Vacaciones II: Haciendo el amor.
El encuentro entre una mujer y un niño se convierte en una experiencia sexual como ninguna otra.. (Es necesario leer la primera parte).
Matías volvió a pensar en Javiera, a quien parecía gustarle tanto. Era tan cálida, tan cariñosa, tan maternal… ¿Debería ir con ella? ¿Debería pedirle que le explicara lo que estaba pasando? Sabía en su cabeza que no debía hacerlo, que no era lo más seguro. Pero otra parte de él recordaba el sabor de su leche y la sensación de su mano, y esa parte de él tiró las sábanas y lo llevó a la puerta principal.
Todavía en pijama, salió por la puerta y salió al aire fresco de la noche antes de que pudiera pensarlo mejor, y mientras estaba fuera de la habitación 79, mentalmente se maldijo a sí mismo por estar aquí. Estaba a punto de dar la vuelta y regresar a la habitación de su familia cuando escuchó pasos que venían del camino. Presa del pánico, llamó a la puerta silenciosa pero rápidamente.
Por su parte, Javiera regresó a su habitación sin incidentes, aparte de la extraña mirada que le lanzó; De todos modos, no usó una toalla para ir a las aguas termales, lo encontró redundante, y todo lo que se puso después fue su ropa interior y una bata blanca y esponjosa. Pensó en su sostén, pero sus pezones todavía estaban demasiado sensibles por la succión de Matías para eso. Ella no lo vio en su camino de regreso, lo cual estaba bien. Ahora que el peligro había pasado, se encontró sonriendo, con una risita ahogada por lo travieso que había sido tocar al niño en lo que no era realmente un entorno privado, lo emocionante que había sido que los hubieran atrapado. Pero con lo que ella tenía en mente, no los atraparían… suponiendo que Matías pudiera arreglárselas para alejarse de sus padres nuevamente, con suerte esta vez por un buen tiempo.
La idea de que él realmente hiciera eso, potencialmente escabulléndose en la noche, la mantuvo emocionada y concentrada durante las horas que normalmente habría pasado viendo la televisión. Esa misma noche, todavía en bata, reaccionó a la llamada a la puerta como un gato al timbre de la comida, echó a correr con los pies descalzos por la alfombra desde su mesita de noche y tiró a un lado el libro que estaba leyendo.
«¡Voy ~!» cantó, preparándose para lo que le esperaba al otro lado. Abrió y tiró de la puerta para abrirla en cuestión de segundos. Sus ojos no vieron nada al principio, pero tan pronto como miró hacia abajo, vio una cabeza de cabello castaño y dos ojos de bebé mirándola con entusiasmo no disimulado.
«Mati», dejó escapar una bocanada de aire aliviado, sonriendo brillantemente al niño. «Adelante, rápido», lo instó, invitándolo a entrar con un movimiento de su mano, lista para cerrarla tan pronto como pasara el umbral.
«¿Alguien te vio? ¿Tus padres están dormidos?» ella estaba adivinando la última; sería el mejor de los casos, seguro. Su corazón latía aún más que cuando casi los atraparon; esto tenía que salir bien.
«Ah… hola…» dijo Matías torpemente, mirándose los pies después de entrar en la habitación de Javiera, la puerta cerrándose detrás de él. «Sí, mis padres están dormidos». Miró a Javiera, con una mirada inquisitiva en su rostro. «No estaba seguro de si debería venir… ¿Por qué dijo que nos meteríamos en problemas por lo que hicimos antes? ¿Por qué me lastimaría?»
Javiera negó con la cabeza, lanzando un mechón de cabello oscuro en cascada por su hombro. «Ni siquiera un poco. Pero, verás… es emocional, no solo… sentirse bien. Tocar a alguien así tiene que ver con el cariño, porque es una forma en que los adultos… Bueno, como tu mamá y tu papá, Matías, los adultos se demuestran cariño tocándose sus cuerpos.»
Ella miró hacia abajo, un poco cohibida por hablar de sus padres justo en frente de él. «Probablemente se hagan las mismas cosas que nosotros nos hicimos, porque se aman y se quieren. Si alguien te hace algo que te gusta y tu te sientes bien es porque tu quieres a esa persona… bueno, si alguien te hace algo que tu no quieres es algo malo, es alguien a quien no le importas». , esa persona podría realmente herirte y herir tus sentimientos. ¿Lo entiendes?
«Yo… supongo que sí…» Matías respondió lentamente, sin estar seguro de haberlo hecho. Sin embargo, sabía sobre los malos y los buenos, así que sintió que podía traducir lo que ella le había dicho. «No es una mala persona, así que no me haría daño ¿verdad?»
Al verla asentir, sonrió. Así que en realidad no le estaba ocultando nada a su madre. Es solo que ella no habría sabido que Javiera era una buena persona cuando vio lo que pasó.
«Creo que ahora lo entiendo. Gracias por explicarlo, ahora me siento mejor». Se dio la vuelta para irse, buscando a tientas el pestillo de la puerta. «Podría verla mañana, señora Javiera. Estamos aquí por dos días más. ¡Buenas noches!» sonrió brillantemente.
Su confusión momentánea y parpadeante se convirtió en una paciente sonrisa que le devolvió. Extendió la mano, puso la palma de su mano sobre la de él y la apartó suavemente de la puerta. Ella lo mantuvo firme, haciendo rodar ociosamente su pulgar contra su palma más pequeña.
«No te llamé aquí solo para decirte eso, Matías», afirmó con naturalidad, aunque sus labios se curvaron tímidamente hacia arriba. Hizo una pausa por un momento, saboreando la suavidad de su piel juvenil por primera vez en horas. Inclinándose más cerca, habló en voz baja y maternal: «Me divertí mucho en el manantial… Quiero seguir haciéndolo, Matías. Aquí. En mi habitación».
Una mirada de comprensión cruzó el rostro de Matías.
«¿Quieres que te bese de nuevo?» preguntó Javiera. «O tocar mi…
Matías se sonrojó, mirando tímidamente los pies de Javiera. Se sentía tan nervioso, mariposas en el estómago, pero también sintió una oleada de felicidad. ¡Esta mujer lo había elegido a él! No sabía por qué, pero de alguna manera la había impresionado lo suficiente como para que ella estuviera dispuesta a enseñarle sobre cosas que parecían tan extrañas y tan… adultas.
«Q-lo que sea que quiera que haga, lo intentaré. P-Por usted».
Su pecho se hinchó con un brillo cálido y feliz, reflejado en su sonrisa floreciente. «Estoy tan contenta de escuchar eso», susurró ella, girando su mano para acariciar su muñeca y apretándola suavemente.
Javiera comenzó a moverse, lentamente se puso de pie y dio un paso con él a cuestas. «Alejémonos de la puerta», dijo intencionadamente.
Luego, en un tono más bajo y arqueado, agregó: «Así que… realmente te gustó cuando… toqué tu pene… así, ¿eh? ¿Se sintió bien?»
Matías se sonrojó aún más, si eso era posible. «Yo… me sentí muy bien…» Matías se mordió el labio. «Nunca antes había sentido algo así. Pero yo… yo no quería que se detuviera».
Él la miró, una mirada seria en su rostro. «¿Se sintió bien cuando la toqué?» Matías jugaba con sus manos, rebosante de energía nerviosa y sin ningún bolsillo para guardarlas.
«Si, se sintió bien», ronroneó ella, asintiendo junto con él. Al ver lo ansioso que estaba, resopló con buen humor y soltó su mano, confiada en que él la seguiría sin importar nada. «Los senos de las mujeres son muy sensibles… especialmente los pezones», le dio un guiño astuto, «así que cuando los mamaste así, yo tampoco quería que pararas».
Pronto, llegó al pie de su cama. Había otra cerca por si acaso, pero tenía el presentimiento de que una sería suficiente esta noche. Javiera se sentó suavemente, su voluptuoso trasero se hundió profundamente en el colchón.
Haciendo señas al niño con dos dedos que se movían, continuó: «Te enseñaré una nueva palabra para adultos, Matías… ‘Sexo’. Así se llama cuando tocas los lugares especiales de alguien, como hice con tu pene».
Matías asintió lentamente. «He oído hablar de… sexo…», le dijo, queriendo sonar adulto. «Es para bebés y esas cosas». Se acercó cuando Javiera lo llamó, parándose justo frente a ella. Incluso sentada, Javiera era más alta que el niño pequeño, vestía sus pantalones de pijama a cuadros y una camiseta. Estaba temblando levemente después de caminar a través de la brisa fresca de la noche.
«¿Podría… mostrarme otra vez? No quería parar… antes…» Se mordió el labio de nuevo. «Honestamente, no estoy muy seguro de lo que estoy haciendo, pero quiero hacerlo bien para usted». Apartó la mirada bruscamente, avergonzado por revelar demasiado a la mujer a la que intentaba impresionar.
Javiera asintió amablemente, sin perder nunca su sonrisa. «Está el sexo para hacer bebes… pero luego está el sexo real. Ese es el que te mostraré».
Sentándose cómodamente, extendió la mano, enganchando ambas manos alrededor del torso flexible de Matías. Apenas hizo un gemido de esfuerzo para levantar sus pies de la alfombra. Acercándolo más, lo sentó sobre su muslo desnudo, la parte inferior de su bata se había apartado, en el mismo lugar donde estaba él antes de que los interrumpieran. Su trasero adorablemente curvo hizo una impresión superficial en su carne, muy parecida a su mejilla cuando acurrucó su pezón.
«Esta vez…» ronroneó, moviendo rápidamente una mano para agarrar el dobladillo de los pantalones del pijama a cuadros de Matías. «No me detendré…»
Con esa promesa seductora, tiró hacia abajo, exponiendo un lado completo de sus muslos en una pasada deslizante de tela sobre piel. Javiera luego cambió a la otra y, tan pronto como los hubo aflojado, los bajó más allá de sus rodillas, tomando su ropa interior junto con él, para exponer su pene al aire una vez más.
Matías inhaló profundamente cuando Javiera liberó su miembro, que ya comenzaba a ponerse rígido solo por su conversación. Puso tentativamente una mano alrededor de su cintura y la otra en su muslo, sin darse cuenta de que la estaba apretando con nerviosismo. Matías se giró para mirarla, su mirada se demoró en la franja de escote que podía ver asomando por la parte superior de su bata, antes de viajar hasta sus labios y ojos brillantes. Matías asintió, haciéndole saber que quería que continuara.
La aceptación ansiosa e inocente de Matías calentó su corazón como una estufa llena en un día de invierno. Pero nada como la puñalada de lujuria cruda y creciente que sintió, y esta vez, bienvenida, cuando vio cómo su verga ya se estaba endureciendo. Estaba tan emocionado como sonaba. «Bien…» canturreó, incapaz de ocultar su propio deseo en su voz. Ahora que había terminado con su ropa, la mano de Javiera volvió a subir por el muslo desnudo y flexible de Matías. Lo apretó solo una vez, como si anunciara su presencia, antes de girar rápidamente la muñeca y ahuecar por completo los grandes orbes de Matías en la palma de su mano. Ella les dio un suave tirón, presionándolos hacia arriba, moviendo el pulgar ociosamente debajo de la punta de su miembro.
«Jeje… todavía tan rígida…» susurró, sobre todo para sí misma.
Matías inhaló profundamente ante el primer toque de Javiera. Observó su erección crecer con interés, asombrado de lo rápido que parecía cambiar. En su primer encuentro, estaba oscuro y oscurecido por el agua, pero esta vez pudo ver el proceso en todo su esplendor natural.
Mientras los dedos de Javiera se deslizaban por su piel, pudo verse poner rígido, cada vez más duro con cada torrente de sangre bombeado por su pulso acelerado. Rápidamente se elevó al mástil completo, cubriendo la mitad de su torso, mucho más grande de lo que nunca antes lo había visto crecer. Matías se aferró a la bata por la cintura de Javiera, apretando con los dedos el material esponjoso, agarrándolo ferozmente como para no perder la orientación.
Esta vez, Javiera no sería interrumpida. Ella fue capaz de saborear cada pedacito de su verga alargada en su agarre, sentir el calor de su sangre corriendo para ponerla erecta. Con el chico estabilizándose en su cadera esta vez, ella puso su otra mano en juego, dejando que la otra continuara ahuecando y flexionando sus testículos. Ella agarró su miembro palpitante, pellizcándolo sin esfuerzo alrededor de sus dedos, formando dos anillos en su base y deslizándose hasta la parte superior. Ahora que estaba completamente sólido, su glande era más grande que su pulgar, que levantó para besarlo contra el pequeño ombligo justo debajo de donde sabía que estaba un manojo de nervios muy tenso. Siguió así, lenta y gentilmente, trabajando su miembro y observando cuidadosamente su rostro sonrojado.
«Matías…» ella comenzó, su voz temblaba por su propia lujuria, pero lo suficientemente seria. «Avísame cuando empieces a sentir un dolor apretado dentro… hay algo que quiero hacer».
Matías ya respiraba con dificultad, la sensación aún era tan fresca cuando Javiera lo acarició con cuidado. «Ah… se siente realmente… mm… realmente agradable…» dijo, sin estar seguro exactamente de lo que debería estar describiendo, pero observando el movimiento de sus dedos atentamente. Latía cada vez que su agarre pasaba por encima de su glande, su cabeza se expandía para empujar hacia atrás en su agarre.
Los dedos de Matías se clavaron en el muslo de Javiera mientras sus caderas comenzaban a temblar, la excitación continuaba creciendo. «N-nada está apretado o dolorido… hasta ahora, solo se siente mejor y mejor…» dijo, mordiéndose el labio.
Javiera mantuvo su propia voz mayormente tranquila mientras escuchaba embelesada la respiración de Matías, cada pequeño crujido y suspiro que él dejaba escapar animándola. Ella no lo soltó. Ella siguió el ritmo, gentilmente, suavemente acariciando su miembro y acunando sus pesados orbes en la otra palma. Arriba y abajo. Arriba y abajo. No pasó mucho tiempo antes de que ella comenzara a notarlo: toda la palpitación, el temblor en su verga hizo que una pequeña gota de líquido preseminal transparente saliera de su punta. Javiera pasó la palma de su mano frotando sobre él, recogiendo la humedad, y le dio un ligero apretón en el glande solo para ver si había más antes de deslizarse de regreso.
«Los niños también tienen una especie de leche…» dijo ella para su beneficio, su sonrisa concentrada en su frotamiento casi sin fricción. «Se llama ‘semen’. Espeso, como relleno de pastel… sale de estos», le dio otro tirón a sus bolas.
La boca de Matías estaba entreabierta con su respiración agitada, escuchando absorto cada palabra que le decía. «¿Puede… puede mostrarme?» preguntó, incapaz de visualizar de qué estaba hablando. Se sentía tan bien, sus delicados dedos deslizándose sin piedad hacia arriba y hacia abajo, el ritmo que había elegido volviéndolo lentamente más y más salvaje. Cuando ella tocó su escroto, su atención se centró en la presión que de repente notó que se acumulaba.
«Está… está empezando a sentirse raro ahora… Se están poniendo muy apretados…»
Agarró a Javiera con más fuerza tanto en la bata como en el muslo, sin saber qué le estaba pasando a su cuerpo. «N- no se detenga…»
Al escuchar los suspiros de Matías convertirse en un gemido pesado y persistente, junto con su súplica inocente, Javiera decidió no aceptar el pequeño pensamiento que había estado gestando en su mente; hay tiempo para eso más tarde. Tenía que terminar lo que había empezado, cumplir la simetría de este momento con su primer encuentro en primavera.
«Por supuesto, querido…» ella lo arrulló, respondiendo a sus inocentes súplicas aumentando su velocidad, rodando y deslizando sus dedos arriba y abajo de su turgente verga con renovado vigor.
Las caderas de Matías se flexionaron y rodaron mientras trataba de igualar los movimientos de Javiera, guiando instintivamente su mano hacia el punto más sensible de su glande. A medida que la sensación inusual seguía creciendo, apretó sus pequeñas nalgas e imaginó que podía sentir que sus bolas se hinchaban. Con el giro experto de su mano, las caricias de Javiera lo llevaron al borde del clímax. Matías solo tuvo tiempo para un breve «Creo que es…»
Y luego jadeó, una gruesa corriente de semen salió a chorros de su verga. Se disparó en el aire, rociando su camisa y dejando un patrón pegajoso en la bata de Javiera, antes de que Matías recuperara el aliento lo suficiente como para gritar: «¡Ahh~!… ¡AaHHHHHh!… ¡Unnghh…!»
Su exclamación, aunque no terriblemente fuerte, resonó contra las paredes en el silencio de la noche, y siguió gimiendo mientras continuaba bombeando montones de semen. Javiera continuó ordeñándolo, el semen corría por su mano.
Javiera podía sentir su miembro flexionándose, sus bolas apretándose. Ella sabía lo que significaba. Y ella no se detuvo. Matías jadeó, el sonido de placer más puro que jamás había escuchado, y justo después, su verga se sacudió en su agarre y soltó una gruesa cuerda de semen. Sus bolas temblaron y latieron bajo la palma de su mano opuesta, bombeando disparo tras disparo blanco como la leche.
Solo ahora su mano frotando finalmente se desaceleró, solo para saborear las poderosas palpitaciones de su pene. Javiera se rió alegremente cuando su semen aterrizó en su camisa y ensució su bata en varios puntos; ellos no necesitarían esos, de todos modos. Varias cuerdas más adornaron sus cremosos muslos o aterrizaron en las propias piernas de Matías, y un par selecto se posó sobre sus manos. El poderoso orgasmo de Matías duró varios largos segundos, e incluso cuando su semen se redujo a pequeños latidos de lo que quedaba para llenar sus palmas, su miembro apenas se ablandó en absoluto.
Su risa se convirtió en un canturreo rico y gutural. Javiera soltó tiernamente su verga y se desenvolvió de sus bolas, levantando su glande y recogiendo los restos de semen. Llevó un puñado de tamaño saludable a sus labios, su lengua colgó, y lo chupó de sus dedos, tarareando profundamente por el sabor completo y sabroso de su semen joven.
«Eso se sintió muy, muy bien, ¿eh?» ella ronroneó a sabiendas.
La mano de Javiera desaceleró gradualmente sus tiernas ministraciones, y Matías observó cómo una gota final de semen se acumulaba en su punta, su largo orgasmo finalmente concluyó. El niño se quedó sin habla, mirando las secuelas de su eyaculación. Levantó un dedo para sondear una mancha blanca en su camisa, tocándola con curiosidad, luego escudriñó el líquido que se adhería a su dedo, saliendo en una hebra pegajosa cuando apartó el dedo. Volvió a mirar a Javiera, observándola mientras probaba su problema, todavía estupefacta por toda la experiencia.
Matías contuvo el aliento después de unos momentos, lamiendo sus labios y pasando sus dedos por su cabello antes de finalmente hablar. «Señora, eso…» él la miró fijamente a los ojos, una expresión en su rostro que podría significar cualquier cosa. «¡Eso fue lo más increíble que he hecho!» Una lenta y tímida sonrisa se deslizó por su rostro.
El rico sabor de su semen permaneció en la lengua de Javiera mucho después de que terminó de limpiarse la palma de la mano y los dedos. Sin embargo, su reacción fue aún más placentera, sus respiraciones pesadas y su voz temblorosa y emocionada como música para sus oídos. Javiera se rio alegremente, sus ojos brillando intensamente hacia él.
«Esa es solo una de las formas en que puedo hacerte sentir bien, Matías», dijo con un canturreo arqueado y seductor. Sus manos se deslizaron hacia abajo de nuevo, limpiando algunos hilos de su semen de sus muslos, limpiándolos distraídamente en su bata.
«Pero como tenemos toda nuestra ropa estropeada…» comenzó, moviendo tímidamente las cejas, «… Creo que a partir de ahora ambos estaríamos mejor desnudos, ¿eh? No te importa quitarte la ropa. para mí, ¿cierto?» Terminó con un pequeño apretón en su muslo desnudo, deslizando su mano lo suficiente como para rozar con un dedo el vientre de su gruesa verga. La otra jugueteaba con su bata alrededor de su cintura, y ya comenzaba a soltarla con un crujido satinado.
Matías respondió a su pedido con una ligera inclinación de cabeza, antes de alcanzar vacilantemente el dobladillo de su camisa. Dudando por un momento bajo la tranquila sonrisa de Javiera, Matías inhaló profundamente y luego tiró de la camiseta. Arrastró el fino algodón hacia arriba, exponiendo su torso delgado y desnudo en un movimiento rápido, antes de deslizarlo sobre su cabeza.
Agarrando la camisa entre ambas manos, frotaba nerviosamente la tela, su postura cerrada y tímida. Matías volvió a mirar a Javiera, mordiéndose el interior del labio casi imperceptiblemente.
«¿Así esta bien?» preguntó en voz baja.
Para Javiera, ver lo ansioso y receptivo que era, a pesar de su timidez natural, fue tan maravilloso como verlo hacer lo que ella le pedía. Como buen niño, no dudó en quitarse la camiseta manchada de semen, que, con el pijama ya por debajo de las rodillas, lo dejaba a una patada de estar totalmente desnudo.
Sus ojos recorrieron libremente su piel, los labios ligeramente entreabiertos con asombro. Le encantaba cómo su pecho subía y bajaba con su respiración, especialmente porque ella era la razón por la que su respiración se había vuelto tan pesada.
«Sí…» respondió ella, tan suavemente como él había preguntado. Luego, con una nube naciente de lujuria humeante tiñendo su mirada, continuó: «Tienes un cuerpo realmente suave y esbelto, Matías. Me encanta sentirlo en el mío…».
Con eso, terminó de abrir la parte delantera de su bata, tirando de la tira que la ataba. Sus enormes y pesadas tetas se balancearon al aire libre, seguidas por su vientre curvilíneo. Ya ni siquiera vestía su típica tanga roja; había sido una gran distracción, algo en el camino mientras jugaba consigo misma durante las últimas dos horas, imaginando este momento.
Javiera asintió hacia un lado, señalando más arriba en la cama bien hecha. Sacó los brazos y los hombros de las mangas de la bata, dejando que le escurriera hasta las caderas. Un suspiro de alivio salió de su garganta.
«Sube a las almohadas, Matías…» susurró en voz baja y dulce. «Realmente me gustaría acurrucarme contigo…» Dijo de forma maternal y a la vez seductora.
Matías empezó a decir algo, pero se detuvo cuando se mordió la lengua e hizo una pequeña y rápida serie de movimientos de cabeza. Se puso de pie con cuidado, sosteniendo su camisa sobre su erección con modestia. Luego, al darse cuenta de que el gesto era un poco tonto, dobló la camisa y la colocó torpemente en el suelo, quitándose los pantalones para descansar junto a ella
.Con una respiración profunda, se volvió hacia la cama y se subió, su trasero desnudo se meneaba mientras trepaba. Las suaves sábanas rozaron lujosamente su piel desnuda. Caminando sobre el grueso edredón y a través de una pila de almohadas, Matías llegó a la cabecera y se volvió para hundirse en medio del nido mullido de Javiera.
Se dio la vuelta lentamente, con los dedos de los pies apretados por la emoción. Sin confiar en sí mismo para hablar, Matías solo miró a Javiera, preguntándose qué planeaba hacer a continuación.
En lugar de hacer un movimiento real ella misma, Javiera esperó pacientemente la obediencia voluntaria que sabía que se avecinaba. Su sonrisa, tranquila y casi maternal durante la relativa calma, se separó solo para dejar escapar un susurro de «buen niño».
Siguió el ansiado gateo del niño, deslizándose de su regazo y pateando la última ropa en el camino, dejando su trasero desnudo temblando y meneándose detrás de él en su camino hacia la cabecera. Podía ver su erección aún dura moviéndose y balanceándose entre sus piernas, de vez en cuando empujando las sábanas, dejando una mancha de humedad donde tocaba.
Solo cuando estaba a mitad de camino, Javiera levantó sus propias piernas desnudas del suelo, las balanceó sobre la cama y se deshizo de los restos de su bata manchada de semen para arrastrarse detrás de él sobre sus manos y rodillas, gateando. Su sonrisa de adoración se volvió sensual, mirando su cuerpo desnudo. Las tetas que se balanceaban libremente en su pecho se balanceaban de un lado a otro con cada movimiento.
Sin decir una palabra, Javiera maniobró hasta un lugar paralelo a él y se tumbó de lado, con la cabeza justo al nivel de la de él. Pasó una mano por encima y agarró su pequeña y delgada cintura, apretando hacia abajo y tirando de él, y de ella misma, más cerca hasta que su miembro flaqueante sobresalía contra la carne suave de su vientre, y sus pechos comenzaron a presionar hacia arriba y suavizar contra el suyo.
Lentamente, ella se inclinó y comenzó a dejar besos cortos y succionadores en su barbilla, y apenas empujó contra sus labios antes de deslizarse de nuevo.
Matías se recostó contra las almohadas y observó a Javiera arrastrarse lánguidamente y sensualmente por la cama. Todo lo que le habían enseñado sobre cosas tan malas (ver chicas desnudas, estar desnudo frente a chicas) parecía tan sin sentido ahora. Excepto… excepto por lo emocionado que se sentía por eso. Su… verga se sentía tan bien en su mano, y ahora ella… ella quería…
Javiera se acurrucó a su lado. El peso de la mujer adulta hundió la cama, deslizando al niño más pequeño naturalmente contra ella. «Ah…», dijo, perdido en un éxtasis fascinado. Matías observó sus labios mientras se acercaban a los suyos, hasta que finalmente hicieron contacto.
Sus ojos se abrieron como platos. La pura calidez de su boca… Su barbilla tembló, pero no se resistió en absoluto. Por un largo momento, todavía estaba demasiado abrumado para reaccionar por sí mismo, pero la mano gentil que envolvió su trasero movió su cuerpo por él.
Lentamente, los ojos de Matías se cerraron y se inclinó para besarla. Levantó una mano tentativamente hasta su pecho, siguiendo las curvas desnudas de su cuerpo con la curiosa precisión de un niño cautivado.
Matías se retorció contra el costado de Javiera, presionándose contra ella con más fuerza como si estuviera tratando de enterrarse en su cálido cuerpo. Su torso presionó contra su gran teta, su pene volvió a crecer lentamente mientras marcaba su vientre, y él la besaba todo el tiempo. Sus pequeños besos fueron inexpertos e incómodos al principio, cerrando su boca cuando los labios carnosos de ella se presionaron contra los suyos, pero él imitó su acercamiento y rápidamente pudo devolver cada beso que ella le dio. Cuando sus labios se separaron, se sorprendió al encontrar su lengua rozando su labio superior, pero no se inmutó.
Javiera recibió con entusiasmo el pequeño cuerpo de Matías contra el suyo, abrazándolo con fuerza contra su pecho. Todo lo que podría haber esperado… Matías, el dulce niño en el que no había podido dejar de pensar, desnudo y su orgullosa verga palpitando con tanta fuerza por ella. Solo, pero a salvo, y no necesitaba ver sus ojos temblorosos cerrarse para saber que no había lugar en el que preferiría estar. Realmente le calentaba el corazón que él estuviera tan dispuesto con ella. Y, oh, qué travieso había sido, escabulléndose de la suite de vacaciones de sus padres solo para ir a verla.
Aún así, mantuvo su beso modesto, no queriendo presionar demasiado todavía. Eran solo ellos dos, sintiendo y conociendo el cuerpo del otro. Su pene, a pesar de la carga completa que se había corrido hace un momento, se elevó largo y duramente contra su vientre. La presión constante de sus ansiosas manos tirando de él contra su cuerpo hizo que su piel se deformara y lo envolviera, envolviendo completamente su longitud en carne suave y cediendo desde la punta hasta las bolas.
«Mmmn…» canturreó suavemente. Estaba disfrutando inmensamente el sabor de sus labios sobre sus propios pétalos cálidos. Entre tiernos besos, ella dijo, Eres… (Beso). Un…» (Besuqueo). «Niño, travieso…»(Besuqueo)… (besuqueo). Saliste a escondidas… (Beso, beso, beso)…»
Cerró la palma de su mano alrededor de su trasero comprimible, amasando su carne suave y joven. La fuerza de su presión sacudió sus caderas contra su vientre, donde su verga estaba atrapada, frotando lentamente todo su miembro desde las bolas hasta el vientre y la punta contra su piel.
Pero estoy tan…» (Besuqueo)… me alegro de que lo hayas hecho… ¿Y tu, Matías…?»
«Ah… S-sí…» Matías respondió suavemente, con los ojos bien cerrados, dando la bienvenida a cada uno de sus ligeros besos con sus labios, ligeramente entreabiertos y empujados, como si buscara el regreso de su pareja después de cada beso. Podía sentir el calor de Javiera rodeándolo mientras colocaba su cuerpo sobre él, su cuerpo más pequeño se tragaba debajo de ella. Cuando ella apoyó su peso sobre él, la verga de Matías creció hasta alcanzar su tamaño completo, envuelta en su carne flexible. Su cabeza no estaba segura de si esto era lo correcto, pero su cuerpo le gritaba que procediera.
«Su piel… se siente tan bien contra la mía». Matías movió lentamente sus caderas de izquierda a derecha, frotando su torso desnudo contra la piel sedosa de Javiera. La mano de Javiera siguió sus movimientos, palmeando cuidadosamente su pequeño culito, su mano deslizándose sobre su raja y apretando cada cachete mientras se movía de un lado a otro. Matías suspiró, con una pequeña sonrisa en los labios, mientras disfrutaba de las sensaciones placenteras que inundaban su joven cuerpo.
Mientras continuaba relajándose, un pensamiento de repente cruzó por su mente, las palabras anteriores de Javiera se hundieron. «¿Crees que estoy siendo travieso? ¿Saliendo a escondidas para visitarla?» Se mordió el labio de nuevo, indeciso una vez más. Sus ojos se abrieron. «Cree que debería…»
Javiera no estaba realmente segura de cuándo rodó sobre el niño, hasta que el peso de sus masivas tetas lo presionó contra la cama. Pero descubrió que le gustaba mucho este lugar. La cama se había hundido tanto alrededor de su cuerpo que formaba un agujero poco profundo, en el que él estaba atrapado, cubierto por sus curvas flexibles y su cálida piel. Ella se rio de su voz tranquila y necesitada, y se apartó un poco, en lugar de eso, lamió y besó alrededor de los bordes de sus labios y hasta sus mejillas. Podía sentir la pura relajación en la forma en que sus músculos se flexionaban, y escucharla en su respiración cuando deliberadamente frotó su pene contra su vientre.
Con paciencia, escuchó las palabras de Matías, y solo le dio un lametón alentador ocasional en la mejilla mientras lo miraba a los ojos con sus profundos ojos avellana. Al final, ella se incorporó, alejándose de su clavícula, pero solo lo suficiente para tener una mirada completa de su rostro, y pudo ver su escote correr hasta desaparecer entre sus globos gemelos presionados contra su pecho. Amorosamente, colocó su mano libre a un lado de su cara, acariciando lentamente su barbilla.
«Creo que deberías seguir viniendo, Matías», su voz fluyó, simple como el agua. Su sonrisa era juguetona, pero su mirada era suave. «¿Sabes cómo lo sé? Por lo feliz que puedo decir que esto te hace. Qué bien se siente… no solo aprender sobre tu cuerpo, ya sabes…» Ella tocó con un largo dedo la punta de su nariz, y se rio alegremente. «Pero porque te sientes como un adulto… ¿verdad? Tú lo dijiste. Te gusto porque te hago sentir así… es muy, muy conmovedor, Matías. Así que podemos seguir haciendo cosas de adultos mientras como quieras. ¿Te gustaría eso?»
La imagen de Javiera, los dedos en sus labios, la lengua jugando con un hilo de semen… su semen, pasó por la mente de Matías. ¡Claro que quería más! Sus sentimientos de incertidumbre, de culpa por lo que sus padres pudieran pensar… todo ese ruido se desvaneció en el fondo, desplazado por la sonrisa de complicidad de Javiera. Sintió que ella lo entendía mejor que nadie que hubiera conocido: su timidez, sus emociones, sus necesidades. Puso una mano en su cintura mientras trataba de organizar los pensamientos que corrían locamente por su cerebro.
«Oh… por supuesto que lo haría, Ja… señora». Matías se sonrojó de nuevo, su innato deseo de ser cortés en conflicto con la extrañeza de su posición. «Sé que tiene mucho que puede enseñarme. Realmente no te enseñan estas cosas de adultos en ninguna parte. No sabía que podría ser como… así…» sonrió tímidamente.
La sonrisa de Javiera floreció amplia y brillante. A pesar de que había adivinado su respuesta, todavía era tan profunda; que no quería parar, y quería más. De ella.
Matías fue tan… fácil. Una rica risa salió de su garganta, que se convirtió en un canturreo conmovedor cuando se inclinó hacia atrás para plantar un beso mucho más profundo en los labios del niño. Su lengua se deslizó suavemente a través de él, jugando con la suya, hurgando y lamiendo el interior de sus mejillas. Siguió así durante varios largos segundos, moviendo los labios como una ola sobre su boca, controlando, pero no oprimiendo. Javiera finalmente se liberó, un fuerte beso resonó desde la separación de sus bocas.
«Es mucho, mucho más divertido estar contigo que algunos adultos que conozco, Matías…», le dijo honestamente, su voz no muy por encima de un susurro. «Así que ahora te voy a enseñar otras cosas divertidas que puedes hacer…»
Con eso, Javiera deslizó su mano por debajo, agarrando los hombros de Matías. Agarrándolo suavemente con ambos brazos, rodó todo su cuerpo, alejándose de la profunda depresión y levantando su cuerpo desnudo y esbelto con ella. «Ah…» ella dejó escapar, el aliento soplando suavemente contra su rostro. Matías estaba encima de ella, ahora, descansando contra todo su frente; Podía sentir sus pequeñas piernas sobresaliendo por debajo, los dedos de sus pies retorciéndose contra su piel.
«Arriba…» le dijo ella, dejando que ambas manos se deslizaran lejos de su forma y hacia abajo para recostarse contra sus costados. Deliberadamente, separó las piernas, las rodillas apoyadas un poco en el aire. «Mírame bien, Matías. Está bien, entre mis piernas también es un lugar travieso, pero te doy permiso».
Por supuesto, se refería a su vagina y sin vello, casi olvidada en medio de toda la excitación que había tenido hasta el momento, aparte del hecho de que ahora solo le picaba, ansiosa por algún tipo de fricción.
La cara del niño estaba enterrada entre los enormes pechos de Javiera, su peso regordete presionando contra sus orejas. Luchó por un momento para liberarse antes de darse cuenta de lo que había sucedido. Luego se rio, besando su pecho con ternura en silenciosa aprobación. Miró hacia arriba, apenas capaz de hacer contacto visual con la mujer mayor debido a la obstrucción de sus masivas mamas. Mientras ella le contaba sobre su propio lugar travieso, Matías sintió que su erección punzaba contra su ombligo ante la mera mención de este tema prohibido que se rumoreaba desde hacía mucho tiempo.
Matías se pasó la lengua por el labio inferior, un hormigueo recorrió su joven cuerpo mientras pensaba en lo que podría venir a continuación. «¿Me mostrará?» le preguntó casualmente, incapaz de evitar que un enganche se deslizara en su voz. Intentó levantarse y girarse para mirar, una tarea difícil mientras su cuerpo se hundía contra la forma lujuriosa de Javiera.
Ooooh, ahora esto era una sensación… El cuerpo desnudo y esbelto de Matías se retorcía encima de ella, su aliento humeaba contra su pecho, la verga empujaba y se deslizaba contra su vientre. Era difícil creer que realmente estaba sucediendo.
«Jejeje… hhhmm…» ella medio rio, medio suspiró en un placer placentero, los ojos brillando ante su mata de cabello castaño apenas visible dentro del cálido nido de sus tetas. Sin embargo, esta vez no se burló de él; ella deslizó ambas manos de sus costados, y las movió hacia arriba para agarrarse alrededor de las apretadas curvas de sus caderas. Luego empujó hacia arriba y hacia atrás, levantando su trasero en el aire, riéndose cuando la cabeza de su verga hinchada se deslizó por su barriga, chocando contra su ombligo.
Con eso hecho, deslizó sus manos hacia arriba, sujetando sus costados, alisando cada centímetro de su piel desnuda en su camino. Ella se detuvo contra los bordes de su pecho y se levantó de nuevo, ayudándolo a soltarse y levantarse de su escote, aunque apretó la parte superior de sus brazos contra sus pechos mientras lo hacía, envolviendo completamente su cabeza en el medio, cerrándolo.
Una vez que se liberó, sus tetas recuperaron rápidamente su forma, moviéndose bajo la expresión ascendente de Matías como una especie de despedida burlona. Ahora que él podía balancearse sobre sus caderas, Javiera reemplazó sus dedos, quedando uno para palmar su seno izquierdo, mientras su mano derecha caía entre sus piernas. Dos dedos se extendieron a ambos lados de sus labios vaginales y tiraron lentamente, separando suavemente sus labios.
«Haah…» ella suspiró, profunda y pesadamente, sonriendo alentadoramente al niño que estaba encima de ella. «Esto es… el coño de una chica, Matías», le dijo, con la voz goteando de alegría sensual.
«Este es mi lugar para sentirme bien… como tu pene… es muy, muy bueno cuando se toca. Jeje… oooh…» Sus dedos pellizcaron distraídamente su pezón, su pecho subiendo y bajando. «Puedes intentar… frotar tu verga contra él…»
Matías se arrodilló entre las piernas de Javiera, con una expresión de puro asombro en su rostro mientras miraba abiertamente la entrada de la mujer. Extendió tentativamente dos dedos, temblando ligeramente de nerviosismo.
«¿Una v… v-vagina…? He… oído hablar de eso». Sus mejillas se sonrojaron. «No sabía que sería tan… tan bonita…»
Los dedos de Matías hicieron el más mínimo contacto con la piel desnuda a lo largo de la rajita de Javiera, y fue como si una descarga eléctrica viajara entre ellos. Deslizó los dedos a lo largo de su entrada, maravillándose de la sensación cremosa de su piel suave.
Al observar cuidadosamente la reacción de Javiera, Matías se animó al sentir que ella respondía a su toque. Él se centró en su rajita, su dedo índice presionando lo suficiente para marcar sus labios sensibles. Al notar la misma sonrisa astuta en el rostro de Javiera, tiró hacia arriba, deslizando los dedos con un movimiento delicado. Matías podía sentir el cuerpo de Javiera temblar mientras involuntariamente la provocaba con sus caricias, y abrió la boca, preguntándose si ella estaba bien. Entonces, al ver su reacción complacida, lo pensó mejor, dándose cuenta de que debía continuar.
Moviendo las rodillas hacia adelante, Matías supo que era hora de cumplir con el pedido de la mujer. Colocó su miembro a lo largo de su grieta, el peso de su cuerpo se inclinó contra ella de modo que su longitud se hundió parcialmente entre sus pliegues. Experimentando moviendo sus caderas de un lado a otro, podía sentir a Javiera empujando contra él con deleite. Después de que se sintió cómodo con la novedad de la sensación, Matías se echó hacia atrás, de modo que solo su glande descansó contra los labios de Javiera, satisfecho de haber seguido sus instrucciones correctamente.
«¿Hice eso bien?» preguntó, con una ansiosa sonrisa de cachorrito en su rostro.
Mientras Matías hablaba, ajustó el peso sobre su rodilla derecha lo suficiente como para que su pene cambiara de posición y de repente se presionó directamente contra la entrada de Javiera. Inmediatamente se hundió en su humedad, una mirada de asombro cubriendo su rostro.
«¡Oh! ¡No!» Atrapándose en la cama con un brazo mientras caía, Matías miró con pánico a Javiera. «¡Lo siento! ¡¿E-Estáa bien?!»
La cruda fricción de sus dedos, tan pequeños como las cerdas de un cepillo contra sus pliegues doloridos, envió una ondulante ola de éxtasis por su columna vertebral. «¡Por fin!», Gritó su mente, pero todo lo que salió de su boca fue un embriagador canto de felicidad.
«Jejeje… eres tan dulce…» respondió ella, aunque su voz sonaba distraída, su mano seguía apretando su pecho para tratar de armonizar con la caricia de sus manos.
Además, en algún lugar muy profundo de su ser, sabía que allí era donde debía estar. Era una mujer, después de todo, y aquí estaba, abriendo las piernas para el niño en crecimiento que ya le había demostrado su valía. Javiera lo observaba de cerca por debajo de sus párpados temblorosos, sonriendo un poco torcidamente. Trazó las líneas de su rostro, más allá de sus hombros y sobre su pecho desnudo y esbelto.
No podía mentirse a sí misma, lo sabía; era la pura emoción de enseñar algo tan morboso a un niño tan adorable e inocente lo que la empujaba hacia él. La mirada de pura y honesta curiosidad y confianza recompensada con creces en momentos como cuando ella lo había llevado a su primer orgasmo.
Esa misma naturaleza curiosa hizo que su verga desnuda y temblorosa volviera a jugar una vez más. Javiera sintió que rozaba su rajita y se le cortó la respiración en el pecho.
«Hh… hh-h-hn… hh-hn…» ella suspiró en silenciosos y entrecortados quejiditos, respirando de nuevo igual de corto. Era mucho más grande que sus dedos o incluso que los de ella, y cuando su vientre se deslizó entre sus pliegues, la tan esperada suavidad de su excitación comenzó a cubrirlo, haciendo que fuera cada vez más fácil meterse contra su coño. Javiera vio su cabeza hinchada asomando por el medio, brillante por la humedad.
A lo largo de todo, Javiera no dijo mucho, solo canturreó y gimió con respiraciones tranquilas y crepitantes para alentarlo a seguir adelante. Sin embargo, cuando él retrocedió por última vez, ella se congeló, con la mandíbula aflojada al sentir la cabeza de su verga llena presionando contra ella. «E-Es… nnn… mmmm… ooooohhhh, s-sí…»
Y luego Matías se deslizó hacia adelante, enterrando la punta de su miembro directamente a través de su entrada y dentro de su túnel profundo y húmedo.
«¡AAHH!» ella gritó, retorciéndose poderosamente en la cama con la pura fuerza de la sacudida extática cuando él rozó sus nervios más cautelosos. Le tomó varias respiraciones profundas lograr que su voz y su sonrisa volvieran a tener una apariencia de control. Sobre todo porque… ella pensó que acababa de escucharlo maldecir.
«¡Jejeje! ¡Eh, ah, n-no!» ella trinó, sus labios atrapados en algún lugar entre una risa y un gemido. «Está destinado a hacer t-eso… oooh… cielos, s-tan grande… Ah». Javiera hizo una pausa, apretando fuertemente su pecho en la palma de su mano. «Sigue moviéndote… por favor… p-mete tu pene más profundo…»
La sensación de consternación de Matías se convirtió en júbilo ante la respuesta triunfal de Javiera. Endorfinas cálidas y embriagadoras se precipitaron a través de su cerebro al sentir la estrechez resbaladiza de ella engullendo su virilidad.
«Ah-aaahh~… Ja-Javiera…» Matías miró fijamente su eje, maravillándose al ver su longitud medio enterrada en el suave montículo de Javiera. «Se siente tan bien…» dijo, con un toque de asombro en su voz, hablando más para sí mismo que para Javiera. Mirando a la mujer mayor, su mirada de pura excitación lo animó, y rápidamente obedeció su pedido. Agarrando sus muslos, Matías se empujó suavemente hacia adelante, sin saber qué tan lejos podría llegar. Su pene se deslizó más profundamente en Javiera, sus paredes resbaladizas presionando contra él y disparando nuevas emociones a través de su cuerpo con cada centímetro.
«¡E-es como si me estuviera apretando… por todas partes~!» Matías gimió. Agarró el grosor de las piernas de Javiera con más fuerza, tanto para mantener el equilibrio como para tratar de transmitir algo de la emoción que estaba sintiendo a su origen.
«¡No sabía que algo pudiera- ~uhhnnn~ sentirse así~!
Al principio, Javiera pensó que debería decirle qué hacer. Cómo mover. Pero cuando Matías juntó sus manos sobre sus muslos y comenzó a deslizarse hacia adelante por su cuenta, ella supo que lo había descubierto. Por una vez, simplemente se quedó quieta. «¡Aaahn!… Aaah… aah…» Su voz saltaba entre gemidos plenos y profundos y dulces canturreos de felicidad extática. Sus caderas se mantuvieron firmes, pero cada ola crepitante de placer que bailaba a través de sus pliegues hizo que su vientre se meciera y se balanceara hacia arriba, e hizo que sus dedos se apretaran aún más alrededor de sus suaves tetas.
«Bien…» suspiró profundamente, mirándolo con lujuria pura y sensual, abriendo mucho los labios y llenando su mirada con un cálido estímulo.
«E-Es… a-ahhn… Es, todo, t-eso… es m-mi… ah… vagina… ‘Y cada centímetro estaba siendo acariciado en una vez, su coño se estiró ampliamente y toda la carne sensible dentro cantó con éxtasis ante el toque de la verga. La cosa real. Desnuda, palpitante y llena de necesidad juvenil.
«N-ahora…» comenzó, luego hizo una pausa, lanzando otro grito sin palabras cuando las crestas de la cabeza de su pene golpearon otro manojo de nervios.
«E-Empuja… mueve tus caderas, Matías, e-es… se llama ‘follar’…
«Solo sigua… nnnhh~ ah-… diciéndome qué hacer… Es tan ooo…» Matías se detuvo, incapaz de terminar su oración mientras una ola de placer lo invadía. Él siguió su ejemplo obedientemente, un aprendiz más que dispuesto tratando de absorber cada lección que ella tenía para ofrecer. Matías dio un último empujón hacia adelante, impulsándose hasta el fondo, su verga completamente enterrada dentro del acogedor coño de Javiera.
«¡Ah-oooHHH~!» Matías gruñó, cerrando los ojos mientras absorbía la sensación de estar completamente rodeado, capturado, por su cuerpo.
Exhalando lentamente, Matías observó a Javiera con los ojos entrecerrados, observando mientras acariciaba felizmente su propio cuerpo. Tomó sus palabras en serio, deseando nada más que seguir todas sus instrucciones al pie de la letra. Echó las caderas hacia atrás lentamente, las sacó hasta la mitad y luego volvió a empujarlas, primero relajando sus entrañas antes de estirarlas de nuevo.
Continuó empujando lentamente hacia adentro y hacia afuera, cada movimiento agitando su cuerpo con una mezcla de excitación, curiosidad y deleite desenfrenado. Todavía estaba preocupado por Javiera, a pesar de su aparente placer, no podía imaginar que esto no fuera doloroso de alguna manera.
«Solo deje saber si… Si lo estoy haciendo bien. Ahh~… Me siento tan bien… pero está segura… ¿Está segura de que no duele nada?»
Javiera sintió que había algo… profundo en sus mutuos gritos de placer. Matías se animaba cada vez que ella arrullaba, gemía y se retorcía ante el toque de su pene, haciéndole saber que lo estaba haciendo bien. Y le encantaba escuchar sus adorables ruiditos, sus gemidos elevados y serios de felicidad al sentir tantas cosas nuevas que nunca supo que existían.
«¡Ahhn…! M-Maa… ttiii…» hasta el final de su coño canturreó profunda y fuerte; y luego estalló en un salvaje gemido de éxtasis cuando condujo todo el camino
Estaba llena. Completamente llena por la enorme verga de este chico, moviéndose nerviosamente y temblando con la sangre joven que lo llenaba en toda su orgullosa longitud. Inconscientemente, sus músculos más profundos se apretaron suavemente alrededor de él, siempre soltándolos, pero con la promesa de que podrían apretarlos con mucha más fuerza. Su humedad hizo que a él le resultara despreciablemente fácil deslizarse hacia afuera, dejando a Javiera jadeando y temblando con tanto placer como él le había dado al entrar.
Hubiera sido tan fácil. Tan fácil simplemente recostarse y gemir en voz alta mientras Matías la ponía en celo. Pero seguía siendo un niño, inseguro a pesar de su entusiasmo. Le tomó un valiente esfuerzo incluso juntar los labios durante más de dos segundos, incluso más para formar palabras coherentes, pero lo logró.
«N-No… aah… ah… nnh…» Apretó con fuerza su pezón, rodando su propia carne maleable entre sus dedos. «Como cuuaaa… n-n… Cuando te hice tu… ¡AH! »
Un empujón particularmente bien colocado la obligó a cerrar los ojos en medio de una crepitante ola de felicidad.
«Cuando hi-hice tu pene… oh ¡OH!, tan grande… -Me estás haciendo tan feliz, a mí, Mati…ohh… p-por favor, no te note… mmmmm.. no te detengas. .. no pares…
Cuando las palabras de elogio de Javiera llegaron a los oídos de Matías, una sonrisa se dibujó en su rostro. Estaba tan aliviado de descubrir que ella se sentía tan bien como él, y que tal vez podría relajarse un poco. Cuando se dio cuenta de que no solo no iba a lastimar nada, sino que en realidad se sentía mejor cuanto más fuerte empujaba, Matías gradualmente se volvió más seguro. Sus pequeñas caderas se movían cada vez más rápido, golpeando contra la parte interna de los muslos de Javiera con un movimiento satisfactorio cada vez que hacían contacto.
«Si-simplemente g-nnnff… creció…», le dijo Matías entre gemidos. «Mah~… mis amigos dijeron que es… aahhhnn~ raro…» Dejó de empujar, con su verga completamente enterrada en las profundidades de Javiera. Su glande latía y palpitaba cuando ella se apretaba contra él, y él giraba sus caderas en pequeños círculos mientras hablaba.
«No me gustó al principio. Pero ahora estoy tan feliz de que haya sucedido…» Sus mejillas se sonrojaron. «Puedo decir que le gusta…
Impotente. Esa era una buena palabra para describir cómo se sentía Javiera, pero en el buen sentido. Sacudida tras sacudida estresante sacudió su coño, la terrible fricción de su verga desnuda provocando gemido tras gemido tembloroso de su pecho.
«¡Aaahn, aah!… nnah, hahn, ah… siiiIIIII…» Entre sus gritos de alegría y sus bocanadas de aire, abrió los ojos y vio a Matías, golpeando sus pequeñas caderas desnudas contra las de ella con la misma fuerza. más adorablemente suave, discretos paf-paf-paf de carne sobre carne moviéndose.
Ella también podía sentir lo que venía. La presión al rojo vivo que se acumulaba en su vientre, subiendo con cada pase que su verga hacía a través de su cálido y apretado túnel. Pero luego, Matías hizo una pausa, dejando que su calor disminuyera, aunque la dejó todavía temblando y llorando suavemente durante varios segundos más. Lentamente, abrió los ojos. Su largo cabello había volado con toda la emoción, extendiéndose como un halo negro alrededor de su cabeza. Javiera se rió alegremente, devolviéndole la sonrisa a su rostro sonrojado.
«Yo también estoy tan feliz, Matías…» susurró, su voz cálida y suave. «Es… más divertido estar contigo que… incluso con algunos adultos. Je… mmm…»
Aprovechando la forma en que él estaba presionado directamente entre sus muslos, Javiera cruzó las piernas, primero los pies, luego barrió suavemente el cuerpo de él con los pesados troncos de sus muslos. Bromeando, ella se apretó, el puro músculo de sus caderas chupándolo dentro de su coño un poco más. Luego se relajó, dándole la holgura para deslizarse hacia afuera.
«Quiero seguir haciendo esto contigo aún más, Matías…», dijo Javiera, con una sonrisa sincera brillando en su cálida mirada. «Me harías muy feliz si… mmm… si te quedaras esta noche, podría despertarte mucho antes de que tus padres sepan que te has ido, ya sabes. Y puedes seguir corriéndote, una y otra vez. ..» apretó sus caderas de nuevo, soltándose un segundo después, «…en mi coño, en mis tetas, donde quieras… ¿suena divertido?
Matías solo asintió, mirando los cálidos ojos de Javiera. La mención de sus padres lo había preocupado, pero confiaba en que la mujer mayor no dejaría que se metiera en problemas. Después de todo, había estado tan preocupada por eso más temprano esa noche. Recordando esa sensación de antes… ¡correrse!… Matías sintió que su pene se contraía de nuevo. Lentamente comenzó a mover sus caderas de nuevo, sintiendo el coño de Javiera apretándose contra él con cada golpe, impulsando su excitación cada vez más alto.
«E… e… correrse… fue realmente increíble… Yo-yo quiero intentarlo de nuevo…» le dijo, las mejillas todavía sonrosadas con un tinte de vergüenza.
Aunque en realidad no lo dudaba, verlo asentir y escucharlo decir que quería quedarse, seguir frotando sus cuerpos desnudos y follarla hasta que se durmiera en sus brazos la hizo tan feliz que una lágrima real y alegre brotó de sus ojos.
Parpadeó, sonrió brillantemente y dijo: «Haah… mmn… s-sí, sí, Mat… Mati, s-sigue empujando mi amor mmmmhhh…»
Apretó un poco más fuerte sus muslos. presionando su cálida carne, produciendo carne alrededor de su trasero y llegando hasta la parte inferior de su espalda.
«Me encanta ver t-tu aah… mmn… tu carit…aaaa … c-cuando te corres…»
Matías penetró profundamente a Javiera, comprendiendo instintivamente que cuanto más la llenaba, más la estiraba su verga y más lo disfrutaba. Su propio placer creció también, la cabeza del chico comenzó a nadar con esas abrumadoras sensaciones que había sentido en las aguas termales.
«Cuando me aprietas, ¡es aah! – me hace sentir tan rara por dentro~»
Agarrando las piernas de Javiera con firmeza, hundiendo las manos en su carne flexible, reanudó su paso anterior, impulsándose contra la mujer con abandono. Todo lo que sabía era que se estaba sintiendo cada vez mejor, y no quería nada más que ver a dónde irían después…
El movimiento enérgico y oscilante de las caderas de Matías hizo que los muslos de Javiera se empujaran e hizo que los dedos de sus pies se apretaran con fuerza. Su vientre curvilíneo se movió aún más, atrayendo la atención de Javiera aún más hacia el cálido nudo que se acumulaba en el interior cada vez que la cabeza de su pene besaba su matriz.
«¡Ah! ¡Ah! ¡AH! ¡Matías! ¡MATI! ¡MATI! mI amor… mmmhh.. oh… mmmmh
Su mano libre cayó sobre las sábanas de seda, apretando un puñado apretado de la tela que su cuerpo estaba presionando en un agujero poco profundo. Estaba empujando sus caderas y golpeando contra las de ella tan rápido como podía, ahora, toda su preocupación e incertidumbre olvidadas.
«¡Aahn, AH, ah, sí, sí!» Sus gritos fueron puntuados por el fuerte y rítmico pulso de su cuerpo balanceándose bruscamente contra su carne. «¡E-entonces, d-duro y rápido! ¡E-Tú eres aahn, vas a hacer que me corra!
La cabeza de Matías se levantó de golpe ante su exclamación, de repente consciente de que nunca había pensado que Javiera podría correrse también.
‘¿Cómo podría ella…? Ella no tiene…’
Con una sacudida de su cabello castaño, volvió a concentrarse en la mujer que tenía delante, y de repente se preguntó qué podía obligarla a hacer.
«Me gustaría… aaahh~ uhhn~ ver eso…» Él le sonrió, un poco tímidamente, pero con un brillo travieso que no había estado allí antes. «Verla correrse también…» El trasero de Matías se apretó con fuerza mientras empujaba más adentro, sintiéndose atraído por la gravedad de la lujuria de Javiera. Sus pequeñas caderas pudieron mantener un ritmo notable, entrando y saliendo rápidamente, provocando jadeos con cada golpe.
Totalmente perdida en la marea creciente de sensaciones, la única respuesta real de Javiera fue agitar la cabeza y mirar, una sonrisa torcida abrió sus labios para que sus gemidos y jadeos pasaran. Estaba concentrada intensamente en la forma en que sus pesadas bolas golpeaban suavemente contra sus pliegues húmedos. Cómo el chico fue capaz de empujar tan poderosamente dentro, incluso con la presión de sus piernas sobre su trasero. Pasó un tiempo sin sentido en un placer tortuoso, hasta que finalmente logró encontrar su voz.
«Ah… me m… yo… ¡ME CORRO!
Su cuerpo se detuvo, aunque solo fuera por un momento. El mundo de Javiera implosionó en torno a una convulsión repentina en su abdomen, el primer pulso pesado de sus paredes apretándose alrededor de él. Entonces el momento terminó, y un orgasmo cegadoramente intenso se apoderó de su centro, de su propia conciencia, en una ola aguda y creciente.
¡AAAAAghnn! MMMMMMh!! su grito llenó la habitación, y ella cerró sus muslos con fuerza alrededor de Matías, justo a tiempo para que su coño estallara en éxtasis apretado y espasmódico. Hipersensible a cada pedacito de su longitud, sus cálidas profundidades apretaron y sacudieron alrededor de la orgullosa verga de Matías, tirando y tirando rítmicamente como una boca hambrienta ordeñando una teta.
Matías miraba a medias a Javiera, fascinado por sus crecientes reacciones, pero muy distraído por la respuesta de su propio cuerpo a sus esfuerzos. Sin embargo, cuando sintió el comienzo de su orgasmo, no pudo concentrarse en nada más. El cuerpo de Javiera se tensó, estremeciéndose con cada ola de placer, Matías tratando de continuar bombeando contra ella a pesar de su fuerte y apretado agarre mientras ella lo envolvía con cada fibra de su ser.
El coño de Javiera tomó medidas drásticas sobre Matías, cada escalofrío de su cuerpo envió una emoción igual a través de su verga mientras ella involuntariamente apretaba y flexionaba contra él. Matías pronto se quedó sin aliento, sin darse cuenta de que su propio clímax era inminente.
«Ja-… ahh~ … ahh~ AHH~ ¡¡VIERAA~!!» gritó de repente, empujándose de nuevo dentro de ella tan profundamente como podía, las caderas continuaban impulsándolo hacia adelante, intentando excavar aún más profundo.
La presión en los testículos hinchados de Matías era demasiada para tomar un segundo, y luego al siguiente, estaba libre. El glande del chico se hinchó durante una fracción de segundo, tambaleándose al borde de la erupción, antes de que estallara con un fluido pegajoso. El semen de Matías estalló en Javiera, carga tras carga brotando en su coño sediento. Continuó apretándose contra él, tratando de extraer cada hermosa gota antes de que terminara.
«¡¡Aaaaghn!! Urnh… ¡¡Agh, -Mati!!» chilló, lloró y se agitó, sujetando al niño con fuerza entre sus caderas en el tierno tornillo de sus muslos.
Nada de lo que había escuchado en toda su vida se acercaba a igualar la dicha incandescente del adorable grito liberador de Matías. Sus ojos también fueron bendecidos con su rostro felizmente contorsionado. Los músculos sensibles de sus paredes internas se contrajeron, apretaron y tiraron de la verga hinchada de Matías, animándolo a empujar más y más profundo, y finalmente derramar el contenido de sus bolas en su matriz desprotegida.
La verga de Matías se hinchó con avidez dentro de la jaula de su coño, como una gran bestia que de repente se despierta, luchando por liberarse de sus ataduras. Una violenta y poderosa sacudida dentro de ella señaló el primer disparo. El cuerpo de Matías se convulsionó poderosamente contra el de ella, espasmódicamente una y otra vez, palpitando con semen viril que hormigueaba cálida y reconfortantemente dentro de su interior. Era todo lo que podía hacer para apretar y gemir y tirar contra su verga palpitante, dejando que el chico aliviara la tensión en sus bolas demasiado llenas dentro de la primera mujer que había tomado.
En las raras ocasiones en que pudo abrir los ojos llorosos, vio el rostro de Matías, lleno de gemidos de éxtasis durante su segundo orgasmo de la noche.
«¡D-Dime!» rogó, chillando sus palabras entre respiraciones desesperadas. «¡C-como! ¡Ahhht! ¡Se s sient..AHHHH!
Matías aulló con un calor desenfrenado mientras Javiera lo drenaba, extrayendo cada chorro de semen con la fuerza de sus piernas y los músculos de sus paredes.
«¡No puedo detenerme~!» gritaba de alegría, jadeando de nuevo con cada gruesa cuerda que salía a borbotones del útero de Javiera. Su cuerpo apretaba y apretaba, cada nuevo golpe hacía que su cuerpo temblara de placer.
«SE… ¡¡AAAAHH~ sieNT~~ MUYYyy-unnnhh~ ¡¡biEEEEN~!!» El niño vino y vino, la acumulación y el ambiente relajados eclipsaron fácilmente su primera experiencia esa misma noche.
Perdido en éxtasis, el orgasmo de Matías duró lo que pareció una hora. Cuando la niebla roja se disipó de su visión, pudo sentir su verga enterrada profundamente en su amante, sus gruesos muslos tirando contra él mientras el último poco de semen salía de su pene finalmente gastado. Matías cayó hacia adelante, exhalando con fuerza mientras envolvía sus brazos alrededor de las piernas levantadas de Javiera para mantenerse erguido. Jadeando pesadamente, se quedó en silencio por un minuto, su verga aún palpitaba suavemente en el interior de Javiera.
«-uhnn~… eso… Ni siquiera sé… ahhhhhhnn~…» finalmente suspiró, cerrando los ojos y recostado contra ella mientras trataba de recuperar su fuerza.
Al igual que ellos mismos se habían acurrucado en la cama hace unos minutos, el coño de Javiera seguía temblando, latiendo en ondas suavemente apretadas alrededor de la verga enterrada hasta la empuñadura dentro. Matías siguió palpitando dentro de ella incluso después de correrse por última vez, tan feliz de estar sumergido en la apretada y flexible carne de mujer de Javiera. Todavía estaba tan sensible que podía sentir cada tic, como si fuera la forma en que su cuerpo besaba tiernamente el suyo.
«Aaaoh… oooh… ahh…» Javiera gimió, su pecho temblando; fue solo después de que su propio orgasmo tembloroso disminuyó que aflojó su pecho y se dejó caer en la cómoda cama.
La mano que agarraba su pecho se aflojó y se deslizó de su piel resbaladiza por el sudor para golpear contra el colchón a su lado. En todas partes donde tenía nervios para sentir, el agradable zumbido del resplandor crepuscular se posó sobre ella como una manta cálida y relajante. Se quedó allí durante casi un minuto, respirando larga y lentamente, y soltándolo en suaves canturreos de satisfacción.
Sin embargo, no estaba tan absorta como para extrañar la sensación del cuerpo desnudo de Matías deslizándose hacia abajo, o sus respiraciones exhaustas y gemidos retumbando contra su pecho. Ella notó que su cabeza estaba casi justo sobre su corazón palpitante, latiendo con fuerza, pero disminuyendo gradualmente a medida que su entusiasmo se desvanecía. Fue ese sentimiento, esa ligera presión en su frente lo que hizo que finalmente abriera los ojos. Sonriendo cansadamente, levantó la mano libre y olvidada que había abierto su coño para él en primer lugar, y cruzó el brazo sobre su espalda, presionando suavemente contra el lado de su pecho para empujarlo contra su rostro adorablemente jadeante.
«Lo hiciste muy bien, Matías…» susurró suavemente. Javiera finalmente dejó que sus muslos se deslizaran, renunciando a su agarre de tornillo para deslizarse por sus caderas, sus piernas se abrieron para caer libremente sobre la cama junto con las de él.
Matías mantuvo los ojos cerrados mientras se recuperaba de su estruendoso clímax. Mientras Javiera movía sus piernas hacia abajo a una posición más cómoda, Matías se deslizó entre ellas y colapsó sobre su estómago. Se acurrucó contra su amante, con una cálida sonrisa en su rostro joven, su miembro todavía cómodamente instalado dentro de ella.
Cuando Javiera lo acurrucó contra su pecho acolchado, Matías lo besó instintivamente, murmurando: «Mmmm… , mmmm…
El niño envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Javiera tanto como pudo, y continuó dándole pequeños besos en su pecho mientras trataba de hundir su rostro en su suave teta. La boca exploradora de Matías finalmente encontró su camino hacia su pezón, tomándolo y succionándolo suavemente, más por comodidad que por sustento. Dio un suspiro más profundo y satisfecho, luego comenzó a quedarse dormido.
Javiera no tenía prisa por moverse. El solo hecho de moverse hacia ambos lados amenazaba con arrastrar la longitud aún suave de Matías hacia atrás a lo largo de las paredes internas de su coño, y ella simplemente no podía manejar eso mientras disfrutaba de la simple calidez del amor que habían compartido juntos.
«Mmm… que buen niño… te quiero… t…am…» canturreó, tranquila y amable.
Los besos y succiones en su suave pezón eran exactamente lo que necesitaba, llenando el momento con un contacto aún más tierno. Ella lo recompensó deslizando su otra mano cansada sobre sus caderas, sus dedos presionando suavemente y amasando sus curvas para relajar los músculos que habían bombeado tan poderosamente contra su cuerpo.
Fue solo unos minutos más tarde, cuando ella también estaba sintiendo que el sueño comenzaba a reclamar su mente aturdida por la dicha, que finalmente se atrevió a moverse. Ofreciendo un apretón casi de disculpa en su trasero, agarró su muslo, contuvo la respiración, y dejó escapar un jadeo estremecedor cuando ella simultáneamente tiró de su cuerpo hacia abajo y levantó el de ella, sacando la verga de Matías de sus profundidades. Se liberó con un pop muy húmedo, seguido de un chorrito increíblemente cálido de semen que se escapaba de sus pliegues.
«Ah… aaaah…» gimió en voz baja, quedándose quieta ahora que él estaba libre, recuperando los nervios antes de siquiera pensar en moverse de nuevo. Ella deslizó su otra mano sobre el costado desnudo de Matías, lo sujetó suavemente y comenzó a levantarlo. Su miembro ahora flácido se balanceaba y se deslizaba contra su carne todo el tiempo.
Javiera luego se inclinó y giró todo su cuerpo hacia un lado, sosteniendo la cabeza de Matías sobre el valle de su escote, y doblando sus muslos para pellizcar sus caderas.
No quedaba mucho de él para siquiera tocar las sábanas; incluso su cabeza estaba bien apoyada contra un seno suave como una almohada, mientras que el otro caía pesadamente sobre su pecho hasta que comenzó a deslizarse por su espalda.
«Está bien…» susurró, dulce y cariñosamente, con una amplia sonrisa a juego. Javiera cerró los ojos y dejó que su cuerpo se relajara por última vez. «Puedes dormir ahora…»
CONTINUARÁ
Bebé, que rico escribes. Me encanta imaginar que soy un niñito que tiene este tipo de aventuras.
Gracias
Deliciosa y tremendamente excitante continuación, consigues que el lector sienta todas y cada una de las sensaciones que viven los protagonistas, increíblemente sensual. Maravillosa escritora. Nos «amenazas» con una próxima continuación y ya estoy deseando leerla y disfrutarla a tope como en estas dos anteriores, Gracias y Felicidades por el relato.
Excitante tierno lujurioso muy buen relato.
como dije antes, me encanta todo el detalle que pones en cada relato… muy bueno… gracias, me calientas la verga muy rico
Me encantó aunque es un relato largo ni lo sentí y me quedé con ganas de saber que sigue de felicidades