Pervirtiendo a la abuela
Otra historia familiar en la que el sexo es el eje principal de sus relaciones y en la que el deseo se abre camino entre las represiones sociales..
Según avanzan los tiempos, las modas, las costumbres, nos tenemos que ir adaptando a cada momento. Y si los padres ya tenemos que hacer un esfuerzo para entender el mundo en el que van a vivir nuestros hijos, ya no digo nada de los abuelos, que se encuentran con un mundo totalmente desconocido para ellos, añorando siempre el pasado.
Eso puede verse en cualquier familia donde convivan varias generaciones, en las que cada uno da su opinión sobre la educación de los hijos, lo que deben o no hacer, cómo se deben de comportar y cómo deben de vivir su vida, según las convicciones de cada uno, en cuya convivencia surgen discusiones cada día sobre estas cuestiones.
Y esto es lo que sucede en mi familia, en la que aparte de mis tres hijos, Lorena, de 14 años, Ainara de 12 y Luis 11, mi suegra Amparo pasa largas temporadas con nosotros, y como todas las suegras, siempre tiene que meterse en todo, jaja.
Mi suegra hacía unos años que se había quedado viuda, y todavía podía considerarse joven, pero era una mujer de pueblo, chapada a la antigua, siempre vestida de negro, con unas ideas muy conservadoras que le hacían chocar con todo lo que fuera en contra de las “buenas costumbres” y el pudor, aunque con ese fondo de hipocresía y represión sexual que conlleva esta forma de ser o de haber sido educada así.
Mi hija Lorena ya hace unos meses que tiene novio, un chico de 16 años muy majo, que está muchas veces en casa con mi hija y hasta se ha quedado a dormir con ella, lo que lógicamente, a mi suegra no le gusta nada y me lo hace saber cuando se queda el chico:
—¡Ay, hija! No sé cómo permites que el novio de Lorena se quede a dormir con ella. Ya está todo el día con ella en la habitación como para encima dormir juntos. Ya te imaginarás lo que hacen toda la noche.
—Claro, Amparo. Si lo van a hacer igual, prefiero que estén en casa, más controlados y sin tantos peligros como en otros lugares. Yo les dejo los condones en la mesilla y ella ya sabe lo que tiene que hacer.
—Estas moderneces no me gustan nada. Son unos críos todavía y ya se están encamando.
—Están en la edad. Ahora no es como en sus tiempos.
—No, desde luego; había más autoridad de los padres, y no nos atrevíamos a meter al novio en casa hasta el matrimonio.
—Sí, sí, mucha autoridad, pero ya me dirá entonces como se quedaban embarazadas muchas a estas edades.
—Porque había muchos abusos de los señoritos y en muchas casas hasta los propios padres o familiares se encamaban con ellas. Había mucha ignorancia, hija.
—Y mucha calentura también, suegra, jaja.
—Sí, eso siempre la hubo, pero nos conteníamos.
—Pues usted mucho no se contuvo, cuando a los 17 años ya tuvo a su hijo mayor.
—En esa época éramos más inocentes y muchas veces los chicos nos engañaban.
—Ya, ya, menudos engaños ricos, ¡eh! Os metían la polla y luego decíais que no queríais, jaja.
—Bueno, hija, no te burles de mí, ya sabes cómo eran las cosas en esos tiempos.
—Pues como ahora, suegra. A todas nos gusta que nos la metan.
—Qué descarada eres a veces. Yo no estoy acostumbrada a hablar de estas cosas. Sólo te digo que espero que no tengamos un disgusto con Lorena y le haga una barriga el chico ese.
—Espero que no. Ella está bien enseñada y ya ha tenido otros novios.
—Que barbaridad, desde los 12 años ya zorreando por ahí con chicos.
—Jaja, ¿ahora quien habla mal, suegra? Pues ya verá Ainara también, que ya me dijo que tenía novio también.
—Pero si es muy niña todavía para tener novios. No sé cómo mi hijo se lo permite.
—A él no le gusta nada, pero tiene que aguantarse y acostumbrarse a que empiecen a follarse a su niña pequeña.
—¡Qué cosas dices! Pero sí, ya vi que le gusta tenerla en la cama también.
—Es Ainara la que viene siempre. La gusta estar con su papi.
—Otra cosa que me parece fatal. Tener a la niña en la cama con los padres.
—Sus hijos nunca iban cuando era pequeños.
—No, yo no lo permitía. ¿Cómo van a estar en la cama con nosotros haciendo nuestras cosas?
—Pues muchos los tienen.
—Sí, ya lo sé. Por eso no me extraña nada que los papas le acaben metiendo la polla a su hija también.. ¿No se lo estará haciendo mi hijo a Ainara, no?
—No, sólo juega con ella.
—O sea, que le andará toqueteando la polla a su padre y él se calentará con la cría también, claro.
—Es normal. Solo se lo pasan bien. Con la mayor pasaba igual.
—Y a ti te parece bien eso, claro.
—Ni bien ni mal. Creo que es bueno que aprendan como es un hombre, que toquen lo que tengan que tocar y que experimenten para que luego sus novios no las tomen por tontas y no las engañen.
—Ahora está el mundo al revés. Antes a las que sabían mucho del sexo las tomaban por unas frescas y a los hombres no les gustaban para casarse con ellas.
—Claro, se casaban con las tontas y luego iban a desahogarse con la putita o la amiga de turno que se lo permitían. Era pura hipocresía eso.
—Era guardar las formas, Había más respeto que ahora.
—Usted llama a eso respeto, pero yo creo que eran más infelices que ahora los matrimonios.
—En cuanto al sexo seguro que sí. Yo con tu suegro, me apartaba las bragas a un lado para que me la metiera y a veces me venía el gusto y otras no, según lo que durara él, pero casi ni me veía desnuda, así que imagínate.
—¿Y eso le parecía bien? ¿Estar más de 30 años casada sin disfrutar del sexo?
—Bueno, algo disfrutaba, ya te digo, pero no como ahora mis nietas, claro.
—En mi juventud tampoco me dejaban dormir con el novio en casa, pero nos las arreglábamos para disfrutar como podíamos —le decía yo..
—Ya lo sé, los tiempos van cambiando, pero entiende que a mí todo esto de tus hijas me sorprende mucho.
—Claro, lo entiendo, pero tiene que ir adaptándose a los nuevos tiempos. ¿Cuánto tiempo hace que no echa un buen polvo?
—Que cosas me preguntas, hija, pues desde que me quedé viuda. No me he ido con ningún hombre por respeto a mi marido.
—Pero si está muerto ya. Ahora es una mujer libre y por mi puede recuperar el tiempo perdido si quiere volver a disfrutar del sexo. No me va a parecer mal que lo haga.
—A mi edad ya no sé si será eso posible.
—Claro que es posible. Si todavía es joven. No me diga que cuando duerme con Luisito, no le ha tocado la pollita.
—¡Ay madre!, qué vergüenza. No me digas que te lo ha dicho él.
—No, pero me lo imagino. Yo también soy mujer y sé lo que pasa en estos casos.
—Bueno, alguna vez, pero es muy crío, la tiene pequeñita todavía.
—Pero seguro que ya le da gusto cuando se la menea.
—¡Ay!, no sé, me imagino que sí.
—Vamos, suegra, no se haga la remilgada, lo sabe perfectamente. Y usted seguro que se pone cachonda también al hacérselo.
—La verdad que sí, pero es un niño todavía, y solo jugamos.
—Entonces como su hijo con Ainara. Estando en la cama, el crío le meterá mano y no me extraña que se ponga así, pero enseguida le va a crecer. Antes de que se dé cuenta, va a tener un buen pollón en la mano y le darán ganas de más……
—¡Qué cosas dices¡ Si es mi nieto.
—Bueno, bueno, ya le digo que yo no me voy a meter en esas cosas. Yo también dejo que me toque y se la he meneado al crío para darle el gusto, y ya le sale agüilla. Enseguida empezará a echar unos buenos chorretones y alguien tendrá que aprovecharlo.
—No me puedo creer lo que estás diciendo. ¿Le estás haciendo pajas a tu hijo?
—Pero bueno, suegra, si usted está haciendo lo mismo, jaja. Seguro que le han dado ganas de chupársela también, si no lo ha hecho ya.
—Ya me estás liando. ¿Es que tú también se la has chupado a tu propio hijo?
—No me diga que no lo ha pensado usted también.
—¡Uuuufff!, se me están subiendo los calores, hija.
—Jajaja, tómeselo con calma, que habrá tiempo para todo y para que lo tenga entre las piernas si le apetece también.
—No me sigas diciendo esas cosas, que ya tengo la braga empapada.
—Pues esta noche viene el novio de Lorena a dormir con ella, así que tendrá que dormir con el niño.
—Bueno, no pasa nada, a mí me encanta dormir con él.
—Y a él también estar en su cama, jaja.
—Bueno, mira, vamos a dejarlo ya, que me da vergüenza hablar de estas cosas.
—Hablar si, pero hacerlo, no tanto, ¡eh!
—Pero mira que eres, como te gusta provocarme…..
Esa noche, antes de acostarnos, después de la conversación que habíamos tenido, noté a mi suegra bastante nerviosa, metiendo prisa a su nieto para que se fuera a la cama, porque tenía que madrugar y al final nos fuimos todos a dormir.
A media noche me despertaron los gemidos y ruidos que venían de la habitación de Lorena, que seguramente se lo estaría pasando muy bien con su novio y como me levanté a beber un vaso de agua, me encontré a mi suegra en el pasillo espiando a su nieta con su novio por la rendija de la puerta, que no habían cerrado completamente, y yo le dije:
—Pero suegra, ¿qué hace ahí?.
Ella se sorprendió al verme y un poco avergonzada, intentó disculparse conmigo:
—¡Ay!, perdona, hija, es que como escuche unos ruidos, me parecía que alguien lloraba, y me levanté a ver que pasaba.
—Ya ya, usted sabía perfectamente lo que pasaba y quería cotillear. ¿Qué ha visto ahí?
—¡Ay hija! No sé qué me está pasando, menudo calentón que tengo esta noche. Vaya energía que tienen los jóvenes. El novio de Lorena se la está metiendo sin parar. Fíjate en la polla que tiene; está volviendo loca a la cría, por eso grita tanto.
—Sí, ya veo. Qué cosa más rica. Ya le gustaría a usted tener algo así ¡eh!
—En este momento no te digo que no, porque ya vengo calentita de estar con tu hijo.
—¿Ah, sí? ¿Qué le ha hecho?
—Se la estuve tocando un rato y empezó a salirle el aguilla esa y después de lo que estuvimos hablando, no pude contenerme y me puse a chupársela. Al crío le encantó y a mí, ni te digo. Tenías razón en que es algo delicioso; yo nunca se la había chupado a un crío de esa edad como puedes comprender, pero hasta que no se la dejé seca, no paré. El pobre se ha quedado dormido ya, y ahora, mírame a mí, aquí espiando a mi nieta como folla. Estoy preocupada, yo nunca me había comportado así.
—No se preocupe, mujer. Déjese llevar, ya la dije que tiene mi permiso para disfrutar de lo que quiera.
—Gracias, eres muy buena conmigo y tengo mucha suerte, porque ya sabes que entre las suegras y las nueras no se suelen llevar muy bien.
—Para que vea la suerte que tuvo su hijo de casarse conmigo, jaja.
—Sí, es verdad, aunque al principio no me gustabas mucho con esas faldas tan cortas que llevabas, porque me parecías demasiado fresca.
—Pero usted sabía que a su hijo le gustaba que fuera así para meterme la mano más fácilmente.
—Sí, ya sé que él estaba encantado contigo porque sabías bien como calentarle.
—Bueno, ya hemos visto bastante, parece que han acabado de momento. Iremos a dormir.
Yo sabía que mi suegra iba a tardar todavía un rato en dormirse, porque seguramente tendría que meterse los dedos hasta quedarse completamente relajada con un buen orgasmo.
En los días siguientes me encontré en la calle a una amiga que es la madre de un amigo de mi hija Ainara, de la misma edad que ella y me comentó sorprendida y un poco alarmada:
—¿Sabes lo que vi el otro día?
—¿Qué?
—A nuestros hijos dándose un buen morreo.
—¡Vaya!, no me lo esperaba.
—Les pregunté qué estaban haciendo y Jorge me dijo que se había hecho novio de tu hija y me pidió que la dejara dormir en casa con él.
—Jaja, yo sé que son muy amigos, pero sí que han corrido.
—A mí no me hace gracia. Si son solo unos críos, ¿cómo van ser novios? Y encima quieren dormir juntos. Yo no sé de dónde sacan estas ideas estos niños. Yo les dije que de eso nada, que ya tendrían tiempo para esas cosas.
—Ahora están muy espabilados. En todos lados lo ven. En mi casa ve al novio de Lorena dormir con ella y tu hijo también verá a su hermano mayor con chicas.
—Sí, pero no dejo que duerman con él en casa, aunque ya sé que cuando no estamos, se las lleva a su habitación.
—Es que es normal, mujer, quieras o no, lo van hacer. Ahora muchos padres permiten eso. Si a tu marido le parece mal también, puede venir tu hijo a dormir a casa, porque ¿Qué van a hacer?, si mi hija no tiene la regla todavía y a tu hijo apenas le saldrá todavía semen.
—No te fíes, que enseguida crecen y si ya empiezan así, no sé qué van a hacer en dos años.
—Pues como todos, es inevitable, mejor que vayan aprendiendo y no les pille todo luego por sorpresa.
—¡Qué moderna eres, amiga! Yo soy más de las de antes.
—Como mi suegra, ¿no?, jaja. Bueno, podemos hacer una cosa, que venga Jorge a dormir a mi casa, así podré estar vigilándoles para que no hagan algo que no deban.
—¿Pero van a dormir juntos? No sé, tu verás, es tu hija, menos mal que me dijiste que todavía no tiene la regla, así no tendremos un disgusto.
—Mira, les voy a meter en el cuarto con mi suegra, así no se atreverán a hacer mucho.
—¡Ah bueno!, en ese caso me quedo más tranquila, entonces.
—De acuerdo, le diré a Ainara que traiga a Jorge este fin de semana, que no tienen que madrugar.
Llegó el fin de semana y le conté a mi suegra lo que había acordado con la madre de Jorge, por lo que esa noche no podría dormir ella con Luisito, lo que no la gustó mucho, pero le dije que me parecía que se iba a divertir más con esos dos durmiendo en la cama de al lado, pero que al mínimo problema me avisara.
Y aunque advertimos a los niños para que se comportaran bien, en cuanto oyeron que mi suegra se ponía a roncar, ya empezaron a liarse entre ellos, pero como mi suegra tiene el sueño muy liviano, enseguida se despertó con el trajín de los críos, se levantó a reprenderles y fue a llamarme a mí:
—¿Qué pasa? —le pregunté, alterada.
—Que me desperté y ya estaba el crío encima de Ainara, que tenía las piernas abiertas pero no sé si llegó a metérsela.
—A ver, iré a hablar con ellos.
Cuando entré en la habitación, estaba Jorge todo empalmado y Ainara tocándosela con la mano:
—Ainara, ya sé que tienes ganas de que te la meta, pero eres chiquita todavía y Jorge te puede hacer daño, porque veo que la tiene grandecita ya. Pero podéis hacer otras cosas para divertiros igualmente.
—¿Qué cosas? —me preguntó mi hija.
—Se la puedes chupar y así vas aprendiendo.
Al escuchar eso, intervino mi suegra, que presenciaba expectante la situación:
—¿Cómo les dices eso a los niños? A la madre de Jorge no sé si la va a gustar mucho que hagan esas cosas.
—Pero no tiene por qué enterarse, ¿verdad, Jorge?
—No, yo no le voy a decir nada.
—Estupendo; Ainara, a ver como lo haces.
Ainara se puso a chuparle la pollita a Jorge de una forme un poco torpe, lamiéndola por fuera, pero sin metérsela completamente en la boca y tuve que decirle:
—Después de chuparle la puntita, tienes que metértela toda hasta la garganta.
—Es que no me cabe, me dan arcadas.
—Eso es hasta que te acostumbres, mira como lo hago yo.
Y como si fuera lo más natural del mundo, me puse a chupársela a Jorge, metiéndomela completamente en la boca, que no daba crédito a lo que le estaba haciendo y ante las miradas atónitas de Ainara y de mi suegra, que me dijo:
—No me puedo creer lo que estás haciendo. No sé cómo le estás enseñando a hacer esas cosas a tu hija, y encima se la chupas tú al crío. Qué cosas tengo que ver en esta casa.
—Mejor que vaya aprendiendo a hacer esto bien, que es lo que más les gusta a los hombres. Así los tendrá comiendo en su mano y no se irán con otras. Ande, que usted seguro que también tienes ganas de comérsela, pruebe un poco —le dije a mi suegra.
Después de dudar un poco ante mi proposición, miró a Jorge buscando su aprobación, y se la llevó a la boca igualmente, lamiéndola con glotonería, y como no paraba de hacérselo, al final acabó haciendo correrse al sorprendido y excitado Jorge, que no habría visto algo así en su vida, mientras mi suegra no daba abasto para tragarse todos los chorros de semen que salían disparados:
—Jaja, ¡qué barbaridad!, y me decía su madre que todavía no le salía semen —les dije yo.
—Es que con dos lobas como nosotras, le sacamos hasta lo que no tiene, jaja —me decía mi suegra, totalmente desinhibida, después de chupársela al chaval.
—Ahora vamos a dormirnos ya, que al pobre Jorge lo hemos dejado temblando por la corrida y tiene que recuperarse. Ainara, déjalo descansar, que ya tendrás otra ocasión para disfrutar con él —le dije
A la mañana siguiente vino la madre de Jorge a buscarlo, y nos preguntó como se habían portado, a lo que respondimos, que muy bien, que mi suegra había estado al tanto y habían sido muy formales, por lo que ante la expresión confiada y tranquila de su madre, Jorge le preguntó:
—¿Puedo volver la semana que viene?
—Ya veremos, me parece que queréis ir muy rápido vosotros y sois muy jovencitos todavía.
—Déjalos disfrutar mujer, están en una edad preciosa y todo es nuevo para ellos —le dije, para echarle una mano a Jorge.
Cuando se marcharon, mi suegra me preguntó:
—¿Mi hijo está de acuerdo con toda esta educación que estáis dando a los niños?
—Sí, pero ya ves que nunca está en casa y tengo que hacerme yo cargo de ellos, así que de muchas cosas ni se entera.
—Ya me lo parecía a mí. Lo de Lorena ya me dijiste que lo sabía y aunque al principio no le gustara mucho, no le quedó otra, ¿no?.
—Claro. Le costó ver como se hacía mayor, pero ahora tiene a Ainara y está contento.
—Pues me parece que pronto la va a perder también, jaja y yo cada vez me estoy poniendo más cachonda con todo esto y ya me veo capaz de hacer cualquier cosa.
—Hace bien, Amparo, disfrute todo lo que pueda estos años, mientras pueda.
—Me da vergüenza confesártelo, pero cada vez tengo más ganas de volver a follar y de disfrutar de todo lo que no disfruté de joven.
—Es normal. ¿Con quién le apetecería?
—Pues hasta que crezca mi nieto y pueda follármelo, no estaría mal con el novio de Lorena, que está tremendo, jaja.
—Caramba, abuela, quien la ha visto y quien la ve.
—Es que ya no sé ni lo que digo, con este picor que tengo todo el día en el coño.
—¿Y no le gustaría con su hijo, que tiene un buen pollón y él sí que la llenaría bien?
—¿Pero qué dices? Nos estamos volviendo locas ya.
—Usted no se cierre la puerta a nada, que ya está viendo que en esta casa todo puede pasar.
—Sí, ya lo sé, pero es que eso ni se me había pasado por la cabeza.
—No me mienta, que yo sé que alguna vez si pensó en ello.
—¡Ay, qué vergüenza! Así que mi hijo te lo contó ya, lo que pasó una vez.
—Sí, pero no se preocupe, lo entiendo perfectamente.
—Pasó hace muchos años, él tenía 14 años y le masturbé. No sé ni cómo me atreví a llegar a eso.
—No se crea que es tan raro eso. Así que de ahí le viene el gusto por los jovencitos, jaja.
—No te rías de mí. Nunca me imaginé que pudiera estar hablando de estas cosas contigo.
—Pues su hijo me dijo que se quedó con las ganas de que lo repitiera y de haber llegado a más.
—¡Ay, pobre! Claro, la culpa la tengo yo, por hacérselo una vez y dejarle con las ganas, pero entiéndelo, tuve un momento de debilidad, y estuve durante unos días sin atreverme a mirarle a la cara de la vergüenza que me daba.
—Sí, es normal, tenía otra mentalidad y esas cosas no se consideraban muy correctas, aunque ahora ya se atreva a todo. Mi marido viene este fin de semana, así que vaya preparándose.
—No me digas esas cosas, porque no me creo que pueda pasar todavía. ¿A tí no te importa que me folle a tu marido?
—Si fuera con otra, a lo mejor sí, pero siendo alguién de la familia, todo queda en casa y no hay cotilleos.
—A lo mejor tienes razón, pero es que yo no estoy preparada para estas moderneces.
—Esto es muy antiguo ya, suegra. No me diga que en sus tiempos, alguna viuda no se encamaba con el hijo.
—Sí, es verdad, alguna vez pasaba y se comentaba en el pueblo, pero no sé como se enteraban.
—Porque en los pueblos todo se sabe y cada uno hace lo que puede, como lo que comentábamos antes.
—Pues sí, mira, tienes razón en que esto ha pasado siempre.
Y tanto que pasaba y sigue pasando. Así que cuando mi marido llegó el viernes por la tarde de su viaje de trabajo y le conté todas las novedades habidas en su ausencia y cuando le comenté la posibilidad de follarse a su madre, se le iluminó la cara y no podía creerse que su madre pudiera aceptar eso.
Cuando mi marido le tocó las nalgas a su madre al cruzarse con ella, mi suegra debió de darse cuenta de que yo le había contado todo a mi marido y se ruborizó sin saber ni que contestarle. La cena transcurrió con alguna indirecta entre ellos que fueron calentando el ambiente hasta que nos fuimos todos a la cama y yo le dije a mi hijo Luis que durmiera con nosotros para que mi suegra estuviera sola en su habitación.
Mi suegra, a pesar de su edad, conservaba un buen cuerpo, con unos muslos de jamona, como decía ella y unos pechos generosos todavía muy apetecibles para cualquier hombre y esa noche se había paseado ante nosotros con un camisón transparente, como nunca la había visto, mirando lascivamente a su hijo.
Mi marido no aguantó mucho en mi cama y en cuanto se durmió Luis, se levantó y se fue a la habitación de su madre. Pasó un rato y como yo no escuchaba nada, me levanté para ver lo que pasaba. Por suerte, no había cerrado la puerta y pude ver como mi marido le chupaba las tetas a su madre que gemía acariciándole la cabeza con una mano y tocándose el coño con la otra.
Luego vi cómo se ponía ansiosa al chupar la polla de su hijo, como si hiciera años que no probaba una de ese tamaño y ahora era mi marido el que disfrutaba de sus lamidas.
La calentura de ambos era tan grande que mi suegra se tumbó en la cama con las piernas abiertas, haciendo una seña a su hijo para que su pusiera encima de ella y empezara a follarla como nunca había imaginado que pudiera pasar.
Mi marido empezó a bombearla con un ritmo que iba aumentando hasta hacerla gemir sin pausa, cada vez más fuerte, teniendo su primer orgasmo a la vez que su hijo se corría por primera vez en el coño de su madre.
Después de un pequeño descanso que sirvió para que mi marido recuperara nuevamente una buena erección, mi suegra se montó encima de su hijo para ser ella la que marcara el ritmo ahora, moviéndose como poseída en busca de un nuevo orgasmo que sacó de ella un grito que temí que despertara a toda la casa, pero mi suegra siguió en busca de más, mientras mi marido aguantaba una segunda eyaculación, que cuando llegó finalmente, les dejó a los dos agotados, pero felices de haber cumplido un sueño deseado durante muchos años.
Mi suegra estaba desatada y ya no se parecía en nada a la mujer que había llegado a mi casa con sus costumbres conservadoras y convencionales y a la que entre todos fuimos cambiando, convirtiéndola en otra mujer capaz de disfrutar de todo y de todos.
Ni que decir tiene que a partir de ese día, dormía todas las noches con su nieto y acabó haciéndole un hombre, aparte de desahogarse con su hijo cuando tenía necesidad de un buen polvo, mientras en esas ocasiones, era yo la que me entretenía con mi hijo, y mis hijas disfrutaban en su habitación de sus novios.
Así era la vida en esa casa, un poco loca, pero feliz.


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