Familia muy unida – II
Familia que se ama unida, permanece unida eternamente..
Miraba a mis hijos corretear por el jardín, en realidad, más que jardín era un pequeño prado de más de 7000 m2. Volví mi cabeza para mirar atrás y vi la antigua masía que mi abuelo restauró hacía unos años. Paseé por el prado, tomé notas mentales y muchas fotografías. También fotografié el interior de la masía: el sótano, planta baja, y los dos pisos… y cuando creí terminar todo ese trabajo, sonreí.
Estaba segura de lo que yo deseaba hacer, lo podía hacer. Reformar toda la masía para actualizarla para que me sirviese, no solo como mi nueva vivienda permanente, sino también como un centro lúdico para mis amigos, incluyendo menores, y los primeros en servir de ejemplo serían mis propios hijos: Adán y Soraya.
Mi abuela me había dejado dinero y también otras propiedades. Y lo aprovecharía todo. Incluso podría tener ayuda bancaria, ya que el nuevo director de la oficina bancaria, estaba loco por mí y más que por mí, por mi hija Soraya de ya 7 años. Comprensible, porque ya a esa edad era preciosa.
Pero yo no estaba sola para divertirme, tenía amigas y amigo. Adela me había presentado a su amiga Lorena, soltera y con una hija de 8 años y que tanto la madre como la propia Adela, le estaban enseñando los placeres del sexo entre mujeres y también había chupado unas cuantas pollas adultas. Conocedoras de la vida también incestuosa de mi familia, Adela y Lorena vinieron con su hija una tarde a mi casa y mientras las tres mujeres hablábamos de nuestras cosas, los niños se fueron a jugar a su aire. Y llegó el momento de hablar del incesto. Y sobre todo a Lorena, le costó dos amplias copas de coñac soltarle la lengua ¡tenía vergüenza de hablar sobre las relaciones sexuales que mantenían con su hija!
Pero viendo como le costaba el poder expresarse y cómo miraba constantemente a Adela, como pidiéndole que la ayudase, solo se me ocurrió una cosa ante el silencio que imperaba en la casa. Me levanté, las hice levantar a ellas y me las llevé a mi dormitorio y efectivamente, tal y como había pensado, mis dos hijos y la hija de Lorena, Aida, estaban totalmente desnudos y jugando con sus cuerpos y con sus sexos. Mirándolas a las dos que estaban enormemente sorprendidas, solo les dije:
– Ya veis, nuestros hijos se buscan para disfrutar de su cuerpo ¿por qué no disfrutamos nosotras de los nuestros… y de los suyos?
Y no hicieron falta más palabras, las tres nos desnudamos mientras nos acariciábamos y besábamos y nos unimos en la gran cama con nuestros hijos. Y durante más de dos horas nos amamos, nos follamos, nos dejamos follar por nuestros hijos y ellos fueron follados por nosotras. Las seis personas éramos ya una familia, una unión sagrada de placeres, de sexo y de diversión absoluta y libre.
Pero mi hijo, como tantas veces, me prestó una atención personalizada. Pese a tener 9 años era casi tan alto como yo, de cuerpo fuerte y una polla, más que pilila a pesar de su edad, que a mí me arrancaba orgasmos inenarrables. Y esa tarde no fue distinto. Sus manos acariciaron mi estómago, mis tetas, jugaron con mis pezones arrancándome suspiros de placer y cuando ya no pudo aguantarse más me penetró, y mientras yo orgasmaba nuevamente, él se vació, como tantas veces, dentro de mí.
Mis hijos ya tenían nuevas amantes, pero ¡pobre Adán, era el único hombre entre cinco mujeres! Tendría yo que aumentarle la cantidad de leche entera diaria en el desayuno y la cena, para que sus huevos estuviesen siempre llenos para nosotras. Pero Isis y Baco no nos dejan nunca solas a las personas que desean vivir en bacanales constantes e incestuosas.
Dos semanas más tarde, estuve en el banco con todos los papeles pedidos por Sandro (Alejandro) su director, y como noté en mi primera visita cómo miraba mis tetas, las otras visitas fueron de tetas abiertas. Sandro era un cuarentón casado con una casi niña de impresionantes caderas y tetas, llamada Helena, mulata guineana, de 23 años, con gemelos, niño y niña, de 6 años y ahora embarazada de 7 meses. Se quedó prendado de mis tetas y yo, viendo su cuerpo, me lo imaginaba con una polla de medio metro. Pero no era tan grande, solo la mitad aproximadamente.
Se quedó estudiando mis tetas ¡perdón, mis papeles! Y levantando la vista de ellos me miro a los ojos por primera vez mientras me decía:
– Felisa, no hay problemas. El otro día encargué un estudio provisional a la central y me lo autorizaron. Solo necesitamos que tu padre, que se ha quedado con el almacén y distribución de los negocios de tu tía-abuela, certifique que no tiene ninguna otra responsabilidad económica contigo y que los pagos que tiene que hacerte mensualmente de por vida, son los correctos, y que por lo tanto, avala tu crédito, aunque en realidad, vendiendo sin prisas el resto de tu herencia, tienes más que suficiente para vivir tu vida sin problemas.
Estuvimos una rato hablando de negocios y como el banco estaba en ese momento con un solo cliente, le invité a tomar un café y aceptó. Nos fuimos al bar de Mario, nos sentamos en la terraza y al poco pasó por allí Helena, su joven esposa, con el carro de la compra lleno de verduras, su cuerpazo impresionante y sus impresionantes tetas y barrigón. Como he dicho, es mestiza pero de piel más clara y enormes ojos. Nos dimos los consabidos besos, pidió un refresco sin azúcar, pero no renunció a un cigarrillo y al despedirnos, me dijo:
– Felisa, ¿realmente es tan impresionante tu masía o caserón, como dice Sandro?
Lógicamente le dije que si, pero algo dentro de mí o por la mirada de ella clavada en mis ojos, les dije:
– ¿Por qué no venís con los niños el sábado por la tarde? Mientras nosotros vemos el caserón, los niños pueden jugar y merendar -y aceptaron gustosos-
Yo no tenía ningún plan preconcebido, pero sí me interesaba quedar bien con ellos, ya que Sandro podría quedarse de director muchos años y me interesaba su amistad. Y su mujer estaba (y está) buenísima y me interesaba sexualmente, su cuerpo y su mirada denotaban un erotismo salvaje. Merendamos todos juntos y dejé a sus hijos con los míos y a Adán como jefe de la tribu. Nos fuimos al caserón, se lo enseñé detenidamente y lo que más les extrañó fue mi interés en tener unos buenos sitios, amplios y cómodos, para jugar mis hijos y ellos con sus amigos. Volvimos los tres a mi casa y…
Un silencio sepulcral había cuando entramos. Les llamamos en voz alta y cuando íbamos a subir por la escalera a buscarles arriba, Mireya, su hija, se asomó totalmente desnuda por la puerta de mi dormitorio y nos dijo:
– No hace falta que gritéis, estamos aquí los cuatro jugando a papás y mamás. Carlos se la quiere meter a Soraya pero no puede -se dio la vuelta y volvió a entrar-
Nosotros tres nos quedamos estupefactos, quietos, helados, sin sangre en las venas. Solo hacía falta mirar los ojos de cada uno de nosotros para ver que lo que pensábamos los tres era lo mismo ¡que la tierra nos trague! Pero no solo no nos tragó, sino que Helena, tomo la directa hacia la puerta y se asomó. Y allí estaba mi hija, empaquetada entre los dos críos, como un sandwich. Con una mano estaba pajeando a mi hijo, su hermano, mientras tenía su brazo izquierdo abrazando el cuello de Carlos y los dos se besaban como locos. Y Mireya se masturbaba sola mirando el espectáculo. Pero cuando nos vio, dijo en voz alta:
– Papás, Felisa, Adán casi me la clava toda en el culo, y cuando se la he mamado no tenéis ni idea de la leche que es capaz de sacar, y mirad que polla más grande tiene ¡casi el doble que Carlos! Cuando sea mayor la tendrá más grande que tú, papá.
Y con todo el espectáculo que estábamos viendo, la naturalidad con que los niños jugaban con sus cuerpos sin preocuparse de nosotros, los tres adultos nos miramos, rompimos a reír a carcajadas limpias y Helena dijo:
– Ya no hace falta que digamos nada más, todos somos incestuosos y nuestros hijos nos han puesto en evidencia. Felisa, Sandro y yo somos bisexuales, nos vuelve locos toda clase de sexo, incluyendo orgías y lo que sea y por supuesto somos incestuosos. Y si te parece bien, nos podemos reunir todos nosotros siempre que podamos y pasarlo en grande, mientras enseñamos a nuestros hijos los enormes placeres del sexo y a disfrutar sin condiciones.
– Pues que así sea, pero tengo dos amigas, una de ella con una hija de 8 años, que son mis mejores amigas. Y la que aún no tiene hijos, se va a casar con el encargado de distribución del almacén que va a llevar mi padre, y es un antiguo y apasionado amante mío, Jorge. Los dos son amantes nuestros y de toda confianza, y sus hijos, que los tendrán pronto, serán amigos y amantes de los nuestros ¡ellos adoran el incesto!
Y no solo no hubo problemas, sino que en un santiamén, los tres nos quedamos desnudos y empezamos a jugar con nuestros hijos. Y Mireya tenía razón, su padre tenía un hermoso pollón, pero consideré que el de mi hijo sería más grande… y así es. Le dije a Sandro que no penetrase totalmente en los agujeros de mis hijos, mamar su polla lo harían sin problemas y se lo beberían todo. Pero en los culos solo debería meter el glande para ir dilatándolos, y en el coño de mi hija, de momento nada, solo los dedos para darle placer y dilatarla lentamente. Y si los niños se la follaban, pues bien, pero los adultos no por ahora.
Para Soraya y Adán, era la primera vez que podían mantener relaciones sexuales con una preñada de enormes y duras tetas y además, mulata. Así que no hace falta que os explique a quien dedicaron más atención. Soraya se tendió encima de ella y mientras la besaba intensamente, sus dos manos jugaban con sus grandes y oscuros pezones. Y mi hijo Adán tuvo más mala leche, se situó entre las piernas de Helena, apartó las piernas de su hermana y su cabeza casi desapareció en el coñazo de la preñada.
Su boca se convirtió en una ventosa, su lengua penetró todo lo profundamente que el tamaño de su lengua podía, y al darse cuenta Adán que Helena empezaba a estremecerse del deseo y placer que recibía, le dijo a su hermana:
– Soraya, deja de jugar con sus pezones con las manos, le darás más placer si pegas tu boca en ellos y mamas de sus tetas. Yo la voy a meter el brazo.
Y dicho y hecho, Soraya había sido bien enseñada por mí y mis amigas a satisfacer a mujeres más que a hombres (para que aún no la penetrasen vaginalmente) y lógicamente sabía mamar unas tetas. Y mi hijo sabía satisfacer con su largo brazo el coño de una mujer. Cerró el puño y lo metió todo dentro del coño de la morena que pegó un grito:
– ¡Hijoputa no lo metas tanto que me vas a hacer parir!
Y es que claro, Adán había metido el brazo hasta el fondo del coño y casi se lleva la placenta detrás. Pero movía el brazo con una exquisitez terrible, y entre mi hija y mi hijo, hicieron correrse a Helena varias veces. Y el cabrón de Sandro no se estuvo quieto. Me cogió del brazo y me llevó a la otra parte de la cama y al mirar el por qué dábamos esa vuelta, vi que a mis pies estaban follando Carlos y su hermanita gemela Mireya. Segundos después, era Sandro quien me estaba follando a mí.
Lástima que no estuviésemos haciendo un porno, porque ahora veríais un espectáculo incestuoso de pago. En un lado, dos hermanos gemelos, Carlos y Mireya, de 6 años follándose entre ellos. En la otra parte de mi gran cama, Sandro, el padre de los gemelos, follándome a mí. Y en el medio de la cama, como en la pista central del circo, el mejor espectáculo, mis hijos Adán y Soraya, de 9 y 7 años, follándose a una preñada de enorme barriga y tetas y provocándole mil orgasmos, tales eran sus estremecimientos y gritos, mientras sus manos cogían las cabezas de mis hijos para que no abandonasen su «trabajo».
Largo rato después, Helena suplicó que la dejaran porque jamás había tenido tantos orgasmos ni tantas penetraciones vaginales, ya que el brazo de mi hijo estaba muy bien entrenado para follarla sin parar. Y mis hijos le hicieron caso, pero estaban los dos muy calientes y apenas se separaron de Helena, se comieron a besos y se calentaron tanto que me pidieron permiso para follar con el pollón de Sandro. Yo no lo consentí, pero si permití que Sandro penetrase el culo de los dos.
Solo el glande, aunque estábamos tan calientes todos y mi hijo estaba tan perfectamente dilatado ya, que no solo le metió el glande, sino casi la mitad de la polla. Soraya se tumbó a su lado y ese pollón pasaba de un culo al otro, hasta que se corrió dentro del culo de Adán.
Casi tres horas después, estábamos los siete cansados, sobre todo los adultos y paramos para descansar y preparar algo para cenar y reponer fuerzas. Por supuesto, pasamos la mejor tarde de sábado de muchos años. Solo hubo un descontento, mi hijo Adán que quería que no solo Sandro penetrase en su culo, sino que lo penetrase totalmente, toda su polla enterrada en los intestinos de mi hijo que ya tenía 9 años y una polla que ya desearían los de 14.
Naturalmente, todos nuestros hijos sabían que nuestro amor incestuoso era secreto de familia y entre amigos. A pesar de su tierna edad, todos eran conscientes de que sus relaciones sexuales eran un milagro del corazón de sus padres y de su formación sexual, pero tenían algo que los demás amigos y amigas no tenían, que podían jugar a papás y mamás follándose entre ellos sin problemas, siendo verdaderos papás y mamás, siendo unos niños y niñas extraordinariamente sexualizados, educados para follar y para amarse sin barreras.
Y el cabrón de mi hijo, no solo tenía buena polla sino un aguante increíble, y cuando buscamos a los hijos para cenar, nos encontramos a Adán follando totalmente a Mireya, y a Soraya mamando la pollita de Carlos. Nos quedamos mirándoles sonriendo admirando su pasión, y de repente un barrigón se pegó a mí. Era Helena que me empezó a masturbar y yo le devolví el favor. Pero oímos la voz de mi hija ligeramente cabreada que decía:
– ¡Esto no es justo! Carlos tiene poca leche y yo me quedo con hambre…
Claro, pobre crío solo tenía 6 años y ya se había corrido tres o cuatro veces. Mi hija aprendió esa tarde, que si quería leche, tenía que ir a las tetas de su nueva amiga Helena. Y si la quería de polla, a Sandro o a nuestro amigo de años Jorge. O al hijo que Helena pariría antes de dos meses y que sería de gran ayuda a mi hijo, para follarse a sus amiguitas… cuando creciese.
Mientras las obras en la masía, lo que llamábamos el caserón, avanzaban con rapidez, los niños se reunían casi cada tarde. Pero no solo para follar, sino también para estudiar. Adela no solo era una puta putísima sin escrúpulos, sino que además era maestra, aunque no ejercía. Y Lorena se había quedado preñada en Manchester mientras trabajaba en una cervecería, con lo que los niños recibían clases de repaso de todas las materias con Adela, y clases de idiomas, Inglés con Lorena y ruso con Helena, cuya madre era rusa enamorada de un enorme negro en unas instalaciones petrolíferas.
Y los niños tenían también su castigo. Si no estudiaban y no hacían los deberes, no tenían sexo, ni entre ellos, ni con nosotros. Y joder ¡cómo estudiaban los cabrones! Lógicamente, mi hijo Adán se emparejó (por la edad) con Aida, los dos eran folladores natos de varias veces al día. Y mi hija Soraya, con los hijos de Sandro y Helena, hicieron piña y ya que por su edad no les dejábamos, por ahora, siempre por ahora, follar con los adultos, se fueron convirtiendo en unos mamones de una calidad y una perseverancia extraordinaria.
Naturalmente, entre Jorge y Sandro, sus cinco culos fueron siendo abiertos poco a poco por sus pollas, mientras Helena, Lorena, Adela y yo atendíamos a los coños de las niñas, para que fueran dilatándose sin romperles el himen que deseábamos romper en alguna fiesta loca y salvaje, individual para cada una.
Y entre lujuria, sexo y diversión sin fin, se terminaron las obras de la masía y nos trasladamos allí, dejando la casa para juergas más íntimas y específicas. Helena parió un precioso niño de 4 kilos y hermoso pollón que enorgulleció al padre. Y en el casoplón, los niños tenían el salón de juegos que yo había pensado y diseñado. Un salón solo pensado para divertirse follando.
En el último piso, aislado del resto de la casa, con varios camastros de tejido impermeable, perfectamente preparados para follar, pero no solo ellos, sino los adultos que participábamos en las orgías. Y en la habitación contigua, varias duchas y armarios vestuarios.
A veces me preguntan ¿y qué pasa cuando ves como los adultos follan a tus hijos? Y yo me siento orgullosa, no solo de ver cómo les penetran constantemente, sino como ellos son capaces de follar a los adultos y de hacerlos sexualmente felices. Y de cómo estos amigos adultos que nos visitan y que no están aquí relacionados todavía, muchos de ellos acompañados de sus propios hijos, me felicitan por la libertad sexual de mis dos maravillosos hijos, Adán y Soraya.
Y jamás he permitido ni permitiré que entren drogas en mi casa. Solo una vez trajo una señora un poco de coca y fue despedida y no lo ha vuelto a hacer. Mis hijos, nuestros hijos, son hijos perfectamente sexualizados, disfrutan del placer del sexo entre ellos, conmigo, con sus padres y madres, con todos nosotros, pero no quiero ni queremos, que nada les perturbe la sensación del placer sexual. Han nacido de madres muy putas y viciosas, pero no drogatas ni desconocedoras de los peligros de las drogas. Ni siquiera tolero porros.
Y la historia continúa…
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Este relato es en vuestro honor: Felisa, Adán y Soraya. Una familia maravillosamente incestuosa y extraordinariamente unida. Con muchos besos de vuestra amiga Ruth.
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Gracias querid@s lector@s por vuestras cartas. Sé que se me acumulan muchas, pero siempre intento responder lo más rápido posible. Ya sabéis que para cualquier experiencia o contacto: [email protected] espera saber de vosotr@s . Besitos.
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