Chocolate Turín
Ya les conté en mi relato anterior “Chocolate con colágeno” lo que me ocurrió. Pero como la yerba y el alcohol me hacen olvidar muchos detalles, le pedí a Moisés que me detallara lo ocurrido y aproveché para que el negro también me contara sobre otra ocasión ocurrida hace unos 35 años y aquí está..
Cuando le pedí a Moisés que me platicara sobre lo sucedido días antes, él aceptó, pero me pidió que lo platicáramos en la cama. Lo invité a mi casa. Ese día le dije a mi marido que no se le ocurriera llegar durante el día pues yo tenía que arreglar un asunto con Moisés. “¡Qué Nena tan puta tengo! Pero te voy a estar monitoreando…”, me advirtió. Esta advertencia se debe a que él puede ver remotamente las cámaras de vigilancia. “No te preocupes, todo pasará en la recámara”, contesté a sabiendas que ahí hay tres cámaras de alta definición y estupendos micrófonos.
Cuando Moisés y yo nos desnudamos, comencé a jugar con su pene y sus huevos. Mi lengua y mis manos eran poco para la calentura que yo tenía al saber que Saúl miraba la escena. Yo agarraba el garrote enorme y lo sacudía ante alguna de las cámaras.
–Me di cuenta que te gusta mamar verga, negro puto –le señalé blandiendo la estaca.
–Se me antojó llena de tus jugos y con reminiscencias de la leche de Rogelio, más cuando me dijiste que si quería probar el atole, se la chupara a tu joven amante –confesó.
–Pero se la mamaste varias veces más –insistí.
–Sí, me gustó. A él también le gustó chupármela a mí –contestó.
–Pero Rogelio estaba pasado con la mariguana, y tú en tus cabales… –le advertí.
–Pues ni tanto, yo estaba muy caliente al tenerte tan deseosa y sentirte tan puta. Esto seguramente le ocurrió a él cuando hizo el trío con Saúl y contigo, también se la chupó gustoso a tu marido y, quizá, éste también se la mamó.
–Habría que ver si mi marido y tú me cogieran juntos, ¿él se tragaría este palote…? –le dije y me metí el falo hasta la garganta– ¿Te gustaría coger con nosotros? –le pregunté al sacarme el pene y ondearlo todo baboso ante la cámara para preguntarle después a mi esposo si se le antojaba esa vergota.
–¡Claro que sí!, pero sin mariguana de por medio, sólo vino –me advirtió Moisés.
–Cuéntame cómo me comporté y qué me hicieron, porque recuerdo muy poco, pero llegué feliz a la casa.
–¿No se molestó Saúl? –preguntó.
Tomé el teléfono y le mostré los Whatsapps que nos enviamos Saúl y yo en esa ocasión. Los miró sorprendido.
–¿Crees que se molestó? ¡Al contrario!, me encueró porque quería chuparme la pepa de puta usada que me dejaron ustedes –le contesté y él sonrió.
Una vez que me contó de bulto los detalles, cogiéndome como ellos me hicieron, y yo tomando mucha leche, aproveché para que me contara qué pasó cuando terminó la fiesta a la que me llevó hace muchos años, cuando estuve separada de mi marido.
–¡Tres veces me diste amor hoy, Moisés! –le dije al negro sacudiendo su ya flácido y arrugado miembro por el inmediato uso–. Se nota que sí te gustó recordarlo…
–Sí, me gustó recordarlo tanto como hace más de treinta años en que seguramente tampoco recuerdas por la misma razón –me dijo en alusión a lo que les dije a mis amigas en el chat: “¡Pues yo sí me he cogido a tres negros!, pero ya no me acuerdo bien, porque estaba mariguana…”
–Al menos te acuerdas que hubo algo así… –dijo Moisés mirándome con los ojos entrecerrados.
–¡Cierto, tú y otros dos amigos tuyos! Recuerdo que se acabó la fiesta, pero los cuatro nos quedamos platicando y el jamaiquino, mientras escuchábamos “War” de Bob Marley, nos contó que el cantante era rastafari, y que esa religión influyó en su música. Me asombré cuando se relacionó a la letra de lo que escuchábamos y un discurso que un etíope dijo en la ONU. ¿Ya ves que sí me acuerdo? –le dije a Moisés.
–Sí, seguramente también recuerdas que en ese momento él te ofreció un cigarro de “ganja” y te dijo que, entre los ritos de esa religión estaba la inhalación de cannabis; y tú aceptaste que te prendiera el canuto – me recordó Moisés.
–Sí, también mencionó que, desde la década de 1970, Jamaica había estado contemplando hacer reformas con relación a la marihuana y yo le di una jalada muy rica diciendo “Aquí deberíamos hacer lo mismo” –recordé que me empecé a poner alegre y me serví más vino que tomé como si fuera agua.
–Por cierto, la legalización de su consumo no fue fácil, apenas lo lograron hace 10 años –aclaró Moisés.
–Me acuerdo que empecé a ponerme arrecha y te comencé a meter mano frente a tus amigos y me desabotoné la blusa para ofrecerte una teta y te pusiste remilgoso, así que, ofreciéndoles las chiches a ellos, les pregunté “¿A ustedes no los calienta la yerba?”; “¡Claro que sí!”, respondieron, y cada quien me mamó una chiche, mientras tú veías asombrado –recordé.
–Como yo no fumaba y a ustedes los veía muy calientes, me uní a las caricias en mis cinco sentidos… Bueno, si estaba algo tomado –confesó Moisés.
–Recuerdo que cuando me acabé el porro te dije “Voy a fumarme el tuyo”, pero no me acuerdo más que unos flashazos con dos vergas en la boca y otra en la panocha o algo parecido. Cuéntame, ¿qué pasó? –le pregunté al negro antes de meterme su verga desaliñada a la boca, la cual mamé, pero tardó en parársele.
–Pues casi de inmediato te desvestimos y nosotros también nos quitamos la ropa. Exclamaste “Dos con huevos ‘kínder’ y uno con el tamaño de los “Turín”, dijiste jalando los escrotos de mi amigo jamaiquino y el mío, mientras tratabas de meterte juntos los del otro amigo a la boca. No pudiste, pero se los chupaste uno a uno varias veces mientras nos masturbabas a los otros dos –explicó Moisés.
–No lo dudo, recuerdo que le jalé las rastras a tu amigo cuando él se puso a chuparme la pepa –dije, al recordar algo parecido.
–Eso fue al final, ya que te habíamos cogido todos más de una vez. Le dijiste “¡Chúpate todo el atole, mi Bob Marley!”, antes de quedarte dormida.
–¡Ups, ya me salté mucho! ¿Qué pasó antes? ¡Cuéntame, porque no me acuerdo de más! –le exigí a Moisés.
–Pues no fue muy diferente a lo de hace unos días, sólo que eran tres vergas, las de dos hombres lentos por la fumada excesiva y la mía que te satisfacía cada vez que te fallaban los otros. Te cogí excesivamente, te desmayabas a cada rato y yo aprovechaba para reponerme en tanto que otro se despertaba y quería coger puta –contó Moisés y abundó en muchas escenas parecidas.
–¿A nadie le dije que no? –pregunté con curiosidad.
–No, tú nos recibías a todos, pero pocas veces lo pedías. Esas pocas veces eran porque se quedaban dormidos sobre ti y te dejaban a mitad de un orgasmo; ahí entraba yo para darte gusto –me decía orgulloso, blandiendo su pene.
–Ya era de madrugada cuando nos quedamos dormidos. En la mañana escuché mi despertador y recordé que tenía que estar temprano para una junta del trabajo. Me metí a bañar y al salir, después de vestirme te levanté con muchos trabajos. Sólo te puse el vestido encima y te metí cargada al auto.
–¡Ah! Por eso, días después me llevaste el brasier y el suéter a la casa, ¿y la pantaleta?, pregunté entonces y te pregunto ahora –dije al recordarlo.
–Entonces te dije que no sabía dónde estaba, pero uno de mis amigos se quedó con ella, como trofeo –confesó.
–¿Por qué no me dejaste ahí hasta que despertara? –pregunté.
–Ellos son mis amigos, pero si tú querías seguir drogándote, quizá te hubiesen dado pastas o algo peor, los conozco… –precisó.
–¿Por qué no me llevaste a mi casa? –pregunté con cierto enojo.
–Porque aún estabas muy pasada y tus hijos te verían así. Le hablé a Saúl, le expliqué brevemente la situación y él me dijo “Tráela acá”. Eso hice. Todavía te tuvimos que cargar para dejarte durmiendo tranquilamente en la cama –aclaró Moisés.
–¿Cuánto tiempo tardaste en despertar? –preguntó Moisés.
–Ya eran como las dos de la tarde en que me desperté. Saúl había llamado temprano a mi hermana Paca para decirle que yo estaba con él, que no se preocupara porque estaba durmiendo la “mona”. Pero estoy segura que Saúl no me dejó “dormir tranquila”. Desperté encuerada y la cama estaba mojada. Seguro que me usó como a una puta borracha. Así es él… –dije muy molesta, y el negro sólo sonrió antes de mamarme las tetas para calmar mi ira.
Ahí tienen amables lectores la historia que rescaté después de tantos años. Les cuento que, en la noche, cuando llegó mi marido, él estaba muy caliente por todo lo que contó el negro. Y apenas entró se abalanzó sobre mí comenzando a desvestirme.
–¡Me encantó la crema de los tres chocolates que te dieron esa vez! ¡Claro que te disfruté como puta borracha y mariguana! Y ahora me tomaré lo que el negro te dio con esa Macana que chupabas con tanto deleite– dijo al encuerarse y me tumbó en la cama.
–¿Se te antojó la barra de chocolate? –le dije dejándome hacer lo que él quisiera.
¡Qué rico me trató mi marido!, lo sentí más caliente que días atrás en que regresé después de mi aventura con Moisés y Rogelio.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!