Una Visita Inesperada EPILOGO DEL CAPITULO 1
Mientras Andrés regresaba a casa desde la casa de Carlos, su mente estaba sumergida en pensamientos sobre lo que había ocurrido recientemente. Sin darse cuenta, llegó a su cafetería. Se quedó estacionado por un momento, perdido en sus reflexiones, antes de decidir entrar. Justo cuando estaba abriend.
—Estoy abriendo apenas —dijo Andrés, sorprendido de verla allí.
Paula ingresó con Andrés y se sentó en una esquina del establecimiento. Observó el ambiente acogedor mientras se acomodaba en una de las mesas, con la luz de la mañana entrando suavemente por las ventanas.
—¿Podrías traerme un café y el diario? —pidió con su tono sereno, mientras cruzaba las piernas con elegancia.
Andrés asintió y se dirigió al mostrador para preparar el café. Mientras lo hacía, no podía evitar pensar en la noche anterior. Al regresar con el café y el periódico, trató de entablar conversación para romper el hielo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, pero rápidamente se corrigió al darse cuenta de la posible ambigüedad de su pregunta—. Me refiero al procedimiento, no a… —se detuvo un instante, sintiendo cómo sus mejillas se encendían de vergüenza—. No a la noche con Carlos.
Paula notó el nerviosismo de Andrés y sonrió con ternura.
—Estoy bien, gracias por preguntar. Todo salió bien y me siento más tranquila —respondió con sinceridad, observando cómo él luchaba por mantener la compostura—. Aunque sin apuros, me gusta poder moverme a mi ritmo.
Andrés se sentó en una mesa unas filas más allá, aparentemente intentando distraerse con un periódico propio. Sin embargo, Paula notó cómo sus ojos se desviaban cada tanto hacia ella. Después de un rato, cuando bajó la mirada por un instante, se dio cuenta de algo inesperado: Andrés estaba observando por debajo de la mesa donde ella estaba sentada, y sus manos se movían discretamente sobre su bulto, frotándolo por encima de la ropa.
Paula levantó una ceja, sorprendida y curiosa ante la situación. Se preguntó qué pasaría por la mente de Andrés y cómo debía reaccionar ante aquella escena tan inesperada.
Paula, a sus 55 años, era una mujer alta y morena, con una presencia que imponía tranquilidad. Su rostro reflejaba serenidad, y sus ojos, aunque atentos, siempre transmitían calma. Al notar la situación, miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie más en la cafetería y luego sonrió con complicidad.
Andrés, también moreno y alto, con un físico atlético que denotaba fuerza y disciplina, continuaba observándola detenidamente. Sus ojos recorrían cada detalle de Paula, como si buscara memorizar su presencia en ese momento. Al ver la sonrisa de Paula, una sonrisa suya emergió, reflejando tanto un atisbo de nerviosismo como de entendimiento compartido.
Paula, aún con la misma calma que la caracterizaba, decidió mantener el juego de miradas y sonrisas, preguntándose qué estaba pensando Andrés y qué tanto más podría desarrollarse entre ellos en aquel momento de intimidad inesperada.
Andrés esperaba algún tipo de acción por parte de Paula. Su mirada estaba fija en ella, como si intentara leer sus pensamientos. Paula, sin embargo, dudaba. Su mente estaba llena de preguntas, especialmente sobre lo que Andrés realmente quería entender. Finalmente, después de un momento de indecisión, Paula se levantó y caminó hacia él.
Mientras se acercaba, Paula reflexionaba sobre la relación que tenía con Carlos. Sabía que para todas las personas extraña, incluso inapropiada, cometían incesto y ahora Carlos había sido testigo de eso. La idea de que Andrés quisiera saber más sobre esa relación pasó por su mente. Se preguntaba si él estaba buscando respuestas o algo más.
La mesa donde Andrés estaba sentado era pequeña, apenas suficiente para los dos. Paula se sentó a su lado, tan cerca que sus rodillas casi se tocaban. La proximidad era palpable, y por un momento, ambos quedaron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Finalmente, Andrés decidió hablar, su voz baja y cargada de curiosidad:
—Paula… —comenzó, dudando un instante antes de continuar—
—Esta es la primera vez que hablo con alguien sobre esto —comenzó Paula, con un tono suave pero decidido—, pero a raíz de lo que vivimos ayer, no sé por dónde empezar.
Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas mientras sus ojos se encontraban con los de Andrés, quienes la observaban con atención.
—A Carlos siempre le he dicho que entre nosotros podemos contarnos todo y ser tan liberales como ambos estemos de acuerdo —continuó Paula, con una sonrisa melancólica—, pero otra cosa es el mundo fuera de nuestra casa.
Andrés asintió lentamente. Sabía que había una profundidad en su relación con Carlos que aún no comprendía del todo, no era una simple relación incestuosa centrada en el sexo.
—No solo es mi hijo, ¿sabes? —dijo Paula, su voz temblando ligeramente—. Es mi mejor amigo.
Andrés se quedó en silencio, sintiendo el peso de las palabras de Paula. Podía ver en sus ojos que esta no era una conversación fácil para ella. Había una mezcla de amor, orgullo y vulnerabilidad en su expresión.
—Entiendo… —respondió Andrés finalmente, tratando de mostrar empatía—. Es un vínculo muy especial el que tienes con él. Pero… —hizo una pausa, tomando aire—, ¿cómo manejan esa libertad? ¿Nunca había existido un tercero, alguien como yo?
Paula desvió la mirada, su rostro reflejando una mezcla de vergüenza y expectativa. Sabía que lo que estaba a punto de decir era inusual y posiblemente difícil de entender para otros, pero esperaba que Andrés, después de todo lo que había presenciado, pudiera ofrecerle un poco de comprensión. Con una respiración profunda, continuó.
—He dejado de verlo solo como mi hijo, ¿sabes? —confesó, sus palabras cargadas de sinceridad—. Y por los mimos que me da, me encanta estar a su lado, aun en situaciones tan… morbosas. Soy consciente de que nos hemos convertido en algo que, de otra manera, sería imposible.
Mientras hablaba, Paula, casi inconscientemente, empezó a rozar sus pechos con su mano, como si estuviera reviviendo los momentos de la noche anterior. Su voz se volvió más baja y susurrante, llena de recuerdos vívidos.
—Fue erótico, fue lujurioso… —dijo, con una leve sonrisa en sus labios—. Lucirme ante ambos fue alucinante y maravilloso. Lo disfruté tanto, casi tanto como el contacto físico posterior.
Andrés la miró, sus ojos llenos de fascinación. Las palabras de Paula eran intensas, llenas de una honestidad que lo sorprendió. Trataba de procesar lo que escuchaba, de comprender el nivel de intimidad y conexión que Paula describía.
—Paula… —comenzó Andrés, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Nunca había escuchado algo así. Entiendo que tienes una relación muy especial con Carlos, pero debo confesarte que lo de anoche para mí fue esplendido y no pretendo bajo ninguna manera afectar la relación de ustedes, ni la nuestra, Carlos es mi mejor amigo.
Paula lo observó con atención, notando la mezcla de emociones en el rostro de Andrés. Entendía que esta conversación apenas comenzaba a tocar la superficie de lo que ambos sentían y pensaban. Había revelado una parte de sí misma que pocos conocían, y ahora esperaba la reacción de Andrés con una mezcla de esperanza y ansiedad.
Andrés respiró hondo y, después de un momento de reflexión, habló con sinceridad:
—Paula, no puedo decir que entiendo todo lo que ustedes comparten —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Pero veo que lo que tienes con Carlos es especial para ambos, y es algo que te hace feliz. No soy nadie para juzgar eso. Mientras ambos sean felices y estén de acuerdo, no veo por qué tendría que ser un problema.
Paula sonrió, aliviada por la aceptación de Andrés. Apreciaba su comprensión y apertura, sabiendo que no todos serían capaces de verlo de la misma manera.
—Gracias, Andrés —respondió, sus ojos brillando con gratitud—. Significa mucho para mí que lo entiendas.
Luego, su expresión se tornó un poco más traviesa, y se inclinó ligeramente hacia él.
—Y, Andrés… —dijo, con una sonrisa sugerente—, sobre lo de anoche… Me gustaría que se repitiera.
Andrés la miró, intrigado por la propuesta. Sus pensamientos se arremolinaban, considerando las posibilidades de lo que vendría después.
—Quizás… podría ser interesante —respondió, devolviendo la sonrisa.
Con esto, ambos se quedaron en silencio por un momento, compartiendo una comprensión tácita de que este era solo el comienzo de algo más complejo y emocionante.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!