Soy dueña de mis fantasías.
ADVERTENCIA: No estoy segura si lo soñé o lo experimenté..
Hola buenas tardes. Mi nombre real es Lilén, nacida en la ciudad de Buenos Aires de madre polaca y padre griego. Cuando era yo tres años de edad, murió mi mamá y quedé al cuidado de mi padre quien en tres años se volvió a casar con Aurora, una estupenda mujer argentina muy dulce y cariñosa.
Cuatro años más tarde, mi papá y Aurora mueren en un accidente de automóvil, por lo que a los siete años quedé desolada al cuidado de Beto, hermano de Aurora. Beto de 32 años, tenía una fiambrería en un local que la casa aún hoy tiene en el frente.
Recuerdo nítidamente que yo hasta tenía pesadillas en las que Beto moría y yo despertaba llorando a gritos por tener que soportar otra muerte en mi vida. Cuando estas pesadillas surgían, Beto me llevaba a su cama y yo me abrazaba fuertemente a su espalda y me dormía plácidamente hasta el alba.
Habían transcurrido dos años y Beto sólo se ocupaba de mí… o eso era lo que yo creía. Un día al volver de la escuela, Beto me presentó a Támara. En ese mismo instante la odié, por lo que sin saludarla me fui a la cocina donde ella me había servido el chuño. Hice otro berrinche y lo boté por el fregadero.
Estaba yo sumamente dolida, imaginaba que tamaña intrusa acapararía parte parte de los cuidados que Beto me prodigaba. Esa noche totalmente ofendida me acosté y casi no pude conciliar el sueño por la afrenta sufrida. Al día siguiente (miércoles), fui a la escuela de 9:00 a 15:00. Al volver la intrusa no estaba pero había muestras de su paso por la casa. Yo mantenía un comportamiento ejemplar. Beto no me dejaba salir pero a casa podían venir cuantos quieran. Mis amigas y yo terminábamos de jugar y entre todas juntábamos y limpiábamos todo, juguetes, comida, etc.
Ese día miércoles después que Beto cerró su negocio ocurrió lo que yo tanto temía. Me llamó para «hablar» conmigo. Después que yo acepté que no tengo razones para hacer po qué hice, me dijo: Tranquila… acá no ha pasado nada.
Si ustedes hicieron las cuentas, yo estaba cerca de mis once años y me ponía muy celosa que la tal Támara se enseñorease a sus anchas en mi ausencia, pero como dice el refrán: «A la ocasión la pintan calva». Un día descubrí que la odiada Támara no existía más, sino que aquello era una suerte de desfile femenino cuando yo estaba estudiando.
Esa noche mi cama guardó el secreto de mi primara vez tocándome.
Delicioso! Realmente sublime. Indescriptible. Fue mi primer orgasmo del que dos veces había escuchado hablar. El día siguiente (sábado), estuve todo el día fantaseando y masturbándome hasta que hice algo que me asustó mucho… bueno… no tanto. Ni me asustó. Lo disfruté. Al dejar mi ropa usada en el cesto del lavado vi un calzoncillo de «él» y me lo llevé a mi alcoba y me masturbé chupándolo. Estaba enloquecida… para peor las pesadillas no me habían vuelto y no tenía la…, la… PERO PODÍA VOLVER MI PESADILLA.
Ese sábado estoy segura que metí mis dedos probablemente más de diez veces. Sí. Diez pajas, diez.
Después que yo misma exigí hacerme cargo de toda la limpieza y el orden, me fui a la cama sabiendo que Beto se quedaría un rato más y se acostaría.
Una hora después que él se acostó, di rienda suelta a mi pesadilla con fines sexuales, por lo que Beto vino presto a rescatarme llevándome a su cama. Como siempre él se acostó en decúbito derecho, yo a su espalda, sólo que esta vez pegué mi conchita ntoriamente a sus nalgas y lo abracé como siempre pero me puse a jugar con sus pelos del pecho a través de la abotonadura del pijama. Al afirmar descaradamente mi sapito a su culo, noté una reacción de su parte, no dijo nada y yo no sabía como avanzar, cuando me dijo que ya no toque más su pecho qué quería dormir, si bien me sentí frustrada, lejos de amilanarme pegué también mis pechitos a su espalda y le puse un beso en el hombro.
No soportando más mi exitación le dije que iba al baño y me levanté, fui a buscar su calzoncillo a mi lugar secreto, me desnudé toda y volví a las andadas. Tan metida estaba en mi deleite qué no me percaté de cerrar la puerta de mi cuarto, lo estaba por hacer cuando Beto apareció en el vano de la puerta.
Oh my god!!! I’m sorry, I’m sorry. Dije a la vez que se me caía el calzoncillo.
Contra lo que cabía esperar él vino muy paternal, pasó su brazo izquierdo por encima de mis hombros y me dijo: -Acá no ha pasado nada. Un momento muy duro. Y muy exitante ya que yo seguía desnuda. Primero me pareció que intentó apretarme más contra su pecho y brazo… después no me quedó ninguna duda y colaboré con el acercamiento. Y seguimos acercándonos y acercándonos. Tanto nos acercamos que tenemos tres hijos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!