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Sexo con Madur@s, Voyeur / Exhibicionismo

A mis 17 seduje a un maduro… y terminé gritando en una carretera.

Recibí un ‘hola’ en Telegram. Tuvimos charlas divertidas y cachondas, pidió que nos viéramos, yo acepté con la condición de no volver a vernos. Pasé una noche de gemidos que se borran al amanecer.
Marcelo me encontró en Telegram. Un ‘hola’ aburrido seguido de un sticker ridículo de un gato con lentes. Su perfil era de un hombre que ya no intenta impresionar: foto de una cámara analógica, cero descripción. Le mandé un audio de quince segundos con mi voz más dulce: ‘¿Quién eres y por qué no empiezas por decirme algo interesante?’ La risa que solté al final no fue casual – quería que imaginara mi boca antes de verla.

Nos pasamos horas hablando como chiquillos, diciendo puras pendejadas. Él soltaba cosas como ‘me gustan las mujeres que no editan su realidad’ y yo le contestaba ‘qué aburrido, los filtros existen para hacer la vida más bonita’.

Activé el temporizador de imágenes y le envié esa primera foto en el espejo: mi short militar un poquito suelto pero insinuando la forma de mi trasero, la blusa blanca pegadita y corta de atrás, mis dedos jugando con el borde de mis labios como si estuviera pensando en algo sucio, y mis ojos enmarcados en anteojos.

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Su respuesta fue un audio jadeante: ‘Eres una tentación con patas… Y esa boca debería venir con advertencias de la PROFECO’.

Al tercer día me lanzó directo:
—¿Nos vemos?—
Su voz de hombre maduro dejaba claro que no era una pregunta, sino una advertencia.
—Sí—dije, apretando los dientes—, pero después de eso yo ya no te conozco.

Nos quedamos de ver dos días después.

El día del encuentro me puse unos jeans tan apretados que marcaban hasta el hilito de la tanga, botas con tacón que me levantaban el culo como ofreciéndolo, y esa blusa blanca con hombros azules que se me pegaba a las tetas, dejando ver el arco de los pezones cuando me movía. Antes de salir, le solté las fotos por Telegram para que se muriera de ganas:

Desde abajo, enseñando mi cara de zorra – labios hinchados en forma de beso, un ojo cerrado en guiño, con el elástico de la tanga saliéndose por el costado del jeans como invitación.

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Otra de espaldas al espejo, una mano tirando un beso de mentiras mientras la otra agarraba el celular, los jeans clavadísimos mostrando cómo la tanga negra se me metía entre las nalgas, marcando el huequito que quería que llenara. ‘XoXo’ puse, para tapar el desvergue de mi cuarto y que no se distrajera con nada que no fuera mi cuerpo.

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Marcelo apenas estacionó la camioneta en ese pinche paradero culero cuando ya tenia sus manos encima. Se notaba que el cabrón venía caliente desde antes porque el pantalón le apretaba la verga y traía ese olor a hombre sudado que me hacía agua la boca. Sin decir nada, me jaló del brazo para bajarme, pero le solté una sonrisa perversa mientras empezaba mi show.

—Espérese tantito, ingeniero – le dije en un susurro mientras me mordía el labio – déjame hacer las cosas como a mí me gustan…

Con movimientos lentos, me quité la blusa, mis chichis estaban duras y los pezones bien parados. Hice como que me acomodaba el pelo, pero en realidad era para que viera cómo se me movían las tetas.

—¿Te gusta lo que ves, papi? – le pregunté mientras mis tetas quedaron libres, morenitas y firmes, perfectas para que se las chupeteara.

Pero no me iba a conformar con eso. Con dedos lentos, me bajé el cierre de los jeans mientras mantenía contacto visual, dejando ver la tanga negra que apenas cubría mi panocha. Me los bajé hasta los muslos, haciendo un show de sacudir las caderas, dejando que el aire de la noche me rozara la piel. Cuando por fin quedé en pura tanga y botas, me pasé una mano por entre las piernas y le mostré los dedos brillosos de mis jugos.

—Mira nada más cómo me pusiste, cabrón – le escupí las palabras mientras me acercaba – ahora vas a ver lo que es cogerte a una morrita de Telegram…

Antes de que eĺ pudiera reaccionar, ya le había bajado el pantalón y los boxers de un chingadazo. Su verga saltó tiesa y palpitando, llena de venas y con el glande bien rojo de las ganas. No me hice pendeja – me arrodillé ahí mismo en el piso de tierra y le di una lamida de arriba a abajo, saboreando el precum que ya le escurría.

—¡Pinche chamaca! – gritó el cabrón cuando me metí toda la verga de golpe a la boca, ahogándome deliberadamente para que sintiera mi garganta apretándole la cabeza.

Cuando lo sentí a punto de venirse, me levanté de un salto y lo empotré contra la puerta de la camioneta. Con un movimiento experto, me quité la tanga de un lado y lo guié dentro de mí, gimiendo cuando sentí cómo me abría completa…

—Así, papi… dame toda tu verga cabrón – le jadeaba al oído mientras empezaba a moverme arriba de él, sintiendo cómo cada empujón me llenaba hasta el fondo.

El ingeniero ya no aguantaba más —con un gruñido me volteó bruscamente y me empotró contra el costado de la camioneta, haciéndome arquear la espalda mientras me daba una nalgada que resonó como latigazo. «¿Así te gusta, verdad?», me escupió al oído, abriéndome las nalgas con sus manos callosas para enterrarme su verga hasta el fondo de un solo golpe.

Mis tetas rebotaban contra el metal de la puerta, los pezones rozando con cada embestida hasta quedar sensibles. Él me jaló del pelo para doblarme más, cambiando el ángulo hasta que sentí su cabeza rozarme ahí dentro, ese punto que me hizo gritar: «¡Ahí, papi, dame ahí!». Pero el muy cabrón se detuvo justo cuando el orgasmo empezaba a subirme.

—Dime qué eres —ordenó mientras me metía dos dedos en la boca, empapados de mis babas.
—¡Tu puta! ¡Tu puta, papi! —gemí, sabiendo que quería mi humillación.

Y entonces me reventó como nunca: primero me cogió con una pierna levantada sobre el estribo, sus huevos aplastándome el clítoris con cada embestida hasta sacudirme un chorro de venida. Pero no me dejó recuperar; se tiró al suelo de tierra y me monté a lo vaquera mientras me pellizcaba los pezones con crueldad. «Otra vez», rugió, y mi cuerpo obedecía aunque ya no pudiera más.

Luego me arrojó sobre los asientos de la camioneta, abriéndome las piernas para clavarme otra vez. Yo ya solo gemía, dejándolo usar mi coño como quisiera, sintiendo orgasmos seguidos que me dejaron temblando.

Al final, me la sacó chorreando y me la restregó por la cara antes de venirse en mi boca. «Trágatelo todo, puta», exigió, y yo tragué hasta la última gota, con mi labial corrido y el pelo pegado por el sudor.

Cuando terminamos, los asientos estaban empapados de mis fluidos y su semen. Después de limpiarnos como pudimos, me llevó a cenar tacos en un puesto sobre el camino, como si nada hubiera pasado.

«¿Cuántos años tienes?»

«Acabo de cumplir 17, pero sin pedos. Estoy contenta de lo que hice.»

Volví a mi casa como a las 2 de la mañana, le dije a mi mama que andaba de fiesta con mi prima. Abrí Telegram, archivé el chat para él y para mi. Mi último texto fue calculado. «Gracias por no fingir que esto era otra cosa.». Despues de eso lo bloqueé.

Esa noche yo no buscaba un amante, ni siquiera un recuerdo bonito. Quería comprobar que podía jugar con maduros sin necesidad de engancharme.

25 Lecturas/15 agosto, 2025/0 Comentarios/por randommx
Etiquetas: anal, culo, maduro, maduros, mama, militar, orgasmo, semen
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