Sentires
Relato donde cuento, a petición de mis amigas, lo que yo sentía al tener sexo con mis primeros amantes..
Mis amigas, “letraheridas” por los relatos de índole sexual, me han pedido que me traslade 40 años atrás y les cuente en qué pensaba cuando estaba con mis amantes. Esto surge después de una reflexión que hace una de ellas en un correo (con copia para las demás): “Me siento muy puta y a todo le digo que sí a mi amante, incluso cosas que jamás le diría a mi marido o haría con él. Por lo anterior, me gustaría que nos contaras sobre tú comportamiento con los machos, distinto al que hacías con tu marido”. De inmediato, otra la secundó diciendo “Yo avalo lo que se ha dicho. Por ejemplo, a mi marido no le gusta que le chupe la verga ni a él chuparme la panocha. Cuando estoy con alguno de mis queridos, les pido que me den bibi y suelten la leche en mi boca, luego les doy un beso tan blanco como me es posible, me dicen puta y yo les digo que mi marido me ha hecho ser así de puta”, y abunda “¡Claro que me pongo como me lo pidan!, si es que me van a chupar la panocha, ‘para esto sí soy tu puta’, les reitero”. Una más señala “Claro que es distinto tratar a un puto (que te tiene de puta) que al marido. ¿Qué dices tú, Tita?, cuéntanos”.
Así que aquí va lo que respondí en esa correspondencia epistolar y tumultuaria, incluidos algunos comentarios de ellas.
Siempre trato de disfrutar al máximo, me siento mujer que puede vibrar en los brazos de otro. Sé que puedo enardecer a cualquier macho, también llegar a amarlo y me entrego completamente. En todos los casos, no tratándose de Saúl, mi esposo, los tengo a mi disposición con la verga en todo su esplendor y me pongo en poses provocativas para que me penetren sin miramientos, pues sé que para eso estamos allí, para hacer el amor hasta el desgaste.
Claro, ellos son quienes se desgastan antes y si todavía estoy caliente, busco a otro, luego a otro y, cuando traigo la pepa muy friccionada, y el último está seco, me voy a casa…
Llego toda vapuleada a casa y mi marido me espera con una tranca crecidísima por tanto cerebro que hizo suponiendo dónde andaba. Sólo me dejo hacer lo que me pida el enardecido del cornudo al querer cogerse a una puta. y le cuento con un detalle lo más posible, los adornos que le crecieron a su cornamenta; lo hago porque siento como bálsamo los chorros de semen con los que me llena la vagina, la que inmediato a mi llegada me había limpiado a pura chupada y lengüetazo.
A este primer envío, una me responde: “Es cierto lo que dices, lo sé, aunque sólo he cogido con tres, pero ha de ser emocionante tener más ejemplos para sentirse como tú. Además, ha de ser hermoso que el marido te coja, no sólo porque te ama, sino porque te han cogido otros y te dejan lista para gozar de tu panocha babeante”.
Otra más comenta (y confiesa que lo dice con una mano ocupada en su autocomplacencia y la otra en el teclado): “¿Y quién, que gusta de la verga, no quisiera ser tan mujer como Tita? ¡No me importaría que me dijeran puta si me van a coger quienes yo diga y cuando yo quiera!”, seguramente su mente repasa a machos deseados, incluidos los satisfechos.
Una amiga, quien se acaba de iniciar en la coronación de su marido, interviene: “¡Sí! Una coge porque le gusta. Claro, no lo hace con cualquiera, una sólo coge con quien soñó o se tira al que a ella se le antojó (o quien la calentó). Una se vuelve puta, sin pudores, quiere coger y provoca al vergón. Ya en mi casa quiero tirarme al cornudo para embarrarle el palo con la leche del otro, o ponerle la pucha en la cara para que lama y trague el atole que hice con el amante y que se ponga calentísimo para que me coja como puta, como más disfruto. Me desinhibiría ante mi marido y me calentaría más. ¡Qué cogida tan rica sería! ¡Tan rica como la anterior! Imagino que tú disfrutas esta parte con cada uno que pasa entre tus piernas. Creo que así debe ser cuando te tiras a más de dos seguidos, que no son tu esposo. ¡Ay, Tita! Me voy a conseguir otros. Quiero ser tan mujer como tú.”
Me gusta ver cómo me entra el pene, y les pido que me dejen observar la penetración, mientras lo siento resbalar entre mis labios. Comparo el que tengo en ese momento con otros que he gozado luego siento el peso del macho en mi cuerpo; lo abrazo a cuatro extremidades y, con un beso donde nuestras lenguas se friccionan violentamente como lo hacen los peces beta en una lucha furiosa, le doy la orden de que empiece el movimiento de nuestros pubis.
Mi marido sí se daba cuenta que yo me entregaba en la cogida y que me olvidaba de él cuando estaba con otro. Se dio cuenta también de lo que pasaba en mi mente cuando le dije «Quiero ver cómo me entra», pues mientras su glande empujaba miss serrados labios al interior de la vagina, Saúl sabía que yo recordaba y lo comparaba con otras vergas pues mi cara de viciosa lo delataba. Después lo urgía a que me moviera más rápido aprisionándome con brazos y piernas, gritando en cada orgasmo que tenía. Cuando yo aflojabas mis extremidades, era la señal para que se viniera, pues mi esposo había hecho un esfuerzo tremendo para que yo gozara de su falo. Eso lo han de saber bien casi todas las güilas que él se ha cogido: primero las satisface y luego se desfoga.
Mis amigas querían más precisiones: “¿Cómo los tipificarás? ¿Por el tamaño del pene? ¿Por la duración del coito? ¿Por la cantidad de orgasmos que te sacan en cada fornicación?” También pedían que me pusiera en la época de los primeros coitos con mis amantes, “Cuéntanos más. ¿Qué sientes cuando Roberto te dice ‘puTita’ o cuando Eduardo te dice ‘mi mujer’?”
Respondí con la verdad. No sé cuántos penes diferentes me han penetrado, tampoco recuerdo cuánta miel les he extraído para saborearla y compartirla en un beso blanco, como un trago muy cargado de amor… No me lo creerán, pero han sido como 200 penes que han pasado entre mis piernas, la mayoría sólo una vez, claro que algunos de ellos lo han hecho más veces; y particularmente mis amores, varios miles de veces. Saúl, mi marido, dice que siempre andaba yo buscando un palo en el cual encajarme, de boca, de vagina y de culo, extrayendo toda la carga que tuviesen, “¡Yo siempre quedaba seco!, supongo que los demás también”, decía. por eso, hace poco, él ha calculado que en mi útero me han dado como unos 20 litros de esperma, e imagino un garrafón de los que usamos para el agua, pero lleno de baba blanca, como si pareciera pulque…
Respecto al tamaño, ya en erección, es de unos 15 cm en promedio, un poco más y un poco menos. Sí hay casos extremos, uno ancho de 10cm, que hizo muy bien su trabajo, sobre todo el de riego con los huevotes de toro, y el de Joel, uno de mis amores, quizá de 20cm, pero bolas normales. Me han tocado dos de eyaculación precoz, quienes ya están viniéndose cuando sólo han metido el glande; otros que, al parecer, sólo querían coger y no siempre pude venirme a gusto, pero ellos sí quedaron satisfechos y, aunque me hayan cubierto de halagos y regalos solicitando otra reunión más, yo no vi correcto darles otra vez algo que a mí no me dieron. Quien más tiempo ha durado para satisfacerme hasta mi cansancio es mi marido, lo cual es más fácil cuando llego satisfecha a casa…, pero él me saca más orgasmos que otros porque aguanta la eyaculación hasta que quedo yerta.
Me gusta escuchar palabras llenas de amor y lujuria cuando me están penetrando. Sí, era delicioso escuchar «Te amo, mi puTita» y sentir el fuego de la flama que lanzaba Roberto en mi vientre, y en ese instante no me importaba si yo había contado bien o no los días en que él podía venirse dentro de mí, sólo deseaba que él como yo satisficiéramos nuestro inmenso amor. En ese instante él era mi pareja y mi marido no existía.
Algo similar me ocurría con otros. Me encantaba cómo me entregaba a Eduardo cuando me halagaba besando mi cuerpo y me decía «Mi mujer, tus tetas se caen, pero de buenas», cada vez que alternaba mis pezones para mamarme. También cuando respondía a mis enardecidos gritos que pedían que metiera el falo hasta el fondo y eyaculara todo el amor que había guardado para mí en la semana (ya usaba DIU, para evitar otro “accidente” como el que tuve con Roberto): «¡Te estoy dando todo mi semen, golfa!», gritaba al tiempo que su cuerpo se estremecía y me cubría de amor por dentro y de cariños con piel y besos por fuera. ¿Mi marido?, ¡quién se iba a acordar del cornudo en esos momentos tan bellos!
Una de mis amigas me hizo ver algo que era obvio: “Veo que tú estás en lo tuyo, mientras que el otro también está en lo tuyo. ¡Qué rico es tenerla adentro! ¿De verdad te preguntarás por otro pito que no sea el que estás sintiendo? Si, ya sé que sólo por comparación, pero ante esa ventaja que lleva el sujeto por estártela metiendo, no puede haber alguien más importante en tu mente”.
Gracias por motivarme a recordar esos años de mayor actividad, hubo enojos y presiones (de todos), pero al final, el saldo fue excelente. Mi marido me aceptó ninfómana: “Te amo puta, y es como más me gustas, y creo que a todos nos gustas así: puta”.
¡Gracias por contarnos, Tita! Bueno, a todos, ¡quedé con los calzones mojados!, también me dieron ganas de tener varios machos a mi disposición o embarrarle la cara a mi marido si él fuese permisivo y le gustara el atole que yo hay hecho con otro.
¡Gracias, Tita!
¡Te juro que eso sí es delicioso!: Me pongo con las rodillas al lado de su cara y le digo «Adivina a quién vi hoy…» Saúl sólo dice «¡Puta…! y se pone a lamer, lo hace tan rico que, casi de inmediato, me muevo descontroladamente para llenarle la cara del atole que traigo y me vengo tanto que el pobre queda escurriendo con los jugos que suelto. «Mámame la pepa, cornudito, es de la leche que más te gusta, le digo, y él contesta «Sí, es de Eduardo, sabe rica».
Qué bellas palabras de aceptación de tu cornudo ¡Eso sí es amor! Hace años, cuando leí aquí esa parte de la aceptación lloré como quinceañera viendo una novela de amor.
Ahora se puede ver en https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/infidelidad/la-ninfomania-puede-acabar-en-infidelidad-9/
Gracias por cumplirnos la petición al contarnos esto.
Tú no te quedas atrás al detallarnos lo que fantaseas con tu amante desvestido, pero bien caracterizado de tu «papito». Me encantó tu corto relato que leí hoy.
¡Mujer! Eso es lo que eres, Tita. Cuando tú mostrabas al mundo lo que es el amor y hacías que tus machos te desearan más, otros estábamos llegando al mundo. ¿Por qué te adelantaste tanto?
Me encantó leer esto. Y aunque sé que será muy desgastante para mí, volveré a leer tus primeros relatos: LA NINFOMANÍA PUEDE ACABAR EN INFIDELIDAD.
Gracias por lo que me dices, Ber. Sé que te has topado con señoras así de putas (¿verdad, Mar?) que te tienen con la verga parada todo el tiempo que estás a su lado, más cuando te lamen los hermosísimos huevos.
Sí, Tita, tienes razón, pero al leerte me doy cuenta que ninguna iguala la sensualidad que dejas ver en tus líneas.
Pd. Aún no termino la relectura, pero en cada relato de LA NINFOMANÍA PUEDE ACABAR EN INFIDELIDAD suelto una o dos descargas, de ésas de 5mm3… Desgastante la lectura, pero lindas las imágenes que evoca, que suertudo es tu cornudo.
¡Ja, ja, ja…! Me imagino que estás torciéndole el cuello al cisne, mientras que tus hermosos huevos bailan al compás de las jaladas, trabajando para producir el semen a marchas forzadas.
Hola Tita, cada relato, historia que leo de ti, me pone muy caliente, que quisiera ser como tu esposo, ESPERAR a que llegue mi esposa de la tiendo o de cuálquier lado, diciéndome que le an me tildo una cogida y que va llena de leche en su panocha, recostarla el la cama y comenzar a mamarla todo so coño, y sacarle todo lo que le dejaron dentro,. Cuando yo era niño y me violaron, prácticamente me convirtieron en la putita de la escuela ,, y así me sentía como puta, porque fueron 3 largos años, que me estuvieron cogiendo, y no tuve mass remedió que disfrutar esas cogidas..
Respecto a disfrutar a tu esposa llena de leche de otro, lo primero es que debes tener una esposa que le guste andar con otros, pero que te ame mucho. Después, debes darle mucho amor para que no te deje por otro que coja mejor.
Por último, si te gusta que te cojan, va a estar más difícil encontrar a la mujer de la que hablemos, a menos que ella quiera vivir con dos o más.