• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (2 votos)
Cargando...
Infidelidad, Intercambios / Trios

Chocolate con colágeno

Hace algún tiempo se me ocurrió hacer un trío utilizando a mi nuevo amante 20 años menor que yo y a mi único amante negro, y lo comenté a mis amigas, quienes tiempo después me preguntaron cómo se dio. Aquí les respondo..
Ya había propiciado un trío con Saúl, mi marido, y Rogelio. Este último es mi amante más joven, y viudo, que desde hace año y medio se apasionó por mi manera de hacer el amor. La verdad me encantó su enjundia, aunque me preocupó su enamoramiento. Otro de mis amantes es Moisés, un negro, amigo de mi marido desde hace casi 50 años.

Una vez comenté a mis amigas de SST que sería interesante hacer un trío con estos dos amantes y me puse a organizarlo. Se los propuse a cada quien, y también se lo advertí a mi marido porque no sería en la casa nuestra y él, lo más que tendría sería alguna foto o video del evento.

–¿Por qué quieres pasar la noche con ellos si pueden coger aquí durante el día? Y, si es fuera, que te traigan en la tarde –me preguntó mi cornudo consentidor.

–Es que sólo quiero estar con ellos dos, sin ti para no inhibirme –señalé–. Además, quiero emborracharme y ponerme bien pacheca para coger más rico y a ti no te gusta verme así –concluí mi explicación.

–Sí me gusta cogerte así, como puta usada. Me encanta cuando, al llegar, te encuentro en casa toda cogida y aún estás mareada y con los ojos rojos. ¡Te chupo el atole que el galán te dejó y te pongo en la posición que se me antoje! –precisó Saúl.

–¿Te pones celoso cuando cojo en otra cama? Lo he hecho muchas veces… –respondí y mi marido sólo sonrió.

Días después, cuando arreglaba mis cosas en una mochila, le dije a mi marido que ese día y buena parte del siguiente, él tendría que comer solo. “La comida es fácil, pero la cogida…”, me respondió.

–Pues te pones unos videos míos o las fotos que le has tomado encueradas a tus amigas y te la jalas rico –le contesté.

–Bueno, la idea del video está bien, veré con quién lo grabo… –dijo, seguramente para encelarme y me enojé pensando que cogerían en mi cama, pues en el estudio, donde se revuelca a sus amigas y a las criadas, sólo hay una cámara; y en mi alcoba hay tres de alta definición.

–Ya están listos los dos. El trío será en la casa de mi bebé. Ya les dije que quería que me hicieran un sándwich estando borracha y pacheca. Cómo extraño a Roberto, a él también le gustaba cogerme así y fumaba conmigo –recordé a mi primer amante, muerto durante la pandemia.

–¿Ellos también van a fumar mota? –me preguntó Saúl.

–En ambos casos no hubo entusiasmo, pero sí aceptación para que yo me metiera lo que quisiera, además de verga. El negro me dijo que él sí tomaría vino, pero la mota no, ya sabes cómo es él. El bebé sólo alzó los hombros resignado, pero no sé si se anime a fumar –le expliqué.

–Moisés ya te ha cogido así, aprovechando que unos amigos de él te ofrecieron la mariguana y entre todos te cogieron borracha y fumada –me dijo.

–¿Y tú como sabes? ¡Yo no me acuerdo! –le contesté pues no sé cómo supo Saúl eso y yo no recuerdo los detalles.

–Pues tú no estabas en tus cabales, y el negro se tenía que ir a trabajar, pero no quería dejarte durmiendo la mona con sus amigos, ni era conveniente que te llevara así a la casa, donde tu hermana cuidaba a tus hijos mientras tú andabas… cogiendo afuera –explicó y se calló “andabas de puta”, cambiándolo por “andabas cogiendo”, que también me molestó.

–¿Y eso qué? ¡Yo no cogía en casa porque ahí estaban los niños! ¡Obviamente tenía que coger fuera de casa!

–Eso no es tan cierto, cogías, y mucho, en la casa con Roberto y con Eduardo, no frente a los niños, pero sí pasó –señaló y advertí que estaba alejándome sobre una pista de cómo obtenía Saúl información sobre mí, así que  regresé al punto.

–¿Qué hizo entonces Moisés? ¿Por qué no confiaba en sus amigos y me dejaba con ellos? –pregunté extrañada del comportamiento de Moisés al contarle eso a Saúl.

–Te vino a traer a mi departamento para que terminaras de reponerte. Te sacamos cargada del auto y te dejamos sobre la cama para que durmieras tranquila –aclaró.

Empecé a explicarme un poco por qué esa vez no recordaba cómo había llegado al departamento donde Saúl vivía solo ya que nos habíamos separado para divorciarnos, pero eso es asunto de otro relato. Como ya había llegado Rogelio por mí, me despedí de Saúl. “Después me dejas ver el video que grabes” y le di un pico de despedida antes de abrir la puerta.

–¡Hola, Rogelio! Por favor, la cuidan porque tomada es impredecible –le dijo mi marido a mi amante.

–No te preocupes, estaremos en mi casa por si requieres algo –dijo Rogelio y yo evité que se entretuvieran platicando yéndome al auto.

–Pues lo que requiero, lo van a usar –contestó mi marido señalándome.

Al irnos, me quedé pensando en la identidad de la señora a la que mi marido habría invitado para suplirme. Me imaginé que seguramente sería Regina y de ser ella, obviamente no me enseñaría el video. Me entró un ataque de celos, pues ella lo ama desde hace muchísimos años y aunque es de la edad de mi marido, ella se cuida muy bien y, modestia aparte, se ve tan guapa como yo, además ella sí tiene piernas bonitas.

–¿Conseguiste la mota? –le pregunté a Rogelio ya que yo le había pedido que la consiguiera.

–Sí, y me aseguraron que “era de la buena”, ya me dirás tú si es cierto porque yo no sé de eso. Está en mi casa –aclaró.

–Ya la probaremos… –dije.

–Pues tú y tu amigo la probarán –retobó.

–No, tú y yo, y también el negro, si lo convencemos… –expresé dejándole claro a Rogelio que él tendría que acompañarme en el viaje.

Al llegar a la casa de Rogelio, había un auto estacionado, de donde bajó Moisés al abrirse la puerta automática de la cochera.

–No vayas a cerrar, es Moisés, también meterá su auto –le aclaré y me bajé para decirle al negro que metiera su coche.

Una vez adentro y cerrada la puerta, hice las presentaciones. Ambos se dieron la mano, forzando una sonrisa mientras trataban de adivinar los pensamientos del otro y examinando sus vestimentas para deducir algo más sobre quién tenían enfrente. Parece que ambos aprobaron la inspección y me colgué de los brazos de ambos para entrar al interior de la casa.

Charlamos en la sala, en el sofá, yo entre los dos recibiendo y dando besos y caricias a ambos lados mientas tomamos unos tragos, acompañados de pan y carnes frías. Los fui desnudando y ellos intentaron hacerlo conmigo, pero les hice saber que primero quería sentirme como en las prácticas CFNM, donde la mujer vestida cosifica al hombre desnudo, aunque seguramente, también yo sería cosificada en esa reunión de putos y puta calientes. Les comencé a mamar los penes alternadamente y a masturbarlos.

–Quería tenerlos juntos a ustedes dos, mis amores, sin inhibirme ante mi marido… –dije acelerando el movimiento de sube y baja en los troncos– ¡Qué rico presemen! –exclamé distribuyéndoles con el pulgar el líquido en el glande a cada uno.

–Mi amor, yo no te noté inhibida cuando hicimos el trío con tu marido –aclaró Rogelio y Moisés puso cara de asombro pues a él no lo he invitado con Saúl.

–Pues ustedes no se inhibieron, más bien lo disfrutaron mucho –dije y Rogelio asintió con la cabeza mostrando una gran sonrisa–. Pero ya les dije: ahora quiero coger borracha y fumada y siento penita frente a mi marido.

Seguí jalándoselas más rápido, ambos habían cerrado los ojos y con la boca semiabierta. Tenían una mueca que delataba cómo disfrutaban la masturbación que yo les hacía, y cuando era claro que se vendrían aminoré el ritmo. Ellos abrieron los ojos de inmediato, yo apreté las dos macanas que tenía en las manos y solamente escurrieron pocas gotas en el dorso de mi pulgar, las cuales me llevé a la boca para saborear y responderme la pregunta que había hecho Ishtar en el chat: “¿A qué te sabrá la crema del chocolate revuelta con colágeno?”

–¡Sabe delicioso! –exclamé entornando los ojos y les volví a jalar los penes para exprimir otras gotas más, las cuales mezclé frente a ellos, extendí las manos y puse mis dedos con lefa en sus labios–. Prueben, mis amores, es crema de chocolate revuelta con colágeno.

Ellos lamieron obedientemente mis dedos y comenzaron a encuerarme. Obviamente, el saco, la blusa y el brasier fueron lo primero que me quitaron para ir a mamarme. Era delicioso tener a dos becerritos jalándome los pezones con la boca, y yo sopesando un par de huevos en cada mano. Mientras me mamaban yo jalaba sus escrotos y ellos continuaban quitándome la ropa.

Ya estaba yo desnuda, pero ellos no dejaban de mamar y ahora metían sus dedos anulares en mi raja. Cuando la humedad parecía río, abrí más las piernas al sentir dos dedos dándome jalones de clítoris y otros más hurgando en la profundidad de mi vagina. ¡Qué ricos orgasmos me sacaban mis putos!

–Ya no quiero cubas, mejor tomemos tequila –dije en el descanso, cuando Rogelio iba a servir más tragos–, ¡y todos al parejo! –exclamé y mi petición fue atendida.

Les mamé un poco la verga a cada uno, metiéndoles previamente el glande en el vaso tequilero. Al terminarse mi bebida, me serví más y me senté en un banco de la barra, inclinándome para que me colgaran las chiches. “Acábense su tequila con pezón”, les sugerí. Ellos, de inmediato se apoderaron de una teta cada uno y remojaron mis pezones en sus vasos, chupándolos hasta que terminaron su bebida. ¿Bebida? ¡Yo era la que estaba bien bebida! Y ellos con sus ostensibles garrotes donde se me antojaba clavarme, pero yo quería fumar la mariguana antes de ser penetrada…

–¡Dónde están los porros, mi niño? ¡Distribúyelos! –le exigí a mi colágeno.

Rogelio, de inmediato sacó de la cantina una bolsa de plástico que contenía un paquete de papel estraza. ¡Madre mía, eran como veinte carrujos y olían riquísimo!

–A ver si alcanzan, espero que esté rica la yerba y les guste… –dijo Rogelio al ofrecer los cigarros.

Yo tomé uno, Moisés hizo un movimiento negativo con la cabeza y mostró la palma de la mano para recalcar su oposición, pero tomó el encendedor y me ofreció fuego. Al aspirar el humo, me di cuenta que era de buena cosecha, ¡rica la mari! Como Rogelio no prendió un cigarro para él, le ofrecí de mi bacha después de darle otra calada profunda.

–Prueba, mi amor –le dije poniéndosela en la boca para que aspirara, lo cual hizo tímidamente– ¡Jálale más! –ordené y lo hizo.

Entre los dos nos acabamos el carrujo. Moisés había tomado distancia y fue a abrir una ventana. Al rato, Rogelio ya estaba en onda, ¡más que yo!, y comenzó a reír

Nota: a partir de aquí mis recuerdos no son completos y tuve que reconstruir lo sucedido por los relatos que me contaron de mis amados, principalmente el negro, pues el colágeno también andaba volando.

Todos nos fuimos a la recámara, Rogelio y yo abrazados. Me acosté, abrí las piernas y recibí en la pepa el pene de mi colágeno, quien se movió frenéticamente mientras me estrujaba las chiches. Mis orgasmos vinieron en trenecito. “¿Te gusta tu puta, mi amor?”, le preguntaba en cada estocada que me hacía ver estrellas. “¡Sí, mi amor, nunca quiero separarme de tu panocha!”, contestó al momento en que sentí tres chorros de calor dentro de mi vagina y el macho se quedó quieto. Lo exprimí con mi perrito escuchando que me decía suave y amorosamente “Te amo puta” en cada contracción de mis músculos vaginales, hasta que quedó yerto y salió su miembro de mí raja.

–Ahora tú, mi negro, vacía esos huevos Kínder en mí –le dije a Moisés abriendo mis piernas en cuanto me deshice del cuerpo lacio de Rogelio.

–¡Qué vergota tan crecida tienes! –expresé abrazando a Moisés que se había estado sacudiendo la verga mientras nos veía cogiendo.

Pobre Moisés, se desquitó dentro de mis entrañas donde yo sentía su herramienta muy gruesa y a su glande pasando por todos los puntos sensibles de mi canal vaginal. El negro jadeaba como perro y yo le arañaba la espalda sin piedad, gozando sus ganas, tan grandes como lo mostraba ese garrote haciendo fiesta dentro de mí.

Fueron tantos orgasmos con Moisés como los que tuve con Rogelio que, cuando el negro se bajó tuve que descansar. También mis garañones quedaron exhaustos, por tanto esperma aportado en mis entrañas, donde yo aún sentía el ritmo y el calor de las estocadas.

Sin embargo, Rogelio ya se estaba reponiendo un poco, pero aún tenía la mirada con extravíos. “¡Moisés te hizo otra raja!”, exclamó Rogelio, acercando su cara a mi pepa. Moisés se carcajeó y le gritó a mi bebé “¡Ja, ja, ja, ya estás pedo, hermano, estás viendo doble! Arrímate más para que veas mejor”. Rogelio acercó más la cara y vio con nitidez que sólo estaba un hoyo entre mis pelos. Se acomodó para meterme el falo, lo movió un poco y salió reluciente.

Volvió a acercar su cara a mi raja, contempló su color y aspiró el aroma que, aunado al líquido que me escurría, lo forzó a lamer. Primero lengüetazos para recuperar el semen y luego chupetones en los labios y clítoris. Yo lo tomé de la cabeza para que no la fuera a separar de mi cuca. El negro me dijo al oído “Yo también quiero atole” y le contesté “Toma el que tiene Rogelio embarrado en el pene”, pues estaba reluciente, y el negro se acercó a mamar…

Al parecer, Rogelio no se enteró de eso, pero sí asegura que fue él quien se la chupó al negro en algún momento. “¡Esa mariguana, altera la memoria!”, pensé, pues el negro no me contó esa mamada que le dio Rogelio, quizá dormía Moisés cuando pasó eso, o creyó que había sido yo, pues sí me desperté varias veces en la noche para mamarlos y montarlos. Sigamos el cuento en orden.

Cuando ya estábamos repuestos, llegó un repartidor con pizas, pastas y ensaladas que Moisés había pedido para todos y recibió descalzo, con pantalón y camiseta. Aunque desnudos, comimos en paz, la exprimida que les di había sido espectacular. Nos acabamos más de dos botellas de vino blanco que Moisés había metido a la nevera mientras nosotros dormíamos. La almohada de Rogelio fue mi pubis pues ahí, mientras chupaba, le atrapó el sueño.

–¡Qué rico es comer rico! –dije cuando acabamos de comer, recordando a José Luis, un fotógrafo a quien acompañé muchas veces a los buenos restaurantes y luego nos íbamos a relajar, como a mí me gusta…

–¡Qué rico es coger rico! –replicó mi bebé mamándome una teta.

–Prende otro porro, mi amor –le dije a Rogelio, separándolo de mi pecho.

Rogelio prendió uno y me lo dio después de darle una calada. Yo empecé a fumar despacio y el nene prendió otro para él, por lo visto sí le gustó. Moisés retiró los platos y demás utensilios de la mesa. Prendió la cafetera, y sirvió coñac para cada quien. Pues, mientras nosotros dormíamos, él, además de mamarme las tetas, lamer mi vagina y darme a mamar verga, previó que nosotros dos no estaríamos en condiciones de discernir adecuadamente y recorrió los puntos clave de la casa para saber dónde estaba cada cosa.

–Mientras fumas, yo tomaré mi postre –dijo el negro y se prendió de mis tetas: una boca en una, una mano en la otra chiche. Pero la otra mano fue a mi panocha.

¡Maldito negro, sabía muy bien lo que hacía! Me empecé a venir y en cada oleada de orgasmos le daba un jalón a la yerba. Cuando me acabé el cigarro, Rogelio llevaba menos de la mitad del suyo consumido. Moisés me llevó cargada a la cama. Sí, él ya quería coger otra vez, y yo también…

–¡Cójanme los dos juntos por la vagina, putos, estoy en éxtasis! –les grité.

Rogelio apagó su bacha, Moisés se acomodó detrás de mí y, acostándose, me penetró presionándome de los hombros, mientras que mi colágeno, bien fumado, miraba como menso, no sabía cómo entrar.

Abrí las piernas y le dije a Rogelio “¡Faltas tú, mi amor! Hasta entonces se puso sobre mí. Le acomodé el falo en la entrada de mi pepa y el negro, sabedor de las dificultades, sacó casi toda su verga para que yo me incrustara la de mi colágeno y resbalaron uniformes y juntas a mi interior. No sé de dónde me sujetaría Rogelio, pero él se puso a mamarme el pecho. Me dijo Moisés que él le puso mi teta en la boca y se adaptó al “mete y saca” de mi amorcito con un “saca y mete” de él, para alternarse y disfrutar el masaje de glandes.

¡Me desmayé de tanto placer! Rogelio ni se dio cuenta y me siguió mamando y cogiendo. El negro sí supo lo que me pasó, pero siguió cogiéndome agarrado de mis hombros hasta venirse y se salió de mí, cuidando de que no nos separáramos Rogelio y yo. Inmediatamente Moisés se fue a mi vagina para abrevar del atole que me escurría. Le chupó los huevos a Rogelio y lamió el tronco que seguía entrando y saliendo de mi pucha hasta que Rogelio se vino y al salirse éste de mí, le chupó la verga flácida para exprimirle el semen que aún quedaba. En ese momento comencé a volver en mí y recibí un delicioso beso con sabor a lefa.

El beso con el que le correspondí al negro hizo que él volviera a tener tiesa la pinga y me volvió a penetrar frenéticamente. “¡Querías verga, mariguana puta!” me decía en cada embestida. Yo sólo movía la cabeza afirmando y abrazándolo para que no se saliera de mí, pero volví a perder el conocimiento y empecé a babear con la boca abierta. Moisés se vino, se salió de mí y me metió su escuálido miembro en la boca para que se lo limpiara. En mi inconciencia me puse a mamar…

Despertamos horas después. Yo descansaba en los brazos del negro, recargada, babeando su pecho y lamiéndole el dedo.

–¿Qué horas son? –pregunté al verlos cómo sonreían por la manera en que chupaba el dedo de Moisés– Voy al baño –dije tratándome de poner de pie, pero no sé si por el alcohol, la mota o el exceso de orgasmos, estaba mareada y me sentía muy débil de las piernas.

A los primeros traspiés, Rogelio me sostuvo y me acompañó al baño. Oriné bastante, pero no quise defecar. Me repuse pronto y, mientras me lavaba las manos, Rogelio se paró frente al retrete para hacer pis. “Yo te la detengo, mi amor”, le dije y empuñé su falo que fue creciendo en mi mano conforme él orinaba. Empezó con un chisquete baboso que se oyó pesado al caer sobre la orina que yo había miccionado y que también estaba con consistencia espesa pues escurrió también el líquido que tenía en mi vagina. Pronto se corrigió la orina y salió el clásico chorro del macho. Se la sacudí y le lavé las manos.

Al salir a la recámara, Moisés me dijo “Para la hermosísima señora chichona que preguntó la hora, le informo que ya es la hora de cenar”, e indicó que pasáramos al comedor. El negro había puesto un platón de carnes frías diversas y calentaba en un sartén unas rebanadas de pan. ¡Ese sí sabía qué había qué hacer y se movía con agilidad!, en cambio nosotros nos movíamos con la pesadez del exceso de bebida y mariguana. Abrimos una botella de tinto para acompañar la frugal cena.

Al terminar, pusimos música para bailar. ¡Me cansé, me traían de unos brazos a otros!

–¿Estás a gusto, mamita? –me preguntó Rogelio al oído, apenas nos sentamos a descansar– ¿Qué más te doy?: hay Tequila, Ron, Brandy, vinos de varios tipos, hasta una botella de Champaña en la nevera…

–¿Champaña? ¡Qué elegante! –exclamé.

–Dijiste que querías emborracharte, por eso compré de todo, hasta la mariguana, que ya me gustó para cogerte…

–Trae la Champaña para hacer un brindis –le indiqué–. También quiero un canuto para disfrutarlos juntos, mientras se ordeñan –señalé y Rogelio hizo un gesto de duda.

–¿Nos la vamos a jalar nosotros? –preguntó y yo entendí su duda.

–Cada quien se hará su propia chaqueta para echármela en la cara, tratando de atinarle a mi boca y a mis chiches –le expliqué lo que había maquinado.

–Brindo por este par de amores que me están haciendo feliz –dije después que Rogelio nos sirvió las copas.

–Brindo por la puta innata que nos permite deleitarnos en su cuerpo –dijo Moisés al alzar su copa.

–Yo brindo por el amor que sin reservas nos prodigas a quienes te amamos. También por el hombre más feliz del mundo: ¡Por Saúl, tu esposo! –Exclamó exultante Rogelio.

–¡Sí, por Saúl! –dijo Moisés y yo lo secundé, añadiendo “Hasta ver el fondo”.

Tomamos de seguido toda la copa. Habiendo arrimado el cenicero y mi teléfono, me acosté en la alfombra. Rogelio prendió un carrujo y le dio las tres antes de pasármelo.

–Espero que ya estén en forma otra vez. Ahora quiero que, así, de pie, se la jalen hasta soltarme la leche en la boca y en las tetas. Atínenle. Cuando ya no haya chorros se hincan para exprimirla en mi boca, yo los chupo juntos –ordené poniéndome a fumar…

Empezaron a cascársela, mirándome a la vagina que abrí metiéndome los dedos. Dejé la colilla en el cenicero y tomé el teléfono para sacar un video corto, paneando lentamente desde mis tetas y mis pelos de la vagina; fui subiendo la toma para que aparecieran las piernas de los masturbadores, los huevos saltarines por los jalone, las manos ejercitando y las caras compungidas. De inmediato le mandé el video a Saúl. Dejé de lado el aparato porque miré los gestos apurados de mis amores que sentían venir el cumplimiento de mis deseos. Cada uno lanzó dos chorros, tratando de acertar donde yo lo había pedido. Ninguno me entró en la boca, sí quedaron en la cara y en mi pecho.

Primero se hincó Moisés y lamí su glande que escurría semen, casi de inmediato Rogelio me puso el suyo en la boca, la cual abrí más para que también entrara la punta. Al terminar de exprimirse, se quedaron hincados. Yo acerqué con un dedo el semen de mi cara a la boca y lo mantuve en los labios. Con la otra mano me distribuí la lefa del pecho en las chiches.

–Ahora premiaré al que llegó primero, con un beso, y el segundo me dejará limpias las tetas –dije extendiendo mis manos hacia el negro.

Mientras Moisés y yo saboreábamos la leche, Rogelio se daba gusto, como bebé, mamando la leche en mis tetas. Sonó el timbre de un mensaje. Tomé el teléfono y me hice una selfi para que mi marido viera lo bien atendida que me tenían estos machos.

–Vamos a dormir –les dije a los rorros y prendí la colilla que se había apagado.

Rogelio y yo nos fuimos compartiendo la mota hasta que la bacha no podía sostenerse sin quemarse los dedos. Me acosté al centro, con mis dos vergas a los lados. Les di una teta a cada uno.

–Buenas noches, mis putos. Si se les llega antojar algo, no duden en usar a Tita, su puTita –les dije en recuerdo a Roberto, mi primer amante, quien así me llamaba, siempre cariñoso, aunque estuviéramos muy pasados.

Sí, yo estaba cansadísima, pero a veces despertaba con la trepidación de un cuerpo sobre mí o con la del chaca-chaca, fuera por detrás o por delante. En la mañana me desperté con una sensación de estar en un bote a mitad de el océano encrespado. ¡Era un mareo insoportable! Me paré de inmediato y fui a vomitar al baño. Rogelio ni se enteró, y Moisés, al escucharme, se levantó muy adormilado, pero fue a darme ayuda. Me trató cariñosamente. Al cerciorarse que ya se me había pasado, abrió la regadera y se metió a la ducha conmigo cuando el agua estaba en su punto.

Me enjabonó y enjuagó todo el cuerpo con firmeza, excepto en las chiches, el ano y mi cuquita donde los hizo con suavidad, sabedor de todo lo que me habían usado… “¿Ya estás bien, ‘TitaLaPutita’?”, me preguntó empleando mi primer nike en SST. “Sí, mi negrazo!, contesté. Pero me quedé con la duda si él ya habría leído este foro y dedujo esta noche que era yo quien escribió con ese mote. Al terminar de enjuagarme, cerró la llave y me secó con una toalla en la que, al final, me envolvió y me dejó en la cama.

En cuanto me quité la toalla, Rogelio se montó en mí para chuparme el pecho y la verga se le empezó a parar.

–¿Quieres desayunar? –me preguntó muy arrecho acercando su tronco hacia mi cara.

–¡Sí, mi amorcito chiquito! –le contesté abriendo la boca.

–No me la compares con la vergota del negro –dijo al metérmela hasta la garganta, sin dejarme decirle que no me refería al tamaño de su verga, que es normal, sino a que él es el menor de mis burros lecheros.

Me dejé follar en la boca y garganta por Rogelio hasta que éste se vino. “Bésame”, le pedí. Estábamos compartiendo la miel del amor y se apareció Moisés preguntando “¿Quieren que les traiga el desayuno acá o van al comedor?”. Luego, dirigiéndose a mi bebé, le dijo “Te recomiendo que te bañes primero, ¡aún goteas…!” y concluyó jalándole la picha.

El negro me extendió su mano para ayudarme a levantar, y le di un beso. “¡Uhm, ya desayunaste!”, me dijo al sentir el sabor de la lefa, yo sólo sonreí; Moisés se llevó los dedos a la boca, aún estaban húmedos por la lefa que le extrajo a Rogelio cuando le jaló el pene amorcillado a mi amor chiquito, “Sabe igual que tu beso”, me dijo. Escuchamos correr el agua en la ducha y, tomados de la cintura, nos fuimos al comedor.

Jugo de naranja huevos con jamón, al lado de ellos unas rebanadas de jitomate y tocino frito; pan con mantequilla y café. ¡El negro consciente bien a los amigos! Comenzamos a desayunar y al poco tiempo se nos unió Rogelio.

–¡Qué rico nos la hemos pasado! –Exclamé después de haberme extendido en el sillón.

–Toma, Tita, esto te gusta… –me dijo Rogelio ofreciéndome otro canuto y lo encendió.

–¿Ya estás en forma para atenderme o me esperaré a que el negro termine? –le pregunté después de aspirar la primera bocanada y sentir el efluvio embriagador de la yerba.

–Acabemos este cigarro entre los dos mientras esperamos a Moisés –contestó tomando el porro y le dio tres jalones casi seguidos para regresármelo.

Cuando Moisés terminó de recoger la mesa y lavar los trastos, fue a la sala y nos vio echando humo, frunció el ceño y fue a abrir la ventana. La escena era la cabeza de Rogelio entre mis tetas, yo con una mano le ofrecía el cigarro y con la otra le jalaba el escroto. Par de tórtolos viciosos y calientes.

–Ven a tronártela con nosotros –le dije arrastrando las palabras y con los ojos entrecerrados.

–Sí, pruébala, te va a gustar, yo tampoco la había probado –insistió mi bebé.

El negro se sentó en el sillón de enfrente y se comenzó a acariciar el falo, que le creció enorme y brillaba por la distribución del abundante presemen. “!Qué vergota!”, dijo Rogelio al darle un profundo jalón a la bacha. “¿Se la mamarías?”, le pregunté antes de hacer mi fumada, pero el nene ya se había dormido. Moisés se acercó, le puso la verga en los labios, pero Rogelio no reaccionó.

–Mejor yo, negrito –le dije pidiendo verga.

–Espera un poco y te la doy, puta –contestó Moisés y se puso a chuparle la verga a Rogelio, dándole jalones en el tronco.

Después de un minuto me dio un beso con indubitable sabor a presemen. Luego me metió su verga en la boca y yo mamé como becerro sediento…

Desperté en la cama, con el negro encima. Rogelio dormido a mi lado, pero con la verga muy estirada y húmeda. Seguramente Moisés nos llevó cargados a la cama y nos acomodó en ella peculiarmente: la cabeza de Rogelio descansaba en la almohada, pero la mía estaba a la mitad del camino. Sentí otra rica envestida del negro y éste volteó su cabeza para mamarle la verga a mi colágeno; así mamando y cogiendo, Moisés se vino mucho. Al salirse de mí, puso la verga escuálida y mojada en la boca de Rogelio y esta vez mi bebé sí se la mamó, aunque seguía dormido. Esta es la razón de que Rogelio no se acordaba de las mamadas que le dio el negro, estaba dormido, o fuera de la conciencia por la marihuana. Él, al igual que yo, sólo se acordaba de pocas cosas.

Cuando Rogelio despertó, me besó el pecho, luego en la boca. Él aún traía sabor a semen de Moisés y una mediana erección en la verga. Se acomodó para penetrarme y yo abrí las piernas para enredar su cintura. “¡Cógeme, mi amorcito, vente en mí!”, le dije y de inmediato se encendió. “¡Te amo, mi mujer!”, gritó al descargarse y se salió para quedar acostado reponiéndose con resoplidos para tomar aire.

Como me quedé a punto del orgasmo y con las piernas abiertas grité “¡Ven Moisés, te necesito!” El negro aún no se reponía, pero me chupó la pepa para cumplir mi deseo y ¡vaya que lo hizo muy bien! Su cara quedó llena de mis jugos y la venida de Rogelio. Se incorporó ya con una erección mediana, pero ya no era necesario… Al poco tiempo sí me dio lo poco que le quedaba.

Vi mi teléfono y había dos mensajes de Saúl de la noche anterior. El primero sólo decía “¡Puta!”, el segundo estaba acompañado de una foto con la verga en su mano, escurriendo semen. No es mucho, pero tu foto con los machos ocupados en ti me lo sacaron. Veía los mensajes cuando llegó otro. “Aunque me desleché rico ayer, me pasé la noche deseándote. Ya estoy listo para recibirte” y la foto con la verga en todo su esplendor.

No hubo más que decir, le pedí a Moisés que me tomara una foto con mi celular, acostada con las piernas abiertas y  abrí los labios de mi panocha para que se notara el escurrimiento y lo mojada por el uso y como texto “Ya voy para allá, te llevo atole en la papaya para que pruebes”.

Les dije que agradecía el buen trato, pero que me urgía llegar a mi casa. Me vestí, el negro también, pero Rogelio ya había encendido un carrujo más y tenía una mirada turbia.

–Adiós, mi amor, Moisés me llevará a casa –le dije a mi colágeno al tomar mi mochila y le quité el cigarro de la mano.

–Bueno, vámonos –dijo turbado por lo improviso de la situación y nos fuimos a su auto.

Abrí la puerta de la cochera para que saliera Moisés. Rogelio nos veía con la mirada perdida y antes de cerrar la puerta le dije adiós, señal que no contestó y me subí al auto.

–¡¿Vas a seguir fumando eso?! –me espetó airadamente el negro.

–Sólo se me antojó un poco, ahorita lo tiro –le dije y me puse a darle unas cuantas fumadas antes de tirarlo.

Cuando llegamos a la casa, Saúl estaba esperándonos en la puerta.

–Con cuidado –dijo Moisés a Saúl–, le acaba de dar las tres a la yerba.

–Gracias, amigo, espero que se hayan divertido mucho –le dijo mi esposo al negro y nos metimos los dos a la casa.

–Ya vine, y me vine muy bien… –le dije a Saúl tropezando mis palabras.

De inmediato me llevó a la recámara y antes de tirarme a la cama me encueró. Me abrió las piernas y se puso a chupar los pelos de mi cuca después de decir “¡Quiero mi atole, puta mariguana!”. Imagínense lo demás porque yo no lo recuerdo muy bien…

65 Lecturas/9 julio, 2025/0 Comentarios/por Tita
Etiquetas: amigos, baño, follar, hermana, hermano, madre, recuerdos, viaje
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
La Gorda: El primero que se lo pida
NUNCA PENSÉ QUE LO IBA A HACER, PERO LO HICE.
El portero de escuela (mi confesión)
mi pequeño acosador
LOS HERMANOS DE LA CASETA: Me cogen los dos hermanos
cuidar a mama y hacerla feliz 7
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.123)
  • Dominación Hombres (3.418)
  • Dominación Mujeres (2.632)
  • Fantasías / Parodias (2.702)
  • Fetichismo (2.323)
  • Gays (20.692)
  • Heterosexual (7.332)
  • Incestos en Familia (16.635)
  • Infidelidad (4.098)
  • Intercambios / Trios (2.802)
  • Lesbiana (1.082)
  • Masturbacion Femenina (764)
  • Masturbacion Masculina (1.590)
  • Orgias (1.784)
  • Sado Bondage Hombre (413)
  • Sado Bondage Mujer (157)
  • Sexo con Madur@s (3.715)
  • Sexo Virtual (229)
  • Travestis / Transexuales (2.254)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.212)
  • Zoofilia Hombre (2.057)
  • Zoofilia Mujer (1.610)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba