PAGUE 2 Y LLEVE 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por universoonanista.blo.
– ¡Me faltan ingredientes! Pensó Daniela mientras abría la nevera y confirmaba su presentimiento. Eran las cinco y diez de la tarde y acababa de quedar con Damián a las nueve para cenar en casa. Damián era un tipo peculiar, un amigo "con derecho a roce" desde hacía años, delgado, pelo largo, barba de dos días… con un look desaliñado y bohemio como la mayoría de los músicos.
Damián era un genio con la guitarra española, su música transportaba a Dani a un oasis de sensaciones donde cada acorde se sucedía con la maravillosa perfección de todo lo que se siente sin juzgar.
Las noches con Damián eran únicas porque cuando más consciente era ella de que lo que sentía con su música era el placer máximo, más se dedicaba él, con su mezcla de caricias suaves y de sexo desatado, a recordarle que su guitarra la acompañaba tan sólo a la antesala del paraíso y que lo mejor estaba por llegar. Y siempre tenía razón.
Envuelta en su toalla mientras se ponía crema hidratante en las piernas, pensaba en dar una sorpresa a Damián vistiéndose con falda, camisa y chaqueta. Tenía ropa de ejecutiva pues su trabajo como jefa de ventas de una multinacional le obligaba a lucirlos más de lo que le hubiera gustado. Dani vestía casi siempre con ropa urbana, pantalón ancho, estampados camuflaje, camisetas de color. Realmente era camaleónica. Tenía la habilidad de ser una "chica-chico" el fin de semana y una ejecutiva líder y triunfadora entre semana. Muchos de sus amantes le habían dicho que esa dualidad les obsesionaba, les volvía locos.
Era tremendamente femenina aunque su pelo corto, más bien rapado, su belleza algo andrógina y su forma de vestir cuando no estaba trabajando pudieran hacer pensar a quien sólo se fija en las apariencias que Dani era lesbiana. Y no se equivocaban del todo, su bisexualidad doblaba automáticamente sus posibilidades de encontrar sexo ocasional cuando salía.
Cerró con llave la puerta y bajó a la calle, se dirigía al supermercado de la esquina cuando tropezó con Sonia.
– ¿Dónde vas con tanta prisa? Le preguntó.
– Voy corriendo al súper, tengo un cita esta noche y no sé qué hacer para cenar ¿todo bien?
– Sí, a visitar a mi madre. Ya veo que sigues con Damián… Sé que le encanta verte "de ejecutiva" aún siendo fin de semana. La erótica del poder… aunque ya es extraño en un músico loco! bromeó su amiga.
– Sí, querida, Damián es único. Creo que nunca dejaré de tener sexo con él. Contestó Daniela.
Sonia era morena, tenia el pelo ondulado y unos hermosos ojos negros. Se conocían desde pequeñas, desde que Dani tenía ocho años y acababa de aterrizar en Barcelona desde Argentina. Con Sonia había tenido su primera experiencia lésbica si es que se podía llamar "experiencia" a una especie de besos con lengua y unos tímidos deditos explorando zonas desconocidas a la edad de 10 años. Se llevaron una reprimenda esa tarde. La habitación de Dani daba al balcón y su madre salió a tender la ropa, no la oyeron y cuando la mujer se asomó para saludarlas estaban en braguitas jugando a "médicos". Pero es que ya se sabe que la curiosidad a esa edad no tiene límites… Daniela, aún hoy, recordaba el olor a suavizante de la ropa de su amiga.
– Eyy! ¿Qué te pasa? ¿No tenías prisa? Preguntó Sonia al comprobar que Dani estaba distraída.
– S… Sí, perdona. Contestó algo ruborizada. – Me voy o no me dará tiempo.
– Han abierto un supermercado nuevo. Tienes que ir, te gustará. Está muy bien de precio y venden comida preparada, igual te saca del apuro y así no tienes que cocinar. Lo han abierto en la Avenida, al lado de la zapatería Olmedo ¿sabes dónde es?
– Sí, sí, buena idea, me voy a acercar y ya te contaré. Te dejo, cielo, se me hace tarde. Y se despidió de su amiga con un beso.
El supermercado no era demasiado grande pero tenía espacios amplios y estaba limpio. El aire olía a té aromatizado (canela y naranja, confirmó inspirando) y a algún que otro perfume barato de un grupo de señoras que paseaban, sin comprar, después de haberse tomado el cafelito de la tarde mientras criticaban a sus maridos.
¿Dónde diablos estará lo de la comida preparada? ¿O cocino algo rápido? A ver… queso de cabra, ¡sí! ensalada de queso de cabra con nueces y miel y compro algo preparado como segundo plato ¿Y postre? mmmmmmm algún yogur, o mejor… tiramisú, mousse de chocolat… ¡joder qué frío hace aquí!
Su traje de raya diplomática no abrigaba demasiado. Y debajo sólo llevaba una camisa blanca, ni siquiera se había puesto el sujetador como travesura para excitar a Damián.
Al parecer, no era la única que había notado que allí hacía frío puesto que a un par de metros de donde se encontraba, un reponedor que colocaba envases de arroz con leche, no quitaba ojo a sus pezones, erectos por la baja temperatura. Era moreno, piel bronceada, muy delgado, debía de tener unos cuarenta años, unos quince más que ella, calculó. Le resultaba muy atractivo. Tenía esa imagen de deportista cuarentón, no fumador, que los fines de semana aprovecha para hacer excursiones y deportes riesgo.
El chico bajó la mirada cuando se sintió descubierto. Dani, divertida, le miraba fijamente y sonriendo de medio lado (una mueca que le salía espontánea cuando empezaba a excitarse) se humedeció los labios. Habría que ser ciego para no darse cuenta de que estaba muy receptiva. Esperó. El reponedor dudó un segundo ¿me sonríe? uff estoy en el trabajo… ¿qué espera?… está muy buena, chuparía esos pezones ahora mismo…
Ninguno de los dos sentía frío ahora, los pezones de Dani seguían erectos pero esta vez por las expectativas de la situación que se le brindaba divertida y prometedora como lo es, en sí, el sexo improvisado. El reponedor sentía su polla crecer dentro de su pantalón de trabajo, miró alrededor, nadie parecía notar lo que estaba pasando pero tenían que salir de allí. Había llegado el momento de dejar de pensar y dedicarse sólo a sentir.
El chico dejó lo que estaba haciendo y se dirigió al fondo del supermercado, apretó un botón y se abrió una puerta grande, gris, donde rezaba "Almacén, uso privado". Daniela dejó su carro aparcado cerca de la entrada y le siguó en silencio.
Caminaron por pasillos laberínticos donde habían diferentes puertas, todas cerradas. Al final de uno de ellos, entraron en una sala que parecía un taller, vieron herramientas y un par de toros mecánicos. Una persiana cerrada por la que entraba claridad protegía la puerta que daba al exterior. Junto a la pared frontal había una mesa de madera, grande, también de color gris. El chico, que iba delante, se paró al lado de la mesa y se giró hacia Daniela. Su cara era la de un niño que ha hecho una travesura y espera a ver de qué va esta vez el castigo.
Daniela se desabrochó la camisa y ofreció sus pezones al reponedor que sin dudar apretó una teta con cada una de sus manos, amasándolas como si todavía no se lo acabara de creer. Su lengua jugaba con aquellos pezones que hacía unos minutos se le antojaban inaccesibles. Dani se subió la falda, no llevaba pantys, sino medias negras sin liguero y aquella blonda en mitad sus muslos calentaron al reponedor hasta límites insospechados. Arrancó sus braguitas,también negras y la sentó en la mesa descubriendo un precioso coño rasurado y, a estas alturas, húmedo a más no poder. Sin pensarlo dos veces le abrió las piernas y metió
su cabeza entre ellas, su olor, su sabor, un regalo que coloreaba de expectativas esta tarde de sábado que de no ser por esto habría resultado rutinaria y aburrida como todas las tardes en su trabajo.
…
Colgó el aparato y se atusó el pelo, suspiró. Alba era la directora del nuevo supermercado y, de momento, le tocaba trabajar incluso los sábados por la tarde. Estaba algo nerviosa y hoy, especialmente, no le apetecía en absoluto estar allí. Le dolían los pies y se descalzó. Total, no hay casi nadie por aquí los sábados.
Era una mujer emprendedora y firme, tenía cincuenta y dos años y capacidad de liderazgo pero podía resultar muy invasiva como jefa. En ocasiones, su inseguridad la hacía gritar demasiado en lugar de mostrarse asertiva. Era amada y odiada a partes iguales por sus empleados.
Alba escuchó un ruido, parecía venir del taller. Como estaba descalza caminó sigilosamente por el pasillo desde su despacho hasta la zona de mantenimiento ¿alguien llorando? ¿jadeos? Se oyen dos voces ¿pero quién coño hay aquí? Su respiración se aceleraba, expectación ¿miedo, quizás? Llegó al quicio de la puerta y comprobó lo último que se le había pasado por la cabeza, dos personas practicando sexo.
¿Quién es el chico? Trabaja aqu…. ¡Joder, me ha visto!
Daniela, abierta de piernas mientras el reponedor, de espaldas, hurgaba con su lengua en sus húmedos recovecos, miraba fíjamente a Alba. La mujer tragó saliva, la situación la excitaba tanto o más que la enervaba. Volvió a tragar saliva. Aquella chica no dejaba de mirarla fíjamente ¿sonríe?
Alba se acercó desabrochándose la camisa. El empleado aún no la había visto. Lentamente, Daniela se incorporó separando la cabeza del chico de su sexo para, sin palabras, presentarle al reponedor a su improvisada compañera de juegos. El chico se puso tenso y su polla, hasta ahora dura y poderosa, se aflojó un poco al no entender la nueva situación. Daniela, en silencio, desnudó a la directora del supermercado, que actuaba como hipnotizada accediendo a todo lo que ella le proponía.
Situada en medio de jefa y empleado, con una mano amasaba la polla del chico para volver a endurecerla mientras con la otra acariciaba el coño de Alba confirmando que los preliminares están sobrevalorados. Su propia humedad resbalaba entre sus muslos empapando sus medias. El reponedor era el único que seguía vestido y ahora, ya liberado de la tensión del momento, se acabó de desvestir.
Suavemente indicó a Alba que se agachara y, por turnos, fueron chupando la polla del chico que volvía a estar muy caliente, hasta tal punto que las detuvo porque si seguían su eyaculación sería inminente. Entre Dani y el reponedor tumbaron a Alba en la mesa, ella lamía su coño mientras él jugaba con sus pezones y acariciaba sus tetas. La jefa gemía sin llegar a creerse del todo lo que estaba sintiendo pues jamás antes había estado con una mujer. Daniela, besó su sexo, lamió, jugó con sus labios, la penetró con sus dedos mientras sus fluidos empapaban su cara y su mano. El hombre podía haberse corrido tan sólo observando esta escena.
Al lado de la mesa había una silla, bastante grande y de patas altas, Alba se sentó en ella y Dani se sentó encima, de espaldas, mientras la jefa le acariciaba la tetas. Con las piernas bien abiertas mostrando ambas su pegajoso sexo, pidieron al chico que las penetrara ora una, ora la otra mientras sentían tanto gusto que ninguno de los tres querían acabar con esta tarde de sexo.
Finalmente, Daniela se levantó e inclinándose sobre el sexo de Alba, jugó con ella mientras el reponedor la penetraba con fuerza. Las embestidas que recibía Dani ejercían presión sobre el clítoris de Alba que ya no podía aguantar más y empezaba a correrse. La forma de gemir de su jefa hizo que el reponedor se volviera loco de placer, se corría, se estaba follando a su jefa a través de Dani que recibía placer en forma de penetración y entregaba sexo oral. La situación no podía ser más morbosa… Los jadeos de jefa y empleado anticipaban el orgasmo general, él empujaba aumentando ritmo e intensidad y los latidos de su polla predecían la inyección de semen dentro de ella que, ahora ya se estaba corriendo pero no quería parar de lamer hasta que Alba alcanzara su orgasmo. Se corrieron los tres acabando sudados y exhaustos.
Dani se separó de ellos para vestirse. Sabía que tendrían que hablar y esto era algo que a ella ya no le incumbía. En silencio se vistió y, sin despedirse, volvió al interior del supermercado. Hubo caminado algunos metros cuando se acordó de su carro aparcado en la entrada del almacén de las fantasías. Dudó un segundo, no sabía si volver a por él pero no lo hizo. Decidió llamar a Damián y anular su cena. Ya había tenido suficiente sexo por hoy.
Sacó su móvil para hacer la llamada pero antes escribió un mensaje a Sonia: "Tenías razón, el nuevo súper está muy bien y la comida… deliciosa".
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