Mis andanzas, ya regulares, en la infidelidad
Yo estaba cercana a los treinta años y fue un poco después cuando utilicé el feminismo para justificar mi ninfomanía como si se tratara de una lucha por la elección de la libertad sexual..
Aunque tuve mi primer amante formal al segundo año de casada, y éste, Roberto, insistía en que me divorciara de Saúl, mi esposo, yo no veía por qué dejar a mi marido, así estaba muy bien, salvo mis sentimientos de culpa. Mi esposo me sugirió que platicáramos con un psicólogo, pero me negué rotundamente afirmando “yo no estoy loca”. Él se dio cuenta de mi imposibilidad para decidirme por uno de ellos y me propuso que nos fuésemos lejos de todos y viviésemos juntos los cinco: Él, Roberto, mis dos hijos (eran uno de cada uno) y yo. En mi negativa a su propuesta, con mucha molestia le dije “Estás loco”. Obviamente había algo más de fondo en esa respuesta y no era solamente mi indecisión, y era el peso de “lo que debe ser correcto”, pero yo seguí teniendo más relaciones subrepticias, aunque no puedo afirmar que en estos otros casos los considerara amantes. A pesar que la mayoría de los coitos y seducciones fueron satisfactorios, es verdad que durante mucho tiempo viví con esas culpas que me hacían sentir impura y en una soledad infinita, a generar rabia contra todo, excepto contra la felicidad de hacer el amor.
Cuando tuve a mi segundo amante formal, Eduardo, sin dejar al primero, pero ambos amantes lo ignoraban, mi marido insistió en acudir con un psicólogo. En ese momento, mis lecturas sobre el feminismo me hacían sentir que en cada fornicación placentera rompía con la estructura patriarcal que me impusieron; sin importarte que en mis amantes sembrara sueños de tener una vida a mi lado, mucho menos me detenía en respetar el sentimiento de los otros, pues no quería ser dueña de sus ilusiones o imponerles las mías.
Así, en cada amor nuevo, todo era perfecto si ambos disfrutábamos el banquete y el vino de la noche, del ocaso o del amanecer con los trinos que acompañen su coro con nuestros gemidos que en cada movimiento sembraban en mi vagina ardientemente la mente y el corazón que yo aprovechaba a exprimir gratamente. Por lo tanto, decidí dejar de esconder a mis amantes y portarme con más libertad ante nuevos prospectos de placer.
Ante los hombres con quienes yo hacía el amor, mi marido quedaba como cornudo y yo como puta infiel, pero eso no me importaba. Mi marido se resignó a la situación y se mantuvo a mi lado un tiempo antes de pedirme el divorcio, pues yo miraba que a Saúl le encantaba cuando llegaba a casa de madrugada, vestida provocativa, olorosa a alcohol, a sexo y a cigarro de mota. Aunque me recibía con una reprimenda, me cogía deliciosamente sintiendo la humedad que el otro había dejado en mi panocha mientras yo le contaba a dónde había ido y lo que había hecho. Luego se dormía al eyacular una cantidad más grande de semen que la que yo había recibido horas antes.
–Ya vas a empezar con tus sermones. Estoy muy cansada y me voy a dormir –dije retirándome a la recámara, pero él me siguió y me levantó el vestido, dándose cuenta que no traía pantaletas.
–Déjame descansar, no quiero, estoy muy adolorida –le reclamaba.
–¿Fuiste con un hombre distinto o con tu nuevo amante? –preguntaba al quitarme la ropa.
–Sí, Eduardo me hizo el amor y me dejó satisfecha, no necesito más. ¡Bájate, no me estés violando! –le reclamé, pero Saúl continuó cogiéndome y mamándome las chiches, hasta que se vino.
–¡Estás muy rica, Nena puta! –exclamó.
–Ya lo sé, Eduardo y Roberto me lo dicen cuando terminan, pero me dejan limpia la pepa a puras chupadas, alternando mamadas y besos con el sabor de nuestro amor – dije abriendo las piernas en señal tácita, pero muy explícita de lo que yo quería.
Saúl se deleitó mirando cómo le mostraba todo el pelambre húmedo por la lefa, además de algunos pelos pringosos y pegados por el semen de la sesión anterior con mi amante.
–Te ves hermosa, Nena puta, hasta se te notan las chorreaduras de flujo y leche que te escurrieron por las piernas. Seguro que cogieron parados y se echaron más de dos palos sin que te la sacara. Además, se nota que en esta ocasión Eduardo no te limpió con la lengua
–Si te gusta así, así te hago, Nenita… –dijo y se puso a mamarme la panocha.
Luego venían besos para que yo probara la mezcla de semen y flujo. Se volvía a subir en mí disfrutando de mi pecho para volver a eyacular. En esos momentos recordaba a mi inmediata anterior pareja pues sus movimientos, mamadas y apretones siempre eran muy parecidos y tenía más orgasmos.
Los regaños recibidos fueron subiendo de intensidad, así como las injurias que yo le daba a Saúl para humillarlo.
–¿Otra vez llegas tarde y borracha. Seguramente cogiste con otro amigo tuyo.
–Sí, claro que hice el amor, como otras veces que salgo con alguno de mis amigos. No soy de tu propiedad, yo me empedo y cojo con quien yo quiera – le contestaba envalentonada y segura de mis convicciones feministas–, y ahora tengo ganas de ti… –le contestaba encuerándolo para que me cogiera.
Me gustaba que me metiera la verga muy dura, que remolineara un rato en mi canal vaginal presionando mi punto G. Luego, cuando su palo estaba completamente mojado de atole, me separaba de él para hacer un 69 donde ambos saboreábamos el amor que yo traía dentro de la pepa.
Sin embargo, mi esposo no veía bien mi comportamiento tan descarado y me pedía discreción para evitar enfrentamientos con los miembros de nuestras familias. ¡vaya que tenía razón!, pues ya me había tirado al novio de mi hermana y a otros tres maridos o novios de unas primas.
Saúl, me advirtió que se divorciaría y me sugirió que retomara mis estudios que había dejado truncos para tener más oportunidades laborales cuando viviera sin su compañía. Lo hice, pero pronto volví a abandonar la escuela, era más divertido andar con mis amantes, o con algún otro amigo, haciendo el amor que estar en la universidad. Al negarme a cambiar mi actitud liberal, Saúl se separó e inició los trámites de divorcio. Entonces fue cuando me di cuenta que yo no quería otra pareja formal, ni ser una “viuda del feminismo” e hice caso de acudir al psicólogo, quien me remitió al psicoanalista, y éste al psiquiatra. Mi mal estaba en la desregulación hormonal. Imposible de solucionar en esa época sin drogas que causaran daños irreversibles.
Ese fue el momento en que entendí que debía ser más recatada, o, mejor dicho, más discreta en mis relaciones extramaritales y Saúl aceptó a mis amantes. Esté fue un resumen del resumen de “LA NINFOMANÍA PUEDE ACABAR EN INFIDELIDAD” que pueden leer aquí en once entregas.
Es importante saber que nosotras somos dueñas de nuestra sexualidad, pero presumirla ante el mundo y, además, humillara al cornudo que nos mantiene, eso no está nada bien.
Si de verdad te creías libre y autosuficiente, te hubieras puesto a trabajar para mantener a tus hijos, tu marido y no requerir del apoyo de otro.
Yo estoy bien así, seré, ante mi cornudo, como él quiera que yo sea: su esposita santa y madre de sus hijos, o la puta que él comparte e intercambia. Pero siempre respetando a la familia.
Sí, trabajé durante algún tiempo, pero tú sabes bien que no le pagan lo mismo a las mujeres. A veces lo que mis empleadores querían solamente era acostarse conmigo y en eso no caí…aunque sí cogí con algunos que trabajaban donde trabajé incluso me conseguí a un macho que sigo conservando, pero él no era mi jefe.
Pues yo no pude ser «la esposita santa», pero me divertí tanto o más que tú.
Nada nuevo, pero ¡cómo nos calientas a los lectores!
No entiendo bien lo de no querer «ser una viuda del feminismo»
Yo no he dejado de ser feminista, por eso no soy viuda de él.
¡Te envidio! Me gustaría que mi marido me chupara la pepa todas las noches, estuviera yo cogida o no.
¿Es riquísimo! Saúl y los demás se ponen muy calientes cuando el atole trae leche de otro.
Me gusta aprender más cosas. Tengo dos putos para usar cuando yo quiera, y otros dos que ya se engolosinaron con mis chiches, además una nena muy putita conmigo (pero esto último no es de tus costumbres).
Yo no veo bien humillar a los hombres, son tan deliciosos… Pero me fascina cuando me usan dos o más como si fuera una puta, y eso soy para ellos cuando me tienen penetrada… ¡Ah, qué rico…!
No he buscado situaciones lésbocas, no me onteresa, pero no las despreciaría para que los machos participen o se la jalen viéndome así.
Aunque muy pocas veces, pero estoy de acuerdo en que es delicioso abandonarse a varios a la vez para que me cojan como les apetezca.
¡Qué rico! Aunque en algún momento, Saúl hubiese estado en desacuerdo que anduvieras de puta, él no podía esconder que lo gozaba y te cogía y chupaba llena de atole. A mí me gusta que las putas sean así de «libres», que vayan con su cornudo a que se las coja ya cogidas.
Iniciaste tus costumbres mancornadoras hace medio siglo. Al principio, dices que te sentías culpable, pero ¡cómo disfrutabas coger con otros! Ahora, es obligatorio compartirle a tu marido la leche que te dan fuera del matrimonio, y él se saborea con eso.
¿Le darías lo de este servidor…?
¿Lo hace tu mujer contigo? ¿La chupas rico cuando trae lefa de otros…?
Goza el semen recibiéndolo de la mujer, no dándolo para el cornudo.