Parafilias y guarradas
Relato donde cuento algunas intimidades de mi amante y mías..
Hay un relato titulado “En tu departamento”, donde cuento sobre el “nidito de amor” de mi querido. Me di cuenta que en él había un comentario de Rikardo, uno de los autores de relatos de este foro, el cual decía:
“Me acostumbré a ese sabor a puta cogida…”, refiriéndose a unas líneas que escribí en el relato. También reprodujo unas palabras que contesté a un comentario de Ishtar: “Se pone calentísimo cuando me saborea creyendo estar con ella…”
Y Rikardo terminaba señalando: “me calientan tus parafilias y guarradas”, por eso titulé este relato así.
En mi respuesta a Rikardo le dije:
Nos gusta hacer el amor y coger desesperadamente. Yo no pienso que sean «guarradas», es amor compartido. Me encanta cómo se pone mi amante cuando cierra los ojos y me habla con el nombre de ella mientras que me penetra o me chupa, o ambas cosas, porque cuando me coge y me mama las chiches diciéndome el nombre de su ex, sé que tendré chorros de semen y muchas caricias al terminar su eyaculación. Después vuelve a estar conmigo y me acaricia las nalgas además de cubrirlas de besos. A lo mejor no me quiero, porque lo dejo que me coja creyendo que soy ella, pero ver su rostro en ese trance, es una hermosa recompensa.
¿Sabes qué?: Me gustaría ver cómo se la coge para aprender más de lo que le gusta de ella, aunque me faltan tetas.
Y antes de continuar escribiendo pensé que sería un bonito relato platicar algo de lo nuestro (de la relación íntima entre Bernabé y yo). Así que lo consulté con mi amante, porque iba a contar cosas que sólo le pertenecían a él, aunque yo estuviese metida por casualidad en su vida. Me respondió que sí, que siguiera, pero que le gustaría ver el relato conforme lo desarrollara. ¡Así que iniciamos…!
Son frecuentes las salidas de mi esposo en su trabajo, a veces pasaban dos semanas sin que pudiéramos hacer el amor y mis pajas eran el único alivio para mi calentura.
Un día, en mi trabajo me cambiaron de área a cargo de un socio muy conocido por el personal de otras áreas pues con todos era muy atento y cordial en su trato. Puse en práctica los conocimientos que adquirí en mi carrera técnica y aprendí mucho a su lado. A pesar de los años que me lleva de edad, me parecía muy atractivo, más por sus modales y la generosidad con la que transmitía el conocimiento que requeríamos.
Una vez, a las pocas semanas, luego de compartir el cubículo de su oficina, me di cuenta que su olor me ponía muy arrecha y descubrí que a él le pasaba lo mismo, pero él siempre fue respetuoso. Fue entonces que decidí dar el paso para conquistarlo. Eso lo pueden leer en mis primeros relatos publicados aquí (“Extraño tu boca, y tú la mía”) que escribimos él y yo a cuatro manos.
Después de ser amantes durante más de dos años y recibir de mi jefe lo que nunca me daba mi marido en casa, las mamadas de panocha, mi marido fue ascendido en su trabajo y yo tuve que renunciar al mío para dedicarme a mi casa y mis hijos; de nada sirvieron mis argumentos de ser una mujer realizada porque aportaba a la sociedad y me gustaba hacerlo.
Extrañé a mi jefe, pero más que los besos y las caricias con las que me calentaba, eché de menos las mamadas de panocha que él me daba. Años después, no aguanté más y le pedí que regresáramos (lo conté en “Regresé a las andadas”) y a la fecha, 14 años después de la primera vez, seguimos felices con nuestra relación.
Bernabé es casado por segunda vez. Amó muchísimo a su primera esposa, pero ella le puso el cuerno de muy mala manera pues no sólo le gustaba coger con otros y traerlos como trapeador por el amor que le veneraban, sino que le gustaba presumirle a todos que ella hacía lo que quería. Eso fue el problema de la separación.
A Bernabé no le gustaba que ella anduviera con otros, pero le pedía que lo hiciera con discreción, por el bien de la familia, y ella se negaba rotundamente. No hubo más. Rompieron el lazo matrimonial, partieron sus bienes, pero siguieron cogiendo, y a la fecha siguen haciéndolo. Por más que la señora quiso que volvieran, Bernabé se acostumbró a tener relaciones con otras mujeres y no aceptó. Sin embargo, le gusta la vida marital y se casó nuevamente. La situación es extraña, la esposa actual sabe que él sigue teniendo relaciones sexuales con su ex y lo tolera porque sabe del amor que siempre se han tenido; ella no sabe de mí, aunque supongo que no le mueve al asunto porque tiene un estatus adecuado a sus necesidades y está casada por bienes separados.
La ex sí sabe que yo le doy amor a Bernabé y sólo manifiesta sus celos diciendo que estoy gorda y que sigo casada porque mi marido sí me da más verga que mi amante.
El caso es que desde el inicio de nuestras relaciones salió la razón por la cual le gustaba hacer el amor conmigo: “mi panocha sabía a puta”, como la de su ex y me pedía que ordeñara mucho a mi marido cuando nos viéramos. Aunque si mi marido no estaba en la ciudad, no había tanto problema, Bernabé me daba gusto y yo a él.
Nuestro juego de “confundirme” con su ex lo pone calentísimo, y me interesé más por saber de esa mujer, para comportarme como a él le gustaba que fuera ella y no tratarlo con las bajezas que ella le hacía. Cada vez que puedo le pido que me platique de ella, veo el álbum de sus fotos familiares y sí, esa señora era muy bonita y aún lo sigue siendo. Sus tetas es lo que me ha sido más difícil de copiar. Hago ejercicio y dietas propios para aumentar el busto sin tener que operarme.
Sin embargo, hay una cosa que deseo: verla coger con mi amante. Me gustaría que no supieran ellos que no estoy presente para verla en “acción normal” y saber cómo comportarme para hacer feliz a mi amante.
Una de las primeras aproximaciones a ese trato oscuro entre ellos, lo pueden leer en «Los remedos de los celos» y me hace reflexionar que quizá lo que a él le gusta de ella es que siga comportándose como puta y embarrándoselo en la cara. (Dice Bernabé que tal vez sea así, pero que le llevará tiempo averiguarlo.) Pero él no deja que ese amor insano entre ellos muera y por eso le gusta revivir el dolor que ella le causaba. A cambio, como venganza, él sigue cogiéndola para que ella sufra por no haber sido discreta en sus relaciones extramaritales. (Mi amante me señala que estoy extrapolando demasiado, aunque no sabe si es cierto.)
Bernabé ve bien varias cosas de mí, además de mis nalgas y lo bien que le mamo la verga, le gusta que yo no hago sufrir a mi marido, es decir soy buena esposa. Sí, no niego que hago cornudo a mi esposo y que lo ordeño a su completa satisfacción para llevarle leche de buey a mi amante con el fin que éste recuerde a su ex, pero lo respeto al grado de que él no desconfía de mí. También aprendí a tener sexo anal para darle gusto a mi esposo, enseñándole cómo hacerlo. (eso lo pueden leer en «Aceptación» y «Cómo le enseñé a mi marido a sodomizarme»)
Otra medalla más fue llevar poco a poco a mi marido a que me chupara la panocha. No me atrevo a darle la leche de su corneador, ¿qué tal si se da cuenta y lo pierdo? ¡No!, hay cosas que no vale la pena intentar. No niego que me ponen caliente cuando leo aquí algunos relatos de tríos, no todos, donde uno de ellos es el marido. Pero creo que eso no se dará nunca.
Me gusta lamerles los huevos a mis hombres. A mi marido se los chupo juntos pues los tiene chicos, pero a Bernabé sólo puedo hacerlo uno por uno. Me gustaría ver a la señora puta, exesposa de Bernabé, cómo le hace sentir en el cielo con la boca. Aprender cómo le gusta a mi amante y, como ganancia, llevar al cielo a mi marido con mi lengua manos y labios, pero no sabría cómo explicarle que lo aprendí. Claro, queda el recurso de decirle que lo vi en las películas porno que tenemos o en Internet.
Yo no creo que todo esto sean “guarradas”, como dice Rikardo, aunque quizá sólo lo sea viéndolo como uniformación de simbiontes en el intercambio de bacterias y virus que hacemos con la boca, la piel y los sexos de nuestras parejas, y claro de las parejas de otros. (Dice mi amadísimo cogelón y chupador que el análisis de la variedad de los simbiontes en las personas sería una excelente forma de detectar a quienes son parejas consuetudinarias, y que su ex y yo seguramente tenemos los mismos porque despedimos el mismo aroma y tenemos el mismo sabor.) ¡Anda a ver! aquí estoy dándole ideas a los investigadores de la biología o a los de criminología.
¡Es igual, me gusta chupar y que me chupen; besar, lamer y recibir lo mismo; acariciar y frotar la piel con la de mis amores, aunque digan que son “guarradas”!
Sí, todo ese intercambio de bacterias y virus, boca a boca, sexo a sexo, y sexo a boca es delicioso. ¿Hacemos un intercambio, Mar?
No sé. Como primera intención iba a poner «¡Nunca!», pero tienes tu encanto, el cual recordé, y salivé, también me mojé pensando en tener esa ricura de escroto en mi boca. Ya habrá ocasión, no desesperes.
¡Te apoyo! Serán guarradas o no, me encanta compartir los simbiontes. Particularmente, me fascina que mi marido se engolosine chupándome cuando otro ha hecho atolito de amor conmigo. Eso le ocurre a Bernabé contigo porque le sabes igual que su ex. Sé que tú también lo gozas y, con mucha seguridad, la señora que es su exesposa ha de disfrutarlo mucho, por eso hasta le consigue leche a tu amante para tenerlo como becerrito entre las verijas.
Del comentario de tu amante: «el análisis de la variedad de los simbiontes en las personas sería una excelente forma de detectar a quienes son parejas consuetudinarias», aquí ya entró uno más a nuestra comunidad de intercambio de simbiontes, porque me pienso tirar al negro Moisés cada vez que pueda. Además, me consta que a todos les gusta saborear el atole, más cuando lo traes pegado en los pelos y escurrido en las piernas.
Gracias por el apoyo. Tú sí eres experta en la difusión y uniformación de los simbiontes. Tus machos y sus parejas han de estar con los mismos bichos y ahora con el regreso de tu negro se redistribuirá un nuevo sabor…
¡Uy, eso dice mi marido! «Es una guarrada chupar el sexo del otro» ¡Qué cerrado! Por eso, al igual que Mar tuve que buscar caricias de ese tipo fuera de casa. Al menos a Mar si le dan biberón con leche, pero a mí no y me gusta mucho chupar paleta.
¡Arriba la guarradas!
¡Ay, amiga, en casa estás peor que yo! Al menos a mí me daba lechita en la boca mi marido. Pero ahora ya mama rico, cada vez mejor, pero tiene que ser en 69. Por él solito, aún no me chupa.
Disfruta tus salidas de casa y déjalos que también te cojan, agradece el servicio que te dan.