Segunda vez con chocolate
Cuando yo tenía 35 años, tuve la experiencia de tirarme a un negro por primera vez. Pero esa deliciosa experiencia la repetí dos veces más, ¡claro que valía la pena! Aquí relato la segunda y tercera ocasiones..
Moisés fue una deliciosa experiencia, en «Chocolate oscuro con relleno de crema» conté la primera vez ha habido más, pero después de tres ocasiones de disfrutar esa barra de chocolate, Moisés regresó a su patria. Sin embargo, ya no tuve interacción con él sino cuando nos encontramos por casualidad 35 años después y fue excelente nuestra reacción, eso lo conté en «Y yo que pensé que era asunto finiquitado…».
Regreso a contar la segunda vez que probé el chocolate de carne y hueso. A propósito, en esa época se vendían los “Kinder sorpresa”, chocolates en forma de huevo que lanzó la compañía italiana Ferrero; a mis hijos les encantaban por el juguete sorpresa que tenía adentro. “¿A ti también te gustan los huevos de chocolate?”, me preguntaron mis hijos, “Sí, grandotes y sabrosos”, contesté recordando las bolotas de Moisés, aunque la sorpresa para mí fue la gran cantidad de leche que producían: ¡rico relleno que daba la enorme barra de chocolate que portaba el negro! En ese momento sonó el teléfono.
–Bueno, ¿quién habla? –pregunté.
–Soy Moisés. ¿Cómo estás? –escuché y me emocioné.
–Estoy bien, y aunque no lo creas, hace unos segundos me acordé de ti –respondí.
–Pues coincidimos, yo también me acordé de ti, por eso te llamé –aseguró.
–¿Por qué te acordaste de mí? –pregunté.
–No fui a trabajar porque estoy resfriado, aún me encuentro acostado y, como estoy desnudo, al acariciarme el sexo me acordé de ti, fuiste lo primero que me vino a la mente –confesó–. ¿Y tú, por qué me recordaste?
–Por lo mismo que te acariciaste, platicaban mis hijos de los “Kinder sorpresa” y te recordé… –Confesé también.
–Ja, ja, ja. Sí, pusiste una cara de sorpresa cuando me viste desnudo y tus manos fueron hacia esa parte mía –
–¡Huevón y vergudo! Hace casi un año de eso, ¿cómo olvidarte? –dije, cerciorándome que mis hijos seguían en lo suyo y no escucharon lo último que expresé.
–Cara hermosa y de chiches suculentas, ¿cómo no acordarme de ti cuando me acaricio? ¿Qué día podremos repetirlo? –preguntó y me mojé pensando en el bis.
–Cuando digas, quiero mi barrita de chocolate con relleno cremoso –le dije con mi mano ya metida bajo la falda.
–Me gustaría tenerte ahorita, cabalgando en lo que tengo en la mano y ver tu pecho saltaa…ando…¡Ah…! –dijo y terminé escuchando su respiración agitada.
–¿Qué te pasa, mi negro? –pregunté alarmada.
–Se me salió el relleno… Te pensé como dije, mientras escuchaba tu voz sensual y aceleré mis caricias… –declarando abiertamente la acción de masturbación que había hecho.
–Yo también estoy acariciándome pensando en ti y en tu boca recorriendo mis vellos como lo hiciste en esa ocasión –explicando y dejando ver con mis jadeos que hacía lo mismo con mis dedos dentro de la pepa– me gustaría limpiarte ese relleno que soltaste por mí…
–No se diga más, ¿cuándo nos vemos? –preguntó con urgencia.
–El jueves, en la parada del metro Nativitas, del lado del centro comercial, después de las dos de la tarde, luego te digo la hora exacta –contesté sabiendo que ese día mi hermana se queda con los niños en la tarde.
Llegó el jueves, serví la comida a mis hijos; también a mi hermana quien llegó puntualmente a comer. Al terminar me despedí de ella. “Voy de compras”, le dije, pero seguramente ella imaginó que me vería con Eduardo. No era así, pues a mi amante ya le había dicho que no podría verlo ese día. Sin embargo, si iría a una bella cita clandestina.
Estacioné el auto en el centro comercial cerca de la parada del metro. Elegí ese lugar para citar a Moisés, por la cercanía a mi casa, además de haber un hotel al lado donde ya había estado con mis amantes: con Roberto varias veces; con Eduardo una; y un año antes con Nemesio, otro amigo de mi esposo. Antes de bajar del auto, vi que Moisés se acercó para abrirme la puerta, pies él esperaba en la banqueta, fuera de la parada y detectó mi carro.
–Bonjour, belle dame –dijo Moisés al abrir la puerta después que quité el seguro.
–Bonjour, délicieux chocolat –contesté dándole un beso en la mejilla, que correspondió de la misma forma –Ahí hay un sitio acogedor, me consta–dije señalando hacia el hotel y Moisés levantó las cejas dejando claro que entendía que yo ya lo conocía el hotel.
Después de los trámites de registro, nos fuimos a la habitación asignada. Apenas entramos y comenzamos el morreo mientras nos desnudábamos uno al otro. Lo primero que hice fue acariciar sus huevotes y meterme a la boca el babeante glande, succionando el delicioso presemen de ese ejemplar que nada desmerecía para pertenecer a una revista porno. Moisés se dejó acariciar por un rato y me cargó depositándome en la cama para que hiciéramos un 69. Me chupó tan rico que me incitó a hacer lo mismo, haciendo gala de mis mejores caricias linguales hasta que sentí que se puso más tieso y con mayor volumen que soltó un chorro que deglutí y saboreé con placer. Me incorporé para besarlo y le compartí el relleno de su riquísima barra de chocolate. “Así de rico sabes tú, negrazo”, le dije.
–A ver qué tan rápido puedes reponerte –, le dije poniéndole uno de mis pezones en la boca–, esto te gusta…
Sin permitir que se alejara de mi pecho, me puse a horcajadas en su vientre. Moisés mamó y me magreó las tetas a su gusto. Sentí en mis nalgas cómo resucitaba la turgencia de su excelso miembro. Me lo quiso meter por el ano, pero me acomodé la tranca en la vagina.
–Querías verme saltar sobre ti, negro puto… A ver si me guantas el paso –le dije poniéndome a cabalgar.
–C’est facile de faire l’amour avec une jolie pute –contestó acariciándome el pecho –¡Así Tita hermosa, así…! –gritó entornando los ojos.
Era claro que ya se había repuesto de la primera ordeña que le hice, sentía su falo hasta el útero en cada sentón que me daba sobre sus huevos. Él aguantaba los golpes de mis nalgas y, seguramente, también los piquetes de los hilos de mi DIU por la profundidad a la que entraba su pene. Cabalgué gritando por la gran cantidad de orgasmos encadenados que ese negro me sacaba. “Continue, belle Tita! Bouge tes seins…!”, decía viendo mi pecho y yo continué dándome gusto en ese palote hasta que caí rendido, llorando de felicidad.
Cuando mi respiración volvió a la normalidad, Moisés me acostó boca arriba, me abrió las piernas y lamió todos los flujos que inundaban mi vagina. “Cógeme”, le pedí insensatamente pues aún no me reponía por completo. “Con placer, Tita” dijo y me metió la verga de golpe, no había resistencia, tenía sumamente abocardada la vagina por la gozada que me di saltando en la pija. Con una mano en mi espalda, se apoderó con la otra mano de una teta para jalarme el pezón mientras me mamaba la otra. Se movió con tanta enjundia que no se dio cuenta que perdí el sentido por unos segundos. Al incorporarme sentí un gran chorro de esperma caliente en mi vagina y escuché el profundo gemido de satisfacción que daba ese macho tan agraciado.
–¿De dónde sacas tanta leche, negro puto? –pregunté.
–Tu belleza y tus ganas hacen que cualquiera se vuelque en tus entrañas, putita… –contestó en voz baja, aún bajo el letargo de su eyaculación –Desde que hablamos, decidí guardar la producción para satisfacerte este día.
–Gracias por este regalo –le dije haciéndolo rodar hacia la cama dejándolo descansar.
Abrí el frigo bar y saqué una lata de jugo. Cuando Moisés despertó le ofrecí un poco que aún quedaba, pero como se lo tomó todo de un tirón, saqué otra y se la di; volvió a tomar todo el contenido. Nos acostamos y, entre caricias, platicamos de la gran suerte de habernos conocido. De lo especial que era él para mí, a pesar del cariño, amor y sexo que me daban otros.
–¿Ya nos bañamos? –me preguntó.
–Hazlo tú, yo quiero quedarme así –le contesté.
–Es que quiero metértelo por atrás – confesó.
–¡No! ¡Claro que me gusta!, pero tu pene es demasiado grande y grueso para mi esfínter –contesté y se entristeció.
–Si aún hay sorpresa en los huevotes kinder que portas, hazme el amor de perrito –le pedí, tal como se lo había solicitado la vez anterior…
Me coloqué de pie y me incliné colocando mis manos sobre la cama levantando la grupa y escurrió mucha lefa que limpió el negro, incluidas las ingles, “Para que no llegues así a tu casa”, explicó. Pero esas lamidas le sirvieron para que se le parara otra vez el pene en todo su esplendor. Moisés me estrujó como quiso, yo gritaba de gusto pues casi era un orgasmo por cada entra y saca; lo primero que me fallaron fueron los brazos que se debilitaron y caí de bruces sobre el colchón; fueron tanto mis orgasmos que estuve a punto de caer pues sentí que me temblaban las piernas, pero llegó el calor de su venida y se inclinó sobre mí, lo que impidió que yo cayera. Total, volví a quedar con una chorreadura de semen y flujo a lo largo de mis piernas, hasta la altura de las rodillas.
–Creo que me tendré que meter a la regadera para limpiarme –dije y lo dejé yerto.
Varios meses después hubo otra causado por nuestra calentura del momento, pero fue un “rapidito” pues las circunstancias sólo nos permitieron desaparecer de la escena unos minutos. Era una fiesta infantil y los payasos hacían su acto. La ausencia momentánea de un padre y una madre no fue percibida por alguien, menos si estaban metidos en un cuarto de trebejos.
La calentura surgió cuando les ofrecí los refrescos que llevaba yo en charola y me agaché, pues las sillas eran para niños. Aún no me levantaba y vi cómo, frente a mi cara, le creció la verga a Moisés, quien estaba de pie al lado de sus hijos. “¿Me ayudas?”, le pregunté cuando la charola quedó vacía. Aceptó y lo llevé a la cocina, de ahí fuimos a uno de los cuartos que están atrás y al cerrar la puerta, levanté mi falda y me bajé los calzones. Moisés solamente abrió la bragueta y saltó como resorte su pene. Me colgué de su cuello y tuvimos que contener los gritos de amor, dejando todo en jadeos… “Gracias por ayudarme”, le dije y le abrí la puerta para que se saliera del cuarto. “Fue un placer”, respondió guardando su falo ya exprimido.
“¡Ah, que negro tan rico!”, pensé cuando me estaba acomodando la ropa…
Tu vida ha estado plagada de infidelidades con experiencias variadas y muy calientes. Las gozo al leerlas y las envidio…
Gracias, Mar, yo las gozo al tenerlas, al escribirlas, al leerlas y al recordarlas.
Si te gustan, de que los usas, no los sueltas. Seguramente has seguido tomando relleno del mismo chocolate desde el reencuentro con Moisés.
Quizá sea asunto racial que tengo atorado en mi educación familiar, pero nunca se me antojó un negro. Sin embargo, al leerte e imaginar cómo es Moisés en la cama, se me antojaría usar a ese negro. (¿Crees que podrá hacerme un favor?)
Del reencuentro a la fecha ya llevamos más de diez encuentros donde él procura llevar muy cargada de relleno su barrota de chocolate.
Pues a los negros yo sólo los veía en revistas porno, de esas que ponían ejemplares con herramientas de varios centímetros que pocas veces he tenido a mi alcance. Pero conocí a Moisés, me dieron ganas y, además, él me rogó que me lo tirara. Me lo tiré.
¡Qué puta eres! ¡Claro que no le voy a decir!
Tita, Tita… eres una verdadera putita. Te calientas con facilidad y de inmediato te dan lo que pides. Yo era un niño de Primaria cuando te echaste al chocolate por primera vez. Me agrada habértelo preguntado hace unos años: ¿Has cogido con un negro? y tu respuesta fue el primer relato caliente con Moisés.
Sí, lo recuerdo. Fue en CuentoRelatos, en ese entonces tu estabas animado a coger con una negrita, pero no se te hizo. ¿Ya te has cogido a alguna de color serio?
Mhh… un negro vergón y huevón… ¡No estaría mal…! Voy a buscar dónde encuentro alguno que me mire con deseo, para poder medir, a ojo, qué tanto promete…
¡Gracias por la idea!
¡Sí que te desataste! Con unas buenas tetas, se consigue todo.
¡Qué coincidencia tan grande! Sin embargo, tus ganas y las experiencias anteriores donde te cogiste a otros amantes hicieron que respondieras con el sitio y el día exacto, aunque la hora habrá sido estimada e hiciste esperar a Moisés. Es obvio que por unas tetas como las tuyas, podría haberte esperado más tiempo. ¿Me equivoco?
Dos años después del reencuentro… Calculo que han sido más de 20 veces que te has tomado el relleno del chocolate desde entonces. ¿Me equivoco?
Ya salió la puta que traías escondida sólo masturbándose con los relatos de otros. Ahora eres tú la que se convierte en deseo contando tus experiencias. Está bien que te busques un negro, pero también los hindúes y los japoneses te pueden divertir.