La visita inesperada de la familia de mamá
Por Hansolcer
Un día de sexo normal con mi hermana y tenía que aparecer la familia de mamá.
Espero sea de su agrado:
De cucarachita, muy pegado a su espalda la culeaba.
Dejándole ir en cada movimiento toda la extensión de mis casi 18 centímetros, provocándole aquel ruido gutural en su garganta que no sabría decirte si era gozo o dolor.
Mi mano, traviesa hurgaba su clítoris, paradito, sensible al tacto, sus pequeños labios vaginales completamente bañados por aquel líquido resbaloso y de rico aroma a sexo.
Aquella chiquita que apenas había cruzado la barrera de los 13 estaba totalmente ensartada por alguien que no era otro que su mismo hermano.
No era la primera vez, cogíamos desde hace más de un año.
Estaba acostumbrada a tener sexo conmigo y con nuestro hermano dos años mayor que ella, pero hoy estabamos solos.
Era media mañana y este era uno de nuestros polvos diarios.
Follabamos en la cama de nuestros padres, esa donde ellos debían hacer sus cosas por la noche.
La misma cama donde yo había visto como papá había tenido sexo con Lily a quien ahora tenía hasta el tronco y Beatriz nuestra otra hermana, quien también era parte de mi harem sexual.
Porque sin ser unos pervertidos, el sexo entre en familia era algo que había aparecido por accidente en nuestras vidas.
– ¿Quieres que me suba? – dijo mi hermana con voz entrecortada.
No le respondí.
Le saque la polla y ahora me coloque boca arriba dejando libre mi estaca para que ella se acomodara encima y con su mano, ella misma se pusiera la punta en la entrada de su chocho.
Agarrado a sus caderas la dejé disfrutar cada segundo que tardó en bajar hasta que sus nalgas hicieron contacto con mis huevos.
Creo que ambos disfrutamos aquel momento, porque sentir como mi pene se abría paso en aquella vagina era algo que no tiene descripción.
Eran cientos de veces las que habíamos follado, pero siempre era algo verdaderamente rico.
Con la verga adentro mi hermana se dejó caer sobre mi pecho y en tono confidente me susurró al oído que la sentía hasta el estómago, que la sentía más grande.
Dámela toda, quiero que me eches toda tu leche me pidió con tono lujurioso y sensual.
Nos acomodamos, ella arriba y yo abajo, mis manos en sus caderas.
Iniciamos el galope, Lily subiendo y bajando sobre mi verga dura como roca, hinchada de sobremanera.
Hoy parecía estar más ancha que los 4 cm de los que normalmente era.
Sentirme adentro era como estar en la gloria, sus pechos duros frente a mis ojos el mejor espectáculo que pudiera soñar un amante aunque esa hembra fuera su misma hermana.
En perfecta sincronía nuestros cuerpos desnudos danzaban el sexo aunque esté fuera prohibido.
La sangre debía correr más rápido por nuestras venas, pequeñas gotas de sudor habían aparecido en nuestra piel.
El corazón nos palpitaba más fuerte, la respiración hacia lo suyo haciéndonos emitir aquel sonido de sofocación pre orgásmico.
El final era inevitable, estábamos a punto de corrernos.
Lily había acelerado sus movimientos, sus caderas eran una licuadora humana devorando a mi verga sin la menor piedad.
Sus nacientes tetas eran un cono en total erección dejando a mi vista aquellos pezones totalmente parados, que tuve a bien meterme a la boca y mordisquearlos.
Haciendo con ello que se retorciera y me apretara contra si víctima de la mayor excitación.
Que rico – dijo como si hablara para con ella misma entre jadeos y gemidos de placer.
Mis manos dejaron sus caderas para tomarla por la cintura y halarla contra mi y así poderla penetrar más fuerte, mis culo prácticamente quedaba al aire en cada embestida enterrándole hasta el pegue de los huevos.
Podía sentir sus entrañas.
Calientes, húmedas y suaves al contacto con mi tronco eufórico por derramar semen como todo un semental.
Métemela toda, la quiero toda adentro, dámela hasta el fondo.
Si, dámela toda, empújamela hasta el fondo, la quiero toda – decía en aquella especie de letanía pre acabada.
Su larga cabellera moviendo libremente, los ojos cerrados y los labios apretados uno contra el otro, sus manos sobre mi pecho le servía de apoyo para poder impulsarse en cada sentada, aquel moreno cuerpo de niña mujer follando con su hermano habría sido la mejor imagen de sexo incestuoso, digno quizás de algún vídeo porno de lo que alguna vez habíamos visto.
– Voy acabar – dije
– Acaba, échame la leche dentro.
– ¿Te gusta?
– Si, siento muy rico.
Siento muy rico
Me deslice un poco hacia abajo como si quisiera quedar en una mejor posición, ella abrió un poco más las piernas hasta quedar casi en el aire.
En esa posición la culie duro hacia arriba como si con ello quisiera llegarle hasta los pulmones, Lily sosteniéndose sobre mi pecho soporto las embestidas aunque no dejaba de hacer aquel movimiento circular que apretaba mi polla como si me ordeñara.
Cada quien hacia lo propio, la experiencia de muchos polvos nos había hecho expertos en el arte del sexo y sabedores que íbamos a terminar hacíamos nuestros últimos movimientos.
Follamos tan rápido como nos era posible, una y otra vez mi verga entraba en aquella vulva caliente y totalmente abierta, nuestros cuerpos chapoteaban, nuestras gargantas jadeando de gusto, todo nosotros sintiendo el placer del pecado en aquella cama cómplice de nuestros secretos.
Una última estocada y algo hirviendo subió desde mis entrañas, para salir como fuego por mi pene al tiempo que el chocho de Lily sufrió un espasmo vaginal que me hizo saber que me esperaba.
No pude mantenerme en el aire, la apreté contra mi y así abrazados su chocho y mi verga dejaron salir todo el semen que quisieron.
Era una acabada de burro, exagerada, chorro tras chorro me derramé tal como ella me lo había pedido.
Adentro suyo, sintiendo sus líquidos mezclarse con los míos, sintiendo su cuerpo contorsionarse sobre el mío, escuchando sus gemidos de placer, sus jadeos y sus uñas arañando mi pecho.
Fue en ese instante cuando pude ver aquella silueta que en un principio creí era nuestra madre.
En la puerta, con cara de asombro e incredulidad, sus ojos parecían no dar crédito a lo que veían, tanto que tuvo que llevarse las manos a la cara como si con ello quisiera tapar lo que estaban viendo sus ojos.
Todo fue en un segundo, nuestra tía Mercedes en la puerta y mi verga saliendo del chocho de mi hermana.
Aún parada y destilando leche.
18 centímetros evidenciando lo que ya era un hecho.
Lily y yo follando, ella 13 y yo a punto de cumplir 18, todo un pecado no importando que vivíamos en una época y un ambiente donde coger en familia parecía ser de lo más normal.
– Ave María purísima – exclamó aquella tía que pocas veces veíamos y que tanto se parecía a mamá.
– ¿Que paso? – escúchanos decir afuera.
Era nuestra madre.
Nuestra tía seguía mirándonos aunque nosotros nos habíamos atrincherado bajo las colchas, dejando tan solo nuestros rostros de vergüenza afuera.
Ella al parecer no salía del shock de ver semejante escena.
Dos hermanos en pleno clima sexual, tanto que había sido testigo de las últimas gotas saliendo de mi pene y que ahora yacían como evidencia justo donde teníamos los pies.
– Alabado sea Dios – dijo alejándose sin darnos la espalda y saliendo del cuarto.
– ¿Que pasó?
Otra vez mamá.
Debía estar en la otra puerta, la que daba al patio de la vecindad donde vivíamos.
Al parecer habían llegado juntas y por las voces que escuchábamos iban acompañadas de alguien más.
Quizá nuestra tía la puso al tanto de lo que acaba de ver, porque pasaron algunos segundos antes de que mamá entrara.
No tuvimos el tiempo de vestirnos aunque ya teníamos nuestra ropa debajo de las sábanas.
– Vienen sus primos – fue lo único que dijo para luego salir y cerrar la puerta tras de sí.
Supimos que nos daba tiempo de ponernos nuestras ropas.
Sabíamos que era nuestro confidente aunque nunca nos lo había dicho abiertamente.
¿Qué le diría a su hermana? ¿Cómo tomaría nuestra tía el incesto de sus sobrinos? ¿Nuestros primos también nos verían?
Con esas dudas nos cambiamos y pusimos en orden el cuarto, rociando líquido para zancudos para matar el olor a sexo.
Encendimos la televisión y uno a la par del otro nos colocamos como buenos hermanos a ver cualquier cosa, hasta que de nuevo entró mamá y como si nada hubiera pasado le pidió a Lily que fuera por tortillas para el almuerzo.
Tras de sí tía Mercedes con sus hijos Demetrio y Alicia de 16 y 14 años.
Gente de campo, la familia de nuestra madre que vivía en las propiedades de los abuelos y de los cuales papá se había alejado, según él para evitar malos entendidos de que se había juntado con mamá por interés.
– Hola primo, pensé que no estabas – dijo Demetrio.
– Hola
– Hola – me saludo Alicia.
– Hola
Tía Mercedes me miraba, aunque yo evite verle de frente.
Mamá astutamente rompió aquel momento
– ¿Me ayudas a preparar el almuerzo? Estos chamacos tienen que ir a la escuela – dijo dirigiéndose a su hermana.
– Si, claro.
– Ellos van por la tarde – aclaro mama.
La niñas y Jorge van por la mañana – dijo refiriéndose a nuestros otros hermanos.
Dicho esto salieron del cuarto dejándonos a mis primos y yo viendo televisión, aunque luego tuve que excusarme para ir bañarme.
Porque como había dicho nuestra madre tenía que ir a la escuela.
Fue hasta entonces que limpie mi verga todavía con rastros de semen.
Fue también ahí cuando caí en cuenta de lo que acaba de vivir y sonreí.
Talvez de vergüenza o nervios, con mi pene en la mano a medio parar pensé que era algo que jamás olvidaría.
Me masturbe un poco tan solo hasta lograr una erección.
Algo me decía que esta noche no tendría sexo, era mediodía y adivine que nuestra tía y primos se irían hasta mañana.
Seguiré contando ….
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