La tía Elvia
Cuando Saúl, mi marido, y yo nos separamos porque ya no íbamos a divorciar, él se fue a vivir fuera de casa, a unas cuadras de la nuestra, y allá lo fueron a “consolar” algunas de mis parientes y amigas. Aquí relato el caso de mi tía Elvia..
La tía Elvia es esposa de Carlos, quien a su vez es cuñado de Pancho, hermano de mi papá; ya después platicaré sobre Magda, la esposa de Pancho, quien también fue a tirarse a Saúl después que su cuñada Elvia le contó cómo lo fue a consolar. En una fiesta familiar cuando ya se había retirado la mayoría y sólo quedaban unos tíos jugando cartas con Saúl, me lo contó mi tío Carlos, a quien no le gusta el juego de cartas, pero sí tomar.
–Ya me estoy durmiendo –nos dijo mi tía a su esposo y a mí.
–Pues vete a dormir, yo me quedo platicando con Tita –ordenó mi tío Carlos, y Elvia se retiró dando traspiés por el alcohol ingerido.
–Para que no te aburras conmigo, mientras esperas a Saúl, te voy a contar varias cosas de Saúl con Elvia, quien es tan puta como tú, pero ella sí es discreta –expresó ya borracho, pero bajando la voz.
Aunque me sentí mal porque nos señaló a mi tía y a mí como putas, decidí escucharlo, ya saben el adagio “Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Elvia, y Magda también, es unos quince años mayor que Saúl. Ambas son muy guapas y tienen desde su juventud un cuerpo escultural, aunque ahora ya están algo “jamoncitas”, pero eso las hace ver más apetecibles para los hombres, particularmente a Saúl se le van los ojos hacia las nalgas de ellas cuando caminan.
–No te enojes por lo que te voy a decir, mejor tómalo como un consejo de vida matrimonial –señaló mi tío, que no es mi tío, pero así lo he visto desde niña, al igual que a Elvia y a Magda.
Me contó que cuando conoció a Elvia, ella trabajaba de mesera en un bar. Su belleza lo cautivó, al igual que a muchos otros parroquianos. Él comenzó a hacerle la corte y sabía que a ella le agradaba. La definición vino cuando mi tío tendría que partir a trabajar definitivamente a la capital del país y le pidió matrimonio a la tía. “¿A pesar de mis costumbres, te atreves a eso?”, le preguntó con seriedad Elvia. Por “costumbres”, ella se refería a hacer el amor con quien ella quería, aunque sólo se sabía por algunos bocones, pero el asunto no tenía trascendencia. “Sí, pero que elijas a quienes no divulguen que te acuestas con ellos y que tus hijos sólo sean míos”, contestó Carlos. A mí me cayeron esas palabras como un chorro de agua helada porque mi conducta no ocultaba a mis amantes y yo tenía un crío de uno de ellos, aunque el padre biológico no lo supiera. Esta plática reforzó la acción de discrecionalidad que me juré para seguir al lado de Saúl.
–Elvia aceptó casarse conmigo, respetando mis condiciones, y partimos hacia esta ciudad en pos de una nueva vida. Y lo ha cumplido, aunque se encame a quien ella quiere –dijo mi tío con un dejo de tristeza–. Pero de que es puta, es puta, lo bueno es que me cuenta sus andanzas cuando las tiene, y la última fue con tú marido hace unos meses. ¿Quieres saber más? –preguntó levantando las cejas para mover mi curiosidad.
Obviamente yo asentí, pero me serví un poco de la botella de tequila que tenía mi tío a su lado.
–Cuando Saúl salió de tu casa, para todos fue una señal de que ya no aguantó la manera tan descarada con la que le ponías los cuernos. “Pobre Saúl, ¿me dejas ir a su departamento para platicar con él?”, me preguntó Elvia, pero me quedó claro que se lo quería tirar.
–¿Y tú se lo permitiste? –pregunté levantando la voz.
–¡Baja la voz! –me ordenó mostrando la palma de su mano –. Era de las pocas veces que Elvia me pedía permiso, además, yo mismo quería ver qué pasaría –dijo, y se quedó callado.
Lo saqué de su silencio pidiéndole que me contara. Mi tío continuó su relato. Afirmó que ella le habló por teléfono, solicitando verlo un viernes en la noche.
–Yo mismo la llevé para que las viandas que preparó no se le derramaran por el camino. Me retiré en cuanto escuchamos que abrió la puerta de su departamento –explicó mi tío Carlos –Saúl la regresó hasta el mediodía del sábado siguiente. A su regreso, apretándome el falo sobre el pantalón, Elvia me preguntó si quería saber lo que pasó. Ante mi anuencia, que quedó manifiesta al sentir cómo se erguía el pene, me desvistió, me acostó y ella también se quitó la ropa.
Según tu tía, ella le ofreció la comida que llevaba, Saúl abrió una botella de vino y se pusieron a comer mientras él le contaba sus tristezas. Elvia le dejó ver que no era para tanto, que si lo que le faltaba era copular, ella se ofrecía de buena gana sin ningún compromiso, pero sin que lo cuentes a alguien. Para esto ya tomaban el café en el sofá y ella había desplegado sus dotes seductoras, de tal manera que pasaron a las caricias corporales y demás. “¡Estás muy buena!”, le dijo Saúl al irla desnudando. “Y sé hacer mimos riquísimos”, le contestó ella metiéndose la verga de Saúl a la boca.
–Tuve que interrumpirla para que ella me siguiera contando, porque me estaba mostrando plena y literalmente cómo le hizo. Así me cuenta sus aventuras, en repetición, usándome de modelo –dijo sonriendo–. Primer consejo: así debes contarle a tu marido lo que haces con otros –me indicó.
–Entiendo, a Saúl también lo calienta eso…. –contesté en voz muy baja. Y sí, eso me pidió Saúl una vez que aceptó que continuara con mis relaciones extramaritales.
–Después, ya con la verga inhiesta, Elvia me cabalgó frenéticamente y me vine. “Saúl me duró más…”, protestó mi esposa cuando se me puso flácida y se dedicó a limpiarme con la boca, poniéndose en 69 –escuché molesta y el tío lo notó–. Le salió mucha más lefa que la que yo le metí, y, soltándose de mi palo, añadió. “No te atragantes con el coctel de atole, tómalo con calma, eso es lo que me dio de despedida, cargada y con un dulce beso, me desmayé de tanto orgasmo”.
Al oír esto mismo que me contó, me sentí con ganas de ir a desgreñar a Elvia, porque sé que Saúl es quien dura más que cualesquiera de mis otros machos en esa posición.
–¡Calla, ya no quiero escuchar más! –le grité a mi tío y todos voltearon a vernos.
–Al menos termínate tu trago, “m’hija” –me dijo e hizo a los demás un ademán para minimizar nuestro desacuerdo–. Ya no te contaré todo lo que gocé esa aventura de nuestros consortes. Buenas noches dijo Carlos y se retiró, dejándome muy molesta.
De inmediato Saúl se despidió y nos retiramos de allí. En el auto, mi marido me preguntó si estaba muy tomada para haberle gritado así a mi tío.
–Me molestó que me contara lo hicieron tú y mi tía Elvia cuando ella fue a “consolarte” a tu departamento –le indiqué.
–¡Qué va a saber él lo que Elvia y yo hicimos…! –contestó.
–¿Tú y ella cogieron o no? –le pregunté rabiosa.
–No cogimos, sólo hicimos el amor –respondió en alusión a lo que yo digo cuando estoy con mis amantes.
Ya no dije más en el trayecto, pero, después de llegar y verificar que los niños estaban bien, volví a preguntar.
–¿Y qué tal hace el amor mi tía? –pregunté por preguntar algo.
–Como mujer cogelona es tan experta como tú, necesariamente ha de haber aprendido con muchos hombres. Desde que yo era niño se me había antojado y ella sigue en muy buena forma –concluyó antes de avostarnos. ¿Aún seguirán cogiendo?
¿Alguna vez se te ocurrió preguntarle a tu tía algunos consejos para hacer gozar mejor a los hombres? Seguramente te hubieses ahorrado tiempo de autocapacitación, además de tener y dar mejor atención sexual.
¿Esa tía estaré ahora tan activa como la que nos contaste que a los 90 seguía de cogelona con sus viejos amores con quienes tuvo hijos, y ninguno era del marido?
¡Ja, ja, ja! Olvidé decir que el texto de donde saqué esto, y también haré el de la tía Magda, los escribí en cuanto supe esto, es decir, allá en la década de los 80.
Debí cambiar el final «¿Aún seguirán cogiendo?» a «¿Aún seguirían cogiendo?». Pues actualmente las tías tendrían casi 90 años. Lamentablemente murieron hace poco.
Yo estoy segura que en esa época, tu ya habías pasado encima (y abajo, de lado, etc.) de una docena de rorros y no había mucho que aprender de tu tía. Escribo esto, al ver a mi marido dormido y exprimido después de cabalgarlo. Me sé muy puta, aunque tenga veinte años más que tú en ese entonces, aunque estoy dispuesta a conocer novedades y más variedades.
Sí, con el tiempo y la variedad de amantes se aprende más de estas artes amatorias.
Me encantas tus aventuras de infidelidad, aunque esta vez no fuiste tú la estrella de la película. Pero sí dejas claro que siempre has sido celosa, aunque tu marido te acepte cogiendo con otros, tú nunca aceptarás lo que él hace.
¿Te has dado cuenta que todas las aventuras de él son porque lo seducen? ¿Alguna vez él le habrá puesto el ojo a alguna mujer y «la trabajó» para cogérsela?
¡Anda, sí que te atienden bien al marido! No te enojes, seguramente tus tías lo quieren más que tú.
Pues ellas lo que querían era aprovechar la ocasión de cazar una verga suelta, y lo lograron, con ambas quedó satisfecho el puto de Saúl.: carne suficiente y experta, lubricación abundante e inmediata. Ellas querían tirárselo y tenían con qué convencerlo.
Tu marido ha de tener un carácter como el de mi amante José: todas nos derretimos por su forma de tratarnos, más cuando ya le autorizamos que acaricie y bese. De verdad, ¿no se habrá embarazado a alguna otra?
Ya ves, cuando el hombre está con dueña, pero te vuelve loca, te basta con tener algún hermoso recuerdo de él (y no le dirás qué pasó)…
Espero que no haya dejado «recuerdos» de ese tipo, siempre ha sido responsable.