Ya que me preguntas…
A mi amante principal le contesté a sus preguntas. Estábamos en la cama y, aunque siempre las ignoramos, las cámaras de seguridad grababan el encuentro. Mi marido vio la escena y verán lo que ocurrió..
Tengo 75 años y desde joven se me desarrolló una ninfomanía tremenda que a la fecha se ha aminorado mucho, pero soy muy selectiva. Mi historia pueden leerla aquí «LA NINFOMANÍA PUEDE ACABAR EN INFIDELIDAD», en once entregas. Después de Roberto (que en paz descanse pues el COVID se lo llevó dos años antes de que cumpliéramos 50 años de amantes), Eduardo quedó como el reemplazo más antiguo en mis relaciones extramaritales.
Ayer, después que este amante y yo retozamos felices, él me preguntó si fueron muchos los cuernos que le puse a mi marido, Saúl, y a él, desde que iniciamos nuestra relación hasta cuando Saúl decidió que regresáramos a estar juntos, éste aceptando el devenir de mi ninfomanía, y yo procurando la mayor discreción posible cuando tuviese mis aventuras o me viera con los amantes habituales.
Su pregunta me hizo recordar por qué iniciamos él y yo nuestro romance y me ubiqué cuando me reencontré con Eduardo con quien durante varios años tuvimos un romance fuerte. Tanto que yo me sentía enamorada y despreciaba a mi marido.
Una de las ocasiones en las que, en lugar de irme a mis clases vespertinas en la universidad, fui con Eduardo a su departamento y me dio amor durante varias horas continuas, ¡su derrama de semen fue abundante! Al concluir nuestro descanso de la última acción, le pedí que me llevara a casa. En la combi le saqué el pene y lo fui moviendo, pero al detenerse para que me bajara, después de despedirme con un beso, le mamé la verga y le exprimí los residuos de esperma que él traía, todavía tenía el sabor del líquido en mi boca cuando me bajé para recorrer rápidamente los 30 metros que restaban para llegar a mi casa, donde entré rápidamente. Ya eran más de las 11 de la noche, lo primero que hice al entrar fue besar a mi cornudo y le compartí el delicioso sabor que traía en mi boca. Se calentó y me acostó en la alfombra donde me penetró con lujuria revolviendo el atole que yo traía, mientras cogíamos nos fuimos deshaciendo de la ropa. Antes de que mi marido se fuera a venir, me separé de él y le chupé el pene y fui acomodando nuestros cuerpos para formar el 69. Así, los dos degustábamos los residuos del tórrido y apasionado amor que Eduardo y yo habíamos concluido minutos antes. ¡El sabor era delicioso! Mi esposo chupaba con fruición deleitándose con el viscoso atole que yo también mamaba en su pito erecto, gritando en mi interior “¡Chupa cornudo, ese es el sabor del amor que me da un verdadero hombre!” Y le embarraba la cara con la mezcla glutinosa de las excreciones que traía en mi vagina.
Difícilmente, podría creerse que mi marido ignoraba lo que con fervor tragaba en ese momento, dadas las circunstancias, sobre todo porque llegué muy tarde de la escuela. Al descansar con mi esposo, acariciándonos y besándonos, recordé que, en otra ocasión, media hora después que Roberto me llenó de esperma, Saúl me acostó en la cama, me bajó las pantaletas y se puso a chuparme la pepa, calentándose cada vez más, conforme saboreaba el flujo que me escurría y arrastraba la abundante lefa que llenaba las paredes de mi canal vaginal.
Fueron frecuentes las veces que mi marido y yo hicimos el amor saboreando el amor que hice con Eduardo, y eventualmente con otros. Aunque de vez en cuando me acostaba con algún galán que se me antojaba, y, después de echarle el ojo, lo seducía y él se lanzaba a la arena; quedaba con los huevos secos y ahí erminaba todo, pues mi capricho se había cumplido. A veces, si estaba el cornudo en casa, lo hacía lamerme el coño para terminar con la faena.
A Eduardo, sobre lo que me preguntó, le fui mencionando las pocas veces que recordaba: Roberto, mi primer amante con quien una o dos veces al año, desde 1973 hasta 2020 hacía el amor; Mauricio en la fiesta de disfraces, que él no conocía; Joel, el arquitecto, a quien sí conoció en la reunión swinger a la que me llevó y se puso celoso porque Joel quería coger conmigo; el hermano de Eduardo, fotógrafo para quien posé desnuda; varios exalumnos de Saúl; Felipe, Soto, Otilio y Pepe, excompañeros de la preparatoria; una tercia de profesores de la universidad; los que conocí por mi trabajo en la Casa de la Cultura, entre ellos un músico, un pintor y dos escritores, entre ellos Othón, a quien aún continúo tirándome; Rodrigo, el hijo de una amiga; Juan Pablo, quien quiso tener relaciones formales conmigo, pero se convenció que no era conveniente y, sin embargo, aún seguimos haciendo el amor; Moisés, el negro, a quien continúo exprimiendo y sus dos amigos; Edwin, el empresario que fue mi jefe; Vinicio, el yogui…
A veces me pedía detalles y yo se los daba. Al parecer, se enojó al recordar que su hermano también se cogió a su novia Denise, la hermana de Saúl, además de mí y que continuaron viéndose por mucho tiempo más, y no sólo para platicar o posarle como modelo. Pero lo que lo metió en shok fue saber que Joel y yo sí nos vimos y más, mucho más…
–¡Uf, ya llevas como veinte infidelidades en dos años! –exclamó con molestia.
–Perdona, pero no me acuerdo de todas… –retobé para encelarlo más–. Además, ¿qué esperabas de una ninfómana en una edad que exige la reproducción? Lo bueno fue que después del último parto me puse el DIU…
–¡Golfa! –reclamó.
–Mira quién lo dice el dueño de ésta que me enseñó a disfrutar del sexo –le dije moviéndole el falo, antes de metérmelo a la boca.
Obvio, se le paró otra vez. Nos echamos el último raund y se vistió para irse. Yo me puse una bata para despedirlo y continuar con mis labores culinarias que dejé pendientes por la visita de mi amante. Estaba a punto de meterme a bañar cuando llegó Saúl y desnuda me detuvo.
–¿A dónde vas? Ni la cama has hecho y ya te vas a quitar el rico sabor a sexo que quiero disfrutar… –dijo, deteniéndome y tumbándome en la cama.
Se desvistió rápidamente, me abrió las piernas y se puso a chuparme el clítoris y los labios vaginales, metió la lengua que salía con el atole de Eduardo y mis flujos.
–¡Puta! Ni tu amante te creía tan promiscua –dijo, por haber monitoreado imagen y sonido de las cámaras de seguridad, y continuó atragantándose de mis ganas que fluían cada vez más con sus caricias linguales.
Al terminar de lamerme el interior de mis piernas, me embistió con una lascivia enjundiosa, provocándome más orgasmos que los que tuve con Eduardo esa mañana. Saul se vació más que en el mañanero. Descansamos y Saúl fue a prepararme el agua de la tina. Agarré mi teléfono y tomé un pequeño video donde se veía la lefa de Saúl escurriendo de mi pepa, luego los pezones erectos por las chupadas que recibí en el coito y, por último, mi rostro con lágrimas de felicidad, diciendo “Gracias por lo que me diste hoy, pero más por esto que provocaste ahorita”. Se lo envié a Eduardo y sólo recibí como respuesta “?????”. Respondí “Así debes tratar a Adriana, pues no hay mejor cogida que la del marido”.
Fue rico sentirme tan mimada. Saul me bañó con mucha ternura, me secó y me cubrió de besos antes de irnos desnudos al comedor. ¡Mi cornudo me hace feliz! Además, me mantiene y se ocupa de darme mis caprichos, incluidos los encuentros con mis amantes. ¡Te amo, Saúl!
¡Ay amiga, se nota que sigues enamorada de tu marido! Yo también, y bien mucho. Es claro que entre más vergas conocemos, les enseñamos a los cornudos a coger mejor, y conjuntan en ellos lo mejor de todos nuestros amantes.
Me gustaría que mi marido supiera, y viera, cómo me atornillan Bernabé y Amador para que se pusiera eufórico de celos y me diera una repasada tan hermosa como la que te dio Saúl.
¡Felicidades!
A Ramón le gusta ver cómo te da Pedro, por eso te trataron como puta el tiempo que Dalia estaba ausente. Ramón tenía que contener sus celos porque no podía vengarse sin Dalita. ¿Acaso no te diste cuenta que tu marido te cogía con más brío? Te aseguro que no era porque tu novia no etaba.
Seguramente Saúl ya sabía de todos esos cuernos y, los que te faltaron mencionar en ese periodo. No lo ponen celoso, al contrario, lo calienta que seas muy puta y el recuento lo calentó mucho, además de las escenas que habrá visto de esa mañana. Por eso llegó con el rifle listo para atacar y descargarlo completamente.
¡Qué buen cornudo fuiste construyendo!, te felicito,
Sí, creo que los sabía todos. Pero ver cómo lo platicaba a Eduardo lo calentó más que mirar cómo me cogía éste.
Tita siempre es Tita, tenga 30 o 75 años. Eso es congruencia.
Claro, genio y figura…
¡Anda! De que se ponen calientes cuando ven que alguien se coge a su mujer, ¡se ponen!
Tú eres una maestra en la foto con mensaje al marido. Pobre Miguel, chaqueta obligada mientras tú te diviertes montando a otro burro. Yo no tengo problema para mostrarlo, las cámaras de seguridad graban todo. Te recomiendo que compres una base para el celular y que tu marido pueda ver y oír cómo te aman y cómo pides más. Sobre todo con algún galán de nuevo uso.