TODO EMPEZO CON UN AGRADECIMIENTO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Un mediodía, cuando me fui a buscar mi auto a una playa de estacionamiento, escucho que una voz femenina me llama y veo que era la ejecutiva a quien le había hecho el presente, quien me dice:
– La invitación para una cena, que quedó pendiente, sigue vigente?
– Sí, le respondí.
– Ahora a la cena te la quiero ofrecer yo y quiero coordinar cuándo podemos concretarla, pues mi marido viajó hoy al exterior y estará ausente dos semanas.
Puede ser mañana?
Si, mañana nos hablamos por teléfono y coordinamos.
Yo vivía solo, así que durante la mañana acordamos cenar en un comedor de la zona y le propuse que si no le parecía mal, al café lo tomábamos en mi departamento.
Aceptó gustosa.
–
Fuimos a cenar, pedimos comidas simples para no sentirnos “pesados”.
Cuando terminamos el postre, dije:
– Ahora el café, en casa.
– Ella respondió:
– No seas tan formal, deja el protocolo debajo de la mesa.
Vámonos a pasarla bien.
–
Caminábamos hacia el auto y la observaba; era una linda mujer madura, muy bien vestida, una figura nada escultural, pero atrayente.
Lucía una pollera ajustada que marcaba sus caderas,
Cuando ingresamos al apartamento, sin decir nada, de pronto me abrazó y me besó en la boca, hice lo mismo y sentí sus labios ardientes; caminamos hasta un sillón del living, la senté en mi falda y la acaricié y besé incesantemente durante varios minutos, tiré de su blusa y deslicé mi mano derecha por sobre su piel, tensa, suave, tibia.
–
Ella desprendió mi camisa e introdujo su mano sobre mi pecho y me acarició son mucha suavidad; desprendió el cinto de mi pantalón, y pasó su mano derecha hacia el interior de mi splip que albergaba mi pene duro, muy duro, y lentamente lo peló.
Yo corrí el cierre de su pollera, despendí el broche, y empecé con el trabajo de tirar hacia abajo la prenda, ella se irguió y la falda cayó al suelo, con un pie la tiró lejos, yo le saqué la blusa, lo que me permitió ver que tenía conjunto de tanga y corpiño color violeta, que resaltaba sobre su piel blanca, blanquísima.
Ella me había sacado pantalón, camisa, zapatos y medias.
Ahí, ella de pie frente a mí, era algo que no podía creer, metí mis manos debajo de su casi inexistente tanga, acaricié sus nalgas, las deslicé hacia delante y sentí su pubis totalmente depilado, suavísimo, los labios de su vagina empapados con sus lubricantes naturales, tibios; mojé mis dedos y los pasé por mi boca y sentí un sabor dulce.
Caminamos hacia el dormitorio, una vez en la cama, nos abrazamos, besamos, acariciamos, saqué su diminuta “cola less”, sacó mi slip, tomó con sus manos mi miembro viril, lo acarició suavemente y al cabo de unos minutos me dijo:
– Mi amor no pensás sacarme el corpiño?
– Sí –le respondí- pero no nos apuremos, disfrutemos la calentura.
Dicho esto, -estábamos de frente, yo sobre mi brazo izquierdo- la abracé plenamente y con ambas manos y muy lentamente desprendí el sostén y cuando se lo saqué, sentí sobre mi pecho algo que me rozó muy fuerte.
Eran sus pezones, duros como una piedra, rosados, calientes, los acaricié y los puse entre mis labios, succionando con fuerza, actitud que ella respondió retirándome en forma muy delicada, señalando:
– Puedes mamar todo lo que quieras, pero hazlo muy suave, porque si no me vas a hacer acabar muy rápido y yo también quiero disfrutar la calentura.
–
Seguimos con la sesión de caricias y besos, sentía que mis testículos comenzaban a inflamarse y a doler bastante.
Lentamente fue besándome las tetillas, el pecho, hasta llegar al pene, y me dijo:
– Te la voy a chupar suavecito, pero si querés acabar en mi boca, con mucho gusto voy a tomar toda tu leche.
–
– Mi amor –le dije- esto se hace de a dos.
– Estamos los dos vida, respondió.
–
– Si pero si vos chupás yo también quiero chupar.
Estaba acostada boca abajo, mando mi pija; acomodé sus piernas por sobre mi pecho y ella se corrió para poner su vulva sobre mi boca, sintiendo un clítoris erecto, suave, mojado, muy caliente.
Un perfecto “69”, que nos deleitamos por varios minutos.
Luego ella se dio vuelta y me montó y comenzó un show de movimientos, gritos y gemidos, hasta alcanzar el momento cúlmine.
– Mi amor –dijo- no aguanto más y se sentó sobre el pene.
Confieso que el mío no es para nada grande, un tamaño normal, pero bastante grueso, unos 6 centímetros de diámetro, lo que seguramente la hizo gozar.
–
– Me voy, no aguanto mas – gritó – y ahí sentí que yo también acababa.
– Vida!!! Siento varios chorros de leche que me queman, que acabada !!!.
Nunca pensé que iba a disfrutar tanto.
–
Vino la meseta del enfriamiento, ella se quedó sobre mí.
Nos besábamos ininterrumpidamente, durante no sé cuanto tiempo.
Cuando se ubicó nuevamente a mi izquierda, me dijo:
– Como estoy sola en casa, hablé por teléfono a mi mejor amiga y le conté que tal vez hoy no dormía en casa.
Así que, por las dudas, oficialmente yo he ido a pernoctar a su casa, para evitar cualquier sorpresa.
Me di cuenta que había tomado todas las precauciones.
–
Hablábamos poco, nos besábamos y nos acariciábamos mucho, tal vez haya pasado una hora cuando mi brazo derecho, rozó el pezón de su teta izquierda; me tomó del hombro y susurró:
– Tenemos que conocernos íntimamente, contarnos todo, para poder disfrutar esta hermosa relación que ha nacido.
Por eso tienes que saber que soy muy calentona, y ese roce de tu brazo en mi pezón, me estremeció, me mojé toda y si tocas mis piernas estoy toda chorreada.
Era así, por lo que la abracé una vez más y comencé a besarla y acariciarla.
– Lo que dije fue por nuestra salud, me hacés calentar mucho y no sé si estás en condiciones de seguir.
Acordate que no somos unos adolescentes, estamos cerca de la mitad de siglo de vida.
– ¿Tené miedo que me muera?
– No, pero debemos ser prudentes.
–
– Yo también soy calentón y si vos te calentaste tan rápido, sigamos.
Sé que mi salud responde.
–
Siguió otro festival de besos, caricias, hasta que de nuevo me montó y acabamos como si hubiera sido la primera vez.
–
Nos quedamos de nuevo en silencio, ella sobre mí, abrazados; seguramente nos venció el sueño.
Cuando desperté, yo estaba a su izquierda; es decir que habíamos cambiado de lugar; yo la estaba abrazando y ella esta de espalda, por lo que mi pene quedaba entre sus nalgas.
Comencé de nuevo a acariciarla y a tocar suavemente sus pezones.
Se despertó, y sin darse vuelta, me pregunta:
– ¿Seguimos?
– Podemos probar – contesté.
– ¿Has practicado sexo anal?
– No.
– Yo tampoco.
Si nos calentamos, podemos desvirgarnos los dos.
– Probemos.
–
Comenzamos en esa posición con caricias, besos, movimientos que indudablemente produjeron efectos erotizantes.
–
– Mi amor, estoy re caliente, metete, rompeme el culo.
– No es fàcil, no tenemos un lubricante que nos ayude.
–
– ¿No tenés aceite?
– Sí, de oliva.
– Traelo.
Así hice, y empapé su recto muy lentamente; hice lo propio con mi miembro y nos ubicamos de nuevo.
–
– Yo no me enfrié para nada, me dijo.
–
– Yo tampoco, le contesté.
Y así continuamos con el precalentamiento.
Sus gemidos, sus suspiros, me hacían saber que estaba cada vez más caliente, al igual que mi movimientos se hacían incontrolables.
–
– Vida, entrá.
Rompeme el culo.
– Tenés los músculos muy duros, aflojate.
Se aflojó, cuando lo hizo empujé con fuerza y ella se cubrió la cara con la almohada, lanzó un alarido, mezcla de dolor un placer, mientras sentía que la cabeza de mi pene había ingresado en ese diminuto espacio.
Quedamos quietos, mientras ella me hacía saber lo que sentía:
– Estas adentro de mí.
Me rompiste el culo.
Qué hermoso que había sido!!, me quema tu cabeza, me arde todo, pero es incomparable lo que siento.
Nunca imaginé que podía gozar tanto y durante varias veces en un solo día.
Por la misma calentura, comenzamos a movernos hasta llegar a acabar juntos, inundando ese culo hermoso de blanca y caliente leche.
–
Quedamos dormidos, despertamos a media mañana, desayunamos y nos despedimos, prometiéndonos nuevos encuentros.
–
Así fue.
Fuimos amantes durante casi diez años, no veíamos dos o tres veces por semana, y hasta gozamos en dos o tres oportunidades de mini vacaciones y cada encuentro era un canto, una oda de sentimientos y sexo sin límites.
Luego los trabajos, las distancias, interrumpieron la relación.
–
De vez en cuando nos hablamos por teléfono, para saber de nuestros estados de salud.
–
Nunca hubiere pensado que sentirme obligado a agradecer una atención, iba a tener ese final que como pareja disfrutamos los dos.
–
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