Más preguntas y una parte de mi historia
Es frecuente que los lectores, aún más quienes me siguen y los considero amigos, me pregunten sobre el gusto de muchos cornudos al saborear la lefa de otros en su mujer. Hice el presente relato, para contarlo..
No hay una historia, pero son momentos reales. Lo que me importa, más que responder el porqué de las razones de los cornudos, es exponer la calentura que facilita a los cornudos beber el atole formado con las excreciones de semen y flujo causados por los orgasmos en la preparación de esta bebida suculenta y apreciada. Sabor que gusta no sólo a los hombres, sino también a las mujeres al tomar la venida de su hombre en la vagina de otra señora. Al menos a mí me gustó hacerlo en un intercambio, y a otras amigas también.
Hace poco, me decía un amigo lector por correo que, a raíz de un relato que yo había escrito (¿Te gusta el colágeno?), y de los comentarios que habían colocado, él lo probó en la primera oportunidad que tuvo y coincidía conmigo en que sí queda un saborcillo a semen, además de una consistencia pegajosa que lo acerca más al esperma. También le pareció acertado el comentario de Saúl, mi marido, que era ese sabor del semen solo (sin probarlo de la vagina), similar al del “beso blanco”, pero el amigo precisa al añadir que es después que el semen se ha diluido en la boca de la dama cuando han pasado algunos minutos. Sin embargo, continuó tomándolo durante varios meses porque le gustaba el sabor de sus parejas después de hacer el amor, ya sea con él o con otro; y al tomarlo recordaba esos momentos calientes con la esposa, la novia o la amante. Al parecer hay gustos y estilos para todos. Pero un día le tocó hacer un trío con su mujer y un amigo de ella, y ésta lo comenzó a calentar al grado que lo obligó a mamarle el pene al amigo, quien ya estaba “lagrimeando” con presemen al ver el tratamiento que ella le daba para calentarlo. Al darle la primera chupada al amigo, se dio cuenta que no es el sabor del semen, sino el del presemen el que más se acerca al colágeno; y sí, ya lo verifiqué. Bueno, ya hay alguien más a quien “le gusta el colágeno”.
En una ocasión tres amigas platicábamos tomando vino y fumando unos porros. Una de ellas me recriminó que engañara a mi marido siendo él tan bueno y cumplidor.
–¿Te consta que es cumplidor en todo? –le pregunté.
–Yo me refiero a atender a los niños y darte el gasto y más dinero. No sé en la cama, pero, si llego a tener la oportunidad, te juro que veré si es así o no. Claro que, si no cumple, le daré otras dos oportunidades; pero si cumple a la primera, habrá que seguir ratificándolo –contestó la muy puta.
–¡Ja, ja, ja! ¡Con ese rorro, yo también le entro a comprobar esa prueba cumplidora! Estoy segura que tendré paciencia hasta quedar convencida, aunque me cuesten embarazos –exclamó la otra, pasándose una mano por los vellos de la vagina para sobarla.
Me dio risa escucharla, y, al terminar mi risa, lloré casi de inmediato; en parte por efecto de la yerba, pero también porque la misma recriminación y advertencia (“Si sigues de puta lo vas a perder y te juro que yo me apuntaré para consolarlo”) me lo han dicho otras amigas y hasta primas, incluso, sospecho que algunas, que se las dan de santas, rectas y puras, lo han cumplido.
–Cuando nos lo tiremos, le chupas la verga, en contraste a lo que tú haces al darle atole –y lloré más.
–Varias veces que Saúl llegaba de coger con otra, yo se la mamé y no me gustaba el sabor. Pero cuando hice un intercambio de parejas, les chupé el falo a Saúl y a Eduardo, mi amante, después que se habían cogido a Adriana, la esposa de Eduardo; y en los dos casos y no sentí asco, creo que porque yo estaba caliente.
De verdad, no soy mala, al contrario, doy y recibo mucho amor. Sí, reconozco que hago diabluras y, como en los diablos hay cuernos, esos son para mi marido. Y, ni modo, quizá para mí también…
Seguramente, así como yo le he dado atole preparado con leche de burro cogelón, seguramente he recibido simbiontes de otras cuando Saúl o me coge sin haberse aseado el pene después de usarlo con alguna de sus admiradoras; supongo que me ha pasado lo mismo con mis machos después que ellos se hayan cogido a su pareja.
En la ocasión que celebré mi cumpleaños acompañada de mis dos machos favoritos, Saúl, mi esposo y Eduardo, mi amante más antiguo (bueno, el primero que tuve, Roberto, murió durante la pandemia). Hubo un momento que ejemplifica el gusto de los hombres por paladear el semen de otro, sea en un beso o en una mamada de vagina.
Eduardo yacía en la cama. Me puse de pie e invité a Saúl que me metiera el pene y me agaché para chuparle a Eduardo el suyo; Saúl se levantó, me besó las nalgas, lamió mi culo, metió la nariz en mi raja. El olor y el sabor de mi pepa lo obligaron a enderezarse para tomarme de las caderas y ensartarme hasta los huevos de un solo envión. Yo no dejé de mamarle la verga a mi amante, acariciando el tronco de arriba abajo con una mano y con la otra jalaba hacia abajo la bolsa de los testículos, los cuales también le lamía, entre los cariños a mi pareja de tantos años. Saúl se movía sin control, hasta que dio un grito celebrando su venida. Eduardo también gritó porque le pasaba lo mismo. Mis contracciones apretaron el miembro de mi esposo para exprimirle todo el amor que me tenía, pero también exprimí el tronco de Eduardo. Saúl se separó satisfecho y, aún con los ojos cerrados disfrutando el placer del orgasmo, le di un abrazo y un beso blanco, el cual, con mi lengua navegando en su boca, sintió delicioso al degustar el sabor de la ordeña que le hice a mi amante con la mamada.
Volvimos a acostarnos y descansamos; yo les acariciaba las piernas. Eduardo se incorporó, me abrió las piernas, se las puso en los hombros y se apostó a chuparme la vagina saboreando la venida que Saúl me acababa de surtir. Saúl me mamó y acarició las tetas, ambas chupadas me provocaron más orgasmos que me delataban en mis gemidos y en la manera en que con mis manos revolvían el pelo de las cabezas de los machos que me atendían.
No sé en qué momento mi esposo le tomó el gusto al atole que yo hacía con mis otras parejas. Seguramente se dio cuenta desde la primera vez que me chupó así, pero no sé si en ese momento le gustó.
Aunque reñía conmigo por mis infidelidades, era obvio que se calentaba más al sentirse cornudo. Además, sabía que a mi amante le gustaba darme “un beso” de despedida antes de bajar de su combi.
Una ocasión, cuando llegué a la casa, me sorprendí al verlo, ya que cuando prendí la luz de la sala, lo vi. Se hincó para bajarme la tanga: vio que estaba con muchos escurrimientos secos en las piernas; la tanga olía a semen y estaba tiesa en muchas partes dejando ver que la había usado para limpiar más de una vez al semental que tenía de pareja en ese momento; los vellos de mis verijas estaban todos pegados por los varios escurrimientos. En ese momento, salió de mis labios escocidos un hilillo brillante, comenzó a escurrirme lo que me dejaron en la despedida. Si en la despedida no me vine por la prontitud con la que me tomó mi macho, esta vez comencé a gemir y destilar jugo, revuelto con lefa, porque estaba en el éxtasis de mis orgasmos. Saúl bebía casi a tragos, como un sediento y le decía “¡Me gusta chuparte muy cogida, mi Nena!”.
Me cargó y me llevó a la recámara, me sentía al punto de perder la conciencia, imagina añadir a éstos los muchos orgasmos que me había sacado ya mi garañón. Me desnudó sin que mis músculos reaccionaran por tanto placer recibido. Saúl se encueró también y se puso a besarme todo el cuerpo. Cuando pude abrir los ojos, al verlo tan feliz cuando pasaba la lengua por mi raja, le pregunté “¿Te gustó chuparme? A mi pareja también le gusta hacerlo después de que hago el amor con otro” y volví a cerrar los ojos pues se puso a meter la lengua lo más profundo que él podía.
No fueron pocas las veces que hice el amor en mi casa con otro, creyendo que mi marido no estaba, supongo algunas de ellas yo lo hacía cayendo en una trampa que Saúl me ponía para satisfacer sus hábitos de voyerista pues nos veía oculto y eyaculaba al unísono de mi pareja. Si soltaba algún estertor junto al disparo de su lefa, no lo escuchábamos porque nosotros estábamos en el cielo del placer. Luego, cuando ya estábamos satisfechos, le urgía a mi amante que se retirara para evitar que nos sorprendieran y éste se iba.
¿Y qué creen?: apenas el amante ya se había retirado, Saúl salía de su escondite y me poseía. Fueron varias las veces en que me cogió y descargó en mí el semen que aún le quedaba de su masturbación al estar de voyeur. Al terminar hacíamos el 69 y me sacaba muchos orgasmos con su lengua: ríos de mi flujo que arrastraban su semen y el de mi amante hacia su paladar…
Quizá a mí también me gustaba sentir esa angustia de ser descubierta por mi marido y que me cogiera. Una noche que se fue la luz, el jardín que está frente a la casa estaba oscuro y cuando mi amante me dejó en la casa, se le hizo romántico que nos diéramos un último “beso” entre los arbustos, como si no hubiésemos hecho el amor ya. Cuando estábamos en el mero “riqui-ran”, llegó la luz, pero se volvió a ir. Nosotros seguimos en lo nuestro, pues pensábamos que nos ocultaban los matorrales. Pero mi marido nos había escuchado llegar y vio la maniobra de irnos al parque. Así que sigilosamente salió de casa y estuvo muy atento a la acción, aunque no se masturbó. Pero mientras nos acomodábamos la ropa, una vez que acabamos, con el mismo sigilo regresó a casa.
Al entrar, regresó la luz y nos vimos frente a frente. Y hacía lo mismo de otras veces: Me levantó la falda, yo traía la pantaleta mojadísima y las piernas aun chorreando. “Te cogieron mucho”, me dijo al bajarme los calzones viéndome los pelos de la vagina muy húmedos y, como el olor de mi sexo recién usado era intenso, se puso calentísimo e inmediatamente se puso a chuparme la panocha mientras me amasaba las chiches. Lo tomé de la cabeza pegando su rostro más a mis breñas húmedas y me vine a chorros, como si no me hubiesen hecho el amor unos minutos antes. Nos desnudamos y nos pusimos a coger como desaforados. “¡Puta!”, me gritaba él. “Te amo mucho, mi cornudo”, le replicaba yo amorosamente. Sí, a él le fascinaba chuparme la vagina cuando estaba recién cogida y me hacía venir a chorros con la lengua, pero luego me penetraba y volvía yo a tener muchos orgasmos hasta perder el conocimiento. Ahora que lo veo en retrospectiva, quizá esa era la manera de castigarme… ¡A puros palos!
¡Qué escenas tan calientes! Me gustaría que mi marido me chupara así, toda cogida, y después me castigara dándome muchos palos, hasta vaciarse completamente.
Quien sabe si logres eso de tu marido, pero al menos ya lo tienes con algunos de tus amantes.
Pues a todos los que me tratan a palos, y me dan bien muchos, les gusta la lefa en mi panocha. Así son los putos, y eso es muy rico.
¡Verdad que sí?
Cuando llego a casa, después de coger con otro, u otros, mi marido me espera para saborear el amor que me surtieron, y su verga está bien parada, para darme dos o tres palos. Seguramente me daría más, pero se la jala desde que le mando las fotos donde hago una cubana o me va penetrando el garrote del sancho. ¡Le fascina el atole!
A todos les gusta el atole y lo gozan. Son tan putos como nosotras.
¡Qué deliciosa ha sido tu vida de puta! Nada tiene desperdicio, lo gozas durante y después…
Sí. A la vida hay que agradecerle tantas alegrías. Como diría Violeta Parra: «Gracias a la vida».
Tengo un amigo con los mismos gustos culinarios que Saúl, pero él ya no vive con su esposa, aunque sí se la coge frecuentemente…
¡Además de Cornelio? Platícanos…
Yo tengo una teoría, y después de leer algunas historias de consentidores y platicando con una hotwife, llegue a la conclusión qué esos «hombres no son hombres.
Es decir, en realidad son más mariconera qué hombres, por eso es que se tratan el semen de otros hombres y les gusta.
Eso quiere decir que esas mujeres, no están casadas con un hombre, sino con un marica.
Claeo qué al final cada que hace y vive como mejor le parezca.
Mientras no lastimes a nadie…
Quizá sean «maricones», pero cuando se les pone el pene tan parado, y lo usan con ardor, ¡te juro que son muy hombres!
Te amo
Un hombre jamás tragaria semen de otro hombre.
Es más hay veces en que el cornudo, le hace sexo oral al amante mientras esta con su mujer, pareja, esposa, novia.
Asi que un cornudo no es heterosexualidad, o es bisexual o más bien es un marica de closet.
Y si de le pone duro, quizás no sea por su pareja, sino por que sabe que ella estuvo con un hombre y tenga envidia de que ella si estuvo con un hombre y el no.
Pero como digo, cada quien vive como le parezca mejor.