Una salida con Majo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Scumm.
Luego de esos días con Majo y Karlita tuve que volver al trabajo.
Era inevitable, después de todo estaba por la empresa y no es que dispusiera mi tiempo tan libremente como me hubiese gustado.
La semana fue insoportable, entre reuniones, capacitaciones, conferencias y cenas laborales parecía ir muy lentamente.
Lo único que me alegraba el día eran las comunicaciones con Majo.
Siempre en la noche, siempre los dos desnudos, calentándonos, provocándonos.
Recordando y planeando el fin de semana.
Mi plan era salir con Majo el viernes, los dos solos, pasar unos buenos momentos y terminar cogiendo en un hotel.
Los viáticos que me dieron para el viaje me permitían darme un lujo que en otras circunstancias no hubiera podido.
Que mejor que con ella, con quien había pasado una de las mejores tardes de sexo de toda mi vida.
Toda la semana estuve sin tocarme, quería tener los huevos llenos de leche sólo para ella.
Era muy difícil sobre todo en las noches, cuando conversábamos.
Su voz me excitaba desde que contestaba el teléfono.
Llegó el viernes, salí desesperado del trabajo al hotel y luego a buscar a mi preciosa Majo.
Le había pedido que me sorprenda, que se pusiera el vestido más sexy que tuviera, sin corpiño.
Quería que luciera sus hermosas y deliciosas tetas en todo momento.
Que los demás hombres me envidien y que las mujeres la odien.
Cuando me abrió la puerta me quedé con la boca abierta y mi verga se endureció de golpe.
Llevaba un vestido corto de una sola pieza rojo y negro pegado al cuerpo resaltando sus curvas.
El amplio escote invitaba a perderse en sus grandes senos.
Sus pezones duros se traslucían a través de la tela.
La tomé del culo y le di un profundo y lujurioso beso.
Majo me respondió con fiereza y pasión mordiéndome los labios.
Nos separamos y la hice girar admirando su hermoso cuerpo.
Las piernas torneadas, el culo duro y perfecto, sus hermosas tetas, el rostro de niña con la sonrisa pervertida que tanto me excitaba.
Entramos a su casa para despedirnos de Karlita que estaba con la niñera.
La pequeña se alegró de verme y vino corriendo a mis brazos.
No pude darle un besito en los labios pero la abracé con fuerza.
Ella reía feliz.
Nos dirigimos hacia la puerta de la casa y a sabiendas que la niñera aún nos veía, metí mi mano debajo de la falda de Majo y presioné con fuerza su delicioso culo.
Majo sonrió y tiró las caderas hacia atrás, volteó a besarme tomándome de las nalgas también.
Esta mujer sabía muy bien como calentarme.
Nos despedimos de la niñera que estaba con la boca abierta y la cara enrojecida.
La habíamos dejado muy excitada.
El taxi nos esperaba fuera, entramos en él y nos pusimos a besar desenfrenadamente.
Por el rabillo del ojo veíamos como el chofer nos observaba por el reflejo del retrovisor.
Acerqué mis labios a la oreja de Majo y se lo dije, ella sonrió, se llevó un dedo a la boca y lo mordió con sensualidad mientras veía al chofer.
Mis manos acariciaron su delicado cuello y las metí dentro de su vestido para acariciar sus tetas.
Cerró los ojos y gimió despacito.
El chofer nos veía con los ojos salidos.
Los autos de atrás empezaron a tocar la bocina para que avanzara.
Majo y yo reímos, le saqué uno de los pechos y empecé a besarle el delicioso y oscuro pezón mientras ella me acariciaba el pene sobre el pantalón.
El chofer entró en pánico, dio un bandazo con el auto en la vereda, los peatones lo insultaron.
Llegamos al restaurante, guardé con delicadeza el seno de Majo dentro del vestido, salí yo primero del auto y la tomé de la mano para ayudarla a incorporarse, cuando lo hizo su naricita recorrió todo lo largo de mi pene, se puso de puntillas, me dio un ligero beso en los labios y con la mano libre me acarició la verga.
El chofer estaba con la boca abierta, pagué la carrera y entramos abrazados a cenar.
Cuando cruzamos la puerta voltearon a vernos.
Majo estaba preciosa.
Era la mujer más joven, linda y sexi del restaurante.
La recepcionista no pudo evitar morderse los labios cuando la tuvo frente a ella.
Con los ojos clavados en la chica le di un beso a Majo en el cuello.
La recepcionista tragó saliva cuando mi pequeña colocó sus delicadas manos sobre las suyas preguntando por nuestra reserva.
Nos guio hacia nuestra mesa.
La chica era guapa y de bonita figura, le retiró la silla a Majo para que se siente, cuando hizo lo mismo conmigo susurré apenas para que ella me oyera “lindas tetas tiene, ¿no crees?”.
La chica se puso roja, yo la veía directo a los ojos esperando una respuesta y Majo le guiño un ojo.
“Preciosas” respondió avergonzada y salió lo más rápido que pudo.
La noche iniciaba perfecta, provocando y provocándonos.
Estábamos uno frente al otro y pedimos un vino para comenzar.
Le pedí a Majo que se ajustara un poco más el escote, quería que todos vieran la belleza de sus senos.
Ella sonrió y los mostró un poco más.
El vino nos puso más alegres y calientes, el pie de Majo empezó a acariciarme debajo del mantel.
La suavidad de su piel, la facilidad con la que lo movía.
Bajé una de mis manos y acaricié su tersa piel.
Vi como su respiración se aceleró cuando sintió la yema de mis dedos en su pantorrilla.
Fui al baño, Me encerré en el excusado, me saqué el pantalón y el boxer y me volví a poner el pantalón.
El boxer lo doble bien, nadie podía saber que es lo que era.
Cuando volví a la mesa le pedí a Majo que primero lo oliera sin abrirlo y que luego lo guardara en su cartera.
Ella cerró los ojos, se llevó mi truza a la nariz y la olió con fuerza.
Su rostro se encendió y sus pezones se hicieron notar en el vestido.
Pasó su lengua por la tela y luego la guardó en su cartera.
Mientras tanto yo ya estaba sentado, me había cubierto con el mantel y mi verga estaba fuera.
Majo volvió a acariciarme con su delicioso pie y cuando se topó con mi verga se mordió uno de los dedos con deseo.
La sensación de sus dedos acariciando mi verga, los mozos llevando y recogiendo los platos, los clientes hablando de cualquier cosa y nosotros dos, sin importarnos nada, saboreando el momento y un delicioso vino.
Era increíble la habilidad de Majo con sus dedos, la suavidad de su pie.
Con el pulgar recorría de arriba abajo mi verga, sonreía, me preguntaba si me gustaba.
Yo había llegado al cielo con esta mujercita.
La cena se había prolongado lo suficiente, si seguíamos así me haría acabar directo bajo la mesa.
Dude entre detenerla o seguir.
Vi sus ojos pervertidos brillando y su pie acariciando mi verga me terminaron de decidir.
Tomé su copa que aún tenía algo de vino en el fondo, la puse debajo de la mesa.
Majo retiró su pie lentamente y sus ojos se abrieron aún más “harías eso por mi” dijo con sensualidad.
Yo sólo le guiñé un ojo, me masturbé un poco y me vine abundantemente dentro de la copa.
Por un lado, lamentaba que tanta leche no fuera directo a sus pechos o dentro de su coño, por otro lado, me encantaba lo que estábamos haciendo.
Exprimí hasta la última gota.
Con dificultad guardé mi pene, coloqué la copa en la mesa y lentamente le serví un poco de vino.
Majo acercó su mano a la mía, uno de sus delicados dedos recorrió mi índice, tomo la copa, la agitó con suavidad para mezclar bien el contenido y le dio un pequeño trago.
Giró hacia la chica que aún estaba en la recepción con la boca abierta.
Majo levantó la copa hacia ella, la recepcionista desvió la mirada, pero vimos una sonrisa de complicidad asomarse a sus labios.
Majo se tomó casi toda la copa, dejando apenas medio dedo de vino y semen en el fondo, llamó a la recepcionista y le pidió que pruebe el vino.
La chica estaba enrojecida.
Sabía lo que hicimos.
Quiso negarse educadamente, pero cuando Majo colocó sus manos entre las de ella la derritió.
La chica se tomó el vino y le dio la razón, estaba delicioso.
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