La Plantación 11 – Epílogo
Donde se relata brevemente como siguió nuestra vida.
Parte 11 (Epílogo)
(Nota: este relato es parte de una saga que comienza bajo el título de Náufragos y continúa como La Plantación. Sugiero empezar la lectura desde el primer título. Pido disculpas que he estado ausente por un largo tiempo.)
Y así fue que nuestra vida continuó llena de placeres por muchos años. El maestro que fuimos a buscar al pueblo inicialmente se mostró estricto y moralista, pero finalmente sucumbió a los encantos de las niñas y se convirtió en un cogedor de nenas y nenes como nosotros. Aunque él (que se llamaba Marcos) insistía que era todo parte de la educación…
Mi hija Sandrita, a sus trece años quedó preñada, aunque no sabemos de cuál de los muchos hombres que la disfrutaron. Yo creo que la bebita que nació se parece a mí. Así que la considero mi nieta, a quien cuando tuvo siete añitos, me la llevé a la cama por supuesto, para iniciarla en los placeres del incesto. La nena se llamaba Soledad y fue mi segundo gran amor luego de Sandrita. Muchas veces compartimos la cama Raquel y yo con nuestra hija y nuestra nieta… eran las orgías más deliciosas, y Nat también participaba si lo deseaba.
Raquel se quedó embarazada durante una orgía que ella misma organizó para sí misma con todos los hombres de la Plantación. ¡Qué puta que es mi mujer!!! Tuvo un varoncito, y ¡cómo lo disfrutó desde pequeño!
La hija de Pablo, Danae, también quedó embarazada…. En fin, no hubo conchita que no diera sus deliciosos frutos para placer de todos nosotros.
La única nota discordante en todo nuestro mundo de placeres, la dio la niña oriental, Kumiko, quien un día desapareció y nunca más la vimos. Probablemente fue capturada por la tribu de caníbales y sacrificada o devorada por esos salvajes… vaya uno a saber.
Ezequiel, al azota-niñas, también conocido como “el perro de Danae”, fue encontrado viviendo con los caníbales varios años después de su partida. Aparentemente se había convertido en uno de ellos. Un salvaje más. Fue apresado por las autoridades y sentenciado a la horca.
La tribu fue exterminada supuestamente. Pero muchos creen que se internaron en lo más profundo de la jungla y que nunca se los podrá encontrar.
Con el paso de los años y a medida que la isla se iba civilizando poco a poco, tuvimos que conseguir la protección del juez de Samarinda, para que nuestra vida de placeres no se viese perturbada o amenazada. Al Juez era fácil comprarlo y no era con dinero que lo hacíamos, sino con carne tierna y tentadora de niños y niñas.
Nuestras orgías se volvieron conocidas en toda la isla, pero ese era un tema que no se hablaba abiertamente. Y así vivimos toda una vida en aquel lugar al que el destino nos llevó.
(Y aquí termina esta historia completamente fantasiosa mis queridos lectores! Espero que les haya gustado y poder inspirarme para escribir otras. Mi nuevo tg @Hec37nnd )
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