SEXO EN FAMILIA
Nos quedamos pegados y antes de separarnos me dijo… Gracias, me has hecho disfrutar de los dos orgasmos más maravillosos, creo que los tendremos que repetir muchas veces..
La primera vez que tuve conocimiento directo del sexo fue cuando tenía 17 años, una noche desperté con mucha sed y camine hacia el baño y pronto escuche unos gemidos que llamaron mi atención. Caminé hacia el estudio, sitio de donde provenían los sonidos y pude observar la escena sin que notaran mi presencia, allí estaban mis padres desnudos, mi madre acostada sobre la alfombra boca arriba mientras mi padre tenía su cabeza metida entre sus piernas, después me enteré que a esto se le decía sexo oral. A continuación, cambiaron y ella comenzó a meter la verga de mi padre en su boca, y por momentos la metía hasta su garganta, lo que le producía alguna reacción de falta de aire.
Ese día ellos habían llegado de celebrar su aniversario y menuda sorpresa me llevé de verlos tan borrachos. Nunca antes les había pillado de esa manera y, aunque sabía que lo hacían, jamás en mi vida imaginé llegar a presenciar aquello.
Alguna vez, fantasee con mi madre. Había imaginado que entraba en mi habitación y, con un tono pedagógico cargado de lujuria, me decía que iba a enseñarme todos los misterios del sexo. Una fantasía que claro nunca llegaría a hacerse realidad. Seguí espiando, con la intención de aprender de ellos. Y pensé… si me pillan, me da igual. ¿Cómo iban a enojarse conmigo por mirar cuando ellos eran los que estaban protagonizando la escena abiertamente?
Me quedé quieto, bien escondido. Los dos debían de estar demasiado borrachos porque aquello parecía una película porno increíble. Se comportaban sin ningún recato, montándoselo en todas las formas posibles. Me hacía gracia ver a mi padre moviéndose con la polla erecta. Le había visto desnudo alguna vez, pero nunca de esa manera. A mi madre, en cambio, nunca la había visto totalmente desnuda. Estaba muy guapa y no pude evitar sentir una pequeña envidia hacía mi padre. Rubia y de ojos azules, mi madre tenía algunas arrugas apenas visibles que la hacían más atractiva ante mis ojos.
Mi verga, por culpa del espectáculo, se puso dura. En esos momentos, mi madre estaba chupándosela a mi padre y podía ver perfectamente como el glande de él entraba en su boca. Quise tocarme y metí mi mano dentro del pantalón del pijama. Aunque no sabía si mi pene era más grande que el de mi padre, esperaba que lo fuera con la edad, siempre es mejor que los hijos superen a los padres. Casi al mismo ritmo con el que mi madre se la chupaba yo sacudía mi pene. Era un espectáculo genial, mejor que cualquier video.
Sin embargo, me llevé un susto terrible cuando se tumbaron delante de mí. Había un montón de sitios donde acostarse allí y, en lugar de hacerlo sobre uno de ellos, habían preferido tumbarse frente donde yo estaba escondido, a menos de un metro. Estuve a punto de huir, aquello era demasiado arriesgado, pero mi padre se abrió sitio entre las piernas de mamá y se puso a comerle el chocho de una manera tan escandalosa que no pude parar de observar y seguir tocándome.
Estaba tan cerca de ellos que si yo estiraba un brazo podía tocarle una teta a mi madre. No hubiese estado mal hacerlo, pero no quería que me descubrieran. Seguí masturbándome mientras miraba como mi padre agitaba su lengua dentro de la vulva de mamá hasta que, de repente, se me heló la sangre. Mi madre me descubrió. Se había dado cuenta que yo estaba ahí y no me quitaba el ojo. Quise desaparecer, pero ninguno de mis músculos reacciono. Imagine lo que iba a ocurrir a continuación. Mi madre iba a gritar, mi padre a verme, me iban a insultar, a decir de todo, y me iba a caer el peor castigo de mi vida. ¿Podía ocurrir otra cosa? Estaba seguro que no.
– ¡Hola hijo! – Dijo mamá con la sonrisa de una borracha. – ¿Has visto lo que me está haciendo tu padre?
Si antes yo estaba rígido, ahora lo estaba más. Mi madre me sonreía y mi padre ni lo noto, siguió en lo suyo, como si no le importara que yo estuviese ahí. Tenían que estar demasiado borrachos, no había otra explicación.
– Deberías probar esto. – Continuó diciendo mi madre con una enorme sonrisa de quien no está en sus cabales. – Es muy divertido.
No salía de mi asombro, aquello era inconcebible para mí.
– Anda hijo, ven, acércate. – Me pidió.
Me quedé quieto donde estaba, aquello era demasiado. ¿Qué era lo que quería mi madre que hiciese?
– ¡Qué tímido! – Soltó mi madre antes de explotar en una sonora carcajada.
Se incorporó con algo de dificultad e impidiéndole a mi padre seguir con su faena, se acercó hasta mí. Totalmente paralizado y con la mano dentro de los pantalones, quedé a la vista de los dos. Ambos me miraban con la misma sonrisa tonta de felicidad. No hubo ni bronca ni castigo.
– Anda, ven conmigo- Me pidió mi madre agarrándome del brazo que me quedaba libre.
Me llevó hasta el sofá donde antes había estado follando con mi padre y se sentó en el, dejándome de pie frente de ella. Papá vino detrás de nosotros y se puso a mis espaldas. No sabía qué iba a pasar, de verdad que no. Nunca imaginé a mi madre completamente desnuda sentada frente a mi verga y a mi padre igual, totalmente ebrio a mis espaldas. En aquel instante, dejé de pensar. Aquello superaba mi raciocinio.
Mi madre me bajó el pantalón de pijama y mi padre me quitó la camiseta con la que suelo dormir, dejándome tan desnudo como cuando vine a este mundo, pero con la verga muy tiesa. La verdad es que me dio vergüenza y, como en un acto reflejo, me cubrí inútilmente mis partes íntimas. No sirvió de nada porque mis manos no eran lo suficientemente grandes como para taparlas, pero, aun así, lo hice. Esto a mis padres les dio igual.
Papá se apoyó en mi espalda de manera que su pene, duro como una piedra, quedó colocado entre mis nalgas y, con sus manos, me obligó a mostrar lo que intentaba tapar.
– Mira cariño como ha crecido nuestro chiquitín. – Le dijo a mi madre, completamente orgulloso de su hijo. – Anda, hazle lo que me hacías a mí, que se lo merece.
¿Qué era lo que ella me iba a hacer? Me pregunté con algo de terror, pero no tuve tiempo de hallar una respuesta porque se me escapó un gemido casi tan alto como los que antes habían estado dando ellos cuando mi madre, cuando ella se metió mi pene en su boca. ¡Qué gusto! Nunca antes, nadie me la había chupado. Esa era la primera vez y era una experiencia que, de verdad, merecía la pena. Se la metía y sacaba, se la volvía a meter y la volvía a sacar. Sus labios rozaban todo mi pene y podía notar como su lengua se movía dentro de su boca para tocármelo todavía más. ¡Qué placer! Se la metía hasta el fondo, podía sentir a la perfección como mi glande llegaba hasta su campanilla.
Mientras tanto, mi padre no se quedó quieto. Acariciaba mi cuello y mis omoplatos. Sin separar su pene de mi culo, sus manos fueron bajando por mis costados hasta que las dejó en mi cintura de donde me agarro y me atrajo más hacía él.
Los dos estaban entregados dándome el mejor placer de mi vida. Mi madre chupaba, chupaba y volvía a chupar. De vez en cuando, me miraba y sonreía y yo, como buen hijo, le devolvía la sonrisa. Mi miedo se fue y la vergüenza también. Aquello era divertido y lo quería disfrutar. Mi madre comenzó a acariciarme con una mano las piernas mientras me chupaba el pene. La piel de sus manos era suave y cálida. Acarició mis pies, mis rodillas, mis piernas y mis testículos. Jugó con ellos un poco, sopesándolos y delimitando su forma para saber cómo eran. Al mismo tiempo, mi padre comenzó a juguetear con un dedo en mi ano. Nunca en mi vida se me había ocurrido tener algo con un hombre, y menos con mi padre, pero esta vez no me importó. Me dejé hacer y sentí como echo saliva en su mano para humedecer mi ano y su dedo se fue deslizando lentamente hacía mi interior. Al contrario de lo que siempre había imaginado, aquello no estaba nada mal.
– Ven, métemela. – Me dijo mamá dejando de chupar y recostándose con las piernas abiertas sobre el sofá.
Me quedé otra vez sin saber qué hacer, quieto y mirando el coño abierto de mi madre. Fue mi padre el que me apremió con un leve empujón a continuar con aquello. Sin saber muy bien cómo hacerlo, me acomode sobre mi madre y fue mi padre el que caritativamente, se preocupó de agarrarme el pene y colocarlo en la posición óptima para que yo pudiese meterlo. Di un suave empujón, y mi pene entró. ¡Qué gustito! Nunca había sentido nada igual. Era una sensación indescriptible.
Movido por algún acto reflejo, comencé a bombear mi pene dentro de mi madre. Fue mi padre otra vez el que me libró de mis miedos cuando me agarró por las caderas e hizo fuerza sobre ellas para que mi pene entrase hasta el fondo. ¡Qué delicia! Mi padre hacía fuerza para que entrase y saliese marcándome un ritmo que me volvía loco. Cuando fui capaz de hacerlo solo, mi padre volvió a jugar con mi culo. Volvió a meterme un dedo y a ese dedo le siguieron dos más. Estos últimos sí los sentí más, pero fue algo agradable, me gustó mucho y me hizo aumentar el ritmo con el que penetraba a mi madre.
Todos suspirábamos de gusto. Mamá acercó su boca a la mía y me dio un beso de esos que sólo se ven en las películas. Metió su lengua en mi boca y volvió a recostarse sobre el sofá. Qué delicia era todo. Tenía las tetas de mi madre a poco más de un palmo de mi cara y, esta vez, no pude reprimir el deseo de tocárselas, pero, en lugar de hacerlo con las manos, lo hice con la cara. Hundí mi cabeza entre ellas y volví a chupar como cuando era un niño.
-Así se hace. – Dijo mi padre
Me trataban como si estuviese comenzando a caminar o a montar en bici y, en lugar de disgustarme, me excitaba más. Papá sacó sus dedos de mi culo y se pegó a mi espalda. Él no tuvo ningún problema con lo que venía, pero yo me llevé una sorpresa. Cualquier persona se hubiese dado cuenta de lo que iba a pasar mucho antes, pero, ese día, mi cerebro no iba muy bien. Noté sobre mi ano la humedad del glande de mi padre y, muy lentamente, éste fue entrando hasta que los pelos de su pubis fueron aplastados contra mi culo. Aquello era algo raro, pero teniendo mi verga dentro de mi madre todo lo podía soportar. Su verga había llegado muy adentro y así la sentía, con mi padre ensartándome por detrás, no podía seguir bombeando como antes y el gustito que sentía decreció.
Fue mi madre la que lo arregló todo. Mientras mi padre esperaba a que yo me acostumbrase a tener aquello allí, mi madre volvió a darme un beso que me distrajo de lo que pasaba en mi culo. Cuando el beso terminó, papá muy lentamente, la sacó un poco y la volvió a meter. Mamá, cambió de postura y comenzó a moverse llevando el ritmo de la penetración. Yo estaba quieto de nuevo, con mi pene entrando y saliendo de la vagina de mi madre y con el pene de mi padre entrando y saliendo de mi culo.
Poco a poco llego el placer. Las dos pollas entraban y salían cada vez más rápido y los besos no escaseaban. Mi madre me besaba y yo le chupaba las tetas, todo era genial. Mi madre comenzó a gemir tan alto que temí que despertasen a mi hermana mayor. Yo me reprimía, pero empezaba a sentir las cosquillas previas al orgasmo. Mi padre empujaba cada vez más fuerte, su respiración se volvió más entrecortada, sus gemidos se hicieron más fuertes. Clavó su pene como nunca antes lo había hecho y pude sentir como su semen llenaba mi interior. Era agradable la sensación húmeda y caliente del semen recorriendo mi cuerpo. Bombeó un poco más hasta que su pene se salió dejando lubricado mi culo.
Me moría de placer con todo aquello. Sentía como el semen se deslizaba por mi ano. Sentía como mi propio pene se rozaba con la piel de la vagina de mi madre. Cada vez, se la metía con más fuerza, deseado llegar más adentro. Mi madre no paraba de gemir y se movía al mismo ritmo que yo. Llené mis pulmones y dejé de respirar, mis gemidos se volvieron sordos, mi cuello se deslizó hacía atrás y, con un empujón fortísimo, lubriqué el interior de mi madre con mi semen al tiempo que ella disfrutaba su orgasmo.
Cuando el placer se hizo menos intenso, bombeé de nuevo un poco más. Mi pene, que empezaba a volverse blando, se deslizo en mi semen. Finalmente, mi pene se salió agotado, me tumbé sobre mi madre como cuando era un niño. Mi padre se sentó en el suelo. Los tres formamos una bonita estampa mientras recuperábamos el aliento perdido por el esfuerzo.
– Vayámonos a la cama. – Dijo mi madre dándome un beso en la mejilla. – Es hora de dormir.
Ambos le hicimos caso y, completamente desnudos, nos fuimos a su cuarto a dormir. Tumbado en medio de los dos pensé que aquello había sido lo mejor que me había pasado en toda mi vida. Por desgracia, no considere lo mismo cuando, a la mañana siguiente, tuve que explicarle a ella, el por qué estaba desnudo en su cama.
Ella no recordaba nada de lo acontecido la noche anterior.
Pasados unos días estando en casa solo con mi hermana, ella me lanzo esta pregunta… ¿Y disfrutaste mucho la otra noche montándote a nuestra mama?
Me sorprendió, sacándome de base. ¿Y porque dices eso?
No te hagas el tonto, nuestros padres llegaron muy borrachos como muchas veces lo han hecho, te pillaron observándolos y te incluyeron en su fiesta, ¿sí o no?
Si, así fue. Y porque dices que muchas veces, ¿tú también los has observado?
Claro, a mí me paso igual y me incluyeron en su fiesta. Para esa fecha yo ya había tenido sexo con mi novio, por eso pude tomar las cosas con madurez, porque esa misma noche mi padre me follo como le dio la gana, claro que disfrute su enorme verga, primero en mi concha y luego cuando se corrió en mi culo.
Con mi madre solo fue comida de coño, que las dos disfrutamos.
Le confesé que me había gustado mucho follar a mi madre y deseaba se volviera a presentar una nueva oportunidad y ella me dijo… no es, sino que estes atento cuando ellos regresen ebrios de una fiesta y de seguro se dará la oportunidad, a ellos le gusta follar en el estudio.
¿Y tú has vuelto a follar con nuestro padre? Le pregunte
Si, ¿recuerdas cuando fuiste a acompañar a nuestra madre a casa de los abuelos un fin de semana?
Claro que lo recuerdo.
Bueno, pues en esos días mi padre no me dejo descansar, porque lo hicimos en todas las formas posibles, en las que a él le gusta y en las que yo disfruto más del sexo.
¿Y cuáles te gustan más?
Principalmente en dos: estando yo en cuatro, o encima de él como montando a caballo, en ambos casos la penetración es profunda y el orgasmo es total. Pero en el momento en que él quiere correrse lo debe hacer en mi culo para que no quede embarazada.
Toda esta conversación me excito y ella sentada a mi lado con su falda recogida al punto de dejarme ver sus pantys, no aguante la tentación y puse una mano en su pierna y comencé a acariciársela, ella no me rechazo, entonces acerque mi boca a la de ella y comenzamos un beso prolongado y profundo. A continuación, mi mano fue a sus senos muy paraditos y empecé a sentir su respiración agitada. Decidí deslizar mi mano por debajo de su blusa hasta llegar directamente a sus senos, afortunadamente ella no tenía sujetador, y las caricias la motivaron tanto que ella llevo su mano a buscar mi verga y al encontrarla empezó a masajearla. Mis deseos crecieron mil por ciento y empecé a estar dispuesto a todo. La invité a acomodarse para quitarle el panty y separándole las piernas le di una sesión de sexo oral que correspondió por un brutal orgasmo.
Ella descanso un par de minutos y a continuación me invito a que la follara en cuatro, así como ella me acababa de contar que disfrutaba del sexo y yo enseguida le metí mi verga y tomándola de las caderas empecé a follarla con mucha intensidad. Ella empezó a gemir y esto me excito e iba volando a correrme cuando ella me dijo… Si te quieres correr dentro, cambia y hazlo en mi culo. Nuestros sexos estaban tan lubricados que no me costó ningún trabajo penetrarla y con la excitación descontrolada, metí y saque mi verga mil veces y durante este proceso ella me pidió que le diera nalgadas y comencé muy suave, pero luego ella me corrigió diciendo que le gustaba el sexo salvaje, entonces deje salir mi factor animal y le comencé a clavar mi verga con fortaleza al punto que ella alcanzo un nuevo orgasmo y yo disfruté de una corrida que jamás olvidare.
Nos quedamos pegados y antes de separarnos me dijo… Gracias, me has hecho disfrutar de los dos orgasmos más maravillosos, creo que los tendremos que repetir muchas veces. Y desde ese día lo hacemos a diario, salvo que nuestros padres lleguen borrachos y nos inviten a su fiesta. Hasta aquí mi relato.
Que rico relato, me puso duro, gracias