En la granja
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
VERANO EN LA GRAJA
Autor : Chema
Desde muy pequeño pasaba los veranos en la granja de mis abuelos, donde tienen gran variedad de animales. Aquel año, recién cumplidos yo los trece, quise ayudar a mis abuelitos en sus tareas, así que me comprometí a ordeñar diariamente a la cabra que nos proporcionaba la leche que consumíamos.
Al atardecer me iba al establo y la ordeñaba. A mí me excitaba sobremanera exprimir sus ubres y sacarle toda la leche; me imaginaba que estaba magreando los pechos de una mujer y aquello me empalmaba. Pero una tarde la cabrita se negó a dar leche, pese a tener las tetas bien gordas y, aparentemente, llenas. Insistí una y otra vez, hasta hacerle daño en los pezones, pero el animal se negaba a soltar el líquido. No sé cómo pero empecé a subir la mano hasta la concha, que tenía hinchada y jugosita, y empecé a masajeársela con un dedo, luego con dos, comprobando que esto le satisfacía, ya que separó las patas, alzó el trasero y el coño empezó a abrirse y cerrarse ritmicamente, como pidiendo poronga.
Así que le fui metiendo poco a poco un dedo dentro de la chucha, y viendo que le gustaba, le metí los dos hasta bien adentro. Su vagina empezó a humedecerse, así que decidí realizar una de mis fantasías aprendidas de un video porno donde un cabrero se follaba a sus cabras. No lo dudé un momento: me bajé el pantalón y el calzoncillo y le metí la polla hasta los mismísimos huevos. Noté un calorcito interno y una deliciosa humedad que permitía bombear sin ningún problema. La cabra tenía el rabo levantado para facilitar la penetración y emitía un placentero balido con su boca entreabierta. ¡Estaba gozando con mi verga dentro! A pesar de que una preciosa gallina ponedora estaba incordiando alrededor y picándome las piernas, seguí bombeando y no tardé en correrme dentro de ella mientras ambos nos convulsionábamos de puro gusto. Al poco volví a ordeñarla y ante mi sorpresa empezó a expulsar abundante leche que llenó el cubo a rebosar. En esas estaba cuando empezó a merodear por allí la cabrona de la gallina pidiendo guerra …
Abandoné el ordeño de la cabra y agarré con fuerza a la gallina, después de perseguirla un rato por el corral. La cogí entre mis manos, la metí en el establo y le empecé a desplumar el culo. Le saque bastantes plumas de la zona del ano y le metí un par de dedos dentro, lo que me volvió a excitar. Entonces, me bajé de nuevo el pantalón y slip, ya con la polla parada, y se la metí dentro del orto hasta lo que en las aves se llama cloaca. Entonces sentí que algo se rompía dentro y saqué la poronga. Esta salió toda manchada de mierda, clara y yema. ¡Le había roto el huevo que tenía dentro y que iba a poner aquella tarde!. "Pues te jodes, pues para eso dicen que las gallinas soy muy putas" – dije para mí. Y le volví a meter la pija dentro, la agarré con fuerza y empecé a pajearme con la gallina, hasta correrme dentro.
Cuando terminaron las vacaciones, mis abuelos se despidieron de mí con un banquete. Entre los platos servidos estaba una soberbia gallina asada. Entonces reconocí a la puta gallina, pues era la más hermosa y gorda del gallinero. Mi abuelita añadió:
– Tuve que sacrificar a esta gallina porque desde hace unas semanas había dejado de poner huevos. Y ya sabemos lo que dice el refrán: "Gallina que no pone huevo firma su duelo".
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