LAS ANDANZAS DE WANDA (SEXO CON UN NOVIO INFIEL)
“¡Acabo de pelear con mi novia! ¡Hace meses le estoy pidiendo el culo y se niega sistemáticamente a prestármelo!” .
(Sugiero, siempre, leer mis relatos anteriores)
“¡Acabo de pelear con mi novia! ¡Hace meses le estoy pidiendo el culo y se niega sistemáticamente a prestármelo!” y agregó:
“¡Ya no doy más! ¡Quero satisfacer esa necesidad que tengo! ¡Me muero por ponerla en un culo! ¡Hasta pagaría por ello!” – Para finalizar preguntándome:
“¡Quiero tu culo! ¡Lo quiero! ¡Lo deseo y haría lo que quieras si me lo entregas, aunque más no fuera solo unos segundos! ¿Qué dices?”.
“¿Qué dije yo?” – Bueno, ello y lo que ocurrió con posterioridad, será tema para otro relato.
Así culminó mi relato LAS ANDANZAS DE WANDA (PRIMER SEXO EN LA VÍA PÚBLICA) ¿Lo recuerdan?
Bien, en aquella ocasión, yo recién llegaba a casa después de una alucinante salida sexual, con mi amigo Jorge y si bien seguía tremendamente excitada y más que caliente, ya era tarde y al día siguiente debía ir a trabajar temprano, así que solamente le dije:
“¡Ven el sábado, después de las 22 horas!”
Por aquellos años, al no existir aún internet, redes sociales, telefonía celular, ni nada de eso, los encuentros, las citas, etc., solían darse, sola y fundamentalmente “cara a cara”, así que, llegado el día sábado y luego de escuchar el timbre de la puerta, abrí e hice ingresar a Julio (tal su nombre, luego de la presentación).
Aquella noche, el hombre lucía bastante desmejorado, tal vez a raíz de la situación con su novia, pero en esta ocasión, estaba impecable y con un aroma increíble, merced a la fragancia “importada” que llevaba puesta; además, traía en su mano una botella de “champagne” de un costo bastante importante.
Yo, tenía puesta una calza color piel, muy pero muy traslúcida y con una diminuta tanga debajo y en la parte superior, un sostén color negro y una camisola blanca, también transparente.
Obviamente, yo irradiaba sensualidad y sexualidad por doquier y rápidamente, invité a Julio a sentarnos en el sillón del living, previa búsqueda, por mí parte, de un par de copas y mientras él descorchaba la botella; brindis que llevamos a cabo y comenzamos a conversar de manera muy amena y distendida.
Julio me comentó acerca de su noviazgo “Es demasiado conservadora, tradicionalista y sumamente convencional, a la hora del sexo” – Digo y agregó:
“La noche que fuimos a Villa Cariño (así le decían graciosamente a ese lugar), yo veía como cogían ustedes dos (mi amigo Jorge y yo) y mi novia ni siquiera me la quiso chupar” – Y finalizó diciendo:
“Lo único que logré fue que me montara, pero lo hizo muy rápidamente, porque tenía temor de ser observada”.
Por aquel entonces, la televisión local tenía solamente un canal y ni por casualidad se podía ver algo que tenga que ver con lo “medianamente erótico”, así que la única manera que teníamos para excitarnos, era una conversación muy hot o subida de tono, como la que estábamos llevando entre Julio y yo.
Mientras el hombre hablaba de la relación con su novia, yo, con ya un par de copas encima y despojada de todo pudor, prejuicios, vergüenza, etc. (que, por otra parte, nunca tuve), lo provocaba sin disimulo alguno, con gestos y movimientos muy sensuales.
En determinado momento, puse mi mano sobre su entrepierna y él hizo lo propio sobre mi sostén, puesto que yo ya me había desabrochado la camisola, así que dejamos las copas sobre la mesa y nos empezamos a “chapar” (término este que denota mi edad, jajaja).
Nuestras lenguas se entrelazaban furiosamente y el intercambio de saliva era, a todas luces, alucinante; nos estábamos, literalmente, comiendo nuestras bocas y la fogosidad de los besos se podía, inclusive, hasta oír pese a que el volumen del televisor estaba muy alto.
“¿Tu novia no te besa así?” – Le pregunté a sabiendas de lo que me iría a responder.
“¡No! ¡Qué va! ¡Ojalá!” – Exclamó.
“Pero, seguramente, tiene tetas mucho más grandes que las mías” – Volví a decir mientras le mostraba mis pequeños atributos.
“¡Sí! Pero solamente me deja chuparlas con la luz apagada y solo unos segundos – Respondió Julio.
“¡Bueno! ¡Entonces, quítate las ganas de chupar las mías!” – Exclamé e inmediatamente comencé a sentir la lengua del hombre, recorriendo mis tetitas, mis areolas y mis diminutos pero muy bien definidos pezones.
“¡Ah! ¡Qué rico se siente! ¡Ah! Tu novia no sabe lo que se pierde” – Volví a decir mientras arqueaba mi cabeza hacia atrás, merced al inmenso placer que estaba recibiendo.
Julio chupó mis tetitas de una manera increíble y nada de lo que hacía, parecía calmar su sed.
“Sí así empezó, me imagino cómo será el resto” – Pensé yo para mis adentros.
El hombre no podía parar de recorrer con su lengua, toda la superficie de mis pechos y mientras lo hacía, yo ya había desabrochado la cremallera de su pantalón y hurgando allí, ya tenía en mis manos esa hermosa entrepierna desnuda.
“¡Así que tu novia no te la chupa! ¡Qué desperdicio! ¡No sabe lo que se pierde!” – Exclamé y empujé al hombre suavemente hacia atrás, para que me dejara libre la zona y lentamente, acerqué mi boca hacia ese precioso miembro viril y volví a exclamar:
“¡Te voy a enseñar como se come! ¡Así, después, se lo explicas a ella, jajaja!”
Previa suave y delicada masturbación (léase “paja”), comencé a lamer, con la puntita de mi lengua, el glande, recorriendo toda su circunferencia, para luego descender por el “tronco”, hasta llegar a ese gran par de testículos y acto seguido, abandoné toda esa suavidad, sutileza y delicadez, para chupar, succionar y comer directamente, toda esa deliciosa verga con sus no menos apetitosos “huevos”.
Yo era tan, pero tan buena chupando (modestia aparte), que Julio estaba a punto de desvanecerse de placer, de gozo y de satisfacción sexual; evidentemente, le estaba haciendo una mamada alucinante, maravillosa, sublime, espectacular.
Chupaba, lamía y comía, una y otra vez y mi voracidad parecía no tener límites.
“¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¡Qué buena sos chupando! ¡Sí que sabes hacer tu trabajo! ¡Qué locura! ¡Cuánto hacía que no me chupaban así de rico!” – Exclamó Julio, entre jadeos y gemidos de placer.
“¡Sí, lindo, sí! ¡Pero es que está muy sabrosa tu pija! ¡No puedo dejar de comerla!” – Dije y con doble sentido, primero, porque ello era verdaderamente así, pero segundo, para hacerle notar lo que se perdía su novia.
Cada tanto, levantaba la mirada para ver la expresión del hombre y, como no podía ser de otra manera, estaba enloquecido, literalmente, por la estupenda mamada que le estaba brindando.
“¡Quiero tu culo, linda! ¡Para eso vine! ¡Dale, que ya no doy más!” – Volvió a exclamar Julio y yo entonces, para hacerlo excitar y calentar mucho más de lo que ya estaba, me incorporé (no sin antes darle una última chupadita a esa deliciosa pija) y le dije:
“¡Aguarda un instante! ¡Voy a mi habitación! ¡Me voy a poner algo para agasajarte! ¡Desnudate por completo, mientras tanto!”
Aquel hombre, había dejado “en casa a su novia” y venido a mí por mi culo, así que yo decidí que ello fuera realmente algo superlativo, inclusive para ambos, así que me vestí con las medias hot (con detalles sensuales y excitantes en la parte superior), el porta ligas, la diminuta “tanga hilo dental” (que solo me cubría mi triangulito delantero, merced a lo inusualmente diminuta de mi entrepierna) y un “top”, todo combinado y de color rojo (varios de los foritas, ya han visto mi foto con esa indumentaria interior).
Volví al living, moviéndome cual “tigresa en celo”, meneando exageradamente mis caderas y con una expresión, en mi cara, que no necesitaba de palabra alguna “¡Aquí estoy! ¡Comeme toda!”
Julio no podía dar crédito a lo que veían sus ojos; aquella noche, había visto mi culo, con esa misma indumentaria, pero a lo lejos y tratando de no ser tan evidente, con su novia a su lado, pero ahora me tenía toda para él.
“¡Hermosa! ¡Simplemente hermosa! ¡Sos una diosa!” – Exclamó, mientras yo alimentaba mi ego con esos halagos y elogios.
“¡Acá está lo que viniste a buscar! ¡Toda para vos! ¡Comela y hacele lo que quieras! ¡Disfrutala!” – Le dije mientras volteaba y exhibía ese espectacular, maravilloso y tan fuera de serie trasero.
Obviamente y como no podía ser de otra manera, el hombre se abalanzó sobre él y comenzó toquetearlo y a manosearlo por completo; enseguida se notó que el hombre estaba realmente desesperado por un culo y el mío reunía todas las condiciones (y mucho más, por cierto).
Cada manoseo y cada toqueteo, era acompañado por gemidos y jadeos de placer, más movimientos hiper sensuales, por mi parte, con el propósito de provocar más calentura y más excitación (Ello, fue una de las primeras enseñanzas de Casandra, la chica trans que me enseñó todo… “Cuánto más se exciten y se calienten los hombres, mayor placer, gozo y satisfacción sexual para nosotras”)… Sabias palabras, aquellas de Casandra (aunque su intención, al enseñarme aquello, era insertarme en el mundo de la prostitución).
Sin dejar un solo instante de toquetearme y de manosearme, íntegramente, todo el culo, empecé a sentir una lengua, recorriendo toda la superficie de “mis carnosos cachetes”, de mi profunda zanja y de mí ya dilatado orificio anal. No podría llamar a ello “beso negro”, porque todo mi culo era (y lo sigue siendo) exageradamente blanco, aún mi ano.
“¡Ah! ¡Ah! ¡Oh! ¡Que rico! ¡Qué delicia! ¡Cómo sabes usar la lengua! ¡Chupame todo el culo! ¡Comelo todo!” – Exclamé.
Julio no respondió y solamente se dedicó, pura y exclusivamente, a manosear, toquetear, chupar, lamer y comerme todo el culo y así lo hizo durante un muy buen rato, para mi beneplácito y satisfacción.
“¡Mi colita tiene hambre! ¡Quiere comer! ¿Tenés algo para darle?” – Volví a decir, ya con voz de “puta en celo”.
Aquella última frase, dio resultado y el hombre se incorporó, se ubicó bien detrás de mí, mientras yo me hincaba, lentamente hacia adelante, poniéndome en posición, ofreciéndome, entregándome por completa.
Antes de la primera penetración, recibí unas fuertes palmadas en mis “carnosos cachetes”, las que, muy lejos de provocarme dolor alguno, me hicieron excitarme más de lo que ya estaba.
“¡Ah! ¡Sí! ¡Oh! ¡Que lindo! ¡Si! ¡Así! ¡Toda adentro! ¡Bien adentro! ¡Sí! ¡Qué rico! ¡Por favor!” – Dije y agregué:
“¡Cogeme toda! ¿Sí? ¡Cogeme todo el culo! ¡Dale! ¡Cogeme bien fuerte!”
Un “pijazo atrás del otro”, fue el resultado de mi arenga y Julio comenzó a cogerme, mientras yo seguía profiriendo toda clase de improperios y palabras muy subidas de tono.
Se notaba la increíble desesperación que, aquel hombre, tenía por un culo; tal vez vendría “ratoneándose” vaya una a saber desde cuándo, pero bueno, yo no estaba allí para hacer las veces de “psicóloga” o algo así, sino para recibir placer, placer y más placer.
“¡Te quiero coger acá! ¡Ahora así! ¡Aquí, ahora!” – Exclamó, ya que, a cada instante, luego de unas increíbles y alucinantes embestidas, cambiamos de lugar y de posición, aunque siempre todo era para satisfacer sus deseos, fantasías y necesidades sexuales.
Así, por ejemplo, me cogió sobre el sillón; recostada sobre la mesa, aferrada a la mesada de la cocina, cerca de la ventana (para que nos observaran desde el exterior), de rodillas en el suelo y en cuánta posición se le ocurriera en el momento, hasta que tomé la iniciativa y “pegados” cual perro y perra “abotonados”, lo fui arrastrando hacia mi dormitorio.
Una vez allí, volvió a penetrarme “una y otra vez”; montándome encima, de costado, por delante y con mis piernas bien abiertas (merced a mi gran flexibilidad), “Patitas al hombro”, “el perrito”, “el misionero” y toda otra posición, cual más alucinantemente placentera.
“¿Y? ¿Te gusta mi culo? ¿Te gusta mi colita? ¿Eso es lo que tanto querías? ¡Qué mala es tu novia! ¡No te quiere entregar su culo! ¡Con lo rico que es! ¡No sabe lo que se pierde!” – Volví a decir.
Quería que notara muy bien la diferencia, entre penetrar una vagina, en la cama, bajo la sábana, con la luz apagada, eyaculando dentro de un preservativo y comerse un culo como el mío; recibir una increíble mamada como le había dado y, en definitiva, entregarse por completo y ciento por ciento, a los “placeres de la carne”.
“¡No aguanto más! ¡No puedo más! ¡Voy a…!” – Exclamó Julio y antes de que finalizara la última frase, yo grité:
“¡Adentro! ¡Acabá adentro! ¡Llename el culo de leche! ¡Dame toda la lechita caliente! ¡Sí! ¡Así! ¡Dale!” – Arengué, por último vez, antes de oír el aullido de placer, de gozo y de satisfacción sexual, por parte de aquel hombre y sentir, dentro de mí, el delicioso y tibio néctar; eyaculó tanto, pero tanto dentro de mí, que, aún después de varios minutos, seguía fluyendo ese delicioso líquido seminal.
“El baño está al final del pasillo” – Le dije a Julio mientras bajaba de la cama, pero antes de que tomara rumbo allí, lo detuve y le dije:
“¡Esperá! ¡Vení un segundo! Quiero agradecerle a esa hermosa verga, el increíble momento que me hizo vivir” – Y finalicé diciendo, dirigiéndome hacia la entrepierna del hombre, como si fuera “un ser sapiente”:
“¡Gracias, linda! ¡Cómo me cogiste! ¡Espero que no sea la última vez!”.
Mientras Julio se terminaba de asear y de cambiar en el baño, yo permanecía aún, tendida sobre la cama, impregnada de sexo, de placer, de gozo y de satisfacción; estaba realizada, total y absolutamente realizada, satisfecha y feliz.
“¡Ya sabés a donde está la salida! ¡Y ya sabés también donde vivo! ¡Cuando quieras, pasá y si estoy disponible, cogemos otra vez! ¡Me encantó como cogiste! ¿Y a vos? ¿Te gustó? ¿Mi colita era lo que esperabas? – Le dije, tendida sobre la cama y estando él a mi lado y a punto de salir de casa, pero antes de que me respondiera, volví a decirle:
“¡Decile adios a mi colita! ¡Dale un besito de despedida!”
Julio se acercó y le dio un par de besos y unas, ahora sí, suaves palmaditas a mi culo.
“¡Saludos a tu novia!” – Grité desde la cama.
Esa noche, volví a dormir así mismo, como estaba; con las sábanas impregnadas, por un lado, de la fragancia importada de aquel hombre y por el otro, de semen por doquier (mis sábanas ya estaban acostumbradas a ser lavadas muy frecuentemente).
Mientras seguía deleitándome con esos olores y esos aromas, volví a recordar una frase de Casandra, la chica trans que descubrió mi condición de “andrógino”, la que me enseñó todo acerca del mundo femenino y la que me bautizó con el nombre de “Wanda”.
“Los hombres no nos van a buscar a nosotras para casarse, pero una y otra vez van a venir a nosotras, por lo muy buena que somos en la cama. Con sus novias, esposas y parejas, harán el amor, pero con nosotras, cogerán para satisfacer todos sus deseos, fantasías y necesidades sexuales” – Muy sabias palabras las de Casandra ¿No lo creen así?
Mi correo es: [email protected].
Besitos.
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