Un marido orgulloso.
Él estaba tan orgulloso de su mujer, que le fascinaba verla teniendo sexo con otro. .
“Señor, licenciado, mi mujer y yo nos queremos divorciar.” Esas fueron las palabras que le escuché a William, el jardinero que se encarga de trabajar los jardines, y patios de mi casa, los miércoles, en compañía de su mujer Adela.
Tanto él como ella, se veían muy molestos el uno con el otro. William es un tipo algo ordinario, de unos cuarenta años, bajito, y bastante quemado por el sol, y su mujer Adela debe tener unos treinta y tantos, aunque su rostro no es muy agraciado, impresión que da por lo brotada que tiene su dentadura.
Además, su abundante cabellera reseca y decolorada por el sol, parece que se trata de una bruja que escapó de un cuento de misterio. Una aplastada y gruesa nariz, remata su rostro. Pero por otra parte del cuello para abajo parece que es otra persona, sencillamente como que no concuerda su rostro con su escultural cuerpo, piernas y muslos bien formados, firmes. Abdomen plano, senos llamativamente grandes, pero muy bien formados, y para completar un culo que vale un millón, con eso les digo todo.
William, y su mujer, después de que terminaron de trabajar, me pidieron que les dijera, como podían hacer para divorciarse, llevaban como unos siete años viviendo juntos, pero por lo que entre lo que uno decía, y el otro contradecía, les pedí que pasaran a casa, para orientarlos de la manera más sencilla posible, y de paso ver cuál era el motivo de su repentino interés en divorciarse, según ellos.
Ya sentados en la sala de mi casa, por aquello de calmar un poco los ánimos, les invité una cerveza a cada uno, la que aceptaron sin protestar. Y llegué al acuerdo con ellos, de que solo uno iba a hablar a la vez, mientras que el otro mantenía silencio, que después tendría su tiempo para decir su versión.
Ambos estuvieron de acuerdo, y fue Adela la que tomó la palabra, diciendo. “Lo que pasa Doctor, es que William es un borrachón, y los fines de semana se va de casa, los viernes y regresa los domingos en la noche o lunes en la mañana”.
William estaba a punto de estallar, pero le hice señas de que permaneciera en silencio, y aunque me da la impresión de que le costó bastante trabajo, se quedó callado mientras Adela seguía hablando. “Cuando se queda en casa, y se emborracha, me comienza a tratar mal, diciendo que me acuesto con todos sus amigos, que soy una puta, borracha, interesada. En fin, no hay que cosa no me diga, para tratarme mal. Por eso me quiero divorciar de él”.
Al terminar de hablar Adela, William casi de inmediato tomó la palabra diciendo. “Adela es una exagerada, yo no me la paso bebiendo en la calle los fines de semana, lo que pasa es que por no escucharla quejándose durante todo el fin de semana, hay ocasiones que me voy a casa de algún amigo, y pasó las noches ahí. Además, ella toma tanto o más que yo, durante los fines de semana, y eso que dice que la llamo puta, no es así. Lo que pasa que cuando llevo algún amigo para la casa, ella le da por andar casi desnuda caminando por toda la casa.”
En esos momentos ya las botellas de cerveza que les había dado, se encontraban bacías, por lo que momentáneamente me levanté a buscar más, al regresar, William permanecía en silenció mientras que Adela, esperó que yo les entregase las botellas, y de inmediato siguió hablando. “Eso no es cierto, lo que sucede Doctor es que yo estoy sola en casa, muerta de calor, porque el miserable este no quiere que conecte el aire acondicionado, y que por que gasta mucho, entonces me quito la ropa, y me quedo en pantis y sostén, pero no salgo así para afuera, solo dentro de la casa. ¿Qué culpa tengo yo sí este de repente llega con algún amigo, y cargado de cervezas? Luego me dice que me quede así, que su amigo es de la familia. Además, con el calor que hace, lo que me provoca en esos momentos es también tomar una cerveza, y bueno le hago caso, y me siento a tomar cerveza con él y su amigo.”
William casi de inmediato sigue hablando. “Bueno eso en parte es verdad, le digo que se quede, y también le comento, que mi amigo es de la familia, pero ella debió irse a vestir. ¿No cree que tenga razón Doctor?”
En ese momento aprovecho y les aclaro a los dos, que no esperen que yo le dé o quite la razón a uno o al otro, que solamente les pienso orientar, y más nada.
Adela continuó contando uno que otro incidente, que, desde mi humilde opinión, cosa que nos les dije, me parecieron tonterías sin la mayor importancia. William hizo otro tanto, también, posteriormente. Y en el proceso se tomaron unas cuantas cervezas más, que les fui ofreciendo. Ya estaba por mandarlos a su casa, y les dije, que lo mejor que ambos podían hacer era ir donde una consejera matrimonial, que yo conocía, y que no les cobraría nada en lo absoluto.
Fue cuando Adela, algo picada por las cervezas dijo. “Lo que William no le ha dicho Doctor, es que cada vez que va uno de sus amigos a casa, después de un rato de que estamos bebiendo, le pregunta a su amigo que si le gustan mis tetas.”
Al escuchar eso, me dio bastante curiosidad por saber en que terminaban las visitas de los amigos de William a su casa. Por lo que me le quedé viendo a él, como preguntándole que si eso era cierto.
De inmediato William, ya bastante afectado por la bebida, continuó diciendo. “La verdad es Doctor que, si se lo pregunto, pero es que Adela tiene unas tetas tan buenas, que como que quiero escuchárselo decir a mis amigos.”
Para mí era claro que se sentía bastante orgulloso de su mujer, o por lo menos del cuerpo que ella tiene que, en honor a la verdad de no ser por su rostro, Adela podría haber sido tremenda modelo.
Pero William continuó diciendo. “Doctor sino me cree, míreselas.” al tiempo que decía esas palabras, le hizo una seña a su mujer, y esta sin vergüenza alguna se ha despojado de la camiseta que tenía puesta. Quedando en sostén frente a mí, por un corto momento, ya que también se desprendió de ellos, dejando sus hermosas, y bien formadas tetas al aire.
Además de tener un buen par de senos, sus oscuros pezones apuntaban al frente de manera indolente, sin que su dueña sintiera ningún tipo de vergüenza, es más me dio la impresión de que se sentía a gusto, y que disfrutaba el que otro hombre que no fuera su marido también le viera las tetas.
Yo en realidad me sentía algo cortado por la situación, pero no despegaba los ojos de tan bellos senos. Adela tomó la palabra y dijo. “¿Ve Doctor? todo el tiempo es así, cuando nos visita algún amigo de William, y no tan solo quiere que yo les muestre las tetas, sino que después le pregunta a su amigo, ¿Qué si quiere verme toda desnuda? Y hasta ahora ninguno ha dicho que no. Por lo que yo después de que William me da la orden, me quito lo poco que tenga encima.”
En ese instante, desee profundamente, que me lo preguntase a mí. Pero William como que dio por hecho el que yo tenía bastante interés en ver a su mujer del todo desnuda, por lo que sin realmente decir nada, solo le hizo una seña a Adela con su mano izquierda como diciéndole. “Ha ver termina de quitarte todo.”
A lo que su mujer, sin pérdida de tiempo frente a mí se ha bajado el pequeño pantalón corto que estaba usando. Y en cosa de segundo, también se lo quitó. Quedando del todo desnuda, frente a mí, de inmediato pude apreciar su frondoso, y tupido coño, el pelambre era bastante abundante, pero a pesar de ello sus labios vaginales se podían apreciar sin mucho esfuerzo de mi parte.
Por lo visto no estaba usando nada de ropa íntima, bajo los pantalones. El hermoso cuerpo de Adela contrastaba con el color rojo de mi sofá, ella permaneció sentada unos segundos, pero de inmediato se levantó, y como si fuera una modelo de pasarela caminó frente a mí moviendo su culo divinamente. Yo trague en seco, no esperaba que las cosas llegasen hasta ese punto.
Pero Adela se detuvo, y continuó diciendo. “Pero si fuera únicamente eso no diría nada, pero después de que le muestro mi cuerpo a su amigo, William también le pregunta. Que si le gustaría tocar mi suave piel. Y ya se imagina lo que sus amigos dicen.” Al terminar de decir eso, William me hizo la misma pregunta a mí.
A lo que honradamente, le respondí que sí, de inmediato, aunque dando un traspié, Adela se acercó a mí descaradamente. Por acto reflejo me paré de inmediato, con la intención de sujetarla, y no fuera a dar al piso. Pero la cosa es que Adela terminó entre mis brazos.
Podía sentir el calor de sus senos contra mi pecho, mis manos pienso yo que de manera accidental se posaron en sus hermosas nalgas. Por unos instantes que me parecieron extremadamente cortos, nuestras bocas casi se besaron.
Pero no lo hicimos, aunque mi verga prácticamente deseaba salir de su encierro, esperé a ver que más decían ellos dos, pero sin separarme del cuerpo de Adela ni un solo milímetro. Yo de inmediato voltee a ver que expresión ponía William, por lo que estaba sucediendo entre su mujer y yo.
En esos momentos su rostro reflejaba una gran felicidad, es más, más que felicidad su rostro reflejaba un orgullo tal, que daba la impresión de que esperaba que sucediera algo más entre su mujer y yo, y no que nos quedásemos viendo precisamente.
Aunque la cara de Adela no es nada inspiradora, el resto de su cuerpo y la manera en que ella lo mueve si lo es. Lentamente me comenzó a restregar sus senos y coño contra mi ropa, al tiempo que bien lentamente se fue agachando, hasta que su boca estuvo a la altura de mi verga.
William parecía un niño, de lo contento que estaba mientras observaba a su mujer desnuda, como ella con gran maestría, me bajaba los pantalones cortos, que yo estaba usando en esos momentos en casa. Mi miembro de inmediato a sentirse libre, de la tela que lo aprisionaba se quedó bien parado, erecto, y duro. Yo observaba con bastante incredulidad, lo que estaba sucediendo en esos momentos.
Como Adela completamente desnuda se aprestaba a meter en su boca, mi parada verga. Por unos segundos, sus dedos y largas uñas juguetearon con mi glande, descubriéndolo del todo, mientras que con su gruesa lengua comenzaba a lamerlo como si fuera un helado de su sabor favorito.
De no ser por la habilidad que he desarrollado en tantos años, de aguantarme y no venirme ante la menor provocación. Pude disfrutar de la exquisita mamada que Adela le daba a mi verga, frente a su marido.
Cosa que hacía que la situación fuera más morbosa para mí, por lo general las veces que me he acostado con una mujer casada, su marido en raras ocasiones se ha enterado. Pero eso de hacerlo frente a los ojos del marido con toda la anuencia de él, a pesar de mis muchos años de experiencia, no dejaba de ser sumamente excitante.
Ya que William nos observaba detenidamente, disfrutando a su vez de cada chupada que su mujer le daba a mi verga.
No se realmente cuanto tiempo Adela me estuvo mamando la verga, y lamiendo mis bolas, pero luego de un buen rato, por lo visto ella también deseaba disfrutar, por lo que se detuvo y acostándose en mi rojo sofá, abriendo sus hermosas piernas de par en par.
Al tiempo que con sus propios dedos jugueteaba con su inflamado clítoris. El aroma de mujer en celo impregnaba toda mi sala. Mi intención en principio era sencillamente penetrarla apenas pudiera, pero la manera en que se jalaba y apretaba su colorado clítoris con la yema de sus dedos, de manera repetitiva, una y otra vez.
Me hicieron cambiar de opinión, creo que el más sorprendido fue William, al ver como colocaba mi rostro entre los sabrosos muslos de su mujer.
Su aroma me embriagaba, su peludo y aromático coño, se encontraba bastante húmedo, con mis dedos ligeramente aparté un poco de la negra pelambré que lo cubría, sin detenerme pensar el número de vergas que ya han debido pasar por su vulva.
Cuando mi lengua hizo contacto con su clítoris y mis labios comenzaron a chupárselo, todo el cuerpo de Adela se cimbró.
Fue como si una descarga eléctrica la hubiera tocado, de momento escuche su voz, decir claramente y casi a todo pulmón. “Coño que rico, vez cabrón (refiriéndose a William) este si sabe lo que hace, no como los infelices amigos tuyos que se vienen en ocasiones hasta antes de metérmelo.”
Sus palabras me excitaron más todavía, y procuré hacerla lo más feliz que pudiera en dichas circunstancias. Sus manos las colocó sobre mi cabeza, y con ellas la apretaba rítmicamente contra su mojada vulva.
Hasta el punto de que sentí, cuando al momento de que alcanzó uno de sus orgasmos, como un chorro de algo caliente que definitivamente no era orine me daba en mi rostro.
Mientras que Adela con sus ojos cerrados, aun continuaba gritando de placer, y pidiendo que le diera más. Yo al igual que ella deseaba también algo más, así que consideré que era tiempo de que ya se lo metiera.
Al pararme por aquello de precaución le di una rápida mirada a William, lo que me tranquilizó, se estaba bebiendo otra cerveza, sin quitar los ojos de su mujer y yo.
Pero en su rostro ese reflejo, de orgullo casi indescriptible, fue eso lo que me tranquilizó. Por lo que, agarrando mi verga con la mano derecha, me acerqué al cuerpo de Adela, la que se retorcía aun de placer por la sabrosa mamada de coño que recién y le había dado.
Al comenzar a penetrarla, la morena abrió desmesuradamente sus apagados ojos, a medida que se lo introducía deslizándolo suavemente dentro de su más que lubricada vulva. Mi cara se encontraba mojada, tanto por mi saliva, como por sus fluidos vaginales, el olor de su coño lo tenía impregnado en todos los poros de mi rostro. Adela lo debió sentir ya que al acercar mi cara a la de ella, comenzó a pasarme su lengua por toda la cara, al tiempo que yo comenzaba a meterlo y sacarlo de su caliente y peludo coño.
Durante un buen rato el tiempo dejó de correr, su rostro deje de verlo como algo de rara belleza, mientras que apretaba su caliente cuerpo contra el mío. Ambos nos besamos más que de manera ardiente, éramos como un par de bestias en celo. Disfrutando mutuamente el uno de la otra.
Después de un buen rato al fondo de la sala comenzamos a escuchar la apagada voz de William, diciendo, una que otra palabra suelta. “Sí, sí, sí, sí; que sabroso; dale duro Doctor; que hembra más buena tengo.”
Definitivamente William se encontraba disfrutando tanto como su mujer y yo, y cuidado si más.
Yo continuaba introduciendo, y sacando mi verga del sabroso coño de Adela, la que definitivamente era una cangrejera, ya yo sentía como su coño apretaba mi verga, casi como si se tratase de una mano.
De momento me provocó cambiar de posición y así se lo hice saber a ella, quien con gusto aceptó de inmediato mi propuesta. Por lo que retiré mi verga de su coño, y casi de inmediato escuchamos la voz de William que nos preguntaba asustado, entre confundido y frustrado. “¿Ya terminaron?”.
A lo que Adela le respondió que no al tiempo que se colocaba boca abajo sobre el rojo sofá de mi sala.
De inmediato volví a penetrar su caliente coño con mi verga mientras que la apretaba contra mi cuerpo tomándola por sus calientes caderas, que apenas sintió que la volvía a penetrar, comenzó a mover sus caderas de la manera más erótica posible.
Yo pegue mi cuerpo al suyo y con mi boca le mordía su nuca y orejas, lo que hacía que Adela se calentase más todavía. En medio de nuestro frenesí, le pregunté si alguna vez le habían dado por el culo. A lo que la mulata me preguntó como asustada. “¿Qué quiere qué?” Pero de inmediato me dijo a toda voz como para que su marido la escuchase y de manera bien vulgar. “Coño, me gusta que me den por el culo.”
AL escucharla decir eso comencé a sacar cada vez más mi verga de su divino coño, y una vez fuera antes de volverla a penetrar nuevamente por el coño, pasaba mi caliente glande por encima de su esfínter anal. Ese movimiento lo realicé en varias ocasiones, hasta que en uno de los embates se lo encajé divinamente dentro de sus nalgas.
Adela soltó un corto grito de dolor, y paralizó todo su cuerpo, yo con mi verga enterrada hasta bien adentro de su culo me quedé a la espera de que iba hacer ella, pero al cabo de unos segundos, comenzó a mover sus nalgas de lado a lado, unos cuantos gemidos de dolor dio Adela, los cuales fueron cambiando a expresiones de placer.
Su apretado culo, era aún más caliente que su coño, la manera en que se movía dejaba saber que disfrutaba plenamente de lo que le estaba haciendo por el culo. Una de mis manos la enterré dentro de su cálido coño, apreté con la yema de mis dedos su clítoris, mientras que ella definitivamente disfrutaba más todavía.
No dejaba de expresar de la manera más vulgar y grosera, lo mucho que le gustaba que le dieran por el culo.
La mulata alcanzó un tremendo orgasmo, durante el cual todo el tiempo gritó como una desesperada y de manera repetitiva las palabras. “Coño me muero, coño me muero.”
Pero en lugar de quedarse quieta, se movía con más y mayor fuerza, haciendo que yo también debido a lo excitado que estaba, finalmente descargase todo mi semen dentro de su sabroso y apretado culo.
Poco a poco los dos dejamos de movernos, hasta que sudados y bastante agotados los dos casi nos dormimos. Lo que de seguro hubiera sucedido, de no haber sido por William, que se nos acercó con la ropa de Adela entre sus manos diciéndole. “Negra ya disfrutamos es hora de irnos pa casa, ponte tu ropa y despídete del Doctor.”
Adela se puso de pie frente a mí, se veía imponente mientras que William de tras de ella se despedía diciendo. “Nos vemos la semana próxima Doctor.”
Pero no fue así, durante un buen tiempo William no regresó a trabajar los jardines ni el patio de mi casa, me supuse que le daría vergüenza, después de que prácticamente hizo que su mujer y yo nos acostásemos juntos.
Ya había contratado los servicios de otro jardinero cuando a los cinco meses después, William se volvió a presentar por mi casa, acompañado de su mujer, la que tenía una gran barriga de embarazo, me enteré luego de que nada más tenía, tres meses de embarazo. Al verme, me dijo algo avergonzado que lo disculpase por no haber regresado, yo por no hacerle pasar mayor vergüenza, le dije que no se preocupase, que yo tenía muy mala memoria.
Que si deseaba seguir haciendo el trabajo solo tenía que presentarse la próxima semana, y ya. Luego en otro momento en que hablé a solas con Adela ella me dijo. “William desde la noche que nosotros nos acostamos juntos, cambió por completo, dejó de llevar hombres a la casa, y desde esa fecha no deja que pase uno o dos días sin que tengamos relaciones.”
Me alegro por ellos, pero lo que siento es que más nunca he tenido la ocasión de volverme acostar con Adela.
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