea ya había pasado entre mis piernas, y también ya había saboreado el producto lácteo de ellos, no en balde llevaba cinco años en que me había vuelto semenólica. Eduardo fue mi primer trago, ni siquiera Saúl, mi marido, ni Roberto, mi primer amante, fue él quien mamándome la pepa me doblegó, a fuerza de orgasmos seguidos, a colocarme en posición de 69 para hacer lo mismo. Al llenarme la boca de semen y saborear su ligero sabor, sin soltar su ápice, tragué y quise sacarle toda el alma por allí. Pero mejor regreso a mi relato, pues fácilmente me voy con el recuerdo…
–¡Hola, buenos días! –fue lo primero que dije, al tiempo que me quitaba de encima el chal.
–¡Oh, sí que empieza bello el día! –contestó volcando la mirada en la parte descubierta de mi escote –Por favor, pasa, no te vayas a enfriar… –dijo dejándome el paso libre ¡Qué bella te ves! –insistió, al darme un beso en la mejilla y rozar ligeramente mi pecho en la salutación.
Me quedé de pie para que admirara de cerca lo que le embobó desde que nos conocimos. “Éste ya cayó en la buchaca con todo y bolas”, me dije satisfecha.
–Pasa a mi cuarto de trabajo, ahí tengo mis fotos –solicitó abriendo una puerta de un cuarto relativamente sombrío, aun teniendo una ventana pequeña y las cortinas abiertas.
Al mirar que allí se encontraban mesas con bandejas, cuerdas como tendederos y diversos aparatos que yo no conocía pregunté si ése era el “cuarto obscuro”, pues era amplio y yo los imaginaba pequeños. “Sí”, contestó mostrándome cómo se obscurecía por completo al correr una placa metálica en la ventana, además de cerrar las pesadas cortinas negras con forro de plástico metalizado. ¡Quedamos completamente a obscuras!
–¡Ay, nanita! ¡No veo nada! ¿Dónde estás? –dije extendiendo mi mano hacia donde estaba su voz.
–Aquí –contestó prendiendo una luz roja muy tenue, la cual apagó después de prender la luz normal, abrir la cortina y correr la placa metálica otra vez.
De unos sobres amarillos, extrajo unas fotografías que colocó sobre un restirador para mostrármelas. Me encantó la explicación que me daba sobre la manera de elegir el momento y la iluminación. ¡Una obra de un artista!
Durante la explicación nos acercábamos cada vez más, juntando nuestros respectivos bancos, y él no dejaba de ver mi pecho, pero no se animaba a más, a pesar de la notoria protuberancia que se le advertía en el pantalón; y recordé que Eduardo se refirió a él señalando que “no es abusivo, pero no sabe decir ‘no’, trátese de quien se trate”, así que yo tuve que incitarlo de manera directa.
–¿Te atrae mucho mi lunar? –le pregunté en el preciso momento que él estaba admirándome y volteó a mirarme a los ojos con una sonrisa coqueta para contestarme afirmativamente con la cabeza–. ¡Pues no te detengas! Dije poniéndome de pie, dejando mi pecho a la altura de su cara, además de acercarle la cabeza con mi mano.
Jorge besó mi lunar y yo me saqué la teta para que él me mamara a gusto… ¡Parecíamos pulpos! Tomando con nuestras manos lo más apetecible del otro. Nos desnudamos mutuamente e hicimos el amor de pie, pero luego, ya desnudos, nos acostamos en un sofá-cama que había en el cuarto para hacer un sabroso 69. Hubo muchas caricias y otro coito en las cuatro horas que pasé en su casa, la mitad del tiempo disfrutándonos. Me vestí para retirarme, a pesar de sus súplicas de que continuáramos.
–Le prometí a mi hermana que llegaría a tiempo, antes que llegara mi esposo –dije como toda explicación–. Pero me faltaron ver más fotos, ¿podré verlas en dos semanas más? –pregunté sinceramente, aunque yo había ido a revolcarme.
–Ven cuando quieras, sólo que debemos ponernos de acuerdo antes –me precisó.
Hubo más veces, todas en su casa. Probamos muchas posiciones, su pene era casi idéntico al de Eduardo, también su fisonomía, pero tenía una ternura y delicadeza que, salvo en Saúl, ninguno de los hombres que habían tenido sexo conmigo poseía. ¿Sería por su vena artística? Una de las ocasiones, me atreví preguntarle sobre su hermano y lo que hacíamos.
–Si Eduardo llega a saber de esto, ¿crees que se moleste porque te seduje? –le pregunté para saber a qué me exponía.
–Espero que no, ya pasó antes algo similar con Denise, una novia que tuvo antes. Ella era muy ardiente y, al parecer, no amaba tanto a Eduardo ya que ella tenía fijación por su hermano –Dijo sin mayor empacho y con su verga dentro de mí.
En ese momento “me cayó el veinte”. ¡Se trataba de Denise, la hermana de Saúl! Ella fue novia de Eduardo cuando di a luz a mi primer hijo, ya habían pasado unos ocho años, pero al parecer, Jorge no sabía que ella era mi cuñada ya que ella conoció en otro ámbito a Eduardo, posiblemente también a Jorge.
–¿¡Ella cogía con su hermano!? –pregunté asombrada.
–No. Ella sí quería, pero su hermano siempre le daba la vuelta, si acaso le aceptaba unos cariños poco más allá de lo normal. Y a la fecha está igual, pero mantiene su fijación –concluyó para darle más velocidad al movimiento que hacíamos.
En otra oportunidad, cuando nos habíamos echado el primer palo y yo descansaba en una hamaca, Jorge con el falo colgándole desguanzado me miraba dulcemente y me dijo entusiasmado:
–¡Estás para una foto!
–Tómamela, si quieres, pero no la expongas nunca –contesté desde el letargo en el que disfrutaba el descanso al que me forzaba el coito con múltiples orgasmos que yo había tenido.
Él fue por su cámara y tomó varias fotos. Me senté y los “clic” siguieron, luego me levanté para servirme un trago y hubo más fotos, las cuales no me las mostró, ni yo lo pedí por olvido. Además de que pronto terminé con Jorge para evitarle un disgusto a su hermano.
Hasta muchos años después recordé las fotos cuando hurgué accidentalmente en unos archivos de mi marido. Donde encontré fotos de varias conocidas, entre ellas la de mi sirvienta de entonces (¡Grr…!) Pero me quedé asombrada al ver las mías, pues yo ignoraba que esas fotografías de desnudos que me había tomado Jorge las conociera Saúl, mi esposo. Es más, yo misma no las conocía ni me interesó verlas en su momento. ¿Cómo las habría obtenido mi esposo? “¡Salí muy bien!” Me dije al mirarlas con detenimiento. Se mostraba magistralmente la juventud que tenía entonces. Ahora, que Jorge ha muerto de cáncer recuerdo con amargura el chiste que hice después de mi primera cita con él: “Por fin me dio cáncer”, le dije a una de mis amigas. “¿Cómo? Además, lo dices tan alegre…”, preguntó abriendo los ojos como plato. “¡Ja, ja, ja! Sí, primero me dio piscis, luego géminis, y así todos los demás, hasta ayer completé el zodiaco, el único que me faltaba, el cáncer, y me dio una rica revolcada, ¡ja, ja, ja…!
Para quienes lo deseen saber, cuando le reclamé a Saúl sobre las fotos de él con las mujeres que aparecían en el CD. Saúl sólo mencionó que, mientras yo iba al hotel, a coger con otros, a él lo atendían muy bien sus amiguitas y le gustaba recordarlas. “¡Pero esas fotos mías no mas tomaste tú!”, expuse con gritos. “¿Quién fue?”, preguntó. “Fue Jorge, el hermano de Eduardo”, contesté bajando la vista, pensando en que fue Denise quien se las dio y eso respondería. “Por lo que veo, Eduardo y Jorge se cogen a las mismas, las comparten”, en alusión, seguramente a su hermana.
Tiempo después, cuando murió Jorge, hace casi cinco años, Saúl me extendió el diario donde se daba la noticia. “Descanse en paz el artista”, dijo con seriedad. Leí el artículo, muy elogioso, y me atreví a preguntarle “¿Fue Denise quien te dio las fotos mías?”, esperando que respondiera afirmativamente. “¡No, ella no necesitaría darme pruebas de tus acciones! Fue una chica que decía conocer a la nieta de Trotsky y a otros descendientes del poeta Villaurrutia y casualmente tuvo la obra de Jorge en sus manos, cuando éste se traslado a la ciudad donde moriría 34 años después. Te reconoció, me mandó una foto y me preguntó si quería conocer las demás. Le contesté que sí y… me las dio”, contestó. Ya se imaginarán el pago que ella pidió… ¡Saúl es muy puto!
¡Qué pequeño es el mundo! Es tan pequeño que Saúl y Eduardo se han cogido a las mismas, al menos a dos… Pregúntale a Paca o a Chavela, quizá son más de dos.
No creí que a ti te interesaba la astrología, al grado de buscar tirarte a uno de cada signo. Obviamente has repetido los 12. ¿Cuál es tu signo del Zodiaco? (Mi signo es de multiplicar, pero si hay problemas, me pongo condón.)
¿Sí sabía Saúl que Jorge se cogió a su hermana? ¿También Jorge le sacó fotos a ella? ¿También las tendrá Saúl?
No conocí el lunar, sólo la cicatriz de la teta izquierda que se veía en la foto que subiste a la portada en CuentoRelatos; pienso en cómo se vería ese lunar, ¡claro que se antojaría al verlo!
Corrección: Jorge, Saúl y Eduardo.
No sólo coleccioné signos zodiacales, también de otras características: medidas, color de pelo piel y ojos, nacionalidades, etc.
Eduardo sí supo por boca de ella, lo de Jorge, y también lo de las fotos, aunque no sé si las conoció. Saúl siempre supo muchas cosas de su hermana. Supongo que también lo de mis fotos y las de ella. Ignoro si también consiguió las de Denise.
Efectivamente, la cicatriz corresponde al lugar del lunar que me extirparon por razones profilácticas, creo haberlo comentado antes. Saúl fue el primero que lo besó y acarició, aunque no el único, recuerda «La tropa loca».
Pues yo no me imagino cómo sabría esa persona que se trataba de tus fotos y que ella conociera a Saúl. Era obvio que debió conocer a Jorge, al estar en posesión de su obra en algún momento, quizá también a ti, a través de Jorge, pero ¿a Saúl? Si así fuera, seguramente también le dio las fotos de su hermana.
A todo esto, yo nunca les pregunto el signo del zodiaco a las que me buscan para el prau-prau, y veo que tú sí, ¡Ja, ja, ja…!
Eso es otra historia. Saúl le dio clases particulares en la casa a dos chicas que sólo adeudaban «Estadística» para concluir sus estudios en el INAH. Esta chica se enamoró de Saúl, él no le hizo caso pues todo lo tomó a broma. Ejemplo, ella se acostaba en el sofá-cama y levantaba las piernas dejando ver todo el pelambre. Afortunadamente, la compañera la regañaba para que Saúl no las mandara a volar ya que le estaba haciendo un favor a un amigo, esposo de la segunda alumna.
No sé si ella conocía a Denise y, además, la relacionara con Saúl. En todo caso, Saúl sabía la existencia de mis fotos y las de Denise, quizá también se las pudió.
Ya no lo hago, esa colección la concluí.
¡Ja, ja, ja! Sigues haciendo corajes porque tu marido se cogió a tu sirvienta. Seguramente ella tenía tanto de lo que tú y yo usamos para pescar chicos, y algo más…
No, las bubis eran normales. pero, ¿has visto las fotos de Mar? Pues de cuerpo se parecen mucho (y también en lo p…s), es decir, tienen buena nalga y bonitas piernas. Así que, con la falda adecuada… ¡Levantan lo que quieren tener adentro!
¡Por eso eres mi ídola! A quien le echas el ojo para tirártelo, termina entre tus piernas. Parece que así era la hermana de Saúl… ¿Así será Saúl?
Infiero que, cuando dice Jorge » Y a la fecha está igual», refiriéndose a Denise, quiere decir que él también seguía cogiéndosela 8 años después. ¿También lo hacía Eduardo? ¿Tu amante supo que te tiraste a su hermano? Porque, deduzco, él sí supo que Jorge se acostó con Denise, quizá de ahí la seriedad del trato entre ellos cuando introdujiste la pregunta de las fotos de desnudos (a ella también la fotografió y lo supo tu amante).
¡Ja, ja, ja! Antes sí era así, hoy no tengo con qué, sólo tetas, pero colgantes.
No, Saúl no es así, más bien, él elige entre las muchas que se ofrecen.
Inferencia correcta.
No sé si Eduardo supo lo mío con Jorge en su momento. Ya no tiene caso contárselo.
Eduardo sí supo, por boca de Denise, lo de Jorge, y también lo de las fotos, aunque no sé si las conoció.
Yo sólo llevo 5 y no sé las fechas de cumpleaños de todos, y a lo mejor hasta hay signos zodiacales repetidos, ¡Va para largo completar el zodiaco!, cosa que tú hiciste a los 34 años. ¿Cuántos signos, de personas distintas repetiste antes de completar la colección?
Mi colección de videos de venidas en mi honor es muy amplia, hasta incluye dos sin descapullar, seis con bisturí en el prepucio y como 20 con rico pellejo, pero no sé si allí ya completé todas las constelaciones zodiacales.
Repetí varios hasta tres veces, la mitad dos y los restantes sin repetir.
No lo sabes porque no estás coleccionando el zodiaco. El dato te era irrelevante.