Ahora quiero más.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Closetxldx.
Otra vez era de noche, estaba a punto de empezar lo que siempre hacía ya estando a solas.
Abrí el baúl que tenía bajo mi cama, saqué una tanga tipo hilo dental, la acerqué a mi nariz, disfruté su olor pues aun olía a mi virgen culo.
Después saqué unas medias, por último tomé un brasier, puse todo sobre la cama.
Estaba apunto de desvestirme para ponerme lo antes mencionado, de repente, oí que alguien tocaba la puerta de mi cuarto, mi cuerpo se estremeció, no sabía que hacer con lo que tenía sobre la cama, inmediatamente lo puse todo bajo mi almohada.
–Entra, mamá –dije con nerviosismo–.
–«No hace falta –dijo mi madre con la voz tan dulce que la caracteriza– solo te quiero recordar que mamá saldré temprano, a las 5 o 6 de la mañana y llegaré hasta el otro día».
Oír eso provocó que mi cuerpo vibrara de alegría, ¡significaba que tendría todo un día para andar «cómoda» –así decía cuando me travestia– por toda la casa! Ya no puse atención a lo demás que me dijo, seguro eran cosas sin importancia.
Cuando noté que había terminado de hablar dije «ajá».
No cabía de la emoción.
Cerré con seguro la puerta de mi habitación por si a mi mamá se ocurría volver.
Rápidamente me desvestí y me coloqué el brasier, la tanga y las medias, sentir roce de esas prendas en mi piel me hacía sentir liberada, «cómoda».
Tome me laptop y en una página de incógnito –siempre era muy precavido– puse porno.
Me imanaba siendo la mujer mientras la penetraba esa verga tan grande.
Al final ya no terminaba de ver el video pues me empezaba a masturbar, con una mano me acariciaba un pecho y con la otra mi pequeño pene.
Dejaba de tocarme el pecho y tomaba un cepillo de dientes vibrador que tenía en mi buró, poco a poco lo iba frotando en mi ano, me excitaba tanto, antes de que pudiera introducirlo totalmente, sentí espasmos en mi pene, casi inmediatamente empecé a eyacular, sentí mi semen caliente escurrir por mi pene, tomé un poco con mi dedo y lo introduje en mi boca.
Me encantaba ese sabor salado del semen.
Mi mayor deseo era poder sacarle a alguien más y probarlo.
Ya eran las 7 de la mañana, no sentí el momento en que había quedado dormido.
Aún tenía puesta mi ropa de niña, ya no me importaba, no había nadie en mi casa.
Fui corriendo al cuarto de mi mamá, rápidamente abrí su closet, me probé todos sus vestidos y zapatos.
Me gusto un vestido rojo, corto, hacía que se me remarcaran mis bien y ricas nalgas.
De zapatos escogí unos de tacón del 11.
Me paré frente al espejo y no pude evitar llorar de la emoción, ¡mi cuerpo lucía como el de una auténtica señorita! Rápidamente me empecé a maquillar, sabía como pues había visto a mi mamá y a mis compañeras de escuela.
Había quedado hermosa, ¡irreconocible!, gracias a Dios mi cabello largo rubio encajaba muy bien.
Estaba a punto de ir a mi cuarto por mi laptop para ver porno y masturbarme, cuando de pronto oí que alguien llamaba en la puerta, no pude evitar sentir miedo, –«no iré, dejaré que sigan tocando hasta que piensen que no hay nadie» –dije eso para mi mismo–.
No dejaban de tocar, en ese momento pensé que se podría tratar de algo importante, me armé de valor y decidí ir a ver quién era y qué quería.
Vaya sorpresa me llevé, era mi vecino, un panadero de unos 30 años.
–Hola, bella dama, ¿se encuentran los dueños de la casa? –una gran sorpresa me llevé, ¡no me reconoció mi vecino que me conocía desde que nos mudamos aquí después de la muerte de mi padre!– es que la señora me dijo que si podía checar el inodoro porque anda fallando –¡claro!, eso fue lo que me dijo mi mamá mientras no le ponía antención–.
–No se encuentran –dije con una voz muy femenina que en ese momento me inventé–, pero si gusta lo puede checar.
Lo invité a pesar, me observó de pies a cabeza, –«Disculpe el atrevimiento, pero usted es muy bonita» –me dijo, no pude evitar ruborizarme.
Lo conduje hasta el baño, empezó a checarlo, no pude evitar ver ese gran bulto que tenía en pantalón.
Se lo seguí viendo hasta que el repentinamente giró su cabeza y notó lo que yo hacía, solo sonrió.
Acabado el trabajo lo invité a la cocina a tomar un refresco.
Cuando le estaba sirviendo se me quedó viendo a los ojos y dijo: -¿acaso pensaste que no lo notaría, Pablito? –en ese momento casi me desmayo pero él se paró y me sostuvo de la cintura.
No pude evitar sentir mariposas en el estómago cuando me tomó.
–Por favor, no diga nada, se lo pido.
–No te preocupes.
Antes de terminar de decir eso deslizó sus manos hasta mis nalgas y las apretó de una manera tan rica.
Me acercó más a él.
Inmediatamente me empezó a besar, al principio me resistí pero después me empezó a gustar, ¡era mi primer beso como niña! Inmediatamente empezó a jugar con su lengua, y me apretaba más las nalgas.
Me empezó a recostar en la mesa y a subir el vestido, no tenía pena que me viera, solo pensaba en algo, ¡qué me hiciera suya! Puse mis manos en su cuello y le susurré al oído: «vamos a la sala», sin pensarlo dos veces me cargo y me llevó.
Nos besamos de una manera tan intensa sobre el sofá.
No resistía más, le quité la playera, y el me quitó el vestido y el brasier.
Me empezó a chupar mis blancas y pequeñas tetas, mi piel se erizó.
Le quité el cinturón, después el ajustado pantalón.
Observé su enorme bulto, no pude evitar tocarlo, ¡la sensación más hermosa que hasta entonces había sentido! En ese momento él se quitó el bóxer, «voltéate», me dijo, le obedecí.
Ahora estaba en cuatro patas sobre el sofá.
Con sus dientes jaló mi tenga y la hizo a un lado.
Tenía miedo, nunca antes me había penetrado, pero una sensación interrumpió esos pensamientos.
Empezó a jugar su lengua por mi virgen ano, no pude evitar gemir.
Mi ano ya estaba dilatado, «prepárate» me dijo, no había visto su verga, pero en ese momento la sentí TODA.
Cada espacio de mi culito lo llenó, sentí cada milímetro de su piel.
No sentí dolor sino placer.
Dejó la lentitud y le dio más rápido.
Amaba el roce de sus bolas con mis nalgas.
Me jalaba del pelo y decía «qué rico culito tienes, aprieta muy bien», eso me excitó tanto, no pude evitar eyacular pues había estimulado mi punto P.
Era tan rico.
No pasó mucho tiempo cuando empecé a sentir contracciones en su verga, «ahí te va», dijo, ¡fue tan rico! Sentir toda su leche caliente dentro de mí era algo inexplicable.
Retiró su pene me empezó a besar la espalda, «gracias por todo, putita», me dijo.
Se empezó a cambiar pero yo no quería que se fuera, «lo siento pero ya es tarde me dijo, mi mujer ha de estar esperándome », le pregunté si volvería a suceder y me respondió que eso dependía de mí.
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