El negro, mi nuevo vecino. I
—Ahh, sí, sí… ¿no querías guebo pues? Aprovecha porque todavía vas a llevar guebo que jode, ah, sí, sí, uffff, que culito tan rico encontré yo vale..
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—Ahh, sí, sí… ¿no querías guebo pues? Aprovecha porque todavía vas a llevar guebo que jode, ah, sí, sí, uffff, que culito tan rico encontré yo vale..
—Ay, así, me gusta, me gusta, dame leche, quiero leche. —Ah, ahhh, ah, ¿La quieres? ¡Toma! ¡Tómala! Ayy, que rico, uff, ah, ah. Síiii..
— ¿Viste que sí eres putica? —me preguntaba el moreno. —Déjalo quieto vale, que me lo vas a espantar —decía el flaco mientras pasaba su brazo por encima de mi cuello, abrazándome. — ¿Y…? —pregunté..
—Quiero metértelo. — ¿Ah, sí? —Pregunté riéndome un poco. —Sí, vale. No te rías. —Adelante..
Me sacó el guebo de golpe y sentí el culo frío y abierto. Se sentó en la poceta y me senté encima de él. Se sentía rico así. De esa manera me daba como a perra. .
Al principio me resistí, luego le rogaba que me hiciera su perra..
Me consideraba hetero hasta que fui de visita a su finca unos días y él, mi tío, me hizo su putica de verano. (Venezuela).
Y me agarró del cabello con las dos manos y acercó sus labios a mi oreja izquierda, la cual comenzó a morder, luego a pasar la lengua, para después chupármela como si fuera caramelo. Luego, algo más sensual, me habló en la patica del oído. —Levanta .
En esa posición comenzó a acabarme adentro sin decirme nada. Yo al principio no entendía, después me lo hizo saber. Nos tumbamos en la cama, él encima de mí, abriéndome las piernas, y dándome besos bruscos, casi pasándome la lengua por los labios. .
Siguió dándome guebo como a una perra y en menos de un minuto ya estaba acabándome en el culo, mientras me mordía un hombro y se deslechaba dentro de mí como si fuera un toro. No duró mucho acabando y enseguida lo sacó; me sentí un poco vacío y quer.